viernes, 11 de junio de 2010

Ya está aquí, ya llegó

Llegó el viernes, por fin, y con él llegó el esperado y deseado nuevo diseño del más-que-centenario ABC. Se lleva hablando mucho tiempo de este rediseño, de sus dificultades y de cómo afrontarlo. Pues bien, tras un compás de espera, ya está en todos los kioscos. Debajo de estas líneas tenéis la primera portada, en la que suponemos que Alfredo Triviño habrá estado muy encima, como en los variados números cero que han hecho a lo largo de varios meses.


Tenéis un completo análisis de este rediseño, tanto en su versión web como en su versión de papel, en nuestro blog amigo CuatroTipos, y podéis ver más imágenes en el siempre atento Maquetadores de Paco Oca. En lo relativo al diario de papel, hay que dejar que evolucione un poco esta propuesta, en la que seguro que corregirán algunos desajustes propios del primer día, para hacer alguna valoración en la que intentaremos aportar alguna opinión de quien más estudia actualmente el diario fundado en 1903 por Don Torcuato Luca de Tena.

Todos al kiosco a ver cómo luce este nuevo ABC.

martes, 8 de junio de 2010

Centrado a la derecha (III)

Estábamos echándole ya de menos... pero aquí le tenemos de nuevo con todos nosotros. Y os podemos asegurar que la espera ha merecido la pena porque lo que nos cuenta hoy Pedro Pérez, maestro de maquetadores y periodistas en general, en esta su sección de "Centrado a la derecha" son nada más y nada menos que los fundamentos básicos del espacio entre palabras. Un aspecto fundamental para facilitar la lectura de un texto, absolutamente fundamental, y que lleva a que en ocasiones, sin que sepamos exactamente del todo por qué, algunas páginas (o publicaciones enteras) no lleguen a funcionar del todo, de que a pesar de que la estructuras de las páginas sea correcta percibimos una sensación general de que algo falla y no damos con la clave... ese color tipográfico que hoy nos desvela nuestro querido amigo y maestro en otra entrega de:





Sobre el interletraje

1. Espaciado
En nuestro intento de clarificar términos en castellano alrededor del mundo del diseño y la tipografía a los que habitualmente nos referimos en inglés nos enredamos hoy con el concepto de ‘interletrado’ o ‘interletraje’, que no existe como término para el diccionario de la Real Academia Española y tampoco para el María Moliner o cualquier otro que hayamos encontrado, pero que entendemos, en una visión general, como espacio entre los caracteres de una línea de composición.

Sí aparece –¡miren por dónde!– en ‘El Diseñario’ de encajabaja, donde se confirma nuestra primera acepción y se insiste en diversos términos –todos ellos perfectamente delimitados– desde un punto de vista fundamentalmente profesional.

Otros autores se refieren a este concepto como ‘espaciamiento’ –"acción y efecto de espaciar" como primera acepción en el diccionario de la RAE–, pero nunca acaba de quedar claro en las diferentes definiciones si los espacios tenidos en cuenta son en sentido horizontal o vertical (y en este último caso estaríamos hablando de interlineado, lo que resulta muy diferente). La tercera acepción del diccionario de María Moliner dice textualmente sobre espaciar: "Separar palabras, renglones con espacios o regletas". Pero mucho me temo que no es lo mismo separar una cosa y otra. También he leído el término ‘interletrear’ y a él nos referiremos en posteriores entregas. Éste si se refiere a los espacios adyacentes (izquierda y derecha) de las letras que son los que nos interesan en este recorrido.

De un simple vistazo a cualquier línea o renglón de un párrafo podemos diferenciar entre espacios que separan palabras y los que separan letras. Siendo aquellos obviamente mayores que estos. Nos centraremos en primer lugar en los primeros, dado que parecen un tema menos complicado (craso error) al que numerosos autores hacen referencia.

