No me gusta
Es el criterio de quienes no lo tienen. Me lo han escupido muchas veces, pero hasta aquella mañana no descubrí que tan curioso argumento parece estar relacionado con mi nacionalidad, que haber nacido en esta España nuestra supone, entre otras cosas, el tener que escuchar sobre tu trabajo valoraciones tan científicas, racionales, periodísticas y con tanto criterio como: esto... es que a mí no me gusta. Nos lo explicó
Reinhard Gäde, un alemán inteligente y divertido, de escuela racionalista centroeuropea (cuadriculados llaman aquí los que tanto saben a los discípulos de la Bauhaus) que diseñó desde la nada el diario
El País hace ya 31 años creando un modelo de cinco columnas y módulos horizontales con el que ahora se diseñan absolutamente todos los tabloides de prensa no sensacionalista.
Hoy, por ejemplo, nos creemos que los artículos de opinión se titulan con letra cursiva de forma natural, porque sí, pero en realidad se le ocurrió a él mientras intentaba dar forma al que ahora es el primer periódico en castellano. Y las cinco columnas, y recuadrar el tema principal para separar e indicar la noticia principal de cada página, y que la publicidad se contrate por módulos con tamaños predefinidos... Todo eso que ahora todos los demás hacemos como si existiera desde siempre.
Supongo que aquel gesto de asombro que puso al recordarlo es el mismo, o muy parecido, al que se le debía quedar cuando después de inventar un modelo de página de aquel histórico monstruo aparecía por allí el que iba a ser director y después no lo fue, o algún jefe de sección, o jefecillo de lo que todavía no se sabía qué y aún hoy lo están buscando, o un periodista cualquiera, o el repartidor de las pizzas y le decían: “¡Oye, Reinhard!, esto... es que a mí no me gusta”.
Y según el insigne alemán esa falta de respeto hacia el trabajo y los conocimientos del diseñador, este creerse todo el mundo que saben de lo que no saben, de diseño (porque todavía está por suceder el que un maquetador le diga a un compañero redactor: “oye, es que a mí este título que has puesto no me gusta”) lo sufrimos principalmente en España. Nos lo contó durante su participación en las Jornadas sobre Diseño y Fotoperiodismo que organiza cada año
Pedro Pérez en el CEU (no se pierdan ni una de estas jornadas, maquetadores, porque son lo mejor que se organiza sobre lo nuestro en Madrid), y nos contó, además, que las primeras veces intentaba hacer ver a quien juzgaba de manera tan fácil, ventajista y equivocada su trabajo que lo importante no era si una página le gustaba o no a una persona que no sabe de lo que habla, que lo importante, decía y dice Reinhard Gäde, es si “la página funciona”. “¿Funciona o no funciona?”, repite con tenacidad germánica y un acento lleno de aristas cortantes. Sí, Reinhard, funcionar, funciona, pero esto... es que a mí no me gusta.
Porque insisten en el que no me gusta pero sin mencionar, ni a Reinhard Gäde ni al más modesto maqueta del periodismo mundo, si la página está ordenada, si la información se dispone sobre módulos y columnas de manera jerárquica, si la tipografía contribuye también a orden y jerarquía.
Nadie discute si los elementos gráficos y textuales ayudan además a que las páginas tenga una identidad de producto, a que parezcan páginas de
El País en este caso, a si los criterios estéticos se dirigen a que las páginas se puedan leer mejor, a informar, que es de lo que se trata. No, si todo eso estará muy bien, pero los criterios cuando se desconocen, no existen, y sólo queda el mediocre a mí eso no me gusta que escuchamos todos los días, a veces incluso en boca de quien tiene capacidad de decisión.
Claro que visto desde el aspecto de la nacionalidad con el que comenzaba podríamos pensar que la cosa tiene arreglo, ¿no? Si uno está dispuesto a sacrificarlo todo por un diseño racional y respetado siempre le quedaría la posibilidad de intentar trabajar en otro país que no fuera el nuestro, en algún sitio serio y de personas educadas como Alemania, por ejemplo.
No es fácil, lo sé, pero al menos existiría una salida, ¿no? No. Hasta esta esperanza se desvaneció una tarde de verano durante un curso sobre diseño en la prensa que organizó en El Escorial la Asociación de la Prensa de Madrid junto con la Universidad Complutense, dirigido por
Bernardino M. Hernando, maestro de periodistas.
Allí, a la sombra de piedra del Monasterio y las montañas, el más prestigioso de los diseñadores internacionales,
Mario García, culminó una hora memorable previniéndonos contra un mal extendido en nuestra profesión por todo el orbe, en toda la superficie del mundo mundial. “Es muy descorazonador nos confesó con semblante triste, “que una y otra vez nuestro trabajo se rechace, o se valore, sin ningún criterio, por gente con poder y dinero”, por quienes deciden, no por quienes saben. En todas partes. “Quien quiera trabajar en el diseño tiene que saber que le sucederá esto, y que tendrá que aceptarlo”, nos advirtió como un padre a un grupo de asustados hijos. A él le había sucedido, le sucedía y le sucedería. De nada le servían años de experiencia y sabiduría acumuladas, ni siquiera el prestigio de haber rediseñado diarios de todo el mundo, principalmente en los Estados Unidos, donde vive y trabaja, porque al presentar sus nuevas páginas sabe que, incluso él, seguirá recibiendo, una vez y otra, en todas partes, la misma respuesta: sí, está muy bien, pero es que eso... a mí no me gusta.
Mario F. Benito