lunes, 5 de noviembre de 2007

Páginas literarias

Tendrían que ser mis frases de una sencillez extrema, lo mas opuestas a rebuscados comienzos con un verbo, para que mi escritura fluyese como la de Ian McEwan. Depuradas, limpias, despojadas de cualquier amaneramiento y, sin embargo, luminosas, gotas destiladas de esencia pura y fresca. Las palabras justas en frases directas que por un inexplicable milagro de los dioses se abren en infinitos significados y emociones. Vuelvo la vista hacia las palabras anteriores y es justo lo contrario de lo que estoy haciendo, porque escribir así... ¿cómo se hace? Es para volverse loco.

¿Y a que viene todo esto, aquí? Pues a que dentro de la literatura a veces viven también los periódicos, incluso el diseño de una página puede formar parte de una novela. Como sucede en Amsterdam, publicada en 1998 en Londres y cuyo autor, evidentemente, es el mencionado Ian McEwan. Un grande del que también es muy recomendable leer la absorbente Amor perdurable, y, sobre todo, Expiación, convertida en un clásico con sus muy pocos años. Pero hoy hablamos de Amsterdam porque, además de su mencionada relación con la prensa es la mejor manera de empezar con este escritor. Esta novela absolutamente magistral obtuvo el premio Booker de ese mismo año en el Reino Unido, aunque he de decir que a mí los premios, de cualquier clase, me suelen reblandecer los músculos, algún músculo más que otro, también es cierto. Lo que realmente interesa es lo que cuenta y cómo lo cuenta.

Te agarra con fuerza y no te suelta desde el comienzo en el funeral de una bella, inteligente y joven mujer que reúne a cuatro de quienes fueron sus amantes: el viejo millonario aburrido con quien estaba casada; el actual ministro ultraconservador de asuntos Exteriores; Vernon, director del periódico londinense El Juez; y Clive, compositor musical de éxito que trabaja en una sinfonía del milenio. Clive y Vernon, amigos desde la juventud, forman parte de la élite progresista y culta de Londres en contraste con los otros dos hombres. El relato de una jornada en el periódico, incluida una hilarante reunión para decidir los temas del día siguiente, nos pone en situación de quién es este periodista de pocos escrúpulos que intenta salvar un diario en caída libre. También tiene dificultades el compositor para terminar su sinfonía: busca una melodía perfecta que no llega.

En un mundo complicado todo comienza a complicarse aún más cuando el viudo millonario pone en manos del director del periódico unas fotos comprometedoras que su esposa tomó del ministro de Exteriores vestido de mujer, el conservador azote de homosexuales. A pesar de la oposición de casi todos, incluida la de su amigo el compositor de quien esperaba más apoyo, Vernon decide publicar esas fotos para salvar al país de un político hipócrita y fascista y de paso las ventas de su periódico. Diseña él mismo la página, la primera página, porque “conocía la fuerza de lo que tenía entre manos. Dejaba que las imágenes hablaran por sí mismas”. Y cuando está a punto de enviarla a la rotativa, entonces.... pues sucede lo que no voy a desvelar, faltaría más, para que así leáis Amsterdam. No sé si el diseño de una página es literatura en alguna otra novela, pero en esta auténtica obra maestra sí lo es. Divertida, precisa e implacable en su crítica de la naturaleza humana a la que nadie escapa. Un derroche de inteligencia. Lean a McEwan, amigos, a los enemigos es mejor no recomendárselo porque podrían hacerse más sabios.



Y más

Otras novelas “periodísticas” de obligada lectura: Imperio, de Gore Vidal, fascinante; El americano impasible, del inmenso Graham Greene, sin palabras; Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi, estremecedora y rebosante de estilo; Una sirena en la noche, del italiano Roberto Giardina, deliciosa novela juvenil que no ha perdido su frescura (¡es de 1978, joder!) en la que el protagonista es el periodismo.
Aunque estoy seguro de que no están todas y de que vosotros también tendréis vuestras novelas “periodísticas” imprescindibles, ¿no?

jueves, 1 de noviembre de 2007

Cuando menos es más

A los redactores les encanta meter muchas fotos en sus páginas. Sí, es así. Vienen con una pila de fotos y te espetan: "Vamos hacer un álbum chulo [sic] con estas fotos que te traigo". Ahí te echas a temblar... Hay ocasiones en las que el álbum está justificado e incluso le viene bien al tema porque así los lectores pueden ver los personajes que han asistido al evento. Pero hay otras en las que merece la pena apostar por una sola foto que sea capaz de acompañar y complementar el mensaje que transmite el texto de la página. Una sola foto para dominarlas a todas.

