lunes, 31 de enero de 2011

Diseñario 2.0 (LI)

Parece que no todo está perdido y que este siglo XXI nuestro que tan mal comenzó, y que tan precario caminar lleva en su primera década, empieza a levantar un poquito la cabeza para pedir algo de libertad, de dignidad. Y lo hace en países en los que hasta ahora no pensábamos que tal cosa pudiera suceder, por lo que resulta especialmente emocionante y esperanzador. Valores universales. El comité de expertos de encajabaja envía un abrazo solidario a toda la gente que en Egipto o en Túnez, y en cualquier lugar del mundo, está luchando ahora mismo por lo que merecen y les dedica esta entrega de su Diseñario, obra infinita e irreverente, colectiva y abierta sobre el diseño periodístico y la prensa en general.





Tirada. Son dos cosas (y ninguna relacionada con el juego de los dados, o con la manera que tienen algunos de disponer el material gráfico sobre una página) absolutamente relacionadas: es el acto de imprimir en las rotativas los ejemplares impresos de un periódico (llamado también "tiraje" o "tiro" en los textos más clásicos y en distintas zonas geográficas) y además es también el número de ejemplares que se imprimen.
Esta segunda acepción es la que más utilizamos y la primera que nos viene a la mente cuando se habla de tirada. Conviene tener presente que la tirada puede incluir según quién nos dé las cifras los ejemplares "inútiles" por estar mal impresos y que se desechan (por eso se habla de "tirada útil" cuando nos referimos sólo a los ejemplares válidos), además de los ejemplares que se regalan (o se intercambian) y los que se devuelven de los puntos de venta. Nuestra querida OJD se encarga de aclarar estos "curiosos" aspectos además de controlar la difusión, que se calcula multiplicando por tres el número de ejemplares vendidos y regalados, porque alguien, en algún lugar, supuso un buen día que tres personas leen de media cada periódico.

Tocho. En la vida hay cosas grandes y cosa pequeñas... Y no miréis para otro lado, porque todos sabéis a lo que nos estamos refiriendo. Y dentro de las cosas grandes, las hay grandes, muy grandes... y luego hay tochos. Que como la propia palabra indica son cosas grandes pero a lo vulgar, ordinarias, vastas pero a la vez bastas. Y como todo es trasladable al papel (afortunadamente, todavía) un tocho en prensa es el resultante de cuando una cosa larga se te empieza a escapar de las manos, y va cobrando vida y extensión hasta que ya no hay casi por dónde abarcarlo... Y lo miras y te da pereza, porque casi daría igual por dónde empezaras a consumirlo, porque seguro que te enganchas a él por cualquier lado... y al final no te enteras de nada, como corresponde a cualquier tocho que se precie.
Si nos ponemos técnicos y puristas, un tocho es justo lo contrario de cualquier labor de edición. Se supone que editamos las cosas para que se 'desatochen' si tal palabro existiera y significara la disolución del tocho. Generalmente, los maquetas recibimos la información así, en tochos, porque de todos es conocida la incapacidad manifiesta de los periodistas para sintetizar y resumir ideas... Y como tratantes de tochos, hemos desarrollado cierta capacidad de desentrañarlos, hasta el punto de conseguir sacar lo realmente importante de los tochos, hasta reducirlos a su esencia primigenia, que suele ceñirse a una escueta frase, la mayor parte de las veces. Pero si el cícero es la medida universal del diseño, parece que el tocho se ha estandarizado como medida universal del periodismo escrito previo paso por maquetación... Se entiende por tanto, ahora, que los redactores nos odien, murmuren a nuestras espaldas y recurran a eso ya tan manido de "la dictadura del maquetariado", ya que somos nosotros los desatochadores que los desatochan... siempre contra su voluntad, faltaría más.
Generalmente se nos viene un tocho encima cuando en un folio no se aprecia gris, sino negro, negrísimo (consultad las voces mancha y gris, si tenéis dudas)... Pero también se siente cercano cuando ves que viene ese redactor (jefe) y te comenta muy serio que este texto es que no tiene corte ninguno, porque es un texto buenísimo y elaboradísimo... La de veces que habremos querido explicarle a este tipo de pobreza espiritual que todo, absolutamente todo en la vida tiene corte y edición. Y que además, milagros del ser humano, las cosas editadas y cortadas suelen mejorar... Muchas veces nos hubiera gustado incluso hacerle tragar los cortes y descartes de don Miguel de Cervantes de su afamado Quijote, que también fue editado y recortado, creednos... Y aun así, le quedó tocho, el tocho por antonomasía, el tocho de tochos... ¡la madre de todos los tochos!
Pero no sólo los maquetas 'atochan' las cosas, viva Dios. La capacidad de generar tochos es consubstancial al ser humano, como la de generar paridas. Existe un tipo de maquetador, muy definido, que aunque no quiera, se convierte en el atochador de páginas. Coja lo que coja, le sale un tocho. Y no le hables de blancos, edición gráfica o de despiezar un poco es texto de setenta mil caractéres... porque él sólo sabe hacer tochos. Vive para eso. Sueñas con enormes páramos de tinta. Sus ojos sólo ven enormes bloques preñados de texto. Y no le sacarás de ahí, aunque bien asesorado, podría llegar a desarrollar una prometedora carrera como maquetador de páginas de anuncios por palabras o de parrillas de televisión...
Incluso esta voz que acabáis de leer vosotros cuatro, valientes que no os asustáis por unas cuantas líneas juntas, es un tocho. Y no porque no seamos capaces de concretar, que lo somos, por supuesto. Sino por puro homenaje formal al fenómeno tochil. Porque lo que no pretenderéis es que hablemos de los tochos y os lo resumamos en dos liniejas de nada ¿no?



Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.
Diseñario 2.0 (XXII): enviado especial-exclusiva.
Diseñario 2.0 (XXIII): exposición-faldón.
Diseñario 2.0 (XXIV): fe de errores-fino.
Diseñario 2.0 (XXV): flash-fondo.
Diseñario 2.0 (XXVI): fotero-fotón.
Diseñario 2.0 (XXVII): free-lance-freehand.
Diseñario 2.0 (XXVIII): galerada-grapa.
Diseñario 2.0 (XXIX): gritar-hemeroteca.
Diseñario 2.0 (XXX): hemorroide-hostias (darse de).
Diseñario 2.0 (XXXI): ilustrator-imposición.
Diseñario 2.0 (XXXII): invisibles-itálica.
Diseñario 2.0 (XXXIII): jefe-ladrillo.
Diseñario 2.0 (XXXIV): lead-localizador.
Diseñario 2.0 (XXXV): lomo-lorem ipsum.
Diseñario 2.0 (XXXVI): MacOs-mesa.
Diseñario 2.0 (XXXVII): modular-morder.
Diseñario 2.0 (XXXVIII): negativo-ñapa.
Diseñario 2.0 (XXXIX): Oblicua-off the record.
Diseñario 2.0 (XL): OJD-on line.
Diseñario 2.0 (XLI): palabrota-pelar.
Diseñario 2.0 (XLII): pieza-pisar.
Diseñario 2.0 (XLIII): planillo-plumilla.
Diseñario 2.0 (XLIV): portadilla-putada.
Diseñario 2.0 (XLV): rataplán-rediseño.
Diseñario 2.0 (XLVI): registro-retícula.
Diseñario 2.0 (XLVII): ríos-rutero.
Diseñario 2.0 (XLVIII): scoop-solemnidad.
Diseñario 2.0 (XLIX): staff-supervivencia.
Diseñario 2.0 (L): tejadillo-temazo.

viernes, 28 de enero de 2011

Periodiquerías (XXVIII)






Pretoria (Sudáfrica, 2010) / Juan Antonio Sánchez





Manchester (Reino Unido, 2010) / Luis Blasco





Aeropuerto de Heathrow (Reino Unido, 2010) / Mario Benito




Enviadnos fotos de vuestras "periodiquerías" antes de que todas sean iguales y se llamen iPad. Fotografiad esos lugares en los que todavía se venden periódicos, y las publicaremos en esta serie. Si queréis.



