sábado, 10 de enero de 2009

Adiós, Helvética

Esta noche nos toca llorar, aunque sólo sea un poquito, en lágrimas de palo por una letra sin lágrimas a la que vamos a decir adiós.

Era inevitable, ambos sabemos que ahora ya no tendría sentido, que tarde o temprano llegaría este momento que además había llegado ya a muchas de las habitaciones de papel. Pero no por saberlo de antemano te ahorras la tristeza de ahora, cuando llega, en una redacción solitaria en cuyas pantallas de ordenador vemos por última vez páginas tituladas en Helvética, el tipo de letra que se atrevió a rozar la perfección... y que por eso se cansaron de verlo, tantas veces, en tantos lugares, en tantos periódicos.

De proporciones imposibles de mejorar a pesar de los continuos intentos, de formas imperecederas, dulces y poderosas a la vez, ha dado más fuerza a títulos que ya tenían fuerza, y también a otros que no; ha puesto su enorme carácter al servicio de un periodismo de carácter, guste o no, gusten o no ambos; su presencia significaba que aquélla era la noticia principal de la página porque muy pocos tipos, ninguno en realidad, pueden competir con ella. Contigo, Helvética. De quien nunca podré separarme, aunque esta noche tengamos que decirnos

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