Las páginas que hoy os traemos son un ejemplo de esto que os comentamos. El tema del día era la inauguración de la ampliación del Museo del Prado. Los Reyes le querían dar una dimensión especial al acto, de ahí la elección del cuadro Fusilamiento de Torrijos. Todo está milimétricamente preparado en la Casa Real, no se deja nada al azar.

Precisamente se elige una foto con fuerza para la portada. Los Reyes y las autoridades en una curiosa escalera sólo rota por la reina, custodian y casi imitan el cuadro. En la portadilla de la sección de Cultura se apuesta por otra gran foto. Los personajes ante la inmensidad de la ampliación. Como en la anterior imagen, un elemento que "rompe" la foto, la mirada del Príncipe Felipe hacia la claraboya que da luz a la sala.

Las tres páginas en cuestión. La última, finalmente, no salió

Y en la tercera página está la "polémica". Dar varias fotos, cuadradas, con varios personajes o apostar por una gran foto que acompañe al titular y lo explique. Porque no hay que olvidar que texto y fotos deben ir de la mano. No se entiende el uno sin el otro.

La primera opción de los chicos de Cultura fue dar un collage con cuatro fotos, cuatro planos con varios personajes, como un póquer de ases. Un poco plano, la verdad. No apostaban por nada y no ayudaban a comprender el título de la columna. ¿Quién se reconciliaba, Aguirre, el mandamás del BBVA? ¿Quién?... No quedaba claro.

Sin embargo un rato después bajó Fran, responsable ese día de la sección de Cultura y decidió cambiar la foto. "Vamos a dar esta más grande", dijo. Y mejoró el asunto, vaya si lo mejoró. Una foto grande con los personajes aludidos en el título bien centrados y pillados en un momento de "complicidad". Una foto que complementa perfectamente a la columna que acompaña, algo que no siempre sucede. Hasta el propio Fran, sorprendido, reconoció que quedaba "mucho mejor". Lo dicho, menos, a veces, es más.

Las tres páginas con la página que sí salió publicada

martes, 30 de octubre de 2007

Revista de blogs (III)

Os traemos una nueva entrega de nuestra revista de blogs con una selección de los mejores enlaces de este mundillo.

Para comenzar, damos la bienvenida a la blogosfera a Encarni Hinojosa, creadora de Yo hago los dibujitos. Con esta magnífica frase resume a los no iniciados en la materia en qué consiste la infografía y de paso nos enseña su trabajo en La Voz de Cádiz, donde, como en todo periódico pequeño, igual cose un huevo que fríe un alfiler. Porque la vida hay que tomársela con sentido del humor. La animamos desde aquí y le damos la enhorabuena por su recién creado blog.

Desfaziendo entuertos es el blog de José Alfonso de Tomás y en él podemos encontrar diversos trucos para manejar el Photoshop, Quark, Indesign, etc. Trucos que van desde la gestión de color hasta cómo imprimir correctamente un archivo en pdf. 100% práctico y 100% recomendable para manejar a fondo los programas con los que nos tenemos que enfrentar cada día.

Por último, y no por ello menos importante, un clásico de la red. Se trata de Caja de Imagen, blog del departamento de diseño del Heraldo de Aragón. Aunque actualizan menos a menudo de lo que nos gustaría, merece la pena estar atentos a este blog en el que nos muestran el magnífico trabajo realizado en tierras mañas. Lo dicho, un clásico imprescindible.

sábado, 27 de octubre de 2007

Un olvido

Un descuido. Esperábamos un cambio en todos los suplementos de El País y esta semana Ciberpaís ha aparecido con su ropa de siempre, la vieja. Un malentendido. Tal vez el fallo fue nuestro porque en realidad nadie mencionó el suplemento tecnológico. Un abandono, pues. Porque es cierto que ni se le mencionó, ni se le ha renovado como a casi todos los demás (hoy sábado comprobamos que tampoco El Viajero alcanza la modernidad) tal vez por falta de tiempo, de medios, o de interés en hacerlo.