Entregas anteriores de Periodiquerías:

Periodiquerías (I):
Madrid - Nueva York - Sevilla
Periodiquerías (II): Bilbao - Resistencia (Chaco-Argentina) - Múnich
Periodiquerías (III): Estambul - Praga - Nueva York
Periodiquerías (IV): Salamanca - Edimburgo - Tres Cantos (Madrid-España)
Periodiquerías (V): Lima - Bruselas - Mérida (España)
Periodiquerías (VI): Londres - París - Roma
Periodiquerías (VII): Las Vegas - Los Cristianos (Tenerife) - Alicante
Periodiquerías (VIII): Antigua (Guatemala)
Periodiquerías (IX): Berlín - Viena - Moscú
Periodiquerías (X): San Francisco - Puerto de Santa María (Cádiz) - Málaga - Newspaperman
Periodiquerías (XI): Lisboa
Periodiquerías (XII): Venecia - San Petersburgo - Osaka
Periodiquerías (XIII): Barcelona - Los Angeles - Buenos Aires
Periodiquerías (XIV): Kabale (Uganda) - Honolulu (Hawai) - Filadelfia
Periodiquerías (XV): Zaragoza - Gerona - Pamplona
Periodiquerías (XVI): Miami - Nueva Delhi - Lima
Periodiquerías (XVII): Hollywood (Los Ángeles - USA)
Periodiquerías (XVIII): Cagliari (Cerdeña - Italia) - São Paulo - Parlamento Europeo (Bruselas)
Periodiquerías (XIX): México DF - Salzburgo - Buenos Aires
Periodiquerías (XX): Milán - Punta Arenas (Chile) - Cannes
Periodiquerías (XXI): Londres
Periodiquerías (XXII): Xian (China) - Assilah (Marruecos) - Bergen (Noruega)
Periodiquerías (XXIII): Damasco - Washington - Turku (Finlandia) - ¿Monumento al lector de prensa? Tampere (Finlandia)
Periodiquerías (XXIV): El Vaticano - St. Ives (Reino Unido) - Harvard (Estados Unidos)
Periodiquerías (XXV): Denia (España) - Seúl - Nápoles
Periodiquería de la Paz (XXV): Pekín
Periodiquerías (XXVII): Como (Italia) - Oporto - Plasencia (España)

jueves, 27 de enero de 2011

Pantallazos... 2

No es el título de una secuela peliculera... es que la actualidad ha venido a echarnos una mano tan sólo un día después de que publicásemos nuestro último post. Un balón que entra pero no entra en un clarísimo gol que clarísimamente no lo ha sido, ha generado que tuviéramos que colocar no un pantallazo en una página de deportes, el de siempre, el que no se ve, el que nos impide además poder dar sola imagen poderosa, sino... ¡CINCO! Y todos de esa misma jugada. No queríamos sopa... pues cinco cazos.



Comentábamos en el post anterior que la tesis más razonable es aprovechar el tamaño del papel para dar mejor una gran imagen (algo que no puede hacerse en la mayor parte de las pantallas), una gran fotografía de calidad y no imágenes en baja resolución capturadas de un vídeo, y dejar para internet la posibilidad de dar esas secuencias de imágenes, o vídeos directamente, para las jugadas "polémicas". Porque en eso una pantalla de ordenador, y la posibilidad de la animación, es superior. Pero no sólo no nos hicieron caso en el periódico, emborronando de nuevo sus páginas de papel con pantallazos, sino que ¡hasta internet! se quiso apuntar a nuestros "queridos" pantallazos... No queríais darlo en un soporte, pues en los dos.

Y tantos pantallazos, a fin de cuentas, para una jugada en la que no llego a entender dónde está la polémica porque todos estaremos de acuerdo en que el balón no entra en la portería... ¿no? Clarísimo.

miércoles, 26 de enero de 2011

Pantallazos, ¿pantallazos?, ¡pantallazos!

Si ven a alguien acercándose el periódico a la cara no es que tenga presbicia. Posiblemente esté viendo (o intentando ver) un pantallazo (una imagen capturada de un vídeo, generalmente de la televisión y con una resolución tan pequeño que apenas permite darla a una columna).