"Se llama espaciado –dice José Martínez Sousa (2005: 187)– al conjunto de espacios de una composición y a la acción de colocarlos entre palabra y palabra. Antiguamente –continúa el mismo autor– en la composición manual, se contaba con los siguientes espacios:
1. espacio mediano, cuarta parte del cuadratín del mismo cuerpo;
2. espacio grueso o gordo, tercera parte del cuadratín del mismo cuerpo;
3. medio cuadratín o media línea, la mitad del cuadratín del mismo cuerpo;
4. cuadratín o línea, un cuadrado de tantos puntos como fueran los del cuerpo con que se componía (por ejemplo, un cuadratín del cuerpo 10 tenía 10 puntos de lado ) (1)".

Estas afirmaciones de Martínez de Sousa confirman experiencias profesionales en diarios y revistas y teorías de muy diversos autores que piensan que el espaciado de los textos base que se utilizan en composición debe estar sobre un tercio del cuerpo utilizado (sobre todo en libros) y así lo hemos venido enseñando a nuestros alumnos.

Jorge del Buen Unna
, por otro lado, habla del ‘espaciamiento entre palabras’ y asegura que entre éstas "debe dejarse el menor espacio posible, apenas lo suficiente para que los vocablos se distingan como piezas individuales" (Del Buen, 2003: 192). Es este autor quien como justificación de su composición ‘apretada’ cita a Jan Tschichold (1991: 102): "Las razones para la tipografía compacta –escribe Tschichold– están basadas en la experiencia óptica: el medio cuadratín, como se usaba en la antigüedad, tiende a separar excesivamente las palabras, haciendo difícil la comprensión. Da como resultado una página inquieta, nerviosa, salpicada de nieve. Las palabras, en el renglón, están frecuentemente más próximas a los vecinos de arriba y abajo que a los de izquierda y derecha".

Digamos que entre el tercio propuesto por Sousa y la composición compacta de Del Buen (y que propone en muchas ocasiones hasta un octavo de cuadratín) hay diferentes soluciones de espaciado que deben variar inevitablemente a causa de la fuente utilizada, el interlineado, el ancho de la columna, el tipo de papel donde se imprime, el idioma, el programa de edición y la experiencia del diseñador. Entre otras cosas. Y, por supuesto, habrá que tener en cuenta el estilo de la letra (negra, chupada, cursiva, versales...), y si la composición va en bloques justificados o en bandera.

Todo un cúmulo de circunstancias que hacen del tema algo muy subjetivo pero que se basa en el reparto igual y regular de los espacios entre palabras con la finalidad de crear un ‘color tipográfico’ uniforme que no influya en la legibilidad y que no deje blancos irregulares(2) que se conviertan en centro de impacto visual desmesurado, lo que significa ‘ruido’ para la lectura.

¿Por qué aparecen estos espacios irregulares? Son tema de espaciado y hay tres causas principales: cuando evitamos particiones a final de línea, cuando controlamos que dichas particiones no se den seguidas en demasía y cuando la columna es excesivamente estrecha. Y la pregunta nace obvia: ¿cuántos guiones seguidos debemos permitir? La mayoría de autores consultados hablan de tres. Pero admiten hasta cuatro en composiciones angostas (como en el caso de diarios y revistas). En los diarios es bastante habitual ver hasta cinco o más particiones seguidas, lo que ya no es tan correcto.

Se pueden consultar más datos sobre buen ajuste y composición en temas de espaciado en páginas dedicadas exclusivamente a tipografía. En una de ellas concretamente, ‘Unos tipos duros’, se pueden consultar más sobre espaciado en este artículo. Muy bueno también el artículo de Ilene Strizver en inglés sobre espaciado.

En resumen, a pesar de que hablamos de espaciado en muy diferentes ocasiones (entre letras, entre líneas, entre párrafos...) pensamos que el término (en castellano) debe ser aplicado al hablar de espacios entre palabras. Y parece que el espaciado es, en primer lugar, cuestión de blancos entre vocablos y, después, de número de particiones seguidas a final de línea. Y aquí tienen una especial importancia las reglas ortográficas que aplica cada idioma.

En los dos principales programas de maquetación en uso –nos referimos a Quark e InDesign– accedemos a los controles sobre el espaciado en las ventanas de partición y justificación.



