En este mundo incierto existen todavía quienes se refugian en un extraño anonimato y, perdidos, alejados de todo posible reconocimiento, sabiendo además que intentan encuadrar, o poner límites, a una obra que además no los tiene, siguen adelante hacia el infinito, y más allá. Por otro lado, estamos casi seguros de que si la divertidísima, y originalísima, gala de los Premios Goya entregase uno de ellos al mejor diseñario, y lo ganasen quienes escriben cada semana para nosotros esta obra colectiva, irreverente y abierta a vuestra participación sobre el diseño periodístico y la prensa en general, es bastante probable que los enigmáticos miembros del comité de expertos encargados de su redacción no se dieran a conocer ni siquiera para subir, empasillados por los aplausos de todos los asistentes puestos en pie, a recoger el premio. Con todos ustedes, una nueva entrega del Diseñario.
Empasillado. En los periódicos la información no sólo se lee, sino que también se ve. Esto quiere decir que la forma, tantas veces caprichosa, no lo es tanto cuando obedece a un contenido. Una manera de destacar una información, de resaltar su singularidad, consiste en variar su forma, su morfología, haciendo que resalte en medio de un texto de características más ordinarias...
Se conocen como empasillados a los elementos que se encuentran confinados entre dos trazos generalmente horizontales, de manera que la impresión óptica es la de un texto preso en un estrecho pasillo. De ahí, ¡oh, universo inexcrutable! su desconcertante nomenclatura. Los empasillados, por su singular puesta en página, se utilizan para destacar pequeños títulos, epígrafes que aún con afán de título secundario, digamos que no consiguen alcanzar ese rango. ¿Cómo metemos un título dentro de un texto sin llegar a tener la importancia de un segundo título, pero destacándolo de manera que no pase por simple ladillo? Empasillalo. Y con tan simple maniobra, no sólo solucionas la difícil papeleta de contentar a un redactor con pretensiones pero sin recursos, sino que, lo más importante, enriqueces los niveles de lectura de la página. Ya no sólo contiene un primer nivel de lectura, aquel que defienden los titulares, subtítulos y apoyos, sino que engrosan los niveles secundarios, esos que competen a sumarios, ladillos, etc. De un simple vistazo, consigues localizar entre la información una pequeña llamada sobre un tema, tangencial o no tanto, que o bien puede llamar a otra página (en los empasillados de la portada) o bien aumentan la jerarquía de algún ladillo, dando fe de su mayor importancia. No es lo mismo un ladillo en mitad de un texto que una serie de empasillados, con mucha más información y mucho más valorada...
Esto por lo que se refiere al diseño. Porque a los maquetadores también se nos puede empasillar. Esto ocurre con más frecuencia de lo que nos gustaría y se da cuando los redactores, ansiosos por encontrar soluciones a sus problemas, te asaltan en medio del pasillo, cuando estás en la fila para sacar un café, o en el angosto repartidor que da acceso al ascensor. Generalmente te sitian contra la pared, o te cierran el paso hacia el garaje (de ahí el empasillamiento) o en casos extremos, intentan entrar contigo en el baño, en una clara violación de tu intimidad...de tránsito. Lo hacen desbordados por la presión, animados por alguna ocurrencia de última hora, en una clara muestra de imprudencia, porque no hay especie más peligrosa en el reino animal que un maquetador que se siente acorralado. Capaces de cualquier barbaridad en esas situaciones límite, no es la primera vez que se han visto en algún periódico redactores huyendo despavoridos, con las ropas hechas jirones, mientras al fondo, un maquetador con los ojos inyectados en sangre aulla: "¡¡¡¡Me estoy tomando un café, por Dios!!!! ¡¡¡¡Son mis dos minutos libres del díaaaa!!!"
Encuadrar. Delimitar el espacio de una fotografía, decidir qué va a aparecer en ella y qué se va a quedar fuera. Es "el escenario de la imagen", según la mejor definición impresa que hemos encontrado ("El ojo del fotógrafo", Michael Freeman). No es un tecnicismo cualquiera, ni uno más de entre los muchos que gasta la fotografía, porque se trata ni más ni menos del elemento que en la mayor parte de los casos diferencia la foto de un pofesional o un aficionado avanzado de la que podríamos denominar "foto del cuñado". Sí, ese que se compró en Andorra o Canarias un mamotreto de muchos millones de píxeles con su funda incorporada y se dedica ahora a cortar pies, por los tobillos, nada de planos medios americanos o de la nacionalidad que sea, mientras el cielo, o una pared acribillada con las sombras del flash, o la nada, ocupan dos terceras partes de la imagen. El lo llama "enfocar", a encuadrar, tal vez porque de que el motivo fotografiado esté en foco, nítido en el plano de la imagen, ya se encarga la cámara, a duras penas, autofocando si nos permiten la licencia.
