No ha resultado nada fácil pero, tal y como prometimos, con todos ustedes: el ¡Diseñario 2.0! Gracias a las nuevas tecnologías hemos podido localizar a los miembros del enigmático y muy ilustre comité de expertos encargados de su redacción, y ponerlos a su vez en contacto entre sí, para que lleven a cabo esta versión aumentada del Diseñario con las nuevas voces que han ido llegando hasta nosotros por distintos cauces.
Parece, eso sí, que pese a las dificultades para encontrarlos y, sobre todo, convencerlos, han vuelto con ganas a tenor de la extensión de estas primeras tres entradas; pero que no cunda el pánico, que nadie se deje dominar por ese miedo humano y comprensible ante cualquier texto de más de tres líneas (¡sacrilegio en internet!, ¡pero cómo se atreven! ¡oh, cielos!) porque quién sabe si no se desinflan más pronto que tarde como esos corredores de larga distancia que, ilusionados, parecen esprintar a la salida. O tal vez no.
Parece, eso sí, que pese a las dificultades para encontrarlos y, sobre todo, convencerlos, han vuelto con ganas a tenor de la extensión de estas primeras tres entradas; pero que no cunda el pánico, que nadie se deje dominar por ese miedo humano y comprensible ante cualquier texto de más de tres líneas (¡sacrilegio en internet!, ¡pero cómo se atreven! ¡oh, cielos!) porque quién sabe si no se desinflan más pronto que tarde como esos corredores de larga distancia que, ilusionados, parecen esprintar a la salida. O tal vez no.
A
Adelanto. Escribir un adelanto es como lanzarse a una piscina, sin saber si te estás tirando por el lado que cubre o por el que no. Es trabajar a ciegas, sin referencias, sin el calorcito que te proporcionan las cuatro paredes de una maqueta. Opción ésta que prefieren la inmensa mayoría de los redactores, porque lo cómodo es rellenar un hueco, aunque sea inmenso, que no tener que enfrentarse con disciplina a la inmensidad de una pantalla en blanco sabiendo que tienes un límite de caracteres a los que ceñirte. Porque, y esta es una de las principales características de los adelantos, suelen tener un límite de extensión. Este límite se da para facilitar el trabajo a todos y para contener la tendencia a la homilía que todo redactor alberga en su interior.
Generalmente un adelanto viene precedido de una pelotera. La que se produce cuando un redactor te pide que le maquetes una doble página con un texto general generoso, sin fotos (por supuesto) y seis despieces para dentro de cuatro semanas. O cuando algún otro simpático redactor te dice, en pleno cierre de la primera edición del periódico, que su página para segunda es lo primero que tienes que hacer, porque ya no llega al cine a la sesión de las once de la noche.
Los maquetadotes tenemos muchas virtudes, sin duda. Algunos incluso hemos desarrollado cierta capacidad extrasensorial para adivinar el futuro y presentir el marrón que se avecina, cual pastores interpretando las cabañuelas de agosto. Pero algo que no sabemos hacer es maquetar al dictado o a ciegas. Ante eso sólo te queda respirar profundamente, contar hasta diez y sugerirles, amablemente, que si tanta prisa tienen en escribir su texto quizá lo mejor sería que lo hiciesen en un adelanto.
Si la propuesta fructifica, llega el momento de negociar la extensión. Ciento ochenta líneas. ¿Tres folios? Ciento ochenta líneas. ¿Dos columnas de arriba abajo? Uno, ocho, cero. ¿Como la maqueta de ayer? CIENTO-OCHENTA... Vale, vale, ya lo he pillado. Pero no. Cuando te lo entrega, obediente, ha escrito cuatrocientas ochenta y seis líneas sin puntos y aparte. Y aún algunos tienen la ocurrencia de decirte que ya que lo han hecho en adelanto, que hagas el favor de ajustárselo... con un poquito de track.
Pero el gran drama de los adelantos, el momento en que el adelanto se convierte en una catástrofe incontrolada suele darse cuando algún jefe de sección, generalmente de la sección de Cultura, ha tenido la ocurrencia de encargar unas cuantas opiniones a personajes destacados, para enriquecer un tema. En ese caso, el que da las líneas suele ser el redactor. Y claro, las da como si no fuesen suyas. En un alarde de generosidad sin precedentes, concede cien a un músico. Ciento cuarenta al presidente del club de fans de Bob Dylan. Cuarenta y seis al ministro de Cultura... y así hasta completar ocho opiniones en adelanto que tú, desgraciado maquetador, tendrás que ajustar. Todo un reto. Y un ejercicio de autocontrol. Porque claro, "no les vamos a cortar ni una línea, encima que han tenido el detalle de hacernos un adelanto...".
