Entre las 18 y las 19 horas del pasado viernes, 2 de octubre, la frenética actividad en distintas redes sociales internáuticas de los miembros del comité de expertos encargados de la redaccion del Diseñario 2.0 nos hizo temer que desatendieran esta entrega. Más aún cuando ,finalmente, el presidente del Comité Olímpico Internacional anunció que Madrid, nuestra ciudad, no era la designada para organizar los Juegos Olímpicos de 2016. Pero aquí nos traen de nuevo el producto de sus reflexiones, de sus sesudos estudios sociodiseñísticos. Y aunque no hayamos conseguido los Juegos, esta vez, esa tarde emocionante en la que todo pudo pasar nos sirvió al menos para renovar nuestro amor por esta ciudad nuestra, tan viva, brutal y bella a pesar de las heridas que su incompetente alcalde y recaudador mayor se empeña cada día más en abrir en sus calles con picos y palas. Una ciudad colectiva, irreverente y abierta a todos. Ya sabéis...
Bobina. Es un rollo. Siempre de papel.
Bold. Voz inglesa que en su acepción del mundo del diseño hace referencia a un estilo de la tipografía en el que el trazo es más grueso si lo comparamos con el resto de estilos de una misma tipografía. A este aspecto, a bold, o negrita como lo conocemos aquí, se le conoce como una de las partes de una familia tipográfica. Por lo tanto, bold, sería uno de los miembros que cada familia de una tipografía tiene (regular, light, bold, etc.).
Sin embargo, y aunque lo correcto es que cada fuente tenga su versión bold como miembro activo de la familia, también se puede convertir una fuente normal en una negrita a través del botón negrita de cualquier editor de texto. De esta manera, el programa interpreta la fuente original y le añade negro para hacerla más gruesa, al igual que curva las letras si pulsamos el botón cursiva.
Traducida esta voz literalmente al castellano, quiere decir fuerte o llamativo, y así es porque una tipografía con apellido bold suele ser una letra gruesa, de trazo obeso y con negro, mucho negro. Es casi como un grito en medio del texto, un "eh, que estoy aquí, mírame, léeme que te voy a contar algo importante".
Bolo. En este caso no se trata de alguien de Toledo. Tampoco de las actuaciones de algún grupo musical o de teatro durante el verano a lo largo de nuestras tierras. Claro está, también, que aquí no hablamos de uno de los 10 pirulos que se derriban al final de una pista de parqué súper pulida en donde habita el 'chulo de bolera'. Ni vulgarmente lo que se suele tocar ese compañero disoluto que pasa el día mirando a Babia ('tocarse el bolo') mientras tú trabajas como un chino.
En nuestro contexto se trata de un punto. Pero no un punto cualquiera; un señor punto. Vamos un puntazo. Sería a las letras lo que la bandera de Japón a los pendones (entiéndase pendón como banderola, divisa o distintivo).
El bolo es un punto que se reivindica. Deja de estar a los pies de las letras para tomar conciencia de sí mismo y crecer hasta la misma altura que los caracteres que acompaña o un poquito menos. Se revela y junto a sus hermanos ocupa el principio de los párrafos para llamar la atención sobre éstos. O entre frases, para remarcar la importancia de éstas, sobre todo en los subtítulos.
Algunos les quieren quitar importancia y los llaman 'bolitos', pero debéis pensar que los bolos son asteriscos con gomina. Habitan en familias muy especiales de nuestro ordenador (Weeding, Pi, Newspaper elements, o en la entrañable Zapf Dingbats) en feliz armonía rodeados de cuadratines, triangulitos, flechas, deditos que señalan, etc.
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Breves. Si bueno, dos veces. Pieza informativa que destaca por su economía de caracteres. Sin llegar a la oriental fugacidad del haiku, ni al Stop-línea-Stop de un telegrama, el breve resume en apenas unas líneas esas otras informaciones menores que sin duda completan el panorama informativo diario. Aportan agilidad al ritmo del periódico, y son uno de los últimos eslabones en la jerarquía de títulos en una sección. Se colocan generalmente al final de las secciones, cuando el flujo informativo ha decaído y la menor extensión de las otras informaciones favorecen la inclusión de estos pequeños elementos informativos.
