Flash. Informativamente, es una primera aproximación a la noticia. Un sujeto, un verbo y un predicado (y a veces ni eso) para dar a conocer una noticia urgente, algo que acaba de suceder. Un urgente, como lo llaman en las webs informativas. Un comunicado rápido, directo, sin florituras.
Si hablamos de informática, es programa de animación vectorial en dos dimensiones. Cuando pinchamos en esos grandes plays que salen en las portadas de las webs, cuando vemos un vídeo de youtube o cuando vemos esos gráficos tan monos y tan multimedia que se mueven y pasan de una escena a otra, eso es flash.
A través de las animaciones, y como si de una película se tratara, se van creando las imágenes, fotograma a fotograma, que conformaran nuestra película. Porque el resultado de un proyecto de flash es, ni más ni menos, que una película.
La principal ventaja de Flash respecto a la animación tradicional es la interacción que permite con el usuario/visitante, pudiendo personalizar, casi en un 100% diferentes aspectos de las animaciones. Imaginad la cara del publicista ante la avalancha de datos para poder vender, vender, vender.
Para muchos, este programa puede parecer algo milagroso. Y realmente casi lo es, porque permite, a través de objetos, polígonos y colores, crear una película desde cero, o reducir a la mínima expresión el peso de un vídeo y poder colgarlo en cualquier página web.
Sin embargo, parece que los "cacharros" que Apple fabrica, como el Ipad, y que los analistas predicen como la tabla de salvación de la prensa, le tienen especial alergia a este formato. Vamos, que no lo tragan y se niegan a pasar por el aro del flash.
Flash también es la luz artificial que se utiliza en fotografía para iluminar una escena. Bien empleada, y no es fácil hacerlo, puede lograr fotografías magníficas, pero mal usada suele ser el desencadenante de que tengamos que desechar una foto "porque tiene un flashazo" impresionante, por no hablar de las "hermosas" sombras que genera si no se controla este aspecto.
Foliar. Término que debe escribirse, y sobre todo pronunciarse, con sumo cuidado a fin de evitar engorrosos malentendidos. Foliar, así, bien escrito, es ni más ni menos que el acto, sí el acto, de poner a cada página su número correcto. Aquel que le corresponde en el orden que se ha determinado previamente para que salga impresa, es decir, que la página que queremos que sea la primera lleve un uno, la segunda un dos... y así sucesivamente hasta la última.
Fondo. Lugar de la información al que el buen maqueta ha de dirigirse si quiere realmente hacer una página que merezca la pena. No hemos de olvidar que la función del maquetador es la de informar. Repitámoslo, una y otra vez, como si de un mantra se tratara: maquetar es informar, maquetar es informar... Y para informar, pequeño saltamontes, hay que ser capaz, tener la valentía, incluso, de levantar la vista más alla de los píxeles de la pantalla que tenemos a unos palmos de la cara. Lo que diferencia a un periodista de un juntaletras es la capacidad de llegar al fondo de los temas, en lugar de golpear y rebotar en la superficie de los mismos, como una vieja polilla intentando conquistar el interior de una bombilla... Y lo que diferencia a un buen maquetador, a un editor, de un pintor de corondel gordo o de un alicatador de tramas de color, también llamadas fondos, es la visión global, esa que te da una panorámica de las informaciones, desde la más pequeña hasta el total de los temas que manejas. La que te hace rechazar una foto, o aquella que te ayuda a dirigir entre la maleza a un desorientado redactor, que ha oído llover pero, confuso, no sabe cómo llegar a campo abierto. Llegar al fondo cuando maquetas significa huir de lo obvio, de lo prefabricado. Tratar al lector con respeto y ofrecerle algo más que el teletipo del día titulado a cuatro columnas...
Generalmente los mejores recursos, los tesoros más preciados, los grandes hallazgos suelen estar escondidos, resguardados a salvo de mediocres que no los merecen en el fondo de los cajones, de los baúles... de la propia experiencia: de las vivencias más personales o de los sentimientos más íntimos. El día que no seamos capaces de llegar hasta ahí, de rebuscar cinco minutos más hasta dar con ellos, será el día en que debamos mirar hacia atrás, y sin más ceremonias, erguir la cabeza y retirarnos.
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