En otra acepción del término, adelanto puede referirse a algún cambio, mejora o avance en el campo informático de la redacción. Es curioso, porque siempre que se introduce un adelanto informático te instalas en la edad de piedra durante varias jornadas.
Agencias. Empresas periodísticas que suministran información, tanto en forma de texto, fotos, cortes de audio y vídeo, etc. a los periódicos, televisiones, radios, etc. Su origen se remonta a la mitad del siglo XIX cuando la expansión mundial "obligaba" a los periódicos a suministrar noticias de todo el mundo sin, obviamente, grandes gastos de corresponsalías, enviados especiales y similares. Las agencias, situadas en todo el mundo, vendían esas informaciones a la prensa. Entre las más conocidas: AP, Reuters, AFP o EFE. Algunas distribuyen noticias a miles de periódicos de todo el mundo, con una única condición: inmediatez. Las noticias tienen que llegar ya.
Precisamente esa rápida y enorme distribución ha sido a la vez su mejor baza y su peor publicidad, en una especie de paradoja. Son como las marcas blancas de los supermercados: más baratas, no se agotan nunca, saben bien y te sacan de un apuro. Pero a todos nos gusta comprar la leche de marca, la fresca, la que ordeñan todos los días. Algunas veces compramos un brick sin marca, pero sólo cuando no queda de la buena o han subido tanto el cartón que tenemos que usar la marca blanca para no arruinarnos. Los periódicos igual: metemos noticias de agencia sólo si no hay otra posibilidad, es decir, o no tenemos corresponsal o el texto no llega o es algo exclusivo.
Otro tema son las fotos de agencia. Debido a la gran diversidad geográfica y a la calidad de las fotografías de agencia, son muy utilizadas en los periódicos. Llegan miles fotos de todo el mundo, de todo tipo de actos y eventos, no. Además, entre las agencias cuentan con grandes fotorreporteros premiados en múltiples ocasiones. Son una enorme fuente de gran material.
Es esta utilización de las fotos de agencia la que nos lleva muchas veces a "chocar" con el departamento de fotografía de los periódicos: nosotros queremos dar las mejores fotos, sin importar de quién son y así no estar condicionados; en el departamento de fotografía prefieren dar la foto del fotero en plantilla. ¿Quién gana? Unas veces nosotros, otras ellos, pero no siempre el producto final.
Alcance. Es una segunda oportunidad cuando no hemos llegado a tiempo. Una posibilidad cuando las cosas suceden en el peor momento, justo después de haber cerrado una edición o inmediatamente antes de cerrar y sin tiempo para reaccionar y modificar nada porque la rotativa comienza a girar. Sucede de noche...
Expliquémonos: Los periódicos llamados nacionales, los que se distribuyen no sólo en su ciudad (porque un periódico es siempre algo propio de una ciudad más que de un país) sino en todas las ciudades y pueblos de esa nación, cuentan con dos ediciones. Una primera edición, llamada precisamente edición nacional, que debe hacerse y terminarse -cerrarse, decimos- antes, generalmente entre las nueve y las diez de la noche para así poder imprimirla con tiempo suficiente para su distribución por todo el territoro nacional. Y una segunda edición que comenzamos a hacer inmediatamente después de haber terminado la primera (¡hemos cerrado! ¡Bieeennn! A seguir...) aprovechando muchas de sus páginas, cambiando otras tantas e incluyendo nuevas, entre otras las propias de la sección, o cuadernillo según el caso, de Local dedicadas a la ciudad del periódico que es precisamente donde se va a distribuir esta edición de... Madrid, por poner el ejemplo que más a mano tenemos.
Pues bien, entre una edición y otra, y después de la segunda y última existe la posibilidad de hacer algunos cambios y enviar páginas, alcances (aquí los tenemos), a la rotativa para que las sustituyan. ¿Cómo es esto posible? Sencillamente parando la rotativa y cambiando las planchas con las nuevas, donde se incluyen las páginas de alcance, para continuar imprimiendo el número de ejemplares que falten hasta completar la tirada prevista.
Esto da lugar al curioso fenómeno de que casi nunca (porque casi siempre hacemos alcances) todos los periódicos de una misma edición sean iguales. Los impresos al comienzo tendrán la edición tal y como la cerramos y aquellos impresos después de la parada incluirán las páginas de alcance con las modificaciones que hicimos.
