viernes, 7 de diciembre de 2007

En cajas de cartón

Esta noche sí que podría escribir las líneas más tristes. Escribir, por ejemplo, la redacción está vacía, la metieron en cajas de cartón y se la llevaron, tan lejos.
La redacción, además de aquel artículo periodístico primero que nos mandaron hacer en en colegio para que contáramos nuestras vacaciones, un día hace cada vez más tiempo, es un sitio, un lugar distinto. No ahora. Es distinto siempre, tan especial que hace especiales a quienes estamos en ella, por eso la quise, la quiero, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos y ahora la desmantelan y nos quedamos en un edificio que deja de ser ella pero todavía no, noche sin estrellas con ella aún aquí pero yéndose mientras asistimos sin poder evitarlo, haciendo fotografías y riéndonos para acallar la tristeza, que se me queda dentro.
En una caja de cartón. Espero que esté allí dentro, que ella y los trozos de vida que le dimos para que existiera no se queden en este edificio de Pradillo 42, que ahora dejamos pero siempre recordaremos. Porque confío en que la hayamos recogido toda, todos, en esas cajas de cartón que van de camino a la avenida de San Luis de Madrid para que allí sigamos haciendo páginas, contando lo que sucede, lo que hicimos este verano... en líneas menos tristes que las de esta noche.

Dichosos críos...




Por favor, hoy y siempre, que los niños sepan lo que es un libro y que lo amen. Ayúdenles como padres. Déjenselos, regálenselos, cómprenselos. Aunque luego les gusten cosas más malsanas, pero si aman los libros y los saben apreciar no todo estará perdido.

Visto el pasado viernes, día 7, en Deia.

Las portadas-póster y su impacto




El diario Público, que desde sus inicios se ha identificado en sus portadas con el estilo del inglés The Independent, impacta hoy con un primera muy similar a las que idean cada cierto tiempo nuestros compañeros de El Periódico de Cataluña (los tres diseñados por el sello Cases, no lo olvidemos). Esas portadas, alejadas de la tan cacareada ortodoxia -a la que aludimos en estas líneas tan a menudo- de la página inicial, compuesta por titulares, subtítulos, entradillas, texto e imágenes, como cualquier otra página interior, nos gustan, o a mí me gustan, no se si siempre. Depende del día, depende del tema, depende del matiz y acierto del recurso, pero impactan, llaman la atención, dan ganas de comprar el periódico.

Hemos comentado a veces que lo importante es la información, el contenido, y que estética sin contenido es poco menos que contraproducente en la prensa diaria o no diaria. Pero que duda cabe que arriesgar así muchas veces puede suponer ganar. Evidentemente El País o El Mundo, que presentan un esquema de portada clásica no pueden de un día para otro saltarse su estilo salvo por casos extremadamente graves o importantes (11-S, 11-M... qué se yo... que España ganase el Mundial de fútbol de una vez...), y ABC o La Razón podrían con sutilidad. Para poder hace esto de vez en cuando sin que el medio pierda credibilidad y estilo hay que seguir una línea de portada más proclive a ello a diario como las de Público o las de El Periódico de Cataluña, que apuestan por fotografías de mayor fuerza, un uso de la tipografía a mayor cuerpo e incluso con color, fondos también de color y afán de síntesis e impacto. Eso cada día. Por eso pueden permitirse experimentos así cuando el tema creen que lo merece. Y te golpean en la cara. Ya lo vimos otro día y hay miles de ejemplos. Y a mí me parece salirse del corsé y me gusta.

