...el diario
El País, y todos los demás, publicábamos páginas así. Pero hace diez años hubiera sido impensable publicar así una página
La primera página que aparecía después de la primera página del periódico del domingo, abriendo la sección de Internacional, encabezando un gran reportaje de tres páginas dedicado a conmemorar los atentados terroristas de mayor magnitud en la historia, sucecidos hace diez años... ¡con un faldón de publicidad!
"La década que alumbró el ocaso", titulan en esta página que hubiera resultado inimaginable hace diez años, hablando del contenido de su información y sin quererlo hablando también de su forma, de un diseño periodístico rendido a la crisis publicitaria. ¿Pero cómo? Si antes esta página NUNCA hubiera llevado publicidad, e incluso habría abierto como página par para ser la primera de la doble, imposible también en este caso porque la impar también es toda ella un anuncio... será porque ahora hay más publicidad, ¿no?
Pues no, es precisamente por todo lo contrario. Aunque pueda parecer una paradoja, hace diez años la abundancia de publicidad permitía que pudiéramos hacer con ella no lo que quisiéramos pero sí mucho más que lo poco o nada que podemos hacer ahora con la poca publicidad que tenemos. Podíamos abrir a toda página con un tema, o a varias páginas incluso, cuando lo considerábamos de mucha importancia; y podíamos permitirnos rechazar publicidad (incluso por criterios estéticos), o colocarla donde mejor nos pareciese porque, además, hace diez años podíamos publicar también muchas más páginas.
Hablando de escasez, las ¡6 páginas! (enteritas estas sí, y sin publicidad, lo que posiblemente obligó a llevar ese faldón a donde antes nunca hubiera llegado) de publirreportaje con formato de entrevista a Rubalcaba tampoco ayudan, o más bien ilustran a la perfección "el ocaso".
Hace diez años a un impertinente módulo de publicidad —ese auténtico dedo en el ojo que es el temido 2 por 2— no se le hubiera permitido, ni a él se le habría ocurrido, arruinarnos, en este caso a nosotros, una magnífica apertura de Cultura trabajada con días de adelanto y mucho talento...
...y modificada en un más difícil todavía con enorme profesionalidad por nuestra compañera de sección
Esmeralda Sáez, autora también de esa primera gran versión.
Hace diez años hablábamos con aires de superioridad descalificando esas promociones que tantos periódicos nos hacían vender y tantos sueldos y buen periodismo permitían a cambio. Y ahora, si nos dicen que el enésimo curso de esperanto, o el ajuar con el escudo de su equipo "parece que no van mal" se nos abren los ojos como platos y sentimos una sensación desconocida, y agradable. "¿De verdad?, ¿no joooodas?".
Hace diez años comenzaba un siglo del que esperábamos tiempos mejores, mucho mejores, después de un siglo XX de guerras mundiales, genocidios en Europa perpetrados por los pueblos "más cultos", armas nucleares y crisis económicas de las que supuestamente habíamos aprendido, además de adelantos tecnológicos inimaginados por quienes vivieron antes. Pero comenzó con aviones de pasajeros estrellándose contra las Torres Gemelas de Nueva York para llenar de miedo el mundo, de guerras con un coste incalculable en vidas y en recursos económicos, una de las causas que impiden la recuperación económica de una crisis en la que parecemos atrapados sin salida. "En los costes de la guerra para Estados Unidos calculados hace tres años", escribe el premio Nobel de Economía
Joseph Stiglitz, "la cifra conservadora osciló entre 3 y 5 billones de dólares. Desde aquel entonces, han aumentado todavía más".
Hace diez años éramos más jóvenes y aunque sólo fuera por eso parecíamos tener más futuro, o menos incertidumbre. Después de diez años,
El País titula "la década que alumbró el ocaso" y un faldón de publicidad arruinando la página que abre el periódico parece darles la razón.
[Actualización]
Nuestro amigo
Jordi Catalá, de
El Periódico, nos envía esta imagen en la que también ha tenido que "tragar" con la publicidad. Ese pequeño anunció le obligo a replantear y reordenar el gráfico que iba a doble página para "adaptar las piezas a una nueva geometría". Pero como él mismo nos cuenta, ese "pequeño recuadro travieso" es lo que nos da de comer... aunque a veces el precio a pagar es un poco alto, desde el punto de vista del diseño.