Por su reducida dimensión y habitual diferenciación tipográfica con el resto de noticias, los breves resultan utilísimos para salir de mil atolladeros al maquetar una página, como cuando una mezcla de publicidades caprichosas convierten las columnas en una pantalla del tetris. Ahí cobran dimensión estos pequeñines, que lo mismo se colocan en vertical, horizontal, haciendo eles... Rellenan columnas que no terminan de llenar, casan perfectamente con imágenes, separan informaciones... Su polivalencia formal les convierte es auténticos salvavidas a los que agarrarse cuando, a veces, no ves la solución de la página. Nervioso, y a punto de entregarte voluntariamente, de pronto un fogonazo de luz atraviesa la pantalla: ¿Y si ponemos aquí unos breves? Suele ser mano de santo.
Entregas anteriores del Diseñario 2.0:
Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Bold. Voz inglesa que en su acepción del mundo del diseño hace referencia a un estilo de la tipografía en el que el trazo es más grueso si lo comparamos con el resto de estilos de una misma tipografía. A este aspecto, a bold, o negrita como lo conocemos aquí, se le conoce como una de las partes de una familia tipográfica. Por lo tanto, bold, sería uno de los miembros que cada familia de una tipografía tiene (regular, light, bold, etc.).
Sin embargo, y aunque lo correcto es que cada fuente tenga su versión bold como miembro activo de la familia, también se puede convertir una fuente normal en una negrita a través del botón negrita de cualquier editor de texto. De esta manera, el programa interpreta la fuente original y le añade negro para hacerla más gruesa, al igual que curva las letras si pulsamos el botón cursiva.
Traducida esta voz literalmente al castellano, quiere decir fuerte o llamativo, y así es porque una tipografía con apellido bold suele ser una letra gruesa, de trazo obeso y con negro, mucho negro. Es casi como un grito en medio del texto, un "eh, que estoy aquí, mírame, léeme que te voy a contar algo importante".
Bolo. En este caso no se trata de alguien de Toledo. Tampoco de las actuaciones de algún grupo musical o de teatro durante el verano a lo largo de nuestras tierras. Claro está, también, que aquí no hablamos de uno de los 10 pirulos que se derriban al final de una pista de parqué súper pulida en donde habita el 'chulo de bolera'. Ni vulgarmente lo que se suele tocar ese compañero disoluto que pasa el día mirando a Babia ('tocarse el bolo') mientras tú trabajas como un chino.
En nuestro contexto se trata de un punto. Pero no un punto cualquiera; un señor punto. Vamos un puntazo. Sería a las letras lo que la bandera de Japón a los pendones (entiéndase pendón como banderola, divisa o distintivo).
El bolo es un punto que se reivindica. Deja de estar a los pies de las letras para tomar conciencia de sí mismo y crecer hasta la misma altura que los caracteres que acompaña o un poquito menos. Se revela y junto a sus hermanos ocupa el principio de los párrafos para llamar la atención sobre éstos. O entre frases, para remarcar la importancia de éstas, sobre todo en los subtítulos.
Algunos les quieren quitar importancia y los llaman 'bolitos', pero debéis pensar que los bolos son asteriscos con gomina. Habitan en familias muy especiales de nuestro ordenador (Weeding, Pi, Newspaper elements, o en la entrañable Zapf Dingbats) en feliz armonía rodeados de cuadratines, triangulitos, flechas, deditos que señalan, etc.
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Breves. Si bueno, dos veces. Pieza informativa que destaca por su economía de caracteres. Sin llegar a la oriental fugacidad del haiku, ni al Stop-línea-Stop de un telegrama, el breve resume en apenas unas líneas esas otras informaciones menores que sin duda completan el panorama informativo diario. Aportan agilidad al ritmo del periódico, y son uno de los últimos eslabones en la jerarquía de títulos en una sección. Se colocan generalmente al final de las secciones, cuando el flujo informativo ha decaído y la menor extensión de las otras informaciones favorecen la inclusión de estos pequeños elementos informativos.
Por su reducida dimensión y habitual diferenciación tipográfica con el resto de noticias, los breves resultan utilísimos para salir de mil atolladeros al maquetar una página, como cuando una mezcla de publicidades caprichosas convierten las columnas en una pantalla del tetris. Ahí cobran dimensión estos pequeñines, que lo mismo se colocan en vertical, horizontal, haciendo eles... Rellenan columnas que no terminan de llenar, casan perfectamente con imágenes, separan informaciones... Su polivalencia formal les convierte es auténticos salvavidas a los que agarrarse cuando, a veces, no ves la solución de la página. Nervioso, y a punto de entregarte voluntariamente, de pronto un fogonazo de luz atraviesa la pantalla: ¿Y si ponemos aquí unos breves? Suele ser mano de santo.
Entregas anteriores del Diseñario 2.0:
Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.