Quizás las portadas en prensa no deberían llevar tanto texto y sí más imagen, no lo se, quizás si esto fuera una norma se verían tremendos dislates. Pero con elegancia y buen gusto el resultado es llamativo. Esta portada de Público de hoy puede que no sea la mejor de la historia, o que se pudiera haber planteado mejor, pero llama la atención y cumple su cometido. Esperemos que el contenido esté a la altura. Terreno para otros...

jueves, 6 de diciembre de 2007

Todo o Nada
(Dos miradas a Warhol)

La disputa que a veces surge en el interior de la redacción, o en el propio seno de encajabaja, se ha trasladado esta vez hasta La Casa Encencida de Madrid, centro cultural interesantísimo que programa una ambiciosa exposición sobre Andy Warhol. Allí nuestro colaborador Quique Falcón quería gritar ¡todo!, para que Mario Benito le replicara ¡nada! también a pleno pulmón, pero se nos acercó un exótico guarda jurado para pedirnos que allí habláramos en voz baja. Ofrecemos, pues, aquí dos miradas a la persona y la obra de tan... de Warhol. Una a favor, la otra en contra.


Todo

"Todo es bello". Empecemos con una de las famosas frases de Warhol que nos muestra a un hombre dispuesto a crear arte con una lata de tomate, un zapato o una cicatriz. Te puede gustar o no, pero él se atrevió a experimentar nuevas formas. Decadente, narcisista, estrafalario, provocador... Éstos eran sus materiales. Si nos centramos en su versión más conocida podremos decir que lo de Warhol no fue la tela y el óleo sino la serigrafía. Nunca podremos compararle con los pintores que adornan el Museo de El Prado, pero probablemente sea más conocido que muchos de ellos. ¿Por qué? ¿Era un genio de la pintura? No. Fue el primer artista multimedia.

En estos días estaría rodando el anuncio de ‘Freixenet’ con Scorsese o diseñando un nuevo logotipo para Nike. Porque lo que el vendía no eran paisajes ni bodegones. Era su marca. Una nueva visión de la sociedad a través de sus obras. Cambió la mirada artística y unió el arte con la cotidianeidad. No es cómo pintaba es a quién o qué salía en su obra y todo lo que ello significaba (Jackie Kennedy, Marilyn, Elvis). Iconos culturales de una época en la capital del mundo del arte, Nueva York. Donde se reunía la contracultura más vanguardista que ha habido nunca en EEUU. Capote, Ginsberg, Lou Reed, Man Ray, Mapplethorpe, Lietchestein, poetas, fotógrafos, cineastas, deportistas, cantantes. Todos ellos girando alrededor del universo de Warhol. Llevó los objetos domésticos a categoría de obras de arte.

Andy Warhol fue diseñador de prensa (Vogue), pintor, cineasta (‘The Chealse girls’), escritor, editor, productor musical (The Velvet Underground)... y un largo etcétera de ocupaciones relacionadas con todo tipo de expresiones artísticas. Personalmente, me gustan algunas partes determinadas de su obra, otras no tanto, pero reconozco su valía. Y, sobre todo, muchos días cuando estoy diseñando una página y tengo la ocurrencia de repetir, cortar o girar alguna foto, se aparece el peculiar rostro de Warhol y me dice: "Eso es mío".

Quique Falcón



Nada

No es sólo que no encuentre arte y sobre todo emoción o pasión en las obras de Warhol. No es sólo que no me interese. Es que me cabrea. Por nada, pero me cabrea profundamente, porque no es enfado, es cabreo. Y como se trata de algo irracional, mi cabreo, pues no llego a entenderme del todo. Tal vez mi rechazo se deba a que como me parece nada lo que hizo y tan bien supo vender, lo supongo un engaño, y las mentiras me indignan, más al ver la cara de gilipollas que se me queda, se nos queda, cuando nos estafan. Un gesto de bobo que suele estar relacionado, más que por lo que nos roban, por lo tonto que te sientes habiéndote dejado engañar. ¡Ah!, perdón, que no es la obra, que el arte es él, Warhol, su icono y todo eso. Pues peor todavía, porque entonces la cara de gilipollas no es la mía, sino la suya, con esos pelos, con esos ojos vacíos detrás de los que no parece haber nada... es que le miro y...

