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lunes, 15 de marzo de 2010

Diseñario 2.0 (XXIV)

Todos, y todos los miembros del comité de expertos de encajabaja encargados de la redacción de esta entrega del Diseñario, nos hemos sentido en alguna ocasión como se sintió, aquella noche en vela antes de dejar su casa para siempre, el pobre Mochuelo, ese personaje más real casi que nosotros a quien dio vida en una simple hoja de papel en blanco el muy grande Miguel Delibes, que esta semana nos ha dejado. Tristes pero llenos con esa sencilla sabiduría de las cosas cercanas y a la vez universales de este inmenso escritor y periodista, historia ya en vida de la literatura y nuestra cultura, autor de algunas de las mejores novelas escritas en lengua castellana, creador de personajes llenos de vida eterna porque llevan parte de lo que somos todos nosotros. "Milana bonita... ¡Quiá!"





Fe de errores. Aunque no lo creáis, hay mucha gente que lee lo que se escribe en los periódicos. Y os sorprendería la cantidad de lectores que llaman todos los días a la redacción, indignados algunos, incluso, para corregirnos la plana, precisar o puntualizar informaciones incompletas o imprecisas, por no decir absolutamente equivocadas. Ya puedes haber metido la pata en el titular más destacado de la portada o en el pie de foto de la página del tiempo, alguien llamará para apuntar su dedo acusador sobre el error.
Sabemos que en estos tiempos de inmediatez internáutica eso de sacar la pata una vez bien metida es cuestión de darle a la tecla de borrar, pero hubo una vez, hace no tantos años, en la que la relación de los medios impresos con sus lectores aún conservaba ciertas normas de urbanismo, de hacer notar que te importaba su opinión, de que el precio del ejemplar te daba derecho a cambiar las cosas... Eso sin contar con el contrato que se adquiere al imprimir, cuatricromía sobre negro, las informaciones. Esas informaciones que serán relevadas mañana, quedan en las casas, aunque sea para envolver pescado, no se las llevará el viento como a las caprichosas palabras de pretenciosos contertulios, ni pueden ser borradas a cañonazos furtivos como bandadas de píxeles, controlzetas mediante...
De ahí la razón de la fe de errores, pieza que afortunadamente no sale todos los días, sólo cuando te pillan a calzón quitado. Pieza que, voluntariamente, señala el error, lo reconoce y lo resarce en la medida de lo posible. Generalmente, nos referimos a cosas sin importancia, como el precio de algún suplemento o la edad del neurocirujano protagonista de la última página del periódico, cosas menores de fácil reparación... No queremos que penséis que la fe de errores sirve para hacer recapacitar a los periódicos sobre las barbaridades que se publican día sí, día no... que una cosa es equivocarse en una cifra y otra muy distinta hacer que un periódico recapacite sobre su línea editorial...
Tampoco hay que confundir la fe de errores con la fe de