martes, 6 de septiembre de 2016

Lo que nadie pudo ver mientras Vivian Maier estuvo viva

Hasta Madrid han llegado este verano algunas de las pertenencias de una anciana indigente que falleció en Chicago hace relativamente poco, en 2009. Sola. Como había vivido toda su vida. Sola y haciendo miles y miles de fotografías mientras cuidaba niños a cambio de casa y un exiguo sueldo. Fotos que, muchas de ellas, muchísimas de hecho, ni siquiera llegó a revelar.

Ahora, varias copias de aquellas imágenes han estado expuestas en las paredes de la Fundación Canal, el antiguo depósito de agua de la Plaza de Castilla de Madrid, y hemos podido admirar en estos meses de tanto calor, tan extraños para mí, la maestría, la belleza, el misterio, el humor, la humanidad y todo lo que no se puede transmitir con palabras reflejado en aquellos negativos que almacenó en cajas de cartón y que nadie pudo ver mientras ella estuvo con vida.



No sé qué es más fascinante, si la vida de Vivian Maier o sus fotografías. John Maloof  fue el joven que buscando imágenes antiguas de Chicago para un proyecto personal compró en una subasta una caja con negativos que provenían de un guardamuebles que se iba a deshacer por falta de pago de unas pertenencias custodiadas en un contenedor. Ahí comenzó su investigación sobre quién era la persona que había tomado aquellas fabulosas fotografías, plasmada en un documental que realizó después titulado Finding Vivian Maier. Estuvo a punto de ganar el Oscar con él y no me extraña porque se trata de uno de los documentales más inquietantes y a la vez emocionantes que he visto en toda mi vida. Véanlo. Si les interesa la fotografía y si les interesa el alma humana. Quiénes somos y quiénes son los que nos rodean.

Sobre las fotografías...


























Lo primero que llama la atención es la calidad técnica, propia de un profesional, aunque la cámara que utilizaba, la mítica Rolleiflex, es de las denominadas de formato medio y por tanto con negativos cuadrados que multiplican por ocho la superficie del estándar de 35 mm. y que por elllo que permiten alcanzar un excelente nivel de detalle y mucha más ampliación al positivar. La calidad de los dos objetivos Zeiss que incorpora también ayudan a esa luminosidad y exposición perfectas, aunque esta cámara no tiene exposímetro y hay que hacer las mediciones de luz bien "a ojo" o con un fotómetro de mano.

Pero lo que resulta asombroso es la composición y el encuadre; alucinábamos un servidor y mi muy querida Concha Fernández, editora gráfica del periódico con un nivel profesional que alcanza la excelencia y que ha visto y editado muchísimas imágenes, con la apabullante maestría y precisión en los encuadres de Vivian Maier. Y en eso no ayudan las herramientas. Casi es más complicado con la cámara que usaba, en la que no hay visor y se compone mirando desde arriba una imagen invertida. Eso es competencia exclusiva del fotógrafo.

Sobre el contenido de las imágenes, entre los que se incluyen numerosos y enigmáticos autorretratos —'selfies' no, coño, por favor...—, está la vida entera reflejada. La vida de las calles de Nueva York y Chicago a mediados del siglo XX. La vida de quien hizo las fotografías.

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