...Y así, ofuscado, con las cejas apretadas, en estado de shock, puede que no vea que el fallo es mío, que no quiera reflexionar o no sepa despojarme de cualquier pasión, de toda idea, apartar mi alma como debía pintar sus fotitos el propio Warhol, apóstol de lo cutre, figura del ‘kitch’, maestro supremo de la chapuza, de profesión famoso con la suerte de haber nacido en el sitio adecuado, Nueva York, justo en el momento en el que el mal gusto se convirtió en supuesta contracultura. Además de caerles en gracia a quienes tenían poder y dinero. Hasta hoy. O hasta siempre.

Puesto que sus obras (las fotocopias esas que luego pintaba quiero decir) cada vez se cotizan más y su nombre, su icono y todo eso, crecen con los años. Es posible que pervivan en la historia del arte, lo admito, estoy incluso convencido de que aumentará la legión de los que admiran aquello que les dicen que es moderno y transgresor, dispuestos todos en fila a dejarse engañar por este embaucador con pelos de haberse levantado hace un momento, peluca electrizada lo llamaba, el muy...

Lo feliz que sería en estos tiempos de famoseo banal, de telebasura de la nada donde gentes sin nada que ofrecer tienen los quince minutos de fama que él proclamó como derecho universal. Lo contento que se iba a poner ahora que las artes se devalúan y por todos lados llueve purpurina, polvo de diamante sintético, decía. Si es que era un genio. Sí. Si el arte fuera tan sólo comunicación, Warhol sería un genio; pero el arte es mucho más, porque se trata de comunicar, pero de comunicar "algo".

Mario Benito

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Las puertas de entrada

Cuando se maqueta una página de periódico, por lo general bien definida y estructurada, el orden de lectura resulta evidente. La norma general es que las páginas de un periódico se leen de izquierda a derecha y de arriba a abajo, trazando una diagonal que releva a un segundo plano de importancia informativa a los elementos que quedan tanto en el margen superior derecho como en el inferior izquierdo. Podemos decir que está muy claro el punto de entrada en la página: en la parte superior de la misma y haciendo la primera parada en el titular o en la imagen, si es lo suficientemente poderosa. Esta norma, nos puede servir para casi siempre, salvo que alteremos este orden con la maquetación de la página.
Claro que por lo general, un periódico es un formato más o menos rígido y que no acepta muchas vueltas de tuerca. Podemos jugar con la disposición de las imágenes y en algunos casos alterar este punto de entrada moviéndolas al centro o al pie de la página, pero no tenemos tampoco mucho margen para cambiar la dinámica de esa diagonal de lectura.


La flecha marca el orden teórico de lectura de la página.
En este caso se cumple. Las zonas redondeadas serían las de menor impacto visual.

Sin embargo, cuando te enfrentas a un formato más libre, (una doble página con principio y fin en sí misma, un gráfico grande o la maquetación de algún suplemento que permita cierta libertad, por ejemplo) definir el punto de entrada en la página es muy útil, tanto para el lector como para el propio maquetador. A mí, por ejemplo, me ocurre. Cuando me enfrento a una doble con mucha imagen, aunque tenga muy claro lo que quiero contar, necesito saber por dónde empezar. Y a un lector le pasa lo mismo. Una doble página, preñada de imágenes, puede suponer demasiada información. Y probablemente, el títular no manche lo suficiente como para gritar: «¡Eh, aquí está el principio!». Y por eso, a veces, hay que ofrecer al lector una puerta de entrada a la página. Dicho de otro modo, hay que proponerle un orden de lectura y facilitarle el acceso.

En esta doble página, se me presentó ese dilema. Las informaciones de motor tienen un problema (al menos a mi como lector me pasa) y es que aunque sean coches muy distintos... siguen siendo coches. Y ves coches por todos lados. Y si encima tienes el problema añadido de que dos de ellos eran de color rojo... la página se me apelmazaba por todos lados. Si colocaba el Alfa arriba, cabeceaba con el Ferrari. Si lo ponía abajo, seguía la diagonal natural de la doble y había demasiado rojo seguido. A todo esto, el pobre Aston Martin, el mítico coche de James Bond, quedaba algo relegado en cualquiera de esas opciones, un poco apagado al salir perdedor en la lucha de colores. El caso era, que no terminaba de funcionar. Y la solución fue abrir una de esas puertas.

