Jill Abramson arrastra las últimas palabras de sus frases. Habla con aplomo y tranquilidad, sabiendo que su auditorio no sólo la oye, también la escucha. Más de 600 personas, muchas de ellas periodistas, que se han juntado en la tercera edición de Conversaciones con para escuchar a la ex directora del The New York Times.
Abramson venía a transmitir el conocimiento que le aportó dirigir el periódico más importante del mundo. A dar la receta para el futuro del periodismo. Una receta conocida, tan vieja como la propia profesión, pero que muchos han olvidado, algunos incluso desterrado: el periodismo son historias, son su materia prima.
“La gente siempre ha tenido hambre de buenas historias, es algo muy antiguo”. La hubo con Dickens y la hay ahora con Serial, el podcast del millón de oyentes. La hubo con el Watergate y la hay ahora con el caso Snowden, la lista Falciani o Snow Fall.
Pero Abramson también trajo el diagnóstico de dos enfermedades que puede postrar al periodismo en la UCI. Una del futuro y otra del presente, íntimamente relacionadas. De futuro porque las universidades se están quedando sin estudiantes de Humanidades, obsesionados “por tener un título que poner en el currículum”, presionados por el ambiente para obtener un empleo rápido, sin saber que las buenas historias “también dan trabajo” y que una buena historia “te acompaña durante toda la vida”.
Y una de presente, la censura, ya sea de gobiernos democráticos, como la presión de la administración Obama a los periodistas o nada democráticos, como el chino y su apagón de la web del NYT. Censura impuesta o censura auto impuesta, sólo combatible desde la libertad de prensa, aquella que defiende la primera enmienda, “la más importante de todas”.
Continuaba Abramson con el diagnóstico del enfermo y sus achaques, herido de gravedad en su modelo de negocio. “No podemos poner todos los huevos en la misma cesta”, decía refiriéndose a la publicidad y defendiendo el muro de pago, “la decisión más difícil durante su etapa en el diario neoyorquino”, según sus propias palabras. “El modelo de negocio no es la publicidad o los suscriptores, es el buen periodismo”, insistía. Porque la gente “seguirá pagando por buenas historias”. Ya lo hace la publicidad, crear buenas historias, grandes narrativas para vender sus productos.
No se trata de periodismo impreso sí o periodismo impreso no. “Hay que superar ese debate” del soporte. Se trata de periodismo, “hay que centrarse en la calidad del periodismo”. Todavía hay gente que quiere leer grandes historias, “la audiencia es global”, y se "puede seguir ganando dinero con ellas", recordaba Abramson, de 60 años. “Entrar en las historias con mente abierta y exponer a fondo la realidad” es la clave para contarlas. Encontrar la historia que nadie tiene y contarla es “el ticket hacia el éxito”. Es el camino para el futuro del periodismo.
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