Como parar una rotativa (¡paren máquinas!, sí) y hacer planchas nuevas es algo costoso y retrasa la edición, los alcances tienen que merecer la pena o corregir un error muy grave, o grave al menos (una de las causas más frecuentes de los alcances), y debe hacerse además cuando falta todavía por imprimir una parte considerable de la tirada. Compensa, pues, si se mejora en un número grande de ejemplares, aunque también se conocen alcances que sólo alcanzaron (de ahí el nombre) a un número reducidísimo de ejemplares, los justos, eso sí, para que al día siguiente el director no detectase un vergonzoso error "¡motivo de despido!" que sí detectaron los cientos de miles de lectores de casi toda la tirada anterior al alcance de última hora. Muy entrada la noche ya.
Nota: A los nuevos lectores del Diseñario les informamos de que se trata de una obra colectiva e irreverente sobre el diseño periodístico y la prensa en general, y que está abierta a la participación de todos aquellos que quieran hacerlo a través del correo electrónico de encajabaja. A nuestros lectores habituales se lo recordamos una vez más y les animanos a que sigan participando. Gracias a todos.
Generalmente un adelanto viene precedido de una pelotera. La que se produce cuando un redactor te pide que le maquetes una doble página con un texto general generoso, sin fotos (por supuesto) y seis despieces para dentro de cuatro semanas. O cuando algún otro simpático redactor te dice, en pleno cierre de la primera edición del periódico, que su página para segunda es lo primero que tienes que hacer, porque ya no llega al cine a la sesión de las once de la noche.
Los maquetadotes tenemos muchas virtudes, sin duda. Algunos incluso hemos desarrollado cierta capacidad extrasensorial para adivinar el futuro y presentir el marrón que se avecina, cual pastores interpretando las cabañuelas de agosto. Pero algo que no sabemos hacer es maquetar al dictado o a ciegas. Ante eso sólo te queda respirar profundamente, contar hasta diez y sugerirles, amablemente, que si tanta prisa tienen en escribir su texto quizá lo mejor sería que lo hiciesen en un adelanto.
Si la propuesta fructifica, llega el momento de negociar la extensión. Ciento ochenta líneas. ¿Tres folios? Ciento ochenta líneas. ¿Dos columnas de arriba abajo? Uno, ocho, cero. ¿Como la maqueta de ayer? CIENTO-OCHENTA... Vale, vale, ya lo he pillado. Pero no. Cuando te lo entrega, obediente, ha escrito cuatrocientas ochenta y seis líneas sin puntos y aparte. Y aún algunos tienen la ocurrencia de decirte que ya que lo han hecho en adelanto, que hagas el favor de ajustárselo... con un poquito de track.
Pero el gran drama de los adelantos, el momento en que el adelanto se convierte en una catástrofe incontrolada suele darse cuando algún jefe de sección, generalmente de la sección de Cultura, ha tenido la ocurrencia de encargar unas cuantas opiniones a personajes destacados, para enriquecer un tema. En ese caso, el que da las líneas suele ser el redactor. Y claro, las da como si no fuesen suyas. En un alarde de generosidad sin precedentes, concede cien a un músico. Ciento cuarenta al presidente del club de fans de Bob Dylan. Cuarenta y seis al ministro de Cultura... y así hasta completar ocho opiniones en adelanto que tú, desgraciado maquetador, tendrás que ajustar. Todo un reto. Y un ejercicio de autocontrol. Porque claro, "no les vamos a cortar ni una línea, encima que han tenido el detalle de hacernos un adelanto...".
En otra acepción del término, adelanto puede referirse a algún cambio, mejora o avance en el campo informático de la redacción. Es curioso, porque siempre que se introduce un adelanto informático te instalas en la edad de piedra durante varias jornadas.
Agencias. Empresas periodísticas que suministran información, tanto en forma de texto, fotos, cortes de audio y vídeo, etc. a los periódicos, televisiones, radios, etc. Su origen se remonta a la mitad del siglo XIX cuando la expansión mundial "obligaba" a los periódicos a suministrar noticias de todo el mundo sin, obviamente, grandes gastos de corresponsalías, enviados especiales y similares. Las agencias, situadas en todo el mundo, vendían esas informaciones a la prensa. Entre las más conocidas: AP, Reuters, AFP o EFE. Algunas distribuyen noticias a miles de periódicos de todo el mundo, con una única condición: inmediatez. Las noticias tienen que llegar ya.
