miércoles, 5 de diciembre de 2007

Las puertas de entrada

Cuando se maqueta una página de periódico, por lo general bien definida y estructurada, el orden de lectura resulta evidente. La norma general es que las páginas de un periódico se leen de izquierda a derecha y de arriba a abajo, trazando una diagonal que releva a un segundo plano de importancia informativa a los elementos que quedan tanto en el margen superior derecho como en el inferior izquierdo. Podemos decir que está muy claro el punto de entrada en la página: en la parte superior de la misma y haciendo la primera parada en el titular o en la imagen, si es lo suficientemente poderosa. Esta norma, nos puede servir para casi siempre, salvo que alteremos este orden con la maquetación de la página.
Claro que por lo general, un periódico es un formato más o menos rígido y que no acepta muchas vueltas de tuerca. Podemos jugar con la disposición de las imágenes y en algunos casos alterar este punto de entrada moviéndolas al centro o al pie de la página, pero no tenemos tampoco mucho margen para cambiar la dinámica de esa diagonal de lectura.


La flecha marca el orden teórico de lectura de la página.
En este caso se cumple. Las zonas redondeadas serían las de menor impacto visual.

Sin embargo, cuando te enfrentas a un formato más libre, (una doble página con principio y fin en sí misma, un gráfico grande o la maquetación de algún suplemento que permita cierta libertad, por ejemplo) definir el punto de entrada en la página es muy útil, tanto para el lector como para el propio maquetador. A mí, por ejemplo, me ocurre. Cuando me enfrento a una doble con mucha imagen, aunque tenga muy claro lo que quiero contar, necesito saber por dónde empezar. Y a un lector le pasa lo mismo. Una doble página, preñada de imágenes, puede suponer demasiada información. Y probablemente, el títular no manche lo suficiente como para gritar: «¡Eh, aquí está el principio!». Y por eso, a veces, hay que ofrecer al lector una puerta de entrada a la página. Dicho de otro modo, hay que proponerle un orden de lectura y facilitarle el acceso.

En esta doble página, se me presentó ese dilema. Las informaciones de motor tienen un problema (al menos a mi como lector me pasa) y es que aunque sean coches muy distintos... siguen siendo coches. Y ves coches por todos lados. Y si encima tienes el problema añadido de que dos de ellos eran de color rojo... la página se me apelmazaba por todos lados. Si colocaba el Alfa arriba, cabeceaba con el Ferrari. Si lo ponía abajo, seguía la diagonal natural de la doble y había demasiado rojo seguido. A todo esto, el pobre Aston Martin, el mítico coche de James Bond, quedaba algo relegado en cualquiera de esas opciones, un poco apagado al salir perdedor en la lucha de colores. El caso era, que no terminaba de funcionar. Y la solución fue abrir una de esas puertas.

Resultado final, con el orden de lectura invertido. La imágen de abajo a la derecha sirve de puerta de entrada.



Con un corte extremo de una foto, en este caso la del morro rojo del Ferrari, se logra fijar la atención del lector. De este modo, una vez definida la puerta de entrada, sólo había que reforzar esa diagonal invertida usando un corte parecido en el extremo superior opuesto, con la zaga del Aston Martin. Es un recurso sencillo, pero que funciona bien. Y no es algo que sea fruto de un planteamiento elaboradísimo, es puro sentido común. El truco consiste en pensar como lector, y ver que de esta forma, sólo con esas fotos con cortes que se salen de lo normal en la página, se capta la atención, y cuando lees la información, el orden en las imágenes es el contrario al que marca la norma. Vas de abajo hacia arriba en diagonal y terminas en el Alfa Romeo, habiendo pasado antes por el Aston Martin Gris.

martes, 4 de diciembre de 2007

Breve crónica del salón del Cómic:
viva la imagen, viva la palabra


Son poco más de las 12.00 de la mañana y dos amigos (cuasi hermanos) y yo hemos decidido acercarnos al Salón Internacional del Tebeo de Madrid (más conocido como Expocómic) que celebra su décima edición. Llevaba varios años intentado asistir y por fin este año he podido librarme de mis compromisos laborables para poder acercarme un rato (¿por qué siempre me toca trabajar el fin de semana del SIMO o de este salón?). Y qué mejor excusa que ir de enviado especial del blog. Teníamos que estar ahí, aunque solo fuera un ratito.

