Un módulo de alto por una columna de ancho. Cuatro centímetros cuadrados escasos.
La superficie aproximada de un par de sellos postales (los que no sepáis qué
demonios es eso, levantaos de una puñetera vez del ordenador y salid a
que os dé un poco el sol, coño...). Nada... Un 1 por 1, un recurso, esa esquinita...
Un 1 por 1 de publicidad no vale para casi nada. Habiendo espacio de sobra para anunciarse, no vas a elegir el menor tamaño posible. Y con los precios de hoy en día, menos. Hoy puede anunciarse en un periódico hasta el bar de la esquina, no cuesta ya tanto dinero comprar un par de módulos en la prensa nacional. Como recurso sí que tiene cierto interés, cuando con un 1 por 1 consigues igualar algún desnivel fruto de la acumulación de pequeños anuncios que se escalonan como fichas de un tetris publicitario. En estos casos, el 1 por 1 devuelve a la línea recta el protagonismo que los módulos pueden hacerle perder. En diseño (y en la vida) todo es más fácil cuando es en línea recta.
Hace poco más de un mes, se rompió mi lavadora. La asquerosa, traidora, desleal de ella volvió a romperse una vez más. Y en esta ocasión quedaba descartada la reparación. De una vez por todas, estaba decidido a sustituir mi antigua y poco fiable lavadora por una auténtica máquina de precisión, un buen aparato que fuera capaz de lavar de manera ininterrumpida las montañas de ropa sucia que producen los niños de una familia numerosa... Con esa intención fuí a El Corte Inglés y tras dudar (mucho) entre un modelo de Siemens que costaba 679 euros pero que estaba rebajada a 579 y uno de AEG de 599 euros terminé decidiéndome por el segundo. Una fiera. Una bestia parda. Una máquina... de lavar.
Siempre que compras algo caro a los dos días lo ves en la misma tienda más barato. Es como lo de la tostada y la mantequilla, qué os vamos a contar que no sepáis. Es el universo, funciona así, está diseñado para tomarte el pelo y no se puede hacer nada al respecto. A los tres días de comprar mi flamante lavadora, venía encartado en el periódico un folleto de ofertas de El Corte Inglés. Lo ojeaba despreocupado en la hora de la comida cuando de pronto me fijé en esta página:
La lavadora Siemens, la que tanto me había hecho dudar, rebajada ¡220 euros! ¡De 679 a 459 euros! Solté todo lo que estaba haciendo, y salí corriendo hacia los grandes almacenes. Todavía no había recibido la nueva y estaba a punto de deshacer la compra y ahorrarme 150 euros. Un éxito absoluto.
Cuando me presenté en la planta de electrodomésticos, me atendíó un señor muy amable. Extremadamente amable. Tanto, que me dio hasta pena que tuviera que presenciar lo que estaba dispuesto a hacer. Le dije que estaba interesado en el modelo rebajado y me acompañó para verlo. Cuando llegamos a él, palidecí. Estaba rebajado de 679 a 549. 5-4-9 no 4-5-9. La palabra "errata" empezó a resonar en mi cabeza. Errata-errata-errata-errata.... ¡Errata! El catálogo debía estar mal, en el cartel de la lavadora lo ponía bien claro: 549 euros. ¡Ya me parecía a mí mucho descuento!
En fin, que no cunda el pánico. Conozco mis derechos como consumidor y sé que si el catálogo está mal no tengo porqué asumir ese error. He acudido a por una lavadora de 479 euros y vive Dios que me la voy a llevar. Soy lo suficientemente cabezón y ridículo como para entablar la guerra de las Galias por un asunto como éste... El señor amable que me atendía vio la diferencia de precio y me dijo:
—Debe ser un error del catálogo, señor...
—O de su cartel —repliqué casi sin darle tiempo a terminar.
—Déjeme que lo mire en el sistema, un momento...—. Y al poco volvió moviendo la cabeza:
—En el sistema pone el mismo precio, 5-4-9.
—Debe ser un error de su sistema, entonces —contesté ya totalmente consciente de lo panza arriba que me encontraba en ese momento. Llegados a este punto, no se puede ceder. Perdimos la dignidad hace ya mucho rato... ahora sólo queda seguir hacia el precipicio...