Quark concretamente lo hace en una única ventana donde, por un lado, permite establecer los valores mínimo, óptimo y máximo de separación entre palabras (apartado ‘espacio’) y, por otra parte, deja libertad para configurar el tamaño de palabra mínima a partir, los caracteres mínimos que quedan antes y después de la partición y el número máximo de particiones seguidas que el editor permite que el programa efectúe (lo que llama guiones en hilera).



InDesign utiliza, sin embargo, dos ventanas diferentes. En la de ‘justificación’ maneja los valores mínimos, óptimos y máximos del espacio entre palabras.



En ‘configuración de separación por sílabas’ el resto de parámetros.

Inmediatamente nos asalta una duda: ¿Cómo relacionamos las recomendaciones de nuestros maestros clásicos con los valores del software? Dicho de otra manera, cuando decimos que el espaciado óptimo de una composición corresponde a un tercio del cuerpo con el que estamos componiendo, ¿cómo traduzco eso al programa si sabemos que los valores que aplican los programas a estos espacios son porcentajes con respecto a espacios estándar de la fuente que estemos utilizando?

Dado que el espaciado es más una cuestión de impresión óptica y nunca una ciencia exacta, y de que de lo que se tarta es de conseguir un buen ‘color tipográfico’, pues a lo mejor la traducción no es estrictamente necesaria. Pero no va a estar muy lejos de los siguientes parámetros.

Para textos no justificados
Cuando componemos poemas, pies de foto o incluso despieces diversos, en muchas ocasiones, utilizamos alineación izquierda (bandera derecha) en la cual la justificación (y a veces también la partición de palabras) no está permitida.

En este caso se pueden preparar cinco modelos de P&J que afecten únicamente al espaciado (word spacing). En la siguiente tabla sólo se contempla el espaciado óptimo como porcentaje del valor estándar establecido para cada fuente. Teniendo en cuenta que, como dijimos, lo usaremos en párrafos alineados a la izquierda, los valores para ‘mínimo´y ‘máximo´serían ignorados.



Según fuente, estilo y demás características podríamos decir que la composición muy apretada tendría un espaciado de alrededor de un quinto del cuerpo utilizado y la composición muy suelta alrededor de un tercio. Con las consiguientes variables para los valores intermedios y entre ellas la normal coincidiría con la estándar por defecto.

Para textos justificados
Pero lo normal al componer grandes cantidades de texto es que éste vaya justificado, es decir, alineado a izquierda y derecha, y se permita la partición al final de línea. La tabla que sigue contempla los mismos tipos de composición que vimos para texto no justificado pero ahora los valores mínimo y máximo cuentan y mucho.



Pero me temo que los valores teóricos se sobrepasan con mucho en la realidad del día a día de nuestros diarios. No hay más que echar un vistazo a los datos que nos ofrecen algunos amigos:



Lo dicho. El espaciado influye poderosamente en la sensación de color tipográfico y su utilización no es cuestión de aplicar fórmulas predefinidas. Es más un ensayo de errores y aciertos hasta conseguir la mancha que consideramos óptima, lo cual es subjetivo ciertamente, pero siempre dentro de ciertos límites.


Notas:
(1) En inglés, el cuadratín se llaman
em (‘eme’), porque antiguamente la M (eme mayúscula) ocupaba el espacio de un cuadratín. El medio cuadratín o media línea se llama en (‘ene’). Esta terminología aparece a veces en el lenguaje de los programas informáticos.
(2) Estos blancos, que no son otra cosa que palabras excesivamente separadas entre sí, reciben los nombres más curiosos en la jerga habitual. Yo he oído los de: ríos, aguas, líneas abiertas, renglones flojos, calles, corrales, etc.

Bibliografía
-DEL BUEN, Jorge (2003):
Manual de diseño editorial. Mexico D. F., Santillana.
-MARTÍNEZ DE SOUSA, José (2005):
Manual de edición y autoedición. Madrid, Pirámide.
-TSCHICHOLD, Jan (1991):
The form of the book. Vancouver, Hartley & Marks.