Así apareció, el pobre, el jueves. Al menos le pusieron la mancheta nueva, con su acento azul, arriba a la izquierda. Se debió quedar quieto cuando pidieron voluntarios para someterse al diseño de Óscar Mariné mientras Babelia, Domingo y El País Semanal daban un paso al frente. Y por tanto no le han vestido con los modelos minimalistas, con esas estructuras esenciales de Mariné que tanto se han criticado y que tan extraño me hacen sentir, las críticas digo, porque al parecer debo ser uno de los pocos a quien le parecen bien, muy bien incluso. Tan bien, que ni El País se ha atrevido a ponerlo en página tal cual, como nos lo adelantaron, y ya el primer día de estreno lo llenaron de sumarios en páginas que debían ser sólo de texto y multiplicaron las fotitos en otras. Corren malos tiempos para la lectura, vengo diciendo. Y para el riesgo, al parecer.

¿Y corren malos tiempos para internet, para las nuevas tecnologías, para ser global, para la gente joven? Parece ser que no, ¿no? Entonces, por qué el abandono de Ciberpaís, precisamente el suplemento dedicado a todo esto y que seguramente contará con lectores más jóvenes. Porque después de tanto estudio no creo que sea un olvido, y la falta de medios no nos convence del todo. ¿No será que quienes deciden en el periódico global en castellano en realidad no están en internet, ni se interesan en ello, ni en las nuevas tecnologías, algo que sí atrae a los más jóvenes? ¿No será que Cebrián y compañía no leen o ni tan siquiera hojean Ciberpaís? ¿Sabrán que existe? No puede ser un olvido.

jueves, 25 de octubre de 2007

Palabras mágicas, palabras malditas

Traemos en esta ocasión el artículo de un nuevo colaborador. Nuestro compañero, amigo y gran maqueta, Enrique Falcón, nos ofrece su punto de vista acerca del trabajo en la redacción.

Hoy he hecho algo prohibido. He sido totalmente consciente de mi acto. Un acto de rebeldía. Una locura.
Sabéis cuando vais por la carretera sin nada de tráfico. Limpia, clara, cristalina. Tu coche circula sin impedimentos y la hora que calculaste de llegada se reduce a cada kilómetro que avanzas. Pero de repente, tu compañero de viaje comenta:
-Parece que hoy no hay muchos coches.
¡¡¡Nooooooooooo!!! ¡¿Qué ha hecho?! Inexplicablemente, a los pocos kilómetros, coincidiendo con un cambio de rasante, aparece ante ti el embotellamiento mejor organizado que has visto jamás: con sus carriles repletos de vehículos salpicados de lentos camiones.


Páginas de primera edición, cuando todo estaba tranquilo...


Bueno, pues esto es lo que pasó...
Trabajo maquetando en el turno de medianoche de un periódico y el pasado 18 de octubre me encontraba en la redacción. Eran las 11:10 de la noche, ya habíamos terminado con todo el trabajo y disfrutábamos de uno de esos momentos en los que el periódico está en un relativo silencio. Había terminado de dar cuenta de un bocadillo cuando cometí la felonía:
-Parece que se presenta una noche tranquila...
Mi compañero Mario se giró rápidamente y me miró desconcertado.
-¿Estás loco? No sabes que está PROHIBIDO decir eso. Son las palabras mágicas.
-Venga, Mario. Hay que huir de la superstición...
-Y del oscurantismo.
Apostilló él. Y prosiguió:
-Como pase algo, te enteras.
Dijo con media sonrisa comprendiendo que mi acción era una bravuconada sin consecuencias. Pero...
11:13. Aparece el jefe de Internacional avisándonos que ha habido un atentado contra Benahzir Bhutto en la India y que no sabe la repercusión pero que nos preparemos.
11:15 y 11:16. Llamada de teléfono de Deportes pidiendo que arreglemos un título que está mal y el crítico de Toros que quiere la foto horizontal en lugar de vertical.
Mientras yo realizo esos cambios, Mario está con el responsable de la noche cambiando la portada.
11:20 y 11:21. Aparecen el jefe de Nacional que quiere cambiar páginas en segunda edición y la encargada de las delegaciones necesita que le pintemos un gráfico para meter la lotería. Mario sigue con la Portada. Corrijo la página de Toros, las de Nacional y contesto a una llamada en la que me preguntan qué tipo de letra tiene que ir en la segunda de Nacional.
11:23. Presencia de una redactora de Local que cambia un par de fotos en una doble y pone mala cara al ver que va a salir más tarde de lo que pensaba.
11:26. El jefe de Internacional ya tiene decidido los cambios. Han muerto centenares de personas y Bhutto ha salido indenme. Organiza su sección. Mario coge un par de páginas y yo otro tanto. Llama otro redactor de local para que le levante la firma que se le ha caído (???????) .
11:30. Atiendo a la redactora de Local. Joder me he olvidado del de Deportes. A ver si acabo pronto con ésta. Los que esperan los cambios a mi lado comienzan una animada charla.
11:32. Llama el Deportes preguntando que qué coño pasa con sus cambios. Se va la de local. Aparecen Economía, Nacional y Televisión.
11:33. Llamada de telefono que no contesto.
Y así, hasta las 11:55. Sin parar. Cambios en Cultura, problemas con una foto en Opinión, otra vez el de Deportes. En menos de una hora realizamos unas 12 páginas y unos 30 cambios. Todo frenético, intentando no cometer errores para no volver a ver al que se acaba de ir.
A las 12:06 el asunto se aclara. Todos se han ido. Mario y yo nos miramos y nos reimos.