—Voy a preguntar al jefe de planta.
—Pregunte, pregunte...
Y esta vez tardó en volver. Y por un momento empecé a albergar esperanzas de llevarme el gato al agua. Si no podían demostrarme el error del catálogo, la lavadora sería mía y por mucho menos dinero. Ahora que lo escribo, pasados dos meses, me avergüenzo de mí mismo, pero en ese momento, era la reencarnación de Paco Martínez Soria y su entrañable Don Erre que erre... De allí no me movían ni los GEO.
Al rato, este excelente vendedor de El Corte Inglés, ese hombre imperturbable que me aguantó allí todo el rato sin torcer siquiera el gesto, volvió con un folio en la mano. Mirándome y, con semblante de no estar disfrutando en absoluto el momento, me dijo:
—Me temo que voy a tener que mantenerle el precio que pone el cartel de la lavadora, no el del catálogo...
—¿Cómo puede ser eso? —le pregunté.
—Hoy mismo se ha publicado una rectificación en la prensa en referencia a ese producto, precisamente... —y me enseño el siguiente recorte:
Hay veces que miras a la cara a la gente porque, honestamente, ya no sabes dónde narices mirar... Y en ese momento, yo no sabía dónde meterme... Ahí frente a mis ojos estaba la rectificación que me quitaba los pocos argumentos que me quedaban... Con un hilo de voz, pregunté:
—¿Dónde dice que se ha publicado esto?
—En EL MUNDO —me contestó... y me enseño una fotocopia de una página de ese día:
En EL MUNDO. En MI periódico. En el periódico que yo maqueto. En el periódico que había abandonado una hora antes, dando saltos como un conejo, porque había barruntado la posibilidad de ahorrarme unos pocos euros... Allí, escondido entre otros anuncios, como le corresponde a un diminuto 1 por 1, estaba la rectificación. Publicada y en papel, por cierto, talibanes de la web... En la sección de nacional, en la página 8. En una página que, ironías del destino, hablaba del histórico batacazo que se acababa de pegar Artur Más en las elecciones catalanas. El universo, decíamos, está diseñado para tomarte el pelo. Y para descojonarse de ti en tu cara. Pero es que algunos lo provocamos más de la cuenta. Y el batacazo de Mas me lo había llevado yo, y casi sin verlo venir.
En un intento final por recoger del suelo la poca dignidad que aún me quedaba, me erguí y le dije muy serio:
—Entonces... recibo la lavadora AEG que compré mañana en mi casa, ¿verdad?
—Mañana sin falta, señor —me respondió con una sonrisa de complicidad el amable señor que me atendió.
Y, disimulando mi bochorno, me di media vuelta y me fui de allí...
¿Para qué sirve un 1 por 1? No es que sea gran cosa. Es un espacio diminuto y que apenas se ve. Suele ser en blanco y negro, no destaca en una página y menos aún enterrado entre bloques mayores de anuncios. Un 1 por 1 es poca cosa. No sirve para demasiado.
Pero un 1 por 1 se publica en un periódico. Y lo que se publica en un periódico es vinculante. Con los lectores o con los clientes, que lo mismo da. Y si se publica, va a Misa. Y a veces, sólo hace falta decir: "Mira, está aquí, en la página 8, publicado en papel" para dejar sin argumentos a tanto pretencioso que pensaba que esto lo arreglaban ellos con un poquito de palabrería, con algún truquito de magia barata. Y por muy pequeño que sea, por poca superficie que ocupe, está publicado en el periódico, impreso en papel. Y eso, queridos, significa que tenemos un problema. Estés emparentado con el Rey, te financies ilegalmente, montes fiestas para chavales sin ninguna medida de seguridad o seas tan pardillo como para pensar que vas a llevarte algo por 200 euros menos de lo que vale porque le has visto los hilos a la marioneta... Al final, la verdad suele ver la luz desde las páginas de un periódico.
3 comentarios:
Jajaja esta entrada ha sido buenísima, una lástima que no te llevaras la lavadora por 220 € menos, pero la historia vale más.
Un saludo.
Je,je... Gracias, majo!
que buena información, es un gusto como siempre visitarte, saludos.
Publicar un comentario