Entregas anteriores de "Centrado a la derecha":

Centrado a la derecha (I): El medianil.
Centrado a la derecha (II): El sumario.

lunes, 7 de junio de 2010

Diseñario 2.0 (XXXIII)

Si el periódico está enladrillado, ¿quién lo desenladrillará? ¿Algún jefe? ¿O Habrá que llamar a algún abogado, de esos tan listos, a ver si es capaz de hacerlo amenazándoles con una carta protegida por derechos de autor? Escuchemos a nuestro enigmático y escondido comité de expertos encargados de la redacción de esta obra infinita, irreverente, colectiva y abierta a vuestra participación sobre el diseño periodístico y la prensa en general llamada... Diseñario.




J


Jefe. El que más sabe de diseño. Y no hablamos del jefe de la sección de diseño, a quien evidentemente se le da por descontado, sino de cualquier jefe de cualquier sección en cualquiera de los periódicos que existieron, existen y tal vez existirán... en una ciudad cualquiera tomada al azar. El jefe de Deportes, el de Nacional, Internacional, no digamos el de Fotografía, el encargado de mantenimiento o el jefe de márketing, por coger algunos también al azar, saben más de diseño periodístico que nadie, justo al nombrarles adquieren esta sabiduría, y eso teniendo en cuenta que todo el mundo, todos los seres humanos e inhumanos, saben de diseño por ciencia infusa. Por eso, por saber más que nadie de diseño entre todo un colectivo que sabe de diseño, son jefes. Entre otras cosas. Que se explican tanto en el "principio de Peter" como en el "principio de Dilbert", y que no vamos a repetir aquí. Sólo los jefes repiten las cosas.


L


Ladrillo. Al parecer, el origen de todos los males de nuestra maltrecha economía, ésa que entre lo que unos hacen (y mejor que se estuvieran quietecitos, de una puñetera vez...) y otros no hacen (y mejor que se pusieran a ello, de una puñetera vez...) parece destinada a las tinieblas exteriores del euro, dónde sólo se oyen los llantos y el rechinar de dientes de griegos y húngaros…
En la que pasamos las tardes viendo si los problemas derivados del ladrillo nos llevan por delante a más de uno, paradójicamente, también llenamos las páginas de nuestros periódicos de ladrillos, es decir, de textos infumables, masas plúmbeas e ilegibles, monumentos al exceso, odas a la incapacidad de concreción, textos que puestos en página necesitarían una enciclopedia entera para no tener que verse en la obligación de cortarlos —"intenta que ajuste el mayor texto posible", suelen decir los autores de los ladrillos, como si la cosa no fuera con ellos—. Pero no escurramos el bulto, que el ladrillo también se maqueta, y hay maquetadotes que tienen una especial habilidad para enladrillar secciones, periódicos enteros...
Resumiéndolo, el ladrillo es el resultado de la falta de edición. Si sueltas todo lo que llevas a punto y seguido, te sale un ladrillo. Ahí, ni la prosa ágil de todo un Tom Wolfe te salvaría. Un texto sin ladillos, sin puntos y aparte, sin algún despiece que ayude a digerir la información, es un ladrillo de los de levantar muros. Y por ese lado, el redactor suele ser el culpable. Porque hay un tipo de redactor que sólo hace textos ladrillos. Le pides uno pequeño, para una columna, y te hace dos mil líneas. Sin puntos y aparte. Le pides un breve y le tienes que cortar la mitad del texto. Le pides un reportaje largo... y a lo mejor lo tienes que dar en varias entregas. No le hables de apoyos, de entradillas, de meter algún desguace que dé algo de sentido a ese océano de letras, a ese descampado de líneas. Te mirará con cara de compadecerse de ti y te dirá, "¿tú, por qué piensas?" Y tú, conmocionado de que a alguien con estudios le sorprenda que uses la cabeza para algo más que rematar los corners te verás obligado a responder: "Digo lo de los apoyos y lo de los desguaces porque pensaba que querías que alguien se leyera esto mañana... ya veo que no..." En algunos periódicos, se les ha rendido sentido homenaje a este tipo de redactores, inasequibles al punto y aparte, y se han bautizado con sus apellidos los adelantos de texto de más líneas del periódico. ¡Ponme un modelo Fulanito! (sustitúyase Fulanito por el nombre de tu enladrillador favorito). Y ya sabes que te viene un ladrillaco de dimensiones estratosféricas.
Pero los maquetas también hacemos ladrillos. Para eso somos editores, y cuando no editamos, lo más normal es que nos salga un ladrillo. Dobles páginas con un solo texto y dos fotos, secciones enteras sin movimiento y con una edición gráfica plana. En el momento que tiremos por la calle del medio, y no contemos con la ayuda de elementos que hagan más comprensible la información, se cierne el ladrillo contra nuestras frentes... Lo malo de la página ladrillo es que tiene muy mala solución. Reeditar un ladrillo es una labor que exige cabeza, audacia y grandes dosis de colaboración entre el redactor y el maquetador. Como veréis, toda una tarea de gigantes.
Luego está el redactor ladrillo. El que hace periódicos como hace veinte años, el que no entiende que las plataformas se complementan y que internet, la radio, la tele y la prensa no pueden dar la misma información. El tipo de redactor que por miedo a editar (es decir, a apostar) lo da todo, pero todo-todo. Es decir, TODO. Y aunque le apuntes que hay ciertas cosas que no caben, que otros datos no tienen sentido, estando colgados hace semanas en Internet o pasados por la tele a diario, él insistirá y esgrimirá a su tío el del pueblo como argumento: "Mi tío el del pueblo no ha abierto internet en su vida..." te dirá y se quedará tan pancho. Y hace sus informaciones pensando en su tío el del pueblo y te calza la madre de todos los ladrillos. Y contra el que no puedes hacer nada, porque tiene defensores, algunos sorprendentemente jóvenes...
Y ese puede ser el origen de todos los males de nuestros maltrechos periódicos, que seguimos haciendo los periódicos de hace veinte años, pensados para el tío del pueblo de aquél, o para el padre de uno de Puertollano, o para uno de los nuestros, de Sevilla, que también es de leerse los tochos línea por línea sin respirar. Y es que mientras que no apostemos por editar, por pensar las cosas cinco minutos más, los ladrillos convivirán con nosotros.
Y ahora que lo pensamos, esta voz también ha salido un poco ladrillo.