La cosa prometía y teníamos muchas ganas de devorar las novedades que iban a presentar las principales editoriales del sector (Glenat, Norma, Dolmen, etc). La primera sorpresa llegó en las taquillas. Nos dimos cuenta que éramos los únicos que vestíamos normal, bueno, más bien que vestíamos raro, porque casi el 80% del resto de la cola iba caraterizado como Naruto, Ranma, Leónidas (en calzones con el frío que hacía), colegiala japonesa rollo hentai (si sus madres las vieran salir así a la calle...) o Mario (sí, el de Nintendo, pero en flaco, alto y sin Yosi). No pasa nada, ser friki está bien, siempre que no te dé vergüenza salir a la calle con esas pintas.

Os estaréis preguntando que qué tiene que ver todo esto con la prensa y el diseño. No mucho, la verdad, o sí, porque si lo pensamos un poco, sólo un poco, llegaremos a la conclusión de que tanto los cómics como los periódicos, tienen una misión clara: comunicar. Y nada como los tebeos para llegar a eso, a comunicar una historia, a impactarte usando los dos elementos base de la información: la palabra y la imagen, la imagen y la palabra. Un ejemplo claro: Persépolis, de la iraní Marjane Satrapi, el mejor reportaje sobre cómo se vive (y desvive) en un régimen fundamentalista como el de Irán.

Y ahí, entre "Supermanes" de capa desteñida y calzón caído y personajes de Final Fantasy con sus espadones de cartón piedra, estaban grandes comunicadores del género, como Azpiri o Paul Naschy y Javier Trujillo (Premio al mejor cómic nacional por "El Retorno del Hombre Lobo").

Seguimos paseando por los stands, tentandos de hacernos una foto con los soldados imperiales de Darth Vader o con un tío vestido de spiderman con un ¡¡pasamontañas!!, pero es tan triste que decidimos darle una palmada en la espalda. Poco a poco vamos descubriendo pequeñas joyas, como "El joven Lovecraft" (José Oliver y Bartolo Torres y ya en su segunda edición) que narra la infancia del escritor o "La Odisea" (Martín Saurí), en su edición del 25 aniversario, con parte de los originales colgados en una microexposición en la primera planta del pabellón. Paredes que compartía con los primeros cómics americanos que llegaron a España ("Makoko", "Red Barry", "El Aventurero", etc.), con Tirso Cons y con las "Fábulas" de DC Cómics.


Y cómo no, "Las Aventuras de Bardín el Superrealista" (Max, I premio nacional del Cómic), también rondaban por ahí en una cuidadísima edición y, "36-39. Malos tiempos", de Carlos Giménez, autor de Paracuellos y uno de los mejores narradores gráficos españoles y cuya presentación estaba prevista en el Salón. Si les gustó Paracuellos, no se pierdan esta gran obra.

Y así un sinfín de novedades imposible de listar en estas líneas...

Poco a poco, y sudando a mares por la odiosa calefacción, damos una vuelta completa al pabellón, sin poder evitar fijarnos en un cartel desde donde Mario (sin su compañero Luigi esta vez) nos espeta: "los frikis también mojan"[sic]. Así que frikis del mundo, no perdáis la esperanza. Con tal concentración de frikis, seguro que más de uno no tuvo problema, pero ese es otro asunto...

Toca a su fin la visita, pero con la convicción de que el tebeo, cómic, tira, como quieran llamarlo, está al alza (no cabía ni un alfiler, perdón, friki, más). Ah y con 50 euros menos en el bolsillo, bien invertidos, eso sí.

martes, 27 de noviembre de 2007

Una ‘patata americana’ de muerte

Al parecer hay dos cosas que nunca tiene en cuenta un director de arte. La primera es la publicidad: a la espera estamos de ver algún prototipo en el que se incluyan alguna de las tantísimas "páginas reales" a las que invade la publicidad desde abajo, desde los lados, desde arriba e incluso desde el centro, como a la espera estamos también de que se diseñen páginas, de esas tan monas, que se puedan modificar añadiéndoles módulos de publicidad, como sucede todos los días, y que una vez modificadas sigan quedando tan monas. Mucho me temo que seguiremos esperando. La segunda cuestión que no tienen en cuenta es la inevitabilidad de la muerte, que siempre llega, tan callando.

De tener previsto que somos mortales y que la publicidad cambia no hubiera tenido que utilizar un recurso que detesto, que me parece tan mala opción que yo mismo he bautizado en este insigne blog como "patata americana", y que consiste en subir las dos últimas columnas de texto a la altura del título, o incluso más si hubiera una foto por encima de ese título como repite una y otra vez el nuevo El País con su obsesión por dar fotos a cuatro columnas, lo merezcan o no. Intenté evitarlo, pero la publicidad empezó a hacerse hueco a codazos.

