La sorpresa al entrar en aquella redacción y ver por primera vez los ordenadores Macintosh encendidos, con páginas completas en sus pantallas, fotografías y tipografías incluidas, no ha podido ser igualada desde entonces... hace ya más de 20 años.
Me explico. Comencé a trabajar en las artes gráficas, con los primeros ordenadores que se aplicaron en la fotocomposición, o los segundos, tampoco nos pasemos. Ordenadores que "dirigían" una enorme cámara fotográfica que llamábamos filmadora en cuyo interior había que incorporar las matrices de los tipos de letra grabadas en un disco de cristal, carísimo por cierto, y que yo cambiaba con las manos temblorosas cuando en vez de en Times había que componer un texto en Helvética, por ejemplo. Y sin mezclarlos, claro. Eso después, a mano, con un cuter y pegando papeles.
En la pantalla del ordenador tan sólo se veía un fondo negro y letras verdes, todas iguales en forma y tamaño, sí, como lo de Matrix, exactamente así. Las pantallas no representaban las tipografías, ni las negritas o cursivas, ni los tamaños mayores de los títulos. Hablar ya de que hubiera una fotografía "dentro" de un ordenador... nos hacía sonreír con gesto sarcástico... cuando algún enterado nos contaba que ya había ordenadores así.
Y no pasó mucho hasta que en 1990 conseguí una entrevista de trabajo en un periódico de Madrid, con El Sol como cabecera, en cuya redacción no habría papeles, según corrió la voz por la ciudad... porque trabajarían con ordenadores macintosh en red. Sí, aquellos de los que me habían hablado. Y entré, y los vi encendidos, y vi las páginas, con la tipografía, con las fotografías... No puede compararse siquiera con la experiencia actual al utilizar un iPhone o un iPad, algo que, no obstante, es también absolutamente sorprendente.
Que el principio de todo fuera la tipografía, como nos cuenta el propio Jobs en este discurso ya conocido pero que durante el día de hoy ha sido enlazado por todos los lugares del planeta, lo explica todo. "Fue la primera computadora con una tipografía maravillosa", les dice Jobs a los alumnos que se gradúan en la Universidad de Stanford después de detallarles que dejó sus estudios universitarios apenas 6 meses después de haberlos empezado, y que se quedó como oyente en distintos cursos, uno de ellos de "caligrafía". "Nada de esto tenía la mínima esperanza de aplicación en mi vida. Pero gracias a ello, diez años después, todo esto regresó a mí. Y así diseñamos el Mac... De no haber asistido a ese curso los Mac no hubieran tenido esas tipografías o fuentes proporcionalmente espaciadas. Y como Windows sólo hizo una copia de Mac, cabe la posibilidad de que ningún ordenador las hubiera tenido nunca".
La herramienta (presente)Páginas de "publicidad" —la 'chapa' de toda la vida, consultar 'Diseñario'— publicadas en las primeras semanas de la salida a los quioscos del diario El Sol, de Madrid, en 1990
Me explico. Comencé a trabajar en las artes gráficas, con los primeros ordenadores que se aplicaron en la fotocomposición, o los segundos, tampoco nos pasemos. Ordenadores que "dirigían" una enorme cámara fotográfica que llamábamos filmadora en cuyo interior había que incorporar las matrices de los tipos de letra grabadas en un disco de cristal, carísimo por cierto, y que yo cambiaba con las manos temblorosas cuando en vez de en Times había que componer un texto en Helvética, por ejemplo. Y sin mezclarlos, claro. Eso después, a mano, con un cuter y pegando papeles.
En la pantalla del ordenador tan sólo se veía un fondo negro y letras verdes, todas iguales en forma y tamaño, sí, como lo de Matrix, exactamente así. Las pantallas no representaban las tipografías, ni las negritas o cursivas, ni los tamaños mayores de los títulos. Hablar ya de que hubiera una fotografía "dentro" de un ordenador... nos hacía sonreír con gesto sarcástico... cuando algún enterado nos contaba que ya había ordenadores así.