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.
Diseñario 2.0 (XXII): enviado especial-exclusiva.
Diseñario 2.0 (XXIII): exposición-faldón.
Diseñario 2.0 (XXIV): fe de errores-fino.
Diseñario 2.0 (XXV): flash-fondo.
Diseñario 2.0 (XXVI): fotero-fotón.
Diseñario 2.0 (XXVII): free-lance-freehand.
Diseñario 2.0 (XXVIII): galerada-grapa.
Diseñario 2.0 (XXIX): gritar-hemeroteca.
Diseñario 2.0 (XXX): hemorroide-hostias (darse de).
Diseñario 2.0 (XXXI): ilustrator-imposición.
Diseñario 2.0 (XXXII): invisibles-itálica.

sábado, 5 de junio de 2010

Todos somos quintatinta




Los abogados del grupo Zeta, una supuesta empresa de comunicación, han amenazado al editor del blog quintatinta, el periodista y diseñador Diego Areso, para que retire de su página web todas las páginas que reproduzca sobre productos periodísticos de este grupo (páginas de Interviú y de Cuore). Lo hacen además en una comunicación "con derechos de autor" para impedirle así que él la reproduzca (torticera manera de interpretar las leyes, porque nunca se legislaron los derechos de autor para comunicaciones amenazantes de abogados sino para obras artísticas, lo que supone un auténtico fraude de ley, en nuestra modesta opinión). ¿Abogados dedicados a malinterpretar leyes?, qué curioso, o no tanto. Porque, además, con sus amenazas, lo que hacen es cercenar la libertad de expresión y el derecho de cita, que no otra cosa es lo que hace Diego, y hacemos todos, muchos, muchísimos blogs y páginas webs cuando se reproduce alguna página, en este caso para MOSTRAR SU DISEÑO, abogados, MOSTRAR SU DISEÑO. Que poco o nada tiene que ver con la "piratería" o la "copia ilegal".

