lunes, 5 de septiembre de 2011

Verano, cuando nunca pasa nada...



Primer lunes laboral del mes de septiembre. El verano ha terminado. Sentimos ser portadores de tan malas noticias, pero es así. Las cervezas en el chiringuito, los paseos por la playa, las rutas por la montaña en manga corta y las paellas de marisco a la sombra se han terminado. El verano ha muerto. Viva el verano.


Dicen que en verano, ese periodo que irremediablemente va desde el 1 de julio hasta el 31 de agosto y comprende dos o tres lluvias torrenciales de por medio, nunca pasa nada. Dicen que es un época ideal para trabajar en un periódico. La tensión informativa se reduce, los políticos se esconden (más todavía, si es posible) en sus ciudades natales, los mercados están relajados y la máxima preocupación del ciudadano es el pueblo más cercano donde estén en fiestas y el precio del litro de gasolina.


Dicen también que, como los periódicos reducen su paginación de forma considerable, la carga de trabajo es menor. No puede haber el mismo trabajo con 36 páginas que con 52. Es pura matemática.

A todos los que piensan eso desde aquí les decimos: ja, ja y ja. Cuantas menos páginas más posibilidades de cambiarlas todas. Porque, además, las cosas en verano también se toman su tiempo y suelen aparecer a las horas más inoportunas. Madrugadas y barrios aledaños, por supuesto.


Este verano, el del 2011, ha sido uno de los estíos en los que más cosas han pasado. En la redacción recuerdan alguno de los años 90, en los fue tan divertido como el invierno. Pero claro, a esa edad mi única preocupación era bajar a la piscina y que mis amigos estuvieran esperándome para echar unas partidas al Hero Quest.


Pero esa época ya pasó, y ahora los veranos tienen otra pinta. La piscina sigue ahí, pero el baño de aire acondicionado y moqueta también. Y es de agradecer que pasen cosas. Porque no hay nada peor que un verano aburrido en la redacción. De verdad. Por eso nos gusta que en verano pasen cosas, no sólo por nosotros. También por los chavales que, ilusionados, vienen a trabajar en un periódico.


Y este verano ha sido movido, muy movido: acoso de los mercados; caída de las bolsas, pánico financiero en los países de la Unión Europea; reuniones de urgencia entre los presidentes para salir del hoyo; nueva caída de las bolsas; reestructuración de Italia y extrapolación a España; propuestas de recortes; más propuestas de recortes; intervención y detención de la SGAE y su máximo dirigente Teddy Bautista; asesinatos masivos en Noruega, tranquilo país nórdico; una supercopa de España en la que, en teoría, sólo ibamos a ver fútbol; disturbios en Londres; contagio de los disturbios a varias ciudades inglesas; Gadafi jugando al gato y el ratón con los rebeldes; rebeldes que avanzan hacia Trípoli; rebeldes que conquistan Trípoli; detienen a Goran Hadzic; Francisco Camps dimite como presidente de la Generalitat Valenciana; fallece Amy Winehouse; News of the World reconoce que ha escuchado de manera ilegal a cientos de personas, anónimos y conocidas; comienza el juicio contra Mubarak en Egipto; el Papa visita durante cuatro días Madrid con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud; manifestaciones laicas que no terminan demasiado bien; un huracán se pasea por la costa Este de EEUU obligando a cerrar, entre otras cosas, el metro de Nueva York por primera vez en su historia; dimite Steve Jobs como CEO de Apple; crisis alimentaria en Somalia, donde miles de personas mueren (ayuda aquí); dos chavales fallecen tras una rave en la que tomaron estramonio...

Y así, muchísimas cosas más. Pero claro, en verano nunca pasa nada. Hasta que pasa.

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