Y no pasó mucho hasta que en 1990 conseguí una entrevista de trabajo en un periódico de Madrid, con El Sol como cabecera, en cuya redacción no habría papeles, según corrió la voz por la ciudad... porque trabajarían con ordenadores macintosh en red. Sí, aquellos de los que me habían hablado. Y entré, y los vi encendidos, y vi las páginas, con la tipografía, con las fotografías... No puede compararse siquiera con la experiencia actual al utilizar un iPhone o un iPad, algo que, no obstante, es también absolutamente sorprendente.
Que el principio de todo fuera la tipografía, como nos cuenta el propio Jobs en este discurso ya conocido pero que durante el día de hoy ha sido enlazado por todos los lugares del planeta, lo explica todo. "Fue la primera computadora con una tipografía maravillosa", les dice Jobs a los alumnos que se gradúan en la Universidad de Stanford después de detallarles que dejó sus estudios universitarios apenas 6 meses después de haberlos empezado, y que se quedó como oyente en distintos cursos, uno de ellos de "caligrafía". "Nada de esto tenía la mínima esperanza de aplicación en mi vida. Pero gracias a ello, diez años después, todo esto regresó a mí. Y así diseñamos el Mac... De no haber asistido a ese curso los Mac no hubieran tenido esas tipografías o fuentes proporcionalmente espaciadas. Y como Windows sólo hizo una copia de Mac, cabe la posibilidad de que ningún ordenador las hubiera tenido nunca".
Mario Benito
Lo reconozco sin rubor alguno: soy un converso. Un usuario que tuvo que caer desde lo alto de su blanco caballo clónico para encontrarse a sí mismo camino de Damasco Store.
Soy periodista. Y soy un maqueta. Pero soy de aquella generación que abrazó el PC probablemente por el mismo motivo que abrazó el VHS y no el Beta... porque era más barato, porque era más compatible, porque se compraba en la tienda de tu barrio... porque en el videoclub había muchas más películas... nunca porque fuera lo mejor. Pertenezco a esa generación... perdida. Perdida en el MS-DOS y su impenetrable código. Perdida entre procesos de instalación dignos de ingenieros industriales. Absolutamente perdida comtemplando aquello que pensaba que era la representación fidedigna del color y la tipografía en pantalla. Una generación que abrió una ventana... y se asomó a un abismo críptico e infinito...
Soy periodista. Y soy un maqueta. Y soy un converso. Para convertirse no basta con la voluntad. Convertirse requiere que tu interior se remueva. Convertirse es el acto máximo de amor, porque para convertirse hay que negarse a uno mismo... y eso no es un proceso racional, sino de entrega...
Tengo un Macbook Pro desde hace un año. No penséis mal, lo compré porque me hacía falta... es decir, NECESITABA TENERLO... El bueno de Mario Benito tuvo la generosidad de prestarme el suyo unos días para preparar una presentación en Keynote... Y me enamoré. He de decir que no fue amor a primera vista, llevábamos unos años haciéndonos los encontradizos.Empezó de la forma más inocente, cuando entró en mi casa un iPod. Fue la primera vez en la que pensé que aquella pequeña belleza blanca valía todos y cada uno de los centímos que me costó. Fuimos inseparables durante años y ahora preside el salón de mi casa, inundándola de música a todas horas, intacto, elegante... radiante. Demasiado bello para alguien que se crió con un PC...
Soy periodista. Y soy un maqueta. Y soy un converso. Durante años he defendido que en nuestro trabajo en los periódicos y en la vida, lo importante es la cabeza del usuario, que la herramienta era lo de menos... Desde que tengo un Mac, ya no estoy seguro de nada, no me atrevería a aseverarlo con esa contundencia. Con la herramientas adecuada, la cabeza vuela hasta cotas que antes no habías imaginado. La temida barrera tecnológica es intuitiva y accesible desde el teclado de mi Mac.
Soy periodista y los Macs han sido una constante en las redacciones de todo el mundo. Soy un maqueta y aunque el ajuste de costes ha expandido los PC en las redacciones, todos hemos vivido nuestras mejores páginas en las pantallas de algún Mac. Y soy un converso, porque estoy perdidamente enamorado del mío, una herramienta que me hace mejor usuario, un prodigio que me facilita las cosas. Un ordenador que me ayuda a pensar diferente, a preocuparme por el fondo y no por la forma.