Por si fuera poco, el servidor donde se aloja el blog ha tenido la desvergüenza de bloquearlo hasta que Diego ha retirado las páginas, como si estos abogados tuvieran poder legal para hacer algo así (pensábamos que más bien debería ser un juez, ¿no?). Bloquearlo sin consultar antes a su cliente, a quien les paga, aceptando una versión de una tercera parte que ni es cliente suyo ni nada por el estilo. Bastan unas amenazas arbitrarias... y esa supuesta libertad que hay en internet... deja de existir.



Diego Areso explica todo esto con detalle en su blog, en su quintatinta que hoy, diferencias de criterios diseñísticos aparte, somos también nosotros. Desde aquí denunciamos este tipo de prácticas intimidatorias que para nosotros son una auténtica vergüenza, una actuación arbitraria y fuera de todo sentido común, y creemos que incluso legal. Por eso, le damos todo nuestro apoyo y repetimos que TODOS SOMOS QUINTATINTA

viernes, 4 de junio de 2010

PhotoEspaña10



Un año más llega el mayor festival de fotografía de nuestro país. Un año más, PhotoEspaña invade las calles y salas de Madrid, Lisboa, Cuenca y Alcalá de Henares. 69 exposiciones, 372 fotógrafos, 41 nacionalidades con un leit-motiv: la magia del Tiempo.

Podremos disfrutar de la obra de Óscar Muñoz, Roman Singer, Harold Edgerton, Isabel Muñoz o Jem Southam, entre otros. Y también, como viene siendo habitual, y lo agradecemos, de los Campus y Talleres Prácticos del Festival.

Especial mención merecen los Encuentros PHE con Chema Madoz, Manuel Santos, García-Alix o Ricardo Cases, entre otros muchos.

Podéis ver todas las charlas, talleres, exposiciones (e intentar visitarlas todas desde el 9 de junio al 25 de julio) etc., en la web oficial del Festival.

miércoles, 2 de junio de 2010

Escrito a tres manos

Hace unas semanas la gente de la revista digital El Bombín Cuadrado tuvieron la amabilidad de proponernos que escribiésemos un artículo para el segundo número de esta iniciativa cultural de calidad. Y como no se dirigieron a ninguno de nosotros en concreto, y a más de uno nos apetecía la idea, pues no se nos ocurrió otra cosa más que escribirlo entre tres miembros del equipo de encajabaja: Luis Blasco, Mario Benito y Javier Vidal. Grupo que se pasó a autodenominar colectivo encajabaja, que es como finalmente ha aparecido firmado el artículo titulado "Hablan de mí".
Artículo que convendría leer antes de seguir con este post, porque lo destriparemos un poco:




¿Cómo se escribe un artículo a tres manos? Pues ni siquiera después de haberlo hecho estamos del todo seguros de cómo hacerlo. Comenzamos buscando una idea relacionada con el tema que nos habían propuesto y que es el eje de todo este número de la revista: Ego. ¿El ego de los periodistas? ¿El ego de los redactores, de los maquetadores? ¿La lucha de estos egos?... "¿Por qué no mejor el ego imaginario de una página de periódico?" "Sí." "Cojonudo." "Yo empiezo a escribir."

El primer miembro del colectivo comienza pues a escribir y redacta una primerísima versión con ideas más o menos comunes que supone ya una estructura del artículo. Debe tratarse de una página de periódico que "nos cuenta" como en una confidencia privada cómo hablan de ella sus "compañeras" digitales. Mal, claro. Una manera distinta de ver la criris de la prensa impresa, amenazada por el emergente periodismo (¿?) en internet. No debe desvelarse que se trata de una página hasta el final del artículo, es la pequeña sorpresa, el suspense de saber qué "señora" nos está diciendo estas cosas. Y por eso os pedimos que lo leyérais antes.

