"-¿Qué es este lugar? -le pregunté al hombre que tenía los dedos hundidos en mi brazo.No me extrañaría nada que hubiera quien piense que el periodismo de investigación con cámara oculta, como el diseño arrevistado, son inventos recientes. Si es así, es porque tal vez no hayan ojeado periódicos antiguos, muy antiguos... y que no han leído a Bly. O que leyeron sin reparar en que a pesar de que entonces no había medios técnicos para un periodismo así, ella, sí, una mujer periodista en 1887, lo llevó a cabo con un lápiz oculto.
-La isla de Blackwell, un lugar para locos del que nunca saldrás."
Ediciones Buck publicó hace unos meses (casi un año ya) "Diez días en un manicomio", reportaje de la periodista norteamericana Nellie Bly (1864-1922), seudónimo de Elizabeth Jane Cochrane, publicado por el periódico New York World en 1887 (el World a secas del afamado editor J. Pullitzer que ahora da nombre a los premios periodísticos más prestigiosos a pesar de que practicara el más feroz sensacionalismo que recuerdan las rotativas). Sí. Una mujer. Con 23 años de edad. Periodista. Autora y precursora del más puro periodismo de investigación, y de denuncia social además. ¡En 1887!
Asimilados ya estos datos de por sí sorprendentes, la lectura de su relato es más sorprendente aún, más que asombrosa... escalofriante. Porque la señorita Bly tuvo los arrestos suficientes como para hacerse pasar por loca y así poder ingresar en el sanatorio psiquiátrico de la isla de Blackwell, en Nueva York. Y sanatorio psiquiátrico es un absoluto eufemismo para describir un manicomio del siglo XIX, técnicas de tratamiento a las dementes incluidas. Tratamientos...
"Una de las pacientes, la señora Cotter, una mujer hemosa y delicada, creyó un día ver a su marido por el paseo que conducía al sanatorio. Dejó la fila en la que estaba y corrió a su encuentro. Por aquello fue enviada al 'retiro'. Más tarde dijo:Como escribe la propia Bly. Apuntando sin adornos con su lápiz oculto. Y más...
-Ese recuerdo es suficiente para volverme loca. Por llorar, las enfermeras me pegaban con el palo de una escoba y saltaban sobre mí, y me dañaban por dentro. Nunca lo superaré. Después me ataron las manos y los pies y, tras echarme una sábana por la cabeza, la apretaron contra mi cuello para que no gritara. Entonces me metieron en una bañera con agua helada. Me dejaron allí hasta que perdí toda esperanza y quedé inconsciente. En otras ocasiones me agarraban por las orejas y me golpeaban la cabeza contra el suelo y contra las paredes. Me arrancaban el pelo a tirones para que no me creciese más.
La señora Cotter me mostró las pruebas de su relato, la hendidura en la parte de atrás de su cabeza y las calvas donde le habían arrancado el pelo a jirones. Relató su historia con los mínimos adornos posibles."
"Inyectan tanta morfina y cloral que las pacientes enloquecen. He visto a esas mujeres volverse locas pidiendo agua debido a los efectos de las drogas, y las enfermeras negársela. Las he oído suplicar toda la noche una gota y no recibirla. Yo misma grité pidiendo agua hasta que mi boca estuvo tan seca y resquebrajada que no podía hablar."Entrar en una institución así le resultó relativamente fácil a la periodista Bly, que engañó con muchísima facilidad a los médicos, un derecho de admisión muy abierto para muchas de sus compañeras, ingresadas sin fecha de salida por motivos banales, absurdos, porque alguien quiso librarse de ellas... Pero una vez dentro, convencer a las autoridades médicas de que un paciente no está loco resulta prácticamente imposible. "Eso dicen todos."
"He visto a pacientes quedarse de pie mirando hacia la ciudad que con toda probabilidad nunca volverán a pisar. Significa la libertad y la vida; parece tan cercana... y sin embargo no está el cielo más lejos del infierno."Diez días después de su ingreso en el sanatorio para enfermos mentales de la isla de Blackwell, Nellie Bly fue "rescatada" de allí por los responsables del periódico, en el que publicó un amplio reportaje de lo que había vivido. De las condiciones miserables en las que vivían y morían aquellas mujeres, de la comida en mal estado, el agua sucia para beber, de los "tratamientos", de la falta de ropa y el frío estremecedor, de las ratas y la insalubridad, de cómo se tiene por locos a locos y a quienes no lo son. El reportaje supuso que intervinieran el Gran Jurado de la ciudad de Nueva York y aunque no pudieron depurarse responsabilidades, se mejoró la situación de las pacientes así como que el comité de presupuestos de la ciudad adjudicara un millón de dólares más al año para el cuidado de los enfermos mentales.
Nelly Bly siguió escribiendo reportajes sociales durante un tiempo. Dió la vuelta al mundo por encargo del periódico compitiendo con el mismísimo Phileas Fogg de Julio Verne para batir el récord mundial completando su viaje en 72 días mientras lo escribía y contaba a sus lectores, en forma de bitácora (¿les suena esto de algo?). Después se casó con el millonario Robert Seaman y abandonó su trabajo. Más tarde murió su marido y ella se hizo cargo de la empresa familiar... que llevó a la quiebra por querer mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Se marchó a Inglaterra y participó como corresponsal de guerra para la prensa norteamericana durante la Primera Guerra Mundial y finalmente regresó a los Estados Unidos, donde falleció en 1922, de una neumonía, a los 57 años. Pero todo esto es otra historia, porque ahora estamos con ella en el interior de un manicomio terrible...
"Qué cosa tan misteriosa es la locura. He visto a pacientes cuyos labios están cerrados en un silencio perpetuo. Viven, respiran, comen; la forma humana está presente, pero ese algo sin el que el cuerpo puede vivir, pero que no puede existir sin el cuerpo, estaba ausente. A menudo me he preguntado si tras aquellos labios sellados moraban sueños que desconocíamos o si sólo estaba el vacío."
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