¿Y la muerte? Pues la muerte se acomoda en los periódicos, además de en muchísimas de sus noticias, en forma de esquelas (esa especie de anuncios que pagan familiares y amigos cuando pierden para siempre a un ser querido) y de obituarios, que son artículos para glosar la vida y obra de un reciente fallecido. Sobre los obituarios me he visto incluso en situaciones mucho más comprometidas que la que hoy comento, porque me han llegado a pedir, y tengo testigos de ello, "una página mucho más divertida para los obituarios". La conversación no terminó bien. Pero a lo que íbamos: estos son los distintos cambios que sufrió la página de obituarios la otra tarde.


Son transformaciones debidas a la publicidad y a la muerte, esos elementos que os decía que no se suelen tener en cuenta. La publicidad, en este caso son esquelas, crece porque según avanzaba la fría tarde del sábado se iba muriendo gente, es inevitable que suceda porque ya sabéis que nuestras vidas son ríos que van a parar al mar, que es el morir. La tercera versión tuvo otro motivo menos fúnebre que también les sucede a veces no a los directores de arte sino a los redactores: la fotografía que ya estaba metida en la página, y que hemos eliminado aquí por motivos obvios, no era la del fallecido. Del fallecido, no había foto. Y, además, la muerte continuó subiendo por la página en esta su versión final en la que tenía que respetar exactamente el mismo texto sin cortarle ni añadirle ni una coma hasta obligarme a hacer lo que no quería: una "patata americana" mortal de necesidad.

sábado, 24 de noviembre de 2007

A veces no hay que hacerles caso

A los redactores nos referimos, por supuesto. Y hay que decirles que no. Porque en su afán de tener la sección pintada (qué bonito símil) cuanto antes, no tienen en cuenta el ritmo del que hablamos en anteriores artículos. Se enfrentan al folio en blanco y se obcecan, se atoran, se bloquean. Y no están nada inspirados, la verdad. Para muestra un botón.


Esto es lo que nos traían el otro día para pintar varias páginas de M2 la revista de Madrid (hablaremos de ella y sus peculiaridades un día de estos). ¿Cuál es el fallo?. Fácil. Todo titulado de la misma manera: a cuatro por arriba, excepto la primera, que va a cinco por abajo. En definitiva, todos los títulos similares, parecidos, miméticos. En este caso lo atribuimos a las prisas porque conocemos al [gran] redactor que nos trajo el "paginero" (bonita palabra, también) y sabemos que se preocupa por estas cosas de que "no quede todo igual".

Total, que hubo que rehacerlo todo para que tuviera una estructura un poco más elaborada, con un poco más de ritmo, a lo "Rehab", de la tan polémica y poliadicta Amy Whinehouse.

Pero cuando pinten sus secciones, por favor, tengan en cuenta las páginas como un todo, no como estructuras independientes. Las páginas, al igual que la Historia, no son departamentos estanco, todas tienen una relación entre sí.

jueves, 22 de noviembre de 2007

¡Hágase el blog!

Si existir consiste en que te nombren, y al parecer así se creó el mundo, ¡ya existimos! Somos desde hace dos meses, concretamente desde que se publicó la última edición del más prestigioso diccionario de la lengua española, el Diccionario de Uso de María Moliner, en el que figura por primera vez en nuestro idioma una entrada dedicada a la palabra "blog".

  • blog. (ingl. afér. de weblog, de web y logbook, cuaderno de bitácora, pl. blogs.) m. Inform. Sitio web o parte de él actualizable permanentemente donde se recopilan por orden cronológico escritos personales de uno o varios autores sobre temas de interés y en el que se recogen también los comentarios enviados por sus lectores. = Bitácora, weblog. => Internet.
Y tenía que ser, evidentemente, este diccionario quien nos diera la vida. Porque es el diccionario que lleva dando vida a las palabras en castellano desde su primera edición en 1967. Es un libro en dos tomos que tiene una historia apasionante detrás, como relató García Márquez en un artículo periodístico publicado en El País en febrero de 1981, por lo que tal vez sea demasiado atrevido que lo contemos nosotros también. Aun así lo intentaremos brevemente.