El segundo miembro del colectivo se hace cargo entonces del artículo. Introduce pequeñas modificaciones y busca un tono algo más acorde con el supuesto "personaje". Añade un párrafo nuevo y sugiere eliminar otro. La extensión del artículo supera en un 20%, aproximadamente, lo que nos habían pedido, unos 4.000 caracteres. Entra en escena el tercero que está también de acuerdo en eliminar esa misma parte, lo hace, pero además unifica todo el escrito con innumerables ajustes en el estilo, pequeños detalles pero de gran importancia que, pensamos, le dan unidad. Entre estas modificaciones se incluye eliminar una imagen al comienzo del artículo que nos parece muy buena, "píxeles como lentejuelas", pero que podría desvelar el "misterio" antes de tiempo. La labor de poda del tercer miembro del colectivo logra, además de unificar el estilo, la extensión pactada.

Parece que el artículo está terminado: lo enviamos. Y nada más hacerlo... detectamos varias erratas, alguna de bulto. Lo habíamos leído como mínimo tres veces cada uno de nosotros, pero hasta que no lo enviamos no empezamos a verlas crecer como setas por todo el texto. Aprovechando las correcciones, el segundo miembro encuentra la manera de incluir la imagen que nos gustaba al final del artículo para que así no desvele nada antes de tiempo. Y... ¡ya está!

Por cierto, este post algo distinto a los habituales, está también escrito a tres manos, exactamente las mismas. ¿Se nota mucho?

lunes, 31 de mayo de 2010

Diseñario 2.0 (XXXII)

No todo lo que no se ve, no existe. De hecho, el enigmático, contradictorio, genial y caprichoso comité de expertos nos han enviado un texto que requiere de vuestra participación para ser leído, porque existe, pero no se ve. Para ello, es necesario seleccionar la nada que aparece a continuación de la definición de invisibles en esta nueva entrega de esta obra infinita, irreverente, colectiva, abierta a vuestra pariticipación y, a veces, invisible, sobre el diseño periodístico y la prensa en general, llamada... Diseñario.





