Porque en la exposición podemos encontrar esa dualidad, un binomio en el que ambas partes se necesitan la una a la otra. Un ir y venir de la pelota que va pasando de pared en pared.
Y devolviendo la jugada, al otro lado de la pared, los tipos creados por maestros tipógrafos como Bodoni, Baskerville, Frutiger, Garamond, Thorne, Morris, Gutenberg, etc. Tipos colgados como cuadros, salpicados por las explicaciones de rigor. Grandes cuadros con tipografías como la Chicago, creada específicamente para los MAC, o la Garamond, declarada monumento histórico en Francia. Por no mencionar la Sabon (Jan Tschichold), inspirada en la columna de Trajano o la Didot en la que se imprimió el primer ejemplar de la Constitución Francesa. ¿Qué más pruebas hacen falta para catalogar a la tipografía como arte?
Unos libros, tal vez. Y ese el tercer pilar, el árbitro de la contienda. Custodiados por unas vitrinas, libros con varios siglos de existencia apoyan esta teoría con sus trazos, rasgos que dibujan obras maestras de la literatura depositados en la Biblioteca Nacional y que han abandonado el polvo de las estanterías con motivo de esta exposición.
Así que ya saben, si tienen la posibilidad de visitar Madrid antes del 27 de enero, no duden en acudir a la Biblioteca Nacional a degustar esta pequeña muestra de arte tipográfico y tipografía en el arte. Además, es gratis. Qué mas pueden pedir.
Pues un libro que recopile y amplíe todo esto. Y lo hay. Es el libro homónimo de Enric Satué (Premio Nacional de Diseño en 1988), editado por Siruela. Un gran regalo para todos los amantes de este arte.