Una empanada, una buena empanada, es un cosa seria. Es también el estado en el que se encuentra la mente de alguno desde hace tiempo, no me excluyo. Y es a lo que se dedica Javier González y su familia, a la elaboración de empanadas gallegas de calidad para vendérselas a los vecinos de su barrio en La Coruña y, desde hace un tiempo, a todos aquellos que quieran comprárselas por internet desde... cualquier lugar de España, o desde Londres. Desde cualquier lugar del mundo.
Fabulosas empanadas de elaboración casera que fotografíe en la redacción.
Un gran detalle de nuestro encajabaja Javier Vidal asumiendo parte de sus nuevas funciones al frente de la sección. (Véase mejor la nota final)
Lo contaba él mismo hace no mucho tiempo en el espacio dedicado a los 'emprendedores' —palabra ya gastada por el abuso de uso— del programa la Ventana de la Cadena Ser que tiene el gran Carles Francino junto al exótico economista Santiago Niño los jueves por la tarde (a partir del minuto 21:28, escuchen, escuchen... Yo lo escuchaba en el coche de camino al periódico):
Y lo contaban como todo un ejemplo de deslocalización, ya saben, ampliar exponencialmente el universo en el que tiene lugar su actividad económica y por tanto acceder a un mayor número de clientes gracias a la utilización de las nuevas tecnologías aplicadas en este caso a un hacer absolutamente tradicional que basa su valor añadido precisamente en el carácter artesano y no industrial del producto que ofrecen. ¿Les suena?
"¿Qué tal, Javier?", preguntaba Francino al comienzo. "Peleando...", contestaba él con una voz algo cansada, bueno algo más que algo porque el propio Francino se lo hacía notar. "Es que los tiempos están para trabajar el doble para llegar a lo mismo." Una pelea admirable en este caso y en la que sin duda merecen tener éxito para intentar que el negocio de empanadas que pusieron en marcha sus padres hace más de 40 años, basado en la calidad de sus productos, pueda seguir adelante. Repitan conmigo: ca-li-dad.
El secreto está en la cebolla. No en la calidad de los productos, eso ya se da por descontado y no es ningún secreto. Y más que en la calidad de la cebolla, en el tiempo en el que tiene que cocinarse a una determinada temperatura y muy lentamente: cuatro horas. Ni más, ni, sobre todo, menos. Esas cuatro horas son "el cuello de botella" que supone una producción máxima de unas 300 empanadas a la semana. Podrían vender muchas más, dado el éxito que están teniendo en internet. Pero no serían de esa calidad. Ca-li-dad.
Como Javier González y sus hermanos son inteligentes saben que su única posibilidad de supervivencia está en eso, en la calidad. Saben que desaparecerían si se convirtieran en un low cost —les suena también, ¿verdad?— de empanadas prefabricadas —esos ladrillos que venden en Mercadona y similares y que compramos para los cumpleaños en los que se acaba toda la comida... menos la empanada—. Desaparecerían porque una empresa como la suya no puede competir en ese sector. No es lo que son.
Como Javier González y sus hermanos son inteligentes saben que su única posibilidad de supervivencia está en eso, en la calidad. Saben que desaparecerían si se convirtieran en un low cost —les suena también, ¿verdad?— de empanadas prefabricadas —esos ladrillos que venden en Mercadona y similares y que compramos para los cumpleaños en los que se acaba toda la comida... menos la empanada—. Desaparecerían porque una empresa como la suya no puede competir en ese sector. No es lo que son.
'Deliciosas' empanadas industriales que he fotografiado en un supermercado. Son muy baratas...
Aun así, Javier lamentaba la "falta de cultura" entre los clientes que, en general, comenzaron a dar la espalda a la calidad de sus productos. "Mis padres no merecieron esto, después de años y años trabajando para montar un negocio que valiera la pena. Nos insistían una y otra vez en que lo más importante era la calidad de lo que ofrecíamos a los clientes... y al final tuvieron que dejar el obrador en nuestras manos porque ellos ya no podían con un negocio que iba cada vez peor y que incluso les costó parte de su salud."
Apostar por la calidad no quiere decir desentenderse de las nuevas tecnologías. No. Ni mucho menos. Ellos no lo hacen, como hemos visto. Todo lo contrario. La aprovechan en la medida en que les resulta beneficiosa, pero sin que eso signifique que tengan que desatender el contenido, los contenidos, de su actividad. Las empanadas.
Yo estoy convencido de que lo conseguirán. ¿Saben por qué? Pues por todo lo que estamos repitiendo, porque apuestan por la calidad. Porque no están dispuestos a hacer una empanada más a la semana de la que pueden hacer ahora con el máximo nivel de calidad aunque pudieran venderla. No van a recortar. Sería pan para hoy, o empanada, y hambre para mañana.
Una empanada es una cosa seria. ¿Han probado una auténtica empanada gallega de pulpo elaborada artesanalmente?
Ya. Que qué tiene que ver todo esto con... Pues que si alguno de ustedes no ha llegado a asociar qué tiene que ver todo esto con el estado actual de la prensa... es que entonces está claro que soy de los que tienen una empanada mental. No lo descarto.
Actualización: Como la memoria es un mecanismo caprichoso, figura nuestro compañero de blog y periódico Javier Vidal como la persona que nos llevó a la redacción las fabulosas empanadas de elaboración casera, cuando la realidad es otra bien distinta. Y es que contamos también en el blog con la máxima autoridad mundial en esto del comer, Luis Blasco, quien oportunamente me corrige el dato para recordarme que fueron obra de la señora madre de Abel España, compañero nuestro también en la sección de Diseño, quien amablemente nos las trajo desde su Asturias natal. Así que aprovechamos la ocasión para felicitar y agradecer públicamente a su autora tan apetitoso detalle.