Invisibles. Así, en plural, modo en el que los programas de edición muestran los espacios que ocupan un carácter no impreso. Tanto en Word, como en Quark, etc., los invisibles son unos símbolos que indican si lo que tenemos delante es un espacio en blanco (con un puntito), o una sangría manual (una flecha orientada hacia el texto) o bien nos distinguen entre un salto de línea (una línea que apunta hacia abajo y a la izquierda, como la que aparece en las teclas ENTER) o un fin de párrafo (simbolizado con el famosísimo símbolo del calderón o esa especie de "p" invertida con dos trazos descendentes paralelos). Cuando hacíamos trabajos para la universidad en Word eran molestísimos, pero puestos a editar un texto son fundamentales. Porque es la única manera que tenemos de saber de un vistazo si lo que tenemos delante son dos espacios, o un track desmadrado, por ejemplo. O si hemos perdido definitivamente un texto para siempre o algún inútil ha pulsado la tecla enter del teclado numérico pensando que así se vuelve una línea. En Quark si eso fuera así, el invisible que aparecería en pantalla sería igual que el de la tecla ENTER grande. Pero no. Aparece una flechita apuntando hacia abajo, que quiere decir que acabas de saltar una columna entera... Esto es difícil de explicar a un redactor/a que está sufriendo una crisis nerviosa porque piensa que acaba de perder las últimas dos horas de trabajo... Los invisibles son así de útiles y porqué no decirlo, divertidos. Que las cosas siempre existen por una razón y no por capricho... Y conocer la razón última de las cosas te convierte en un ser poderoso en las situaciones límites...
En singular, todos nos hemos sentido alguna vez. Es esa peculiar sensación de que nadie de los que te rodea consigue verte, pese a que hayan tenido que pasar por encima de ti para alcanzar su objetivo. Hay quien lo enfoca positivamente y se debate entre utilizar su nuevo superpoder de invisibilidad para combatir el crimen o para cometerlo... Hay otros que no pueden asumir su insoportable transparencia, su deprimente incorporeidad y caen en el más oscuro de los abismos, donde todo el mundo es invisible...
Ser invisible es algo habitual en los trabajos de medio mundo, en muchas familias, incluso es algo inherente de algunas fases de la adolescencia, en las que nadie repararía en ti ni aunque te prendieses fuego en la puerta del instituto. Ser invisible es algo propio del periodo de formación, del paso de gusano a crisálida. El problema es que muchos llegan a la fase del capullo... y ahí se quedan, para siempre, en estado de capullo permanente... Aunque no hay que confundir los motivos de la invisibilidad. Hay ciertos invisibles que lo son por sentido común, por gran acuerdo general, por condescendencia con la especie humana... Y los hay que lo son contra su voluntad, deprimidos porque tienen tanto que ofrecer al mundo, y el mundo, injusto y mediocre, no les ve.
Las redacciones están llenas de estos invisibles, de los que la sociedad aísla, por lesivos, o de los que son injustamente excluidos. Muchos de ellos hacen trabajos fundamentales para que un periódico llegue a buen término. Profesionales ejemplares, que hacen una labor estoica y admirable y por la que nunca recibirán un aplauso ni una felicitación. Gente que nunca firmará un artículo ni aparecerá nunca en un staff, que se ha acostumbrado a hacer su trabajo y a no recibir más premio que su nómina y la satisfacción del trabajo bien hecho. Ese tipo de personas que nunca salen en las fotos, bien porque tienen esa capacidad vampírica de no impresionar la película, bien porque inexplicablemente, su cabeza saldrá tapada en cien de cien intentos fotográficos. O directamente, porque nunca se les invitará a posar con el resto de la redacción. Gente de documentación, de talleres, de impresión, del servicio de limpieza, mantenimiento, incluso el tipo que rellena las máquinas de refrescos y chucherías, que contribuyen a que nos demos un homenaje de andar por casa a altas horas de la noche para celebrar el último cierre complicado. Incluso muchos miembros de secciones como nacional, deportes, comunicación, economía, cultura e incluso maquetación, que durante toda su vida profesional han desarrollado un trabajo prudente, metódico y profesional, alejado de los artificios y pirotecnias de los flashes, los platós de televisión, las portadas y las reuniones de primera edición. Personajes casi anónimos que han recibido como premio a su desempeño la más desoladora indiferencia de casi todos sus compañeros y jefes… Gente imprescindible en el día a día, pero a la que sólo se la echará en falta el día en que falten, conscientes entonces, de la enorme injusticia que se ha cometido contra ellos. Invisibles. Profesionales que sustentan el día a día del periódico con su tran-tran diligente, con su abnegada y no suficientemente reconocida dedicación. Si de algo sirviera para restituir tantos años de injusta indiferencia, estas humildes líneas, admirados compañeros, van por vosotros.

Itálica. Letra cursiva. Italic, en inglés, de ahí la letrita "i" en combinación con alguna otra tecla de los programas de edición para dar este estilo a nuestros textos. Y van ustedes a permitirnos que el Diseñario cite al propio Diseñario como autoridad, porque como ya explicamos precisamente en la voz cursiva "recibe también el nombre de itálica porque las primeras cursivas se concibieron y dibujaron en 1501 en Italia por el afamado tipógrafo Aldo Manuzio". Reciben también el nombre... de manera teórica, porque en la vida real, a pesar de que el nivel de gilipollismo es tan insondable como el alma humana, sinceramente, todavía no nos hemos topado, al menos en la redacción de un periódico, con quien nos pida que le pongamos un texto "en itálica". Hasta ahí podíamos llegar.


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.
Diseñario 2.0 (XXII): enviado especial-exclusiva.
Diseñario 2.0 (XXIII): exposición-faldón.
Diseñario 2.0 (XXIV): fe de errores-fino.
Diseñario 2.0 (XXV): flash-fondo.
Diseñario 2.0 (XXVI): fotero-fotón.
Diseñario 2.0 (XXVII): free-lance-freehand.
Diseñario 2.0 (XXVIII): galerada-grapa.
Diseñario 2.0 (XXIX): gritar-hemeroteca.
Diseñario 2.0 (XXX): hemorroide-hostias (darse de).
Diseñario 2.0 (XXXI): ilustrator-imposición.