martes, 4 de diciembre de 2007

Breve crónica del salón del Cómic:
viva la imagen, viva la palabra


Son poco más de las 12.00 de la mañana y dos amigos (cuasi hermanos) y yo hemos decidido acercarnos al Salón Internacional del Tebeo de Madrid (más conocido como Expocómic) que celebra su décima edición. Llevaba varios años intentado asistir y por fin este año he podido librarme de mis compromisos laborables para poder acercarme un rato (¿por qué siempre me toca trabajar el fin de semana del SIMO o de este salón?). Y qué mejor excusa que ir de enviado especial del blog. Teníamos que estar ahí, aunque solo fuera un ratito.

La cosa prometía y teníamos muchas ganas de devorar las novedades que iban a presentar las principales editoriales del sector (Glenat, Norma, Dolmen, etc). La primera sorpresa llegó en las taquillas. Nos dimos cuenta que éramos los únicos que vestíamos normal, bueno, más bien que vestíamos raro, porque casi el 80% del resto de la cola iba caraterizado como Naruto, Ranma, Leónidas (en calzones con el frío que hacía), colegiala japonesa rollo hentai (si sus madres las vieran salir así a la calle...) o Mario (sí, el de Nintendo, pero en flaco, alto y sin Yosi). No pasa nada, ser friki está bien, siempre que no te dé vergüenza salir a la calle con esas pintas.

Os estaréis preguntando que qué tiene que ver todo esto con la prensa y el diseño. No mucho, la verdad, o sí, porque si lo pensamos un poco, sólo un poco, llegaremos a la conclusión de que tanto los cómics como los periódicos, tienen una misión clara: comunicar. Y nada como los tebeos para llegar a eso, a comunicar una historia, a impactarte usando los dos elementos base de la información: la palabra y la imagen, la imagen y la palabra. Un ejemplo claro: Persépolis, de la iraní Marjane Satrapi, el mejor reportaje sobre cómo se vive (y desvive) en un régimen fundamentalista como el de Irán.

Y ahí, entre "Supermanes" de capa desteñida y calzón caído y personajes de Final Fantasy con sus espadones de cartón piedra, estaban grandes comunicadores del género, como Azpiri o Paul Naschy y Javier Trujillo (Premio al mejor cómic nacional por "El Retorno del Hombre Lobo").

Seguimos paseando por los stands, tentandos de hacernos una foto con los soldados imperiales de Darth Vader o con un tío vestido de spiderman con un ¡¡pasamontañas!!, pero es tan triste que decidimos darle una palmada en la espalda. Poco a poco vamos descubriendo pequeñas joyas, como "El joven Lovecraft" (José Oliver y Bartolo Torres y ya en su segunda edición) que narra la infancia del escritor o "La Odisea" (Martín Saurí), en su edición del 25 aniversario, con parte de los originales colgados en una microexposición en la primera planta del pabellón. Paredes que compartía con los primeros cómics americanos que llegaron a España ("Makoko", "Red Barry", "El Aventurero", etc.), con Tirso Cons y con las "Fábulas" de DC Cómics.


Y cómo no, "Las Aventuras de Bardín el Superrealista" (Max, I premio nacional del Cómic), también rondaban por ahí en una cuidadísima edición y, "36-39. Malos tiempos", de Carlos Giménez, autor de Paracuellos y uno de los mejores narradores gráficos españoles y cuya presentación estaba prevista en el Salón. Si les gustó Paracuellos, no se pierdan esta gran obra.

Y así un sinfín de novedades imposible de listar en estas líneas...

Poco a poco, y sudando a mares por la odiosa calefacción, damos una vuelta completa al pabellón, sin poder evitar fijarnos en un cartel desde donde Mario (sin su compañero Luigi esta vez) nos espeta: "los frikis también mojan"[sic]. Así que frikis del mundo, no perdáis la esperanza. Con tal concentración de frikis, seguro que más de uno no tuvo problema, pero ese es otro asunto...

Toca a su fin la visita, pero con la convicción de que el tebeo, cómic, tira, como quieran llamarlo, está al alza (no cabía ni un alfiler, perdón, friki, más). Ah y con 50 euros menos en el bolsillo, bien invertidos, eso sí.

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