El encuadre está muy relacionado con el corte que se le quiera dar a las imágenes para ser impresas, y de cuyos aspectos ya nos ocupamos en la voz correspondiente. Pero si bien el corte es una intervención en una imagen ya realizada, el encuadre es de lo que nos ocupamos, o deberíamos, cuando estamos tomando la fotografía, y para lo que conviene mirar no sólo la figura central que queremos inmortalizar sino todo el rectangulito de nuestro visor para ver así todo lo que allí aparece, cómo está organizado (eso sería la composición) y dónde están los límites, dónde empieza y termina la imagen. Aspectos todos ellos sobre los que el fotógrafo tiene que decidir y que no lo hace ni hará ninguna cámara por sí sola, analógica, digital o de rayos X.
Entregas anteriores del Diseñario 2.0:
Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Se conocen como empasillados a los elementos que se encuentran confinados entre dos trazos generalmente horizontales, de manera que la impresión óptica es la de un texto preso en un estrecho pasillo. De ahí, ¡oh, universo inexcrutable! su desconcertante nomenclatura. Los empasillados, por su singular puesta en página, se utilizan para destacar pequeños títulos, epígrafes que aún con afán de título secundario, digamos que no consiguen alcanzar ese rango. ¿Cómo metemos un título dentro de un texto sin llegar a tener la importancia de un segundo título, pero destacándolo de manera que no pase por simple ladillo? Empasillalo. Y con tan simple maniobra, no sólo solucionas la difícil papeleta de contentar a un redactor con pretensiones pero sin recursos, sino que, lo más importante, enriqueces los niveles de lectura de la página. Ya no sólo contiene un primer nivel de lectura, aquel que defienden los titulares, subtítulos y apoyos, sino que engrosan los niveles secundarios, esos que competen a sumarios, ladillos, etc. De un simple vistazo, consigues localizar entre la información una pequeña llamada sobre un tema, tangencial o no tanto, que o bien puede llamar a otra página (en los empasillados de la portada) o bien aumentan la jerarquía de algún ladillo, dando fe de su mayor importancia. No es lo mismo un ladillo en mitad de un texto que una serie de empasillados, con mucha más información y mucho más valorada...
Esto por lo que se refiere al diseño. Porque a los maquetadores también se nos puede empasillar. Esto ocurre con más frecuencia de lo que nos gustaría y se da cuando los redactores, ansiosos por encontrar soluciones a sus problemas, te asaltan en medio del pasillo, cuando estás en la fila para sacar un café, o en el angosto repartidor que da acceso al ascensor. Generalmente te sitian contra la pared, o te cierran el paso hacia el garaje (de ahí el empasillamiento) o en casos extremos, intentan entrar contigo en el baño, en una clara violación de tu intimidad...de tránsito. Lo hacen desbordados por la presión, animados por alguna ocurrencia de última hora, en una clara muestra de imprudencia, porque no hay especie más peligrosa en el reino animal que un maquetador que se siente acorralado. Capaces de cualquier barbaridad en esas situaciones límite, no es la primera vez que se han visto en algún periódico redactores huyendo despavoridos, con las ropas hechas jirones, mientras al fondo, un maquetador con los ojos inyectados en sangre aulla: "¡¡¡¡Me estoy tomando un café, por Dios!!!! ¡¡¡¡Son mis dos minutos libres del díaaaa!!!"
Encuadrar. Delimitar el espacio de una fotografía, decidir qué va a aparecer en ella y qué se va a quedar fuera. Es "el escenario de la imagen", según la mejor definición impresa que hemos encontrado ("El ojo del fotógrafo", Michael Freeman). No es un tecnicismo cualquiera, ni uno más de entre los muchos que gasta la fotografía, porque se trata ni más ni menos del elemento que en la mayor parte de los casos diferencia la foto de un pofesional o un aficionado avanzado de la que podríamos denominar "foto del cuñado". Sí, ese que se compró en Andorra o Canarias un mamotreto de muchos millones de píxeles con su funda incorporada y se dedica ahora a cortar pies, por los tobillos, nada de planos medios americanos o de la nacionalidad que sea, mientras el cielo, o una pared acribillada con las sombras del flash, o la nada, ocupan dos terceras partes de la imagen. El lo llama "enfocar", a encuadrar, tal vez porque de que el motivo fotografiado esté en foco, nítido en el plano de la imagen, ya se encarga la cámara, a duras penas, autofocando si nos permiten la licencia.
El encuadre está muy relacionado con el corte que se le quiera dar a las imágenes para ser impresas, y de cuyos aspectos ya nos ocupamos en la voz correspondiente. Pero si bien el corte es una intervención en una imagen ya realizada, el encuadre es de lo que nos ocupamos, o deberíamos, cuando estamos tomando la fotografía, y para lo que conviene mirar no sólo la figura central que queremos inmortalizar sino todo el rectangulito de nuestro visor para ver así todo lo que allí aparece, cómo está organizado (eso sería la composición) y dónde están los límites, dónde empieza y termina la imagen. Aspectos todos ellos sobre los que el fotógrafo tiene que decidir y que no lo hace ni hará ninguna cámara por sí sola, analógica, digital o de rayos X.
Entregas anteriores del Diseñario 2.0:
Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
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