Han pasado muchos años desde la primera vez que diseñé una página. Todavía no se había inventado la visualización y teníamos que imaginarla. Se metían claves, se aplicaban comandos, se utilizaba el tipómetro, pintábamos a mano con lápiz encima de una plantilla con los límites ya marcados de las columnas y el ancho de la página (astralón). Todo esto era muy técnico.
Desde que se inventó la visualización nos han facilitado mucho el trabajo. Ahora no tienes que imaginarte el diseño, ahora lo vas pintando con elementos ya establecidos que recuperas de un catálogo, biblioteca o página anteriormente hecha. Como decía, nos ha facilitado mucho el trabajo. Pero... Nos ha creado un pequeño problema. Tenemos espectadores, público, críticos espontáneos de arte que gratuítamente nos dan su opinión. No cuando el trabajo está hecho sino cuando lo estamos elaborando. Y, a ti, amigo maquetador, cuántas veces no te han dado ganas de levantarte y decir: ¿por qué no lo acabas tú?
Cada uno tenemos nuestras manías a la hora de realizar un diseño: unos pintan primero la información principal; otros los bloques de foto, algunos seleccionan las imágenes que van a utilizar y la mayoría aprovechan diseños ya hechos para variar un par de elementos y no tener que buscarlos uno a uno. Como títulos, pies, textos, etc. Pues todo esto está sometido a la crítica del observador espontáneo y a su NO conocimiento del sistema.
He visto a personas que tenían un control mayúsculo del programa de diseño y un conocimiento del ordenador que para sí lo quisiera Bill Gates aterrarse a la hora de pintar una página con espectadores críticos. Además el miedo era proporcional al cargo que tenía el que le estaba mirando y de lo cerca que estuviera la hora de cierre. Si es un plumilla, inquietud turbadora; si es un jefe de sección, nerviosismo creciente; redactor jefe, extraños tics; y a partir de subdirector, todo lo anterior más aptitud balbuceante y pérdida de memoria. Son buenos diseñadores y la mayoría están trabajando en un semanal o en un mensual en donde la presión del exigente público sólo ocurre el día del cierre.
Que conste que no todos los que se sientan a tu lado son iguales. Con muchos, además de pasar un buen rato con chascarrillos y bromas, aportan ideas que nos sirven para mejorar la página.
Particularmente no me imagino detrás de alguién que escribe una crónica diciéndole: `Has escrito mal esto`, `Le falta un acento aquí`, `No me gusta como te está quedando ese texto`, etc. Esperaría a que acabara. Y también opinaría de lo que sé. No de lo que no tengo ni XXXX idea.
Desde que se inventó la visualización nos han facilitado mucho el trabajo. Ahora no tienes que imaginarte el diseño, ahora lo vas pintando con elementos ya establecidos que recuperas de un catálogo, biblioteca o página anteriormente hecha. Como decía, nos ha facilitado mucho el trabajo. Pero... Nos ha creado un pequeño problema. Tenemos espectadores, público, críticos espontáneos de arte que gratuítamente nos dan su opinión. No cuando el trabajo está hecho sino cuando lo estamos elaborando. Y, a ti, amigo maquetador, cuántas veces no te han dado ganas de levantarte y decir: ¿por qué no lo acabas tú?
Cada uno tenemos nuestras manías a la hora de realizar un diseño: unos pintan primero la información principal; otros los bloques de foto, algunos seleccionan las imágenes que van a utilizar y la mayoría aprovechan diseños ya hechos para variar un par de elementos y no tener que buscarlos uno a uno. Como títulos, pies, textos, etc. Pues todo esto está sometido a la crítica del observador espontáneo y a su NO conocimiento del sistema.
He visto a personas que tenían un control mayúsculo del programa de diseño y un conocimiento del ordenador que para sí lo quisiera Bill Gates aterrarse a la hora de pintar una página con espectadores críticos. Además el miedo era proporcional al cargo que tenía el que le estaba mirando y de lo cerca que estuviera la hora de cierre. Si es un plumilla, inquietud turbadora; si es un jefe de sección, nerviosismo creciente; redactor jefe, extraños tics; y a partir de subdirector, todo lo anterior más aptitud balbuceante y pérdida de memoria. Son buenos diseñadores y la mayoría están trabajando en un semanal o en un mensual en donde la presión del exigente público sólo ocurre el día del cierre.
Que conste que no todos los que se sientan a tu lado son iguales. Con muchos, además de pasar un buen rato con chascarrillos y bromas, aportan ideas que nos sirven para mejorar la página.
Particularmente no me imagino detrás de alguién que escribe una crónica diciéndole: `Has escrito mal esto`, `Le falta un acento aquí`, `No me gusta como te está quedando ese texto`, etc. Esperaría a que acabara. Y también opinaría de lo que sé. No de lo que no tengo ni XXXX idea.
No se puede decir más claro: cada uno en su terreno, y si tenemos que revolvernos con sentido.
ResponderEliminarTienes toda la razón, yo todavía sufro todos los sintomas, aunque intento que no se me note, un poco de empatía no vendría mal.
ResponderEliminarSeguid así, que no lo haceis nada mal.
En mi caso en muchas ocasiones era el mismo cliente el que hacía de "crítico espontáneo". En esos casos hasta que la maquetación/diseño quedaba a su gusto podían pasar días para algo relativamente simple.
ResponderEliminar¡Lo que te puede llegar a "marear" una persona...!
Todos tenemos un determinado gusto y es posible que al 'cliente' no le agrade tu trabajo y se debe discutir. Pero sobre todo también me refería al que sabiendo como va a ser el resultado final de tu página va cantando todo lo que tienes que hacer y pretende corregirte en el modo en el que tú trabajas. Por ejemplo, cada vez que selecciono un título en el catálogo sale por defecto a dos columnas, pues en cuanto aparece en la pantalla oyes la voz de tu particular pepito grillo diciéndote: "oye era a cuatro columnas". O selecionas una página que tiene los elementos que necesitas pero en distinta disposición y así tardas menos en ir cogiéndolos uno a uno. En seguida te reprende: "Qué asi no es la página". Yo, generalmente, me vuelvo y les digo: "Esto tiene un proceso que tú no conoces. Así que haz como los que ven jugar al mús. Te callas y das tabaco"
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