Los genios tienen éstas cosas. Esta mañana planteábamos en un despacho el Documentos homenaje a Steve Jobs. Todo el mundo daba su opinión, algunos más entusiasmado que otros. Ricardo Martínez, seguramente, el mejor ilustrador del planeta Tierra, apenas participaba. Preguntó cómo iba a ser la portada que tendría su ilustración y se marchó a su despacho. A los diez minutos volvió con estos dos bosquejos para la ilustración de portada. A los diez minutos...
Hace años que le conozco y no deja de sorprenderme. Su virtuosismo extremo, su absoluta genialidad. En diez minutos, con unos sencillos trazos de bolígrafo, trajo estos dos dibujos, perfectamente publicables ya en cualquier medio:
Pocos homenajes a Steve Jobs podrán gloriarse de estar a su altura. Sin duda, esta ilustración de Ricardo lo consigue. El homenaje de un genio para otro genio.
Soy periodista. Y soy un maqueta. Pero soy de aquella generación que abrazó el PC probablemente por el mismo motivo que abrazó el VHS y no el Beta... porque era más barato, porque era más compatible, porque se compraba en la tienda de tu barrio... porque en el videoclub había muchas más películas... nunca porque fuera lo mejor. Pertenezco a esa generación... perdida. Perdida en el MS-DOS y su impenetrable código. Perdida entre procesos de instalación dignos de ingenieros industriales. Absolutamente perdida comtemplando aquello que pensaba que era la representación fidedigna del color y la tipografía en pantalla. Una generación que abrió una ventana... y se asomó a un abismo críptico e infinito...
Soy periodista. Y soy un maqueta. Y soy un converso. Para convertirse no basta con la voluntad. Convertirse requiere que tu interior se remueva. Convertirse es el acto máximo de amor, porque para convertirse hay que negarse a uno mismo... y eso no es un proceso racional, sino de entrega...
Tengo un Macbook Pro desde hace un año. No penséis mal, lo compré porque me hacía falta... es decir, NECESITABA TENERLO... El bueno de Mario Benito tuvo la generosidad de prestarme el suyo unos días para preparar una presentación en Keynote... Y me enamoré. He de decir que no fue amor a primera vista, llevábamos unos años haciéndonos los encontradizos.Empezó de la forma más inocente, cuando entró en mi casa un iPod. Fue la primera vez en la que pensé que aquella pequeña belleza blanca valía todos y cada uno de los centímos que me costó. Fuimos inseparables durante años y ahora preside el salón de mi casa, inundándola de música a todas horas, intacto, elegante... radiante. Demasiado bello para alguien que se crió con un PC...
Soy periodista. Y soy un maqueta. Y soy un converso. Durante años he defendido que en nuestro trabajo en los periódicos y en la vida, lo importante es la cabeza del usuario, que la herramienta era lo de menos... Desde que tengo un Mac, ya no estoy seguro de nada, no me atrevería a aseverarlo con esa contundencia. Con la herramientas adecuada, la cabeza vuela hasta cotas que antes no habías imaginado. La temida barrera tecnológica es intuitiva y accesible desde el teclado de mi Mac.
Soy periodista y los Macs han sido una constante en las redacciones de todo el mundo. Soy un maqueta y aunque el ajuste de costes ha expandido los PC en las redacciones, todos hemos vivido nuestras mejores páginas en las pantallas de algún Mac. Y soy un converso, porque estoy perdidamente enamorado del mío, una herramienta que me hace mejor usuario, un prodigio que me facilita las cosas. Un ordenador que me ayuda a pensar diferente, a preocuparme por el fondo y no por la forma.
Los genios tienen éstas cosas. Esta mañana planteábamos en un despacho el Documentos homenaje a Steve Jobs. Todo el mundo daba su opinión, algunos más entusiasmado que otros. Ricardo Martínez, seguramente, el mejor ilustrador del planeta Tierra, apenas participaba. Preguntó cómo iba a ser la portada que tendría su ilustración y se marchó a su despacho. A los diez minutos volvió con estos dos bosquejos para la ilustración de portada. A los diez minutos...
Hace años que le conozco y no deja de sorprenderme. Su virtuosismo extremo, su absoluta genialidad. En diez minutos, con unos sencillos trazos de bolígrafo, trajo estos dos dibujos, perfectamente publicables ya en cualquier medio:
Boceto inicial de Ricardo. Tardó diez minutos en hacer ¡los dos!