Esto es un pantallazo.

Lejos de corresponderse con su sonoro nombre, son pequeños, borrosos y poco nítidos. Además, te obligan a achinar los ojos, que no es que esté mal, pero es que los ojos son un tema muy delicado. Los meten porque dicen que son "imprescindibles", que los lectores quieren ver (¿?) el momento exacto de la polémica falta, la inexistente mano o el clamoroso fuera de juego. Sinceramente, el que consiga ver algo en esos pantallazos es más por sugestión que por buena vista. Porque verse, lo que se dice verse, no se ve nada de nada. Si acaso se intuye. Y a veces ni eso.

Más pantallazos. Imprescindibles.

Y cada vez son más comunes, porque en esta apretadísima liga-de-dos, la polémica ronda como Pedro por su casa y claro, cuanto más polémica más pantallazos y cuantos más pantallazos más polémica y así en un eterno círculo vicioso de... pantallazos. Y claro, como el fútbol lo abarca todo, el resto de deportes se pican y también quieren sus pantallazos: baloncesto, motociclismo, fórmula 1, etc. No hay deporte que no tenga su pantallazo.

Pantallazos en motociclismo.



Mejor un vídeo como Dios manda.

Sin embargo, nosotros, que intentamos huir de la polémica barata (sólo de la barata), buscamos que los redactores no metan el dichoso pantallazo. Pero no hay manera. Al argumento de: "Si esto ya está en Internet" recibimos la respuesta de "pero nosotros no somos Internet"; al de "pero si cuando salga ya ha pasado un día y medio", el de "sí, pero habrá alguien que no se haya enterado"; y al de "pero si no se ve nada" el de "ya, pero hay que darlo". Este última frase, como bien pensáis, es nuestra favorita. Nos encanta. Apenas nos cabrea. Porque claro, tiene día y medio, no se ve un carajo y no aporta nada. Pero hay que darlo. ¡Viva el periodismo!

Y en baloncesto.


Lo hemos intentado por activa y por pasiva, y no hay manera. Ellos, instalados en el pasado, quieren el pantallazo y se niegan a dar paso al fotón grande y a remitir a la web. Que sería lo suyo, aprovechar el potencial del papel para dar una gran foto, un fotón, y con otros elementos, como apoyos y llamadas, remitir a las web. Páginas con cada vez más visitas y que están potenciando el tema audiovisual, como tiene que ser, por otra parte.

Pero no hay manera, ellos quieren sus pantallazos, no vaya a ser que alguien se quede sin ver la borrosa pierna que derriba al borroso jugador en los borrosos límites del área y que impide el borroso gol.


Con lo bien que se ven los goles en un vídeo.

Nosotros, mientras tanto, seguiremos con nuestra (inútil) resistencia numantina. Intentando que cada vez que haya una falta no le gritemos a la tele: "Ahí va otro pantallazo".

lunes, 24 de enero de 2011

Diseñario 2.0 (L)

En este número absolutamente redondo, si no lo numerásemos a la manera romana, o rotundo, el comité de expertos de encajabaja encargados del Diseñario tienen el enorme honor de compartir su tarea con uno de nuestros queridos lectores de esta obra abierta. Sí, "camisa blanca de mi esperanza" nos envió hace ya tiempo, cuando anunciamos la segunda versión 2.0, una definición para la voz "Teléfono" de altísimo nivel diseñarístico que publicamos ahora que llega su turno alfabético y que agradecmos mil a Eduardo Lamparero. Y como hablamos de lectores, queremos también desde aquí animar a otro de los más fieles, nuestro querido Fernando Sánchez Postigo, para que no se vaya del club de fútbol que es toda su vida, como anunció recientemente tras otro derbi más (aquí tenéis una página de apoyo en Facebook a esta iniciativa solidaria). Dedicada a ellos y a todos nuestros lectores, les ofrecemos la entrega número 50 del Diseñario, obra infinita, irreverente, colectiva y abierta sobre el diseño periodístico y la prensa en general.