María Moliner fue una señora que al cumplir 52 años, viéndose liberada del cuidado y crianza de sus tres hijos, decidió escribir un diccionario. Era el año 1951 cuando esta bibliotecaria licenciada en Filosofía y Letras en Zaragoza, dividió una cuartilla en cuatro partes iguales y comenzó a llenar esas fichas caseras con palabras, todas las palabras. Calculó que lo terminaría en dos años, pero trabajó en solitario en su casa alargando los dos años en otros dos años y luego otros dos años más hasta que en 1967 la Editorial Gredos consiguió que publicara la primera edición con más de 80.000 palabras y unas 3.000 páginas en dos tomos. Es una labor para una sola persona de tal envergadura, tanto física como intelectual, que no se puede imaginar, pero es que además, su diccionario supera no sólo en extensión sino en calidad, y sobre todo en utilidad (no en vano se llama de uso, porque no sólo define sino que indica cómo se usan las palabras) al propio Diccionario de la Real Academia. Tal vez por eso NO LA ACEPTARON como académica cuando en 1972 se propuso su candidatura, que además fue la de la primera mujer. Falleció en 1981 y en 1998 se publicó una segunda edición corregida que todavía es motivo de querella por derechos de autor y que uno de sus hijos considera un libro "apócrifo".

Los tiempos han corrido tanto que no sólo ahora se incluyen por primera vez términos como "blog", "chat", "internet" o "sms", es que en aquella primera edición que tengo en mi estantería no existe entrada alguna para "informática", y "ordenador" es el "aficionado a poner las cosas en orden" o el que "ordena los pagos de Hacienda". Maravilloso, ¿no?


Desde el punto de vista tipográfico tenemos que aventurarnos porque la Editorial Gredos no sólo es incapaz de mantener el nivel del diccionario en esta tercera edición, y no les culpo porque desaparecida su autora es imposible hacerlo por mucho equipo de expertos que hayan trabajado en él, sino que a su personal tampoco les alcanza la educación para contestar nuestros correos solicitándoles los datos técnicos de su primera impresión. Y como es mucho aventurarse entre los incontables tipos de letra que ahora existen aceptamos críticas y correcciones a nuestra valoración: se compuso en un tipo de letra Cheltenham (o algo muy parecido) del cuerpo 7, interlineado a 7 puntos, en dos columnas de 15 cíceros con 3 puntos cada una separadas por un medianil de un cícero; las entradas para cada una de las voces son de un cuerpo 9,5 en negrita.

Y ahora ya estamos en él, por eso hablamos del Diccionario de María Moliner, porque somos una palabra más entre sus 94.000 actuales y porque, en definitiva, la mayor parte de nuestros diseños son soportes para palabras, las que se dedicó a recopilar en pequeñas fichas una mujer. Una a una hasta tenerlas todas.

viernes, 16 de noviembre de 2007

A veces coincidimos

Y entonces se produce la solidaridad editorial, o un poquito de ella, porque el último término ideado por el mutante Baruch es, cómo no, muy ambicioso. Si mutante se refería a ese nuevo periodista multiforme del que el Norbi es precisamente el máximo exponente, su solidaridad editorial "no es otra cosa que establecer una red de trabajo donde el periodista piense visualmente y los diseñadores piensen periodísticamente". Cito textualmente porque no podría resumirse mejor. En tan pocas palabras, con toda la sencillez de las grandes ideas. Y la contundencia.

Algo de esto sucedió la otra noche, no sé si de Luna llena porque desde el interior de la redacción no se ve y desde la calle, en Madrid, apenas distinguimos el cielo de la noche cubierto como está con una lona anaranjada de luz artificial, pero sí disfrutamos de una conjunción solidaria de planetas periodistas y satélites maquetas, alineados en este caso con una estrella brillante en forma de fotografía.

Esta es la página de primera edición de la sección Mundo con la que apareció el redactor jefe de cierre anunciando, sonrisa encantadora por delante, que "había que darle una vuelta". Y me dio una vuelta el corazón. Llegaban por agencia noticias sobre incidentes violentos entre estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas (esto sucedió sin que fuera allí ningún rey español ni nada parecido, ¿eh?, en este caso concreto creo que se pelearon entre ellos sin ayuda externa), con el resultado de varios heridos de bala. "Claro que lo que más nos interesa son las imágenes, poder dar alguna en esta página... están llegando fotos muy buenas de AP" (la agencia Associated Press). Y me dio el sobresalto cardíaco porque lo habitual en ocasiones así es el desbarate absoluto, en un minuto, de lo que se ha pensado y hecho durante todo el día. Y no, las arritmias desaparecieron al ver las fotos, en realidad, al ver la foto; el zafarrancho lo propuse yo entonces: la foto, el fotón, había que darlo a cuatro columnas. Para eso, eliminamos la anterior imagen a tres del tema principal sobre la crisis en Paquistán manteniéndolo no obstante como tema principal porque si ellos habían pensado visualmente la noticia de Venezuela (al menos un poco, en términos de fotografía) yo recompuse la página pensando en términos periodísticos (otro poquito, sin abusar ninguno) de manera que lo más importante tipográficamente seguiría siendo Paquistán. Se pudo recolocar la publicidad en otra página y conservar todo lo demás prácticamente igual.

