domingo, 20 de noviembre de 2011

Dos en la carretera: encajabaja en la Universidad de Navarra (y II)

La segunda jornada de nuestro inolvidable viaje a Pamplona empezó por separado. Mario Benito era confinado en las entrañas del edificio de Ciencias Sociales de la Universidad de Navarra a primera hora para sus labores de jurado, así que al cronista se le presentaba una radiante jornada de viernes para recordar viejos tiempos.

Comenzó su ruta en pleno campus en el Edificio Central. Majestuoso, imponente, sobrio. Este humilde cronista pertenece a aquellas singulares generaciones de periodistas que se formaron en su interior, que abrieron los ojos de par en par a la información en la sorprendentemente acogedora aula 34, aquellas promociones que hacían las prácticas de radio con máquinas de escribir y los boletines de Radio 5 todo noticias, y luego subían corriendo a locutar, sin resuello, en los estudios de la Torre o entraban en directo, vía telefónica, desde la cabina de teléfono del edificio, poniendo las monedas de su propio dinero, como buen periodista. Pero sobre todo, a aquellas generaciones que aprendieron a ser universitarios, mejores periodistas y mejores personas en Faustino, la cafetería del edificio Central...

El Edificio Central, majestuoso

Vista general de Faustino, cumbre universitaria. FOTO: MARTA ZORRILLA

Faustino. Un templo. Un santuario. Ítaca, Rosebud... Zihuatanejo... Después vinieron los cambios de edificios y en la vida, otras muchas cafeterías. Ninguna, desde aquel entonces hasta el día en que este pobre cronista muera, podrá ni siquiera hacer sombra a Faustino. Ni a su tortilla de patatas, única en el mundo. Tortilla, por cierto, que deifiqué durante el viaje de ida. Incrédulo, Mario me miraba sorprendido de que me aferrase a aquel recuerdo ya lejano, de patata y huevo. El sábado, antes de partir, Mario probó la tortilla de patatas de Faustino. No quise interrumpir aquel momento, sagrado, y le dejé hacer. Y un rato después, sólo tuve que mirarle... “¡Joder, qué tortilla...!” dijo, mirando al suelo... Otro para la causa.

Retuve la imagen de Faustino antes de atravesar su puerta, como el que sabe, ya por experiencia, que tardará años en volver... Espero que sigas ahí, viejo, si algún día vuelvo quién sabe si para compartir un pincho de tortilla con alguno de mis hijos.

Ya en Fcom, la directora de comunicación de la facultad, Paz Ugalde habilitó un despacho para que pudieramos trabajar mientras Mario puntuaba páginas. Un par de entregas de Maquetar deportes... fueron editadas allí. Casualmente, en el aula contigua al despacho pudimos saludar a Ramón Salaverría, absoluta referencia en la red con su e-periodistas, posiblemente uno de los blogs más interesantes que se puedan consultar hoy día sobre periodismo, tecnología e información. Tan amable como siempre con encajabaja, había bajado a saludar a primera hora a Mario Benito a la zona del jurado. El placer fue todo nuestro, Ramón.



La Facultad de periodismo y el cronista en su despacho.


En una zona habilitada de la primera planta, el jurado seguía debatiendo incansable, en una labor titánica. No hay suficiente reconocimiento al trabajo que realizaron durante estas tres agotadoras jornadas. Como tampoco hay palabras para describir y hacer un mínimo de justicia a la labor que hicieron el grupo de alumnos y alumnas que ayudaron la organización del evento. La descomunal paliza que se dieron Marta Zorilla (@mzorri), Laura Alzola (@lalzola), Judith Valdelana (@ ), Eric Mas (@absoluteric) y Blanca Torres (@ ) sólo la supera el entusiasmo y la alegría con la que hicieron que todo, absolutamente todo, funcionara a la perfección durante esos tres días. Felicidades, chicos. No sé si aprenderíais algo de esta humilde panda de maquetas, pero nosotros nos vamos con vuestra lección de compromiso, de alegría y de ganas para estos tiempos difíciles que corren para la profesión...