Resultado final, con el orden de lectura invertido. La imágen de abajo a la derecha sirve de puerta de entrada.



Con un corte extremo de una foto, en este caso la del morro rojo del Ferrari, se logra fijar la atención del lector. De este modo, una vez definida la puerta de entrada, sólo había que reforzar esa diagonal invertida usando un corte parecido en el extremo superior opuesto, con la zaga del Aston Martin. Es un recurso sencillo, pero que funciona bien. Y no es algo que sea fruto de un planteamiento elaboradísimo, es puro sentido común. El truco consiste en pensar como lector, y ver que de esta forma, sólo con esas fotos con cortes que se salen de lo normal en la página, se capta la atención, y cuando lees la información, el orden en las imágenes es el contrario al que marca la norma. Vas de abajo hacia arriba en diagonal y terminas en el Alfa Romeo, habiendo pasado antes por el Aston Martin Gris.

martes, 4 de diciembre de 2007

Breve crónica del salón del Cómic:
viva la imagen, viva la palabra


Son poco más de las 12.00 de la mañana y dos amigos (cuasi hermanos) y yo hemos decidido acercarnos al Salón Internacional del Tebeo de Madrid (más conocido como Expocómic) que celebra su décima edición. Llevaba varios años intentado asistir y por fin este año he podido librarme de mis compromisos laborables para poder acercarme un rato (¿por qué siempre me toca trabajar el fin de semana del SIMO o de este salón?). Y qué mejor excusa que ir de enviado especial del blog. Teníamos que estar ahí, aunque solo fuera un ratito.

La cosa prometía y teníamos muchas ganas de devorar las novedades que iban a presentar las principales editoriales del sector (Glenat, Norma, Dolmen, etc). La primera sorpresa llegó en las taquillas. Nos dimos cuenta que éramos los únicos que vestíamos normal, bueno, más bien que vestíamos raro, porque casi el 80% del resto de la cola iba caraterizado como Naruto, Ranma, Leónidas (en calzones con el frío que hacía), colegiala japonesa rollo hentai (si sus madres las vieran salir así a la calle...) o Mario (sí, el de Nintendo, pero en flaco, alto y sin Yosi). No pasa nada, ser friki está bien, siempre que no te dé vergüenza salir a la calle con esas pintas.

Os estaréis preguntando que qué tiene que ver todo esto con la prensa y el diseño. No mucho, la verdad, o sí, porque si lo pensamos un poco, sólo un poco, llegaremos a la conclusión de que tanto los cómics como los periódicos, tienen una misión clara: comunicar. Y nada como los tebeos para llegar a eso, a comunicar una historia, a impactarte usando los dos elementos base de la información: la palabra y la imagen, la imagen y la palabra. Un ejemplo claro: Persépolis, de la iraní Marjane Satrapi, el mejor reportaje sobre cómo se vive (y desvive) en un régimen fundamentalista como el de Irán.

Y ahí, entre "Supermanes" de capa desteñida y calzón caído y personajes de Final Fantasy con sus espadones de cartón piedra, estaban grandes comunicadores del género, como Azpiri o Paul Naschy y Javier Trujillo (Premio al mejor cómic nacional por "El Retorno del Hombre Lobo").

Seguimos paseando por los stands, tentandos de hacernos una foto con los soldados imperiales de Darth Vader o con un tío vestido de spiderman con un ¡¡pasamontañas!!, pero es tan triste que decidimos darle una palmada en la espalda. Poco a poco vamos descubriendo pequeñas joyas, como "El joven Lovecraft" (José Oliver y Bartolo Torres y ya en su segunda edición) que narra la infancia del escritor o "La Odisea" (Martín Saurí), en su edición del 25 aniversario, con parte de los originales colgados en una microexposición en la primera planta del pabellón. Paredes que compartía con los primeros cómics americanos que llegaron a España ("Makoko", "Red Barry", "El Aventurero", etc.), con Tirso Cons y con las "Fábulas" de DC Cómics.


