Como ya publicamos en la anterior entrada del blog, el periódico El Mundo, en el que trabajamos una parte del equipo de encajabaja y el resto lo ha hecho hasta fechas recientes, celebra esta semana sus 10.000 números y por ello ha lanzado un suplemento extraordinario de 184 páginas en el que aborda la historia del diario tanto desde el punto de vista de sus contenidos periodísticos: exclusivas, reportajes, investigaciones, opiniones, etc.; como desde el punto de vista gráfico: ilustraciones, infografías, fotografías, diseño...
En la primera entrega nos hicimos eco del artículo publicado en dicho suplemento por Mario Benito sobre los distintos rediseños del periódico, y en esta segunda lo hacemos con la columna de opinión publicada en el mismo por Javier Vidal, jefe de Diseño del diario El Mundo y miembro del equipo de encajabaja, titulado con el mismo lema que nuestra web: Maquetar es informar, toda una apasionada declaración de intenciones y toda una forma de ver, entender y vivir el diseño periodístico como una especialización del periodismo.
Maquetar es informar
El diseño de las páginas sólo obedece a
una máxima que es sagrada: la información a la que sirve. El impacto, la sorpresa, son
objetivos a los que hay que aspirar para completar un producto redondo, pero que no siempre son necesarios. Lo primero es la historia que se está contando. El conjunto de
elementos, su disposición en página, el orden, el ritmo, la mancha de la tipografía, informan tanto
como una buena foto, o un gran texto. A veces, y que me perdonen si alguien se
ofende, incluso más y mejor.
El diseño de este periódico ha sido a lo largo de sus 10.000
números un referente para diseñadores de todo el mundo. El conjunto de sus
publicaciones, suplementos, documentos, especiales y revistas han obtenido las
mayores distinciones nacionales e internacionales. Su evolución en estos casi
treinta años ha sido constante y frenética, en una persecución diaria de la
excelencia que merecen los lectores de sus páginas.
Audacia, innovación y elegancia, han sido desde el primer día
los rasgos identificativos del diseño de EL MUNDO, que ha sido pionero en
tantas cosas en España como, por ejemplo, en su apuesta decidida por la
ilustración y la infografía, elevándolas a la categoría de arte diario impreso.
Los mejores ilustradores, los mejores infografistas, los mejores fotoperiodistas
y, por supuesto, los mejores diseñadores han dignificado las páginas de este periódico a diario con su impresionante trabajo.
Porque un periódico es una cosa muy seria. Y muy difícil de
hacer. Y sólo la suma de muchísimos talentos y disciplinas conjuntas consiguen
que al terminar la jornada se produzca ese milagro que se da entre tintas y
planchas. Y el diseño, la maquetación, en su tira y afloja diario, muy terco a
veces, con el resto de secciones del periódico garantiza que esa proeza diaria
en busca de la belleza y la propia identidad termine en éxito… al menos, por
hoy. Mañana será otra batalla...
Aunque las redes sociales e internet han cambiado mucho la
percepción y el conocimiento de los
lectores sobre nuestro trabajo, durante muchos años, la labor de los diseñadores
ha sido de práctica invisibilidad. Al contrario de lo que pueda parecer, eso es
buena señal. Cuando un diseño funciona se vuelve invisible y se rinde a su
función, a su contenido. De ahí que generalmente, el maquetador medio se
encuentre bastante cómodo en el calorcito del anonimato… El diseño eleva,
completa, potencia un producto periodístico. Pero difícilmente lo vende. Si
sólo hay diseño, si no hay fondo, mal síntoma… Por eso, me gustaría que estas
líneas fueran mi humilde homenaje a tantos profesionales excepcionales (y por
eso, prácticamente invisibles) que han pasado por esta redacción. A Carmelo y a
Manolo, por su inabarcable talento y excelencia. A Cándido, Isabel, Mariví, Jose, Lola, Fernando, Esmeralda,
Juan Carlos, Quique, Mario, Yolanda, Miguel, Jorge, Carmen, Mer, Astrid, María, Luis, Nora, Elena, Mercedes, Laura y a
tantos otros de los que seguro que me olvido injustamente… Y a Rodrigo, naturalmente, por estar como un
cencerro y atreverse a darle semejante empujón de confianza, ilusión, nuevas
metas y retos imposibles a este maravilloso ejército de Pancho Villa.
Javier Vidal
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