Un grupo de voluntarios impagable. De izq. a dcha: Marta Zorrilla, Laura Alzola, Judith Valdelana, Eric Mas y Blanca Torres. FOTO: MARTA ZORRILLA


El tiempo vuela cuando se trabaja en una universidad. Y al finalizar la jornada, nos unimos en el hotel de concentración el agotado jurado, los voluntarios y el resto de la expedición. El destino era El Mercado, un restaurante de cuidado diseño situado en el centro de la ciudad.



DOS EXPERIENCIAS CERCANAS A LA MUERTE
Decía Joaquín Sabina que en Madrid la muerte viaja en ambulancias blancas... Lo que nadie nos dijo es que en Pamplona, la muerte viaja en un taxi, blanco también. El trayecto desde el hotel de concentración hasta el restaurante fue de las experiencias más aterradoras y surrealistas que el cronista y sus compañeros de viaje seguramente recordarán... Todo ello porque el taxista, no sabemos muy bien porqué, decidió hacer un tramo cronometrado de un rally una vez bajó la bandera. En el interior del taxi iban Eric Mas (que además se jugó el tipo de copiloto), y detrás, al principio sentados y luego por los suelos, Laura González, Mario Benito y este cronista al que nadie le advirtió que estaba a punto de correr en un coche por primera y última vez en todo el fin de semana...

Era una pesadilla, más propia de un relato de Stephen King, o de un guión de Jose Luis Cuerda. Lo de King es porque, realmente, vimos a la muerte de cerca... Lo de Cuerda es porque siempre he pensado que cuando uno se muere sonará de fondo algo solemne, La Lacrimosa de Mozart, Chopin, incluso algo épico, como Wagner y sus Valquirias. Pero en aquel taxi... en aquel taxi sonaba Caribe FM y una suerte de imitador sudamericano de Raphael. Y mientras el coche derrapaba en las curvas y sus neumáticos chirriaban a cada salvaje cambio de carril, y mientras en el asiento de atrás nos agarrábamos donde podíamos y nos mirábamos ya con la sonrisa congelada en el rostro, sonaba lo siguiente:


PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN DEL BUENO: Este hit que os ofrecemos en exclusiva es fruto de una labor de investigación de cuatro semanas con nuestros nuevos amigos de Caribe FM Pamplona, con los que hemos buceado es los archivos de la emisora hasta dar con este documento sobrecogedor... Miles de gracias a Arturo y a Freddy Kruger (os lo juro por mi madre que dice que se llama así...) locutores de Caribe FM por su ayuda

Pero cuando el taxista decidió que su coche entraba en el angosto pasillo que ofrecían un camión y un autobús que circulaban en paralelo, fue demasiado. El pobre Eric empezó a trepar por su asiento y casi termina con nosotros en la fila de atrás... de donde sólo se nos escapó un: ay, ay, ay... El taxi pasó a toda velocidad y prácticamente rozando a los dos vehículos mientras en la fila de atrás alguien susurró con la voz entrecortada: “Me parece que este no es Raphael...”

Cuando el taxista paró junto al restaurante, los cuatro nos tiramos fuera del vehículo, dando gracias por seguir con vida. Con un sonoro derrape, partió hacia el horizonte, como si le persiguiera el mismísimo Satanás. Adios, amigo taxista, tardaremos en olvidarte...cabroncete...