¿Por qué es tan buena la fotografía? Pues aparte de que porque nos gusta mucho, como todos decíamos solidarios la otra noche, porque lo tiene todo, absolutamente todo. Porque ella sola cuenta la historia con esa fuerza y contundencia visual a la que no llegan las palabras, al menos no tan rápido. Fuerza y contundencia que se producen por una mágica unión de forma y contenido que alguna vez sucede, y por eso nos gusta mucho, como decíamos que decíamos.

La fotografía muestra la lucha de dos jóvenes contra otros dos (grupos de estudiantes enfrentados) separados por una puerta (dos bandos diferenciados), y a uno de ellos empuñando una pistola contra los otros (heridos de bala). Los rostros nos transmiten el dramatismo del momento, pero hay más, la forma, la composición casi perfecta con una línea vertical creando tensión (es de las veces que más claro he visto esa teoría de la gramática visual sobre tensión vertical y reposo horizontal). Y qué me dicen del fuerte contraste entre la zona oscura en el lado izquierdo, precisamente de donde emerge el pistolero, frente a la zona clara de sus oponentes, contraste que, casualidades del destino, es uno de los elementos visuales que más acentúan el dramatismo. El toque de color es ese naranja central, naranja de peligro. Un prodigio de imagen disparada en centésimas de segundo por la propia intuición del fotógrafo que, como todos comprenderán, en medio de un tiroteo no creo que se ande analizando encuadres. Un pequeño milagro que nos puso de acuerdo aquella noche de solidaridad editorial.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Ibáñez dibuja la portada de El Cultural


Si esto fuera Magos del Humor, de Mortadelo y Filemón, media ciudad de un país imaginario (que bien podría ser cualquiera de España) estaría persiguiendo a los dos maltrechos "detectives", Ofelia le estaría tirando los trastos a Mortadelo, el superintendente tendría escayolado hasta el último pelo y el profesor bacterio habría saltado por los aires con su último superinvento. Pero no es una viñeta de Ibáñez, por desgracia.

Es un pequeño homenaje a uno de los mejores cómics de humor españoles. Un homenaje a las rotundas curvas de la secretaria, a la barba del profesor, al bigote del jefe, a las gafas del larguirucho, a los dos pelos (ni uno más ni uno menos) del cascarrabias del pantalón rojo y, como no, al sulfato atómico. Y un homenaje a los pequeños pero enormes detalles de humor que son todas y cada una de las viñetas del gran Francisco Ibánez.

Pero no somos los únicos que le rendimos tributo. El Cultural, revista que publica El Mundo todos los jueves, dedica toda su portada a un autorretrato elaborado por el dibujante catalán con motivo de los 50 años de tan curiosa pareja. Una portada distinta a la que normalmente estamos acostumbrados en este tipo de publicaciones, donde se suele optar por una foto. Aunque El Cultural no es la primera vez que usa ilustraciones, pero sí es la primera ocasión (si mal no recuerdo) en la que el protagonista se pinta a sí mismo ad hoc para la revista.


Y en esta portada donde precisamente se ven esos pequeños detalles que hacen tan especial los dibujos de Ibáñez y donde se ríe de él mismo y de todo lo que le rodea. Botes de viagra, coronas de flores que llevan los personajes a su creador, sondas para latas de jugo de nabo, ofertas en ataúdes y su característica firma apoyada, como puede, en un par de muletas. Y así, una infinidad. Una genialidad de primera página que todos los amantes del cómic deberían guardar, al igual que el libro conmemorativo. Una joya. (Podéis ver una avance aquí, aquí, aquí y aquí.)


P.D. Una recomendación sobre el mundo del tebeo, "el género peor comprendido del mundo", como reconoce Scott McCloud en su imprescindible obra "Cómo se hace un cómic". Un repaso exhaustivo a todo el potencial que ofrecen. Un lenguaje poderoso y una capacidad comunicativa extraordinaria. Léanlo, verán como su percepción cambia de manera radical.