lunes, 25 de febrero de 2013

Un caso (mágico) práctico

Hace exactamente una semana, el lunes pasado, tuvimos la oportunidad de volver a vivir una de esas situaciones ¿mágicas? que sólo pueden vivirse si tienes la suerte de formar parte de la redacción de un periódico. Uno de esos momentos que luego contarás varias veces, convertido en el inevitable 'abuelo cebolletas', que parecen diseñados por los dioses de la prensa para que todo resulte mucho mejor de como lo habías planificado y que suponen que tengamos que cambiar casi todo lo que habíamos hecho en un día de duro trabajo, con muy poca gente y en la peor hora en la que podría suceder: a punto de cerrar la primera edición, sobre las diez de la noche.

Vivimos el lunes pasado una extraña sensación ¿mágica? que bien podríamos describir como: estando hasta los huevos al nivel máximo... mirarnos a los ojos y estallar en una carcajada.


Teníamos una entrevista, muy buena (merece mucho la pena, insistimos, por si alguno no ha tenido la oportunidad de leerla y para mayor desgracia de los 'gurupollas' quienes, por cierto, qué mal comienzo de año están teniendo...) con Francisco Marco, detective propietario y director de la agencia de ¿investigación? 'Método 3', que está protagonizando los conocidos e increíbles casos de espionaje político en Cataluña, y más allá de Cataluña. Un auténtico emprendedor, cuya iniciativa privada requerían al parecer, además del gobierno de la Generalitat —esto no es 'al parecer' porque está reconocido y en las cuentas públicas, además de subvenciones en forma de "ayudas a la innovación"—, iniciativa privada, decíamos, que requerían también todos los partidos políticos catalanes para espiarse entre sí, e incluso la formación política más votada e importante en esta comunidad para espiarse a sí misma. Unos de sus miembros a otros, queremos decir. Todo supuestamente, claro está.

Pues en esas estábamos, recién terminada la portada con la entrevista abriendo a cuatro columnas —los cambios de páginas siempre, siempre, siempre se producen en cuanto la página está terminada, NUNCA antes, después puede que sí—, cuando aparece por la sección de Diseño donde el director adjunto terminaba con nosotros la portada, el gran Fernando Lázaro, uno de los más grandes periodistas de nuestro país, a quien además tenemos un cariño más grande aún, para anunciar: "No os lo vais a creer...  ¡acaban de detener a Marco!" —sí, ése, el de la foto a cuatro columnas, el de nuestra entrevista—, junto a tres de sus ex empleados en la agencia de detectives. Acudieron varias personas más por allí en pocos segundos anunciándolo a su vez y convirtiendo nuestra sección en algo parecido a esas redacciones que hemos visto en las películas cuando se desborda la emoción periodística. Y fue entonces cuando nos miramos. Y nos reímos. Por la misma emoción... y porque sabíamos lo que venía por delante.


Esta era la portada que acabábamos de terminar cuando la policía tuvo a bien detener a Francisco Marco con la acusación de "revelación de secretos" y delitos contra la intimidad de las personas. Que hubo que modificar.


Y ésta era la entrevista a doble página que teníamos en exclusiva con este presunto espía profesional de políticos, contratado por políticos. Que había que modificar.


Y ésta era la apertura en página doble con varios temas de corrupción política (sí, esos temas que, hasta la fecha, sólo publican en exclusiva periódicos impresos en papel), que en ese mismo instante dejaban de ser los temas de apertura y por eso... había que modificar.


... para hacer con ellos páginas interiores de la sección de España, que ahora abriría, lógicamente, con la entrevista a Marco, pero con una necesaria reestructuración para incluir como noticia principal lo que acababa de suceder, su detención.


Que es la misma reestructuración que sufriría la portada, llevando ahora la entrevista por debajo y el nuevo tema de la reciente detención por arriba, mandando.


Dejamos de reírnos, claro, e hicimos todo esto muy serios, muy deprisa, en un tiempo que parecería imposible de conseguir de no ser porque la redacción de un periódico, además de un lugar lleno de increíbles profesionales, es, todavía, un espacio mágico en el que, a veces, pueden suceder cosas imposibles, como tener una entrevista con el personaje principal de la trama del espionaje político en Cataluña —y Madrid, que aquí tampoco nos libramos del asunto, y con el mismo protagonista— y que lo detengan en ese mismo día, a la hora en la que teníamos todo terminado.

Cuando tuvimos todo listo en su nueva versión, muy muy muy poco tiempo después, paramos. Y volvimos a mirarnos... y nos reímos de nuevo.

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