Son laberintos cuya salida es la puerta de entrada. Crisis. Viven de retroalimentarse. Por eso para salir de ellos al menos hay que dejar de alimentarlos, ir contracorriente, mover la cucharilla en sentido contrario al que gira el líquido en el interior del recipiente en el que estamos atrapados, mareados, dando vueltas. Se suele decir que la acción de los gobiernos en lo que a la economía se refiere debe ser contracíclica: gastar cuando no hay dinero para reactivar la economía y atender las (mayores) necesidades sociales, y ahorrar en las fases expansivas para generar superávit con el que poder atender futuros ciclos negativos y de paso no alimentar las temidas "burbujas". Es una teoría clásica que no se ha inventado ahora, pero que olvidaron o se han debido pasar por el forro en estos años pasados de bonanza, tan recientes y que nos parecen sin embargo ahora tan lejanos, con el mismo acierto que quien propone ahora reducir el gasto público. Es la teoría de gobiernos de derecha en tiempos de crecimiento y de izquierda durante las crisis, cuando las políticas tenían diferencias, claro. Y no se refiere a ningún país concreto.
También las empresas debieran plantearse evitar los peligrosos círculos viciosos. Fortalecerse y ocupar espacios vacíos que otros se ven obligados a dejar en tiempos de crisis, por ejemplo, en vez de hacer lo que todos hacen ahora apresurándose a despedir personal sacrificando calidad en cuanto los resultados se resienten en forma de pérdidas o incluso de menos ganancias. En lo que concierne a la prensa, o bien los gestores de las empresas son los primeros que han dejado de creer en los periódicos, o es que, aterrados, se limitan a imitar lo que ven a su alrededor sin ningún planteamiento mínimamente creativo o arriesgado. ¿Pero quién contrata a esta gente? Eso mismo fue lo que yo me pregunté: ¿por qué estos gestores?, nada baratos, por cierto. Creatividad. Riesgo, ¡qué miedo! Y alimentan el círculo vicioso de menos ingresos, recortes, menos calidad, menos ventas, menos ingresos, recortes, menos calidad, menos ventas, menos ingresos, recortes...
El mes pasado, la periodista Milagros Pérez Oliva estrenó cargo como Defensora del Lector del diario El País de Madrid publicando uno de los artículos más lúcidos y sensatos que se hayan podido leer en un periódico en estos tiempos turbulentos que corren, titulado Periodismo de calidad en tiempos de crisis. "Hay quien cree que en este oficio no afrontamos sólo una época de cambios, sino un cambio de época", escribe esta periodista especializada en deontología profesional. "Ni siquiera sabemos cuánto tiempo va a durar el soporte papel, pero lo que sí sabemos es que el periodismo riguroso, honesto y fiable es más necesario que nunca. Y se extiende la idea de la gratuidad, pero elaborar buena información en la sociedad del conocimiento es cada vez más caro".
En este artículo sin una coma de desperdicio, nos informa además de que su nombramiento como Defensora del Lector coincide con la desaparición de esta figura en el Courier-Journal de Louisville (Estados Unidos), primer periódico del mundo que trasladó la figura del ombudsman sueco a la prensa. Debido a la crisis, claro. Es decir, reducir calidad como primera medida para afrontar la pérdida de lectores. Inteligente a la par que valiente medida, ¿no? La calidad y la excelencia entendidas como lujo en vez de como características imprescindibles para sobrevivir. Se dice también con frecuencia entre economistas aquello de que "el dinero es cobarde", y lo puedo entender porque puede que todos lo seamos con el propio. Pero de ahí a ser tontos también...
También las empresas debieran plantearse evitar los peligrosos círculos viciosos. Fortalecerse y ocupar espacios vacíos que otros se ven obligados a dejar en tiempos de crisis, por ejemplo, en vez de hacer lo que todos hacen ahora apresurándose a despedir personal sacrificando calidad en cuanto los resultados se resienten en forma de pérdidas o incluso de menos ganancias. En lo que concierne a la prensa, o bien los gestores de las empresas son los primeros que han dejado de creer en los periódicos, o es que, aterrados, se limitan a imitar lo que ven a su alrededor sin ningún planteamiento mínimamente creativo o arriesgado. ¿Pero quién contrata a esta gente? Eso mismo fue lo que yo me pregunté: ¿por qué estos gestores?, nada baratos, por cierto. Creatividad. Riesgo, ¡qué miedo! Y alimentan el círculo vicioso de menos ingresos, recortes, menos calidad, menos ventas, menos ingresos, recortes, menos calidad, menos ventas, menos ingresos, recortes...
El mes pasado, la periodista Milagros Pérez Oliva estrenó cargo como Defensora del Lector del diario El País de Madrid publicando uno de los artículos más lúcidos y sensatos que se hayan podido leer en un periódico en estos tiempos turbulentos que corren, titulado Periodismo de calidad en tiempos de crisis. "Hay quien cree que en este oficio no afrontamos sólo una época de cambios, sino un cambio de época", escribe esta periodista especializada en deontología profesional. "Ni siquiera sabemos cuánto tiempo va a durar el soporte papel, pero lo que sí sabemos es que el periodismo riguroso, honesto y fiable es más necesario que nunca. Y se extiende la idea de la gratuidad, pero elaborar buena información en la sociedad del conocimiento es cada vez más caro".
En este artículo sin una coma de desperdicio, nos informa además de que su nombramiento como Defensora del Lector coincide con la desaparición de esta figura en el Courier-Journal de Louisville (Estados Unidos), primer periódico del mundo que trasladó la figura del ombudsman sueco a la prensa. Debido a la crisis, claro. Es decir, reducir calidad como primera medida para afrontar la pérdida de lectores. Inteligente a la par que valiente medida, ¿no? La calidad y la excelencia entendidas como lujo en vez de como características imprescindibles para sobrevivir. Se dice también con frecuencia entre economistas aquello de que "el dinero es cobarde", y lo puedo entender porque puede que todos lo seamos con el propio. Pero de ahí a ser tontos también...