Y cómo no, "Las Aventuras de Bardín el Superrealista" (Max, I premio nacional del Cómic), también rondaban por ahí en una cuidadísima edición y, "36-39. Malos tiempos", de Carlos Giménez, autor de Paracuellos y uno de los mejores narradores gráficos españoles y cuya presentación estaba prevista en el Salón. Si les gustó Paracuellos, no se pierdan esta gran obra.

Y así un sinfín de novedades imposible de listar en estas líneas...

Poco a poco, y sudando a mares por la odiosa calefacción, damos una vuelta completa al pabellón, sin poder evitar fijarnos en un cartel desde donde Mario (sin su compañero Luigi esta vez) nos espeta: "los frikis también mojan"[sic]. Así que frikis del mundo, no perdáis la esperanza. Con tal concentración de frikis, seguro que más de uno no tuvo problema, pero ese es otro asunto...

Toca a su fin la visita, pero con la convicción de que el tebeo, cómic, tira, como quieran llamarlo, está al alza (no cabía ni un alfiler, perdón, friki, más). Ah y con 50 euros menos en el bolsillo, bien invertidos, eso sí.

martes, 27 de noviembre de 2007

Una ‘patata americana’ de muerte

Al parecer hay dos cosas que nunca tiene en cuenta un director de arte. La primera es la publicidad: a la espera estamos de ver algún prototipo en el que se incluyan alguna de las tantísimas "páginas reales" a las que invade la publicidad desde abajo, desde los lados, desde arriba e incluso desde el centro, como a la espera estamos también de que se diseñen páginas, de esas tan monas, que se puedan modificar añadiéndoles módulos de publicidad, como sucede todos los días, y que una vez modificadas sigan quedando tan monas. Mucho me temo que seguiremos esperando. La segunda cuestión que no tienen en cuenta es la inevitabilidad de la muerte, que siempre llega, tan callando.

De tener previsto que somos mortales y que la publicidad cambia no hubiera tenido que utilizar un recurso que detesto, que me parece tan mala opción que yo mismo he bautizado en este insigne blog como "patata americana", y que consiste en subir las dos últimas columnas de texto a la altura del título, o incluso más si hubiera una foto por encima de ese título como repite una y otra vez el nuevo El País con su obsesión por dar fotos a cuatro columnas, lo merezcan o no. Intenté evitarlo, pero la publicidad empezó a hacerse hueco a codazos.

¿Y la muerte? Pues la muerte se acomoda en los periódicos, además de en muchísimas de sus noticias, en forma de esquelas (esa especie de anuncios que pagan familiares y amigos cuando pierden para siempre a un ser querido) y de obituarios, que son artículos para glosar la vida y obra de un reciente fallecido. Sobre los obituarios me he visto incluso en situaciones mucho más comprometidas que la que hoy comento, porque me han llegado a pedir, y tengo testigos de ello, "una página mucho más divertida para los obituarios". La conversación no terminó bien. Pero a lo que íbamos: estos son los distintos cambios que sufrió la página de obituarios la otra tarde.


Son transformaciones debidas a la publicidad y a la muerte, esos elementos que os decía que no se suelen tener en cuenta. La publicidad, en este caso son esquelas, crece porque según avanzaba la fría tarde del sábado se iba muriendo gente, es inevitable que suceda porque ya sabéis que nuestras vidas son ríos que van a parar al mar, que es el morir. La tercera versión tuvo otro motivo menos fúnebre que también les sucede a veces no a los directores de arte sino a los redactores: la fotografía que ya estaba metida en la página, y que hemos eliminado aquí por motivos obvios, no era la del fallecido. Del fallecido, no había foto. Y, además, la muerte continuó subiendo por la página en esta su versión final en la que tenía que respetar exactamente el mismo texto sin cortarle ni añadirle ni una coma hasta obligarme a hacer lo que no quería: una "patata americana" mortal de necesidad.