... que quedaron así, en segunda edición, después de tan lamentable frase


-Te lo dije. No se puede decir esa maldita frase. -Me dijo Mario. Yo sonrío, recojo mis cosas, cierro el cajón me pongo el reloj y le digo.
-Seguro que ahora que te quedas solo tienes una noche tranquila... -Y el contesta:
-Tío, ¡no me jodas!

Quique Falcón

miércoles, 24 de octubre de 2007

De la pata al plano (americano)

En el diseño en prensa hay que tener en cuenta muchos factores a la hora de dar forma a una información. El orden, la jerarquía, la carga informativa de las imágenes, son un ejemplo. Además, hay que tener en cuenta otros factores menos tangibles, como el ritmo y el movimiento. Sobre el ritmo ya hemos hablado en alguna ocasión, algo que deriva de la disposición de los distintos elementos en la página en sí y entre otras páginas. El movimiento consiste en algo parecido,en una página o en toda una sección, quizás más sutil. El movimiento lo puede aportar una imagen, o la correcta utilización de los elementos que conforman los distintos niveles de lectura. También la composición de la página puede inferir un inusitado movimiento al conjunto de la edición. Dentro de los elementos dinamizadores de la información resulta muy efectiva la pata americana. Se denomina así a la última columnade un texto que subiendo, cierra una pieza, de forma que arropa toda la información. El ritmo de lectura se desquilibra, la valoración gráfica gana peso por encima de los titulares, y en consecuencia, se obliga a el ojo del lector a recorrer la página buscando el arranque de la información. ¡Voilà! Se crea el movimiento.



Ejemplo de pata americana. La última columna
de la información
sube y acompaña a la imagen


Sinceramente, desconozco el origen de este recurso. He preguntado a compañeros y amigos si conocían la historia de la pata americana y no ha habido suerte. Parece evidente su origen trasoceánico, pero no hemos sido capaces de precisarlo. Desde aquí aprovechamos la dimensión de la blogosfera y la gran cantidad de amigos que nos leen (muchísimos de ellos en el continente americano) para que en este blog se arroje luz sobre el tema. Cualquiera que sepa de dónde surge el término pata americana, por favor, esperamos ansiosos vuestros comentarios.


¿Fruto de un elaborado planteamiento o recurso surgido de la necesidad? Pensando en ello, me vino a la cabeza la historia de otra aportación típicamente made in USA, el plano americano. Ese plano en el que se encuadra al protagonista desde las rodillas hacia arriba, dejando el fondo del decorado en un segundo plano sugerido. Es la transición entre el plano medio y el general, un plano que nos acerca al personaje, pero sin vincularnos emocionalmente con él, una prudente media distancia. Lo curioso es que este plano, que hoy se utiliza como un recurso dramático habitual, surge de una necesidad de lo más primaria. En la época del dorado western, los cineastas se dieron cuenta de que necesitaban un plano que permitiera que a los protagonistas se les vieran...las pistolas. Así de simple. Y hasta hoy.



John Wayne, en plano americano


Una necesidad que se convierte en recurso dramático. ¿Como la pata americana? Lo cierto es que es una técnica útil, pero de la que se puede caer preso. Requiere una apuesta gráfica que lo sostenga. Y esto me viene al pelo para una pequeña reflexión sobre el rediseño de EL PAÍS. Nos han contado durante los últimos meses que este nuevo diseño iba a apostar decididamente por la imagen. Eso está muy bien. Y es cierto que las imágenes han crecido en el nuevo diseño. Como los cuerpos. Ha crecido un poco todo. Ahí entra la pata americana, con su dinamismo. Pero las fotos a cuatro columnas sobre cinco posibles encierran una trampa. Condicionan la titulación y el resto de la página, a menos que trabajes en La Vanguardia, claro. Combinadas con un apoyo, por ejemplo, no te dejan muchas opciones. Y si abusas de este recurso, resulta que a fuerza de dar todas las fotos grandes y querer mover las páginas... te repites. Y buscando nuevas soluciones das con el tercer ejemplo, al que no sé muy bien cómo llamar: ¿doble pata americana? ¿repata americana? ¿remilpata americana?