Precisamente esa rápida y enorme distribución ha sido a la vez su mejor baza y su peor publicidad, en una especie de paradoja. Son como las marcas blancas de los supermercados: más baratas, no se agotan nunca, saben bien y te sacan de un apuro. Pero a todos nos gusta comprar la leche de marca, la fresca, la que ordeñan todos los días. Algunas veces compramos un brick sin marca, pero sólo cuando no queda de la buena o han subido tanto el cartón que tenemos que usar la marca blanca para no arruinarnos. Los periódicos igual: metemos noticias de agencia sólo si no hay otra posibilidad, es decir, o no tenemos corresponsal o el texto no llega o es algo exclusivo.
Otro tema son las fotos de agencia. Debido a la gran diversidad geográfica y a la calidad de las fotografías de agencia, son muy utilizadas en los periódicos. Llegan miles fotos de todo el mundo, de todo tipo de actos y eventos, no. Además, entre las agencias cuentan con grandes fotorreporteros premiados en múltiples ocasiones. Son una enorme fuente de gran material.
Es esta utilización de las fotos de agencia la que nos lleva muchas veces a "chocar" con el departamento de fotografía de los periódicos: nosotros queremos dar las mejores fotos, sin importar de quién son y así no estar condicionados; en el departamento de fotografía prefieren dar la foto del fotero en plantilla. ¿Quién gana? Unas veces nosotros, otras ellos, pero no siempre el producto final.
Alcance. Es una segunda oportunidad cuando no hemos llegado a tiempo. Una posibilidad cuando las cosas suceden en el peor momento, justo después de haber cerrado una edición o inmediatamente antes de cerrar y sin tiempo para reaccionar y modificar nada porque la rotativa comienza a girar. Sucede de noche...
Expliquémonos: Los periódicos llamados nacionales, los que se distribuyen no sólo en su ciudad (porque un periódico es siempre algo propio de una ciudad más que de un país) sino en todas las ciudades y pueblos de esa nación, cuentan con dos ediciones. Una primera edición, llamada precisamente edición nacional, que debe hacerse y terminarse -cerrarse, decimos- antes, generalmente entre las nueve y las diez de la noche para así poder imprimirla con tiempo suficiente para su distribución por todo el territoro nacional. Y una segunda edición que comenzamos a hacer inmediatamente después de haber terminado la primera (¡hemos cerrado! ¡Bieeennn! A seguir...) aprovechando muchas de sus páginas, cambiando otras tantas e incluyendo nuevas, entre otras las propias de la sección, o cuadernillo según el caso, de Local dedicadas a la ciudad del periódico que es precisamente donde se va a distribuir esta edición de... Madrid, por poner el ejemplo que más a mano tenemos.
Pues bien, entre una edición y otra, y después de la segunda y última existe la posibilidad de hacer algunos cambios y enviar páginas, alcances (aquí los tenemos), a la rotativa para que las sustituyan. ¿Cómo es esto posible? Sencillamente parando la rotativa y cambiando las planchas con las nuevas, donde se incluyen las páginas de alcance, para continuar imprimiendo el número de ejemplares que falten hasta completar la tirada prevista.
Esto da lugar al curioso fenómeno de que casi nunca (porque casi siempre hacemos alcances) todos los periódicos de una misma edición sean iguales. Los impresos al comienzo tendrán la edición tal y como la cerramos y aquellos impresos después de la parada incluirán las páginas de alcance con las modificaciones que hicimos.
Como parar una rotativa (¡paren máquinas!, sí) y hacer planchas nuevas es algo costoso y retrasa la edición, los alcances tienen que merecer la pena o corregir un error muy grave, o grave al menos (una de las causas más frecuentes de los alcances), y debe hacerse además cuando falta todavía por imprimir una parte considerable de la tirada. Compensa, pues, si se mejora en un número grande de ejemplares, aunque también se conocen alcances que sólo alcanzaron (de ahí el nombre) a un número reducidísimo de ejemplares, los justos, eso sí, para que al día siguiente el director no detectase un vergonzoso error "¡motivo de despido!" que sí detectaron los cientos de miles de lectores de casi toda la tirada anterior al alcance de última hora. Muy entrada la noche ya.
Nota: A los nuevos lectores del Diseñario les informamos de que se trata de una obra colectiva e irreverente sobre el diseño periodístico y la prensa en general, y que está abierta a la participación de todos aquellos que quieran hacerlo a través del correo electrónico de encajabaja. A nuestros lectores habituales se lo recordamos una vez más y les animanos a que sigan participando. Gracias a todos.