T


Tejadillo. Debajo de la cabecera, en el punto más alto de una publicación si hablamos desde la perspectiva espacial, se encuentra el tejadillo. Pequeño, alargado y con barandillas en forma de filetes, es una especie de balcón desde el que asomarse al resto de la portada. Sirve, por lo general, para colocar noticias que no tienen lugar en el resto de la portada, un poco más "seria". Y en ocasiones, quizá demasiadas, para autopromocionar productos de la casa.
Para ser noticia de tejadillo no vale cualquier cosa, de lo contrario no se iría preguntando: "¿Tienes algo para el tejadillo?". Alejada del resto de las noticias, ya sea por sus protagonistas o por las acciones de los mismos, un buen ingrediente para ser noticia de tejadillo puede ser algún militar con excéntricas soluciones a problemas comunes, una mascota de apetito voraz por objetos de alto valor pecuniario, la última ocurrencia (extravagante, por supuesto) del político o artista de turno o algún descubrimiento científico con muy buena prensa, a ser posible relacionado con la salud sexual. Todas ellas colocadas en un sitio privilegiado, porque no cualquier noticia puede estar justo debajo del sancta sanctorum que representa la cabecera.

Teléfono. Aparato, generalmente de plástico, que sirve para decirle cosas a otras personas. Cuando el receptor es solicitado, el aparato emite un sonido de alerta para que éste se dé cuenta. Por lo general una melodía artificial de poco valor armónico que suena alto.
El teléfono funciona a lo largo de todo el día. Unas veces la llamada llega desde fuera, habitualmente para pedir algo que no se puede dar. Otras, la llamada es interna, generalmente del maquetador que solicita la presencia del redactor para mostrarle la página o viceversa.
En las redacciones hay grandes usuarios de teléfono, hasta el punto que son capaces de desempeñar toda su labor sin levantarse de la silla a lo largo de toda la jornada. Estos amantes del aparato de plástico prefieren descolgar y marcar la extensión a levantarse y caminar dos o tres metros. En perjuicio del medio ambiente y de su propia salud.
Este tipo de conductas telefónicas prolongadas a lo largo del día y a medida que el cierre definitivo se acerca pueden generar en los habitantes de las redacciones graves crispaciones. Recibir la llamada número 60 en el momento en el que se está buscando un titular cuando no hay de dónde sacar es matemáticamente motivo de indignación y cabreo. El caso es extensible al maquetador de ojos inyectados en sangre cuando recibe la llamada en el instante que el programa no le responde.
Para tratar de paliar los efectos nocivos del aparato es recomendable taparle el altavoz —normalmente situado en su parte inferior— con una cama de pos-it adherida con celo.
Nunca, a pesar de la hora del cierre, del número de llamadas recibidas y por extensión del grado de mosqueo, se debe colgar el teléfono con violencia.

Temazo. Es un gran tema, qué va a ser si no. Una gran información que tenemos que dar con un tratamiento especial, una exclusiva, algo que esperamos que tenga un impacto enorme cuando lo publiquemos. O algo que, en otras ocasiones, no es otra cosa sino un "tocho" (consúltese un poquito más adelante) que con la excusa de ser un "temazo" se pretende dar así enterito... para embadurnar con tinta páginas que nunca, nadie, leerá.



Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.
Diseñario 2.0 (XXII): enviado especial-exclusiva.
Diseñario 2.0 (XXIII): exposición-faldón.
Diseñario 2.0 (XXIV): fe de errores-fino.
Diseñario 2.0 (XXV): flash-fondo.
Diseñario 2.0 (XXVI): fotero-fotón.
Diseñario 2.0 (XXVII): free-lance-freehand.
Diseñario 2.0 (XXVIII): galerada-grapa.
Diseñario 2.0 (XXIX): gritar-hemeroteca.
Diseñario 2.0 (XXX): hemorroide-hostias (darse de).
Diseñario 2.0 (XXXI): ilustrator-imposición.
Diseñario 2.0 (XXXII): invisibles-itálica.
Diseñario 2.0 (XXXIII): jefe-ladrillo.
Diseñario 2.0 (XXXIV): lead-localizador.
Diseñario 2.0 (XXXV): lomo-lorem ipsum.
Diseñario 2.0 (XXXVI): MacOs-mesa.
Diseñario 2.0 (XXXVII): modular-morder.
Diseñario 2.0 (XXXVIII): negativo-ñapa.
Diseñario 2.0 (XXXIX): Oblicua-off the record.
Diseñario 2.0 (XL): OJD-on line.
Diseñario 2.0 (XLI): palabrota-pelar.
Diseñario 2.0 (XLII): pieza-pisar.
Diseñario 2.0 (XLIII): planillo-plumilla.
Diseñario 2.0 (XLIV): portadilla-putada.
Diseñario 2.0 (XLV): rataplán-rediseño.
Diseñario 2.0 (XLVI): registro-retícula.
Diseñario 2.0 (XLVII): ríos-rutero.
Diseñario 2.0 (XLVIII): scoop-solemnidad.
Diseñario 2.0 (XLIX): staff-supervivencia.

viernes, 21 de enero de 2011

El libro negro de la música

Conseguir editar un libro es difícil; dos, misión imposible; tres, casi uno de los trabajos de Hércules. Y conseguirlo con ilustraciones, una quimera. Pues tres son las veces que Malagón, ilustrador en algunos de los medios más importantes (El Mundo, El Economista, La información y El Jueves), lo ha conseguido. Aquí os hemos hablado ya de "Malagón, humor sin perdón, humor sin pudor", "Ilustralario" y "Código Malagón". Y como no hay tres sin cuatro (tergiversando un poco el dicho), aquí os traemos un nuevo librito de nuestro ciberamigo y, sin embargo, gran dibujante Malagón: "El libro negro de la música".



Instalado en la costa valencia, esta vez dedica unas breves, pero mordaces páginas a la música y a los melómanos. Podríamos deciros que es ácido, sarcástico, con un punto "cabroncete" y con mucho sentido del humor, pero casi mejor que lo veáis vosotros. Primero con un breve adelanto aquí y luego en vuestra casa, tranquilamente con el libro en las manos.






Geniales, ¿verdad? Gracias a Malagón por ser tan amable y acordarse, una vez más, de nosotros. Y si tenéis oportunidad de comprarlo no lo dudéis. Merece mucho la pena como podéis comprobar.

miércoles, 19 de enero de 2011

La fuerza del papel

Internet no era suficiente. Llevaban varios años publicando filtraciones e informaciones exclusivas de muchísimo interés y aunque habían conseguido ya cierta importancia no alcanzaban la notoriedad que deberían tener en función de lo que estaban publicando. Wikileaks ha tenido que "pasar al papel" para convertirse en un fenómeno mundial de la comunicación, el "antes y el después" en la historia del periodismo no ha llegado hasta que la página web decidió "compartir" con cinco de los más importantes diarios impresos en papel del mundo —The Guardian (Reino Unido), The New York Times (Estados Unidos), Le Monde (Francia), el semanario Der Spiegel (Alemania), y el diario El País (España)— el material que poseía sobre los cables de las embajadas norteamericanas.

Incluso Julian Assange, su co-fundador y ahora portavoz, se ha convertido en el personaje mundial que ahora es después de que las rotativas entintasen millones de papeles con su rostro, además de que esas facciones suyas de manga-anarco-activista-hacker de diseño apareciesen en televisión, claro. No era suficiente la red para conseguirlo.