Dibujo definitivo de Ricardo. Empiezan a faltarnos los adjetivos... Una auténtica obra maestra.
Página completa del Documento especial
Pocos homenajes a Steve Jobs podrán gloriarse de estar a su altura. Sin duda, esta ilustración de Ricardo lo consigue. El homenaje de un genio para otro genio.
Javier Vidal
Presente (¿y futuro?) iFácil
Escribo estas primeras líneas desde un iPhone. Hace tiempo que tengo un iMac y desde hace 6 guardo cientos de canciones en un iPod que un colega me trajo de "estraperlo" de USA y que escucho intermitenmente según mi estado de ánimo.
Desde hace un par de años (¿¿tan pocos??) tengo en mis manos un iPhone y lo he convertirdo en un apéndice más de mi cuerpo. Dicen mis compañeros que escribo muy rápido en ese [físicamente] inexistente (¿?) teclado. Que tengo unos pulgares prodigiosos. Puede ser, pero me sale natural. No puedo hacerlo despacio. Y desde que lo tengo no he podido estar mucho tiempo alejado de él (a pesar del disgusto de mi chica; ¿os suena?). Pero es que engancha.
Ha cambiado la forma de comunicarnos (no sé si para bien o para mal, creo que lo primero) y me gusta. Me gusta que mis colegas estén a golpe de Whatsapp, saber cómo llegar a un sitio si estoy perdido en medio de una ciudad, qué bares recomiendan cerca de una plaza, reconocer una canción a un pulgar de distancia o saber qué es lo último que se comenta por twitter. O escribir esta parte del post con el iPad desde el sofá de mi casa. Esto lo pueden hacer otros, sí, pero ni es lo mismo ni fueron los primeros.
No quiero decir que Jobs sea mejor que esos personajes históricos que cambiaron el mundo de otra forma, con mucho esfuerzo y sacrificios personales de elevadísimo precio. Pero ese chaval que fue dado en adopción nada más nacer, que abandonó la universidad porque sus padres adoptivos no la podían costear y que fundó con apenas algo más de 20 años una de las compañías más grandes del mundo, ha hecho (y esperemos que siga haciendo) que determinados aspectos de la vida fueran extremadamente fáciles. iFáciles. Y eso es difícil de olvidar si tienes la "i" entre manos todo el día.
Desde hace un par de años (¿¿tan pocos??) tengo en mis manos un iPhone y lo he convertirdo en un apéndice más de mi cuerpo. Dicen mis compañeros que escribo muy rápido en ese [físicamente] inexistente (¿?) teclado. Que tengo unos pulgares prodigiosos. Puede ser, pero me sale natural. No puedo hacerlo despacio. Y desde que lo tengo no he podido estar mucho tiempo alejado de él (a pesar del disgusto de mi chica; ¿os suena?). Pero es que engancha.
Ha cambiado la forma de comunicarnos (no sé si para bien o para mal, creo que lo primero) y me gusta. Me gusta que mis colegas estén a golpe de Whatsapp, saber cómo llegar a un sitio si estoy perdido en medio de una ciudad, qué bares recomiendan cerca de una plaza, reconocer una canción a un pulgar de distancia o saber qué es lo último que se comenta por twitter. O escribir esta parte del post con el iPad desde el sofá de mi casa. Esto lo pueden hacer otros, sí, pero ni es lo mismo ni fueron los primeros.
No quiero decir que Jobs sea mejor que esos personajes históricos que cambiaron el mundo de otra forma, con mucho esfuerzo y sacrificios personales de elevadísimo precio. Pero ese chaval que fue dado en adopción nada más nacer, que abandonó la universidad porque sus padres adoptivos no la podían costear y que fundó con apenas algo más de 20 años una de las compañías más grandes del mundo, ha hecho (y esperemos que siga haciendo) que determinados aspectos de la vida fueran extremadamente fáciles. iFáciles. Y eso es difícil de olvidar si tienes la "i" entre manos todo el día.
Luis Blasco
Think different
Nuestro homenaje a quien era un verdadero emprendedor
Vídeo: Quique Falcón