El Mercado, magnífico restaurante de cuidado diseño

El Mercado es el restaurante ideal para un evento de este tipo. Un local de diseño para unos diseñadores. Las botellas de vidrio verde, a cientos, visten las paredes de un salón en el que todo, la carta, el mobiliario, incluso los clientes guardan un cuidado aspecto formal. Todo iba según lo previsto, Javier Errea y MAJ se unieron a nuestro grupo para la cena y nuestro querido Carlos Pérez de Rozas contaba anécdotas desternillantes con su particularísima maneras de showman, hasta que de repente tuvimos un susto de los gordos, y esto no es un tema para tomarlo a broma. El pobre Quique Ciria, uno de los jurados, se atragantó con un trozo de comida y lo pasó realmente mal. Tanto, que sinceramente pensamos en lo peor... De hecho se vivieron pequeños episodios de pánico e incluso se recurrió al socorrido ¿hay un médico en la sala?. El médico, que afortunadamente estaba en la sala y venía a juego con el local, de diseño, con gafitas de pasta roja y melenita canosa intentó hacerle la maniobra de Heimlich, esa compresión abdominal de urgencia para los que se asfixian. El hombre lo intentó pero no hubo manera y Ciria se iba poniendo azul y nosotros blancos... hasta que llegó un empleado del local, navarro de pura cepa. Le hizo a Quique la Heimlich con tantísima violencia que no sólo le hizo expulsar la comida que le atragantaba, sino que también le hizo levantar del suelo más de un metro... Parecían un niño grande jugando con su peluche... Pero afortunadamente, la cosa funcionó y todos recuperamos nuestro color natural... aunque no descartamos que Quique salvara la vida a costa de un par de costillas...

La mañana del sábado se terminaron de dar todos los premios. El jurado ya en las últimas de baterías se desfondó en una jornada maratoniana y contrareloj, ya que todos tenían programados sus planes de vuelta. Tras un espectacular ágape de la mano de Juan, alma máter de Faustino, en el que Mario comprobó las bondades de sus tortillas, llegó el momento de las despedidas. Abrazos, risas y recuerdos para todos... Y, aunque seamos pesados, un agradecimiento. Para nosotros, humildes periodistas, maquetas y blogueros, ha sido muy emocionante formar parte de esto. Y Carlos Pérez de Rozas tenía razón, lo más importante es que “íbamos a hacer feliz a la gente”. Incluído nosotros. Gracias a todos, a Javier, a Álvaro, a los miembros del jurado, a esos maravillosos voluntarios y voluntarias, a Marta Zorrilla, que se ha ganado a pulso el título de corresponsal de encajabaja en Pamplona, a MAJ, a Ramón Salaverría, a Paz, a mi querido Miguel, a tantos, a tantos... Seguro que me olvido de gente al escribir esto, pero gracias a todos. De corazón.



El jurado en varios momentos de las últimas votaciones

Una última vista del campus antes de partir

La vuelta a Madrid se realizó sin nigún contratiempo. En su plazo previsto, incluso tuvimos tiempo para parar a tomar un refrigerio en una estación de servicio tomada abuelos del Imserso en pleno plan de fin de semana. Puedes jugarte la vida en la barra de una cafetería copada por la tercera edad... ¿Recordáis a los pájaros de Hitchcock apostados en los columpios de aquel parque infantil? Sabéis entonces a qué me refiero...

La vuelta, decíamos, fue normal. Normal. En su tiempo y a su velocidad... Lo que desmonta totalmente la rebuscada teoría de Mario sobre mi efecto sobre los motores... Lo que quita la razón a Luis, que últimamente está muy feliz, doblemente feliz, pero que sigue siendo uno de los conductores más lentos (prudentes) del Orbe. Y no han hecho falta ni absurdos planteamientos lógicos, ni complicados filosofismos. En el viaje de vuelta yo también viajaba y fue un viaje normal. Incluso rapidito. Así de simple... Ea, a tomar por saco vuestra constante. Compañeros...

El jurado, posa para la foto... esa mirada intensa no es por la responsabilidad del momento... es el solete vespertino, en toda la cara...


FOTOS: MARIO BENITO Y JAVIER VIDAL

Posts anteriores:
Dos en la carretera: encajabaja en la Universidad de Navarra (I)

No hay comentarios:

Publicar un comentario