Puede resultar más o menos polémico lo que hace este Assange, especialmente para quienes se empeñan más en buscarle dudas y sombras al personaje que en hablar sobre el contenido de lo que publica, pero en lo que no creo que haya tantas dudas es en su asombrosa capacidad para la comunicación, en cómo dosifica los datos que hace públicos, en el manejo de los tiempos. Paradójicamente, dice despreciar a los periódicos y a los periodistas, pero cuando ha querido dar el salto mortal (mortal ya veremos hasta qué punto, porque sus abogados esgrimen como causa para que no sea extraditado su temor real a que sea ejecutado en EEUU), cuando se ha propuesto convertirse en uno de los hombres más famosos del mundo y hacer lo propio con Wikileaks, entonces ha acudido a ellos buscando esa fuerza del papel que sólo la prensa impresa tiene, por el momento, y que tampoco sabemos si podrá recoger algún otro soporte en el irreparable caso de que la perdiera del todo el papel al dejarse de imprimir periódicos. Una fuerza que no emana del todo del número de lectores (hay otros diarios que tienen muchos más lectores que este grupo de cinco periódicos, por no hablar de las tiradas de los tabloides sensacionalistas ingleses y alemanes), sino más bien en una combinación adecuada entre número de lectores, la "calidad" de los mismos y la calidad de la información. Un "cuarto poder" con origen en el poder y en la influencia de quienes leen los periódicos, en qué despachos de todo el mundo, de gobiernos y empresas, entran para quedarse cada mañana sus páginas de papel.



Pero los periódicos, o quienes deciden en ellos —en casi todos los casos, accionistas que invirtieron para ganar dinero sin entender que un periódico es "algo" más que dinero, precisamente es también, o sobre todo, esa fuerza del papel de la que hablamos, y que si se descuida ese "algo más" lo más probable es que a corto plazo se siga ganando dinero pero a medio y largo plazo, no— entraron hace tiempo en un círculo vicioso de recortes para intentar equilibrar el próximo balance y ahora llegan inexorables los balances en los que se recogen las consecuencias de esos recortes... que se pretenden evitar con más recortes. Es una especie de suicidio, como un cigarrillo que te calma la ansiedad del momento a costa de matarte poco a poco. Un proyecto sin futuro, no ya para quienes pierden cada día su trabajo, sino para el propio periódico en sí. Un debilitar la fuerza como estrategia para ser más fuertes.

Lo sensato sería, pues, no desperdiciar esa "fuerza" del papel, no dejar que se nos escape entre los dedos mirando con cara de bobos, paralizados, o derrocharla en iniciativas distintas a lo que es un periódico en las que esa "fuerza" deja de existir. "El razonamiento está claro", escribió hace poco Gonzalo Peltzer en Paper Papers, blog de referencia periodística en lengua castellana, en un artículo titulado El futuro del papel es de papel: "estamos mejor que nunca y nuestros principales ingresos vienen del papel. ¿Qué hacer? ¡Innovemos... en el papel! y pongamos el diario en el futuro. Es como el esfuerzo de dar tres grandes pasos en una carrera y empezar a mirar a los demás por arriba del hombro. El futuro del papel es de papel (sea negro o esperanzador). Y el de internet es de internet."

Así lo entendieron algunos editores como los de The Economist, que se mantuvieron firmes y fuertes como bobinas de papel con sus reportajes "duros", largos, trabajados, apostando por textos de calidad que algún que otro gurú mantiene que "no lee nadie", en un momento en el que además otros dejaban de hacerlo, conservando así sus lectores y recogiendo los que abandonaban esos otros. Porque hay gente a quienes les gusta leer, sí. Increíble, ¿verdad? Vamos a repetirlo: hay gente a quienes les gusta leer. Y son, precisamente, quienes comprarían un producto hecho para ser leído, como los periódicos. Por no hablar del semanario alemán Die Zeit (El Tiempo), que fueron más allá "desoyendo todo lo que nos aconsejaron los asesores de medios. Seguimos haciendo textos muy largos, no nos adaptamos a las modas y continuamos haciendo un periódico bastante difícil", como declaró su director, Giovanni di Lorenzo, en una entrevista en la que se atrevía a reconocer que "en los últimos años hemos hecho mucho para dañar la imagen del papel, al que, en el fondo, le debemos todo".

Es ir a contracorriente. Acepto que escribir este artículo es ir contra una corriente de pensamiento único que, tal vez, sea la corriente que nos lleve a buen puerto, o bien sea la corriente que nos empuje lentamente y sin retorno hacia una de esas cataratas con un fondo de rocas. No lo sé, es sólo que resulta algo aburrido dejarse llevar.