Es el "Che" Guevara. No hay duda. Al fondo se ve el Arco del Triunfo de Moncloa, que no celebra ningún triunfo sino una derrota (y que debería derribarse, según la legislación vigente), hacia donde se dirige un destartalado y solitario autobús por una calzada que ahora transitan millones de vehículos por segundo. Es el "Che" Guevara en una esquina de la Ciudad Universitaria de Madrid, solo, vestido de "Che", con su boina, su barba, su traje y sus botas militares, un icono mundial del siglo XX en medio casi de la nada, sin que nadie se acerque a él porque no hay nadie en un Madrid que nunca tanto como en esta inquietante imagen se muestra tan de espaldas a su tiempo como seguramente lo estaba entonces, cuando el fotógrafo César Lucas tomó la fotografía, con apenas 18 años, en 1959.
Conozco esta foto desde hace mucho tiempo y cada vez me parece más extraña, casi irreal. Se exhibe ahora, desde el mes de octubre y hasta el próximo enero, en el Conde Duque de Madrid (desde hace poco llaman Museo de Arte Contemporáneo a este antiguo cuartel militar en el que hemos disfrutado de la mejor música en los inolvidables Veranos de la Villa que ya no volverán a este lugar tan especial), junto con una amplísima muestra de sus cincuenta años de carrera en la exposición "César Lucas: El oficio de mirar".
Hay que destacar especialmente dos imágenes de este incansable fotógrafo de talento alimentado por horas de trabajo e infinitos disparos de sus cámaras: ese niño en una manifestación de la madrileña calle Preciados tomada en 1976, y el esplendoroso desnudo de Marisol para la portada de Interviú (curiosamente trabajé durante un breve período en el Grupo Zeta, donde César Lucas era el máximo responsable de fotografía, sustituyendo a su hijo como maquetador en las revistas de Ediciones Reunidas), ambas símbolos de la libertad que se conquistaba en aquellos años de la Transición.
Y hay más en esta exposición de visita obligada para quien quiera y pueda. Mucho más. Todos los géneros fotográficos, todas las técnicas en esas imágenes alejadas de planteamientos poéticos o artísticos que se tomaron con el único y no menos noble fin que el de ser publicadas.
Conozco esta foto desde hace mucho tiempo y cada vez me parece más extraña, casi irreal. Se exhibe ahora, desde el mes de octubre y hasta el próximo enero, en el Conde Duque de Madrid (desde hace poco llaman Museo de Arte Contemporáneo a este antiguo cuartel militar en el que hemos disfrutado de la mejor música en los inolvidables Veranos de la Villa que ya no volverán a este lugar tan especial), junto con una amplísima muestra de sus cincuenta años de carrera en la exposición "César Lucas: El oficio de mirar".
Hay que destacar especialmente dos imágenes de este incansable fotógrafo de talento alimentado por horas de trabajo e infinitos disparos de sus cámaras: ese niño en una manifestación de la madrileña calle Preciados tomada en 1976, y el esplendoroso desnudo de Marisol para la portada de Interviú (curiosamente trabajé durante un breve período en el Grupo Zeta, donde César Lucas era el máximo responsable de fotografía, sustituyendo a su hijo como maquetador en las revistas de Ediciones Reunidas), ambas símbolos de la libertad que se conquistaba en aquellos años de la Transición.
Y hay más en esta exposición de visita obligada para quien quiera y pueda. Mucho más. Todos los géneros fotográficos, todas las técnicas en esas imágenes alejadas de planteamientos poéticos o artísticos que se tomaron con el único y no menos noble fin que el de ser publicadas.