Tres ejemplos de las muchas patas americanas que hemos
podido ver en las ediciones de este pasado domingo y lunes de EL PAÍS


A mí, personalmente, me parece que este nuevo PAÍS ha renunciado a signos de identidad propios del periódico. Se ha simplificado el nivel de lectura, han desaparecido los ladillos, los cierres y con tanta foto a cuatro o cinco columnas la edición gráfica (tradicionalmente muy bien valorada) se me queda un poco plana. Eso sí, con tanta foto a cuatro columnas, ahora hay muchísimas patas americanas.

martes, 23 de octubre de 2007

Niveles de lectura

El tema del acento en la cabecera de El País ha sido uno de los más tratados en lo que a su rediseño se refiere, o maquillaje o cirguía estética si preferís llamarlo así. Yo creo que es algo más que maquillaje pero, desde luego, no es un diseño nuevo, no llega a rediseño. Hablaremos pasados unos días. Y tal vez lo haya sido porque vivimos tiempos en que lo anecdótico suele eclipsar lo principal, en que nos dejamos llevar, todos, por la curiosidad llamativa, por los adornos, por lo famoso en vez de lo importante. Y, sinceramente, lo del acento me da exactamente igual. En primer lugar porque lo que han puesto no es un acento, si queremos ponerlo pues se lo ponemos en vez de pintarle una monada en azul para corregir una supuesta falta de ortografía mantenida durante 30 años. Y en segundo lugar porque no supone nada a la hora de leer el periódico. Y el periódico, los periódicos, se publican para ser leídos. Ya lo escribí el otro día cuando hacía referencia a las supuestas razones para el cambio: las páginas se hacen para ser leídas y en lo que a lectura se refiere el cambio más importante que ha llevado a cabo El País ha sido eliminar la entradilla de sus noticias, algo que se ha mencionado como de pasada en comparación con las charlas que hemos leído y oído sobre el banal acento.


Hasta el sabado pasado El País ofrecía a sus lectores tres niveles de lectura que ahora, por afán modernístico, han quedado reducidos a dos. Porque sí o porque todavía no se ha reunido durante meses un comité nombrado por el director para encontrar una razón, como hicieron con el diseño global. Ya nos dirán entonces porqué han decidido quitar la entradilla. En El País, primero se hacen las cosas, nos dijo Javier Moreno, y después se piensa por qué se han hecho.

El primer nivel de lectura se refiere a los títulos. Una primera pasada que hacemos a cualquier periódico consiste en la lectura de los titulares (por eso son grandes, no porque adornen más así las páginas). Este nivel de lectura lo tienen todos los diarios, evidentemente, y no creo que ningún rediseño se atreva a eliminarlo, aunque casos de intento ha habido (si yo contara...). El segundo nivel de lectura es la entradilla que El País ha eliminado: si el título despierta nuestro interés tenemos un párrafo que nos cuenta brevemente la noticia. Este segundo nivel lo tenía El País y casi ningún periódico moderno. El tercer nivel de lectura lo constituye el cuerpo central de la noticia, el texto, al que llegas si los dos primeros te han interesado. Es adentrarte más en la noticia. Son tres opciones y ahora, más modernos, tenemos sólo dos.



Nuestro "plumilla favorito" como él mismo se denomina, el siempre perspicaz Juan Gonzalo, nos comentaba el otro día que una de las razones para eliminar la entradilla podría deberse a que quisieran que entrásemos directamente en el texto, porque tal vez la entradilla hace que en ocasiones sólo leas esa introducción y no el resto de la noticia. Desde luego es una razón de peso, de mucho más peso que las que ha dado el propio El País, porque hasta ahora no nos han dado ninguna, que desaparece en consonancia con los periódicos más modernos, o algo así. Es una opción, pero es una opción con menos variantes y posibilidades para el lector que la que tan bien había funcionado hasta ahora. Yo, como lector, prefiero tener más opciones, como también vengo reclamando que si de verdad nos quieren dar explicaciones pues eso, que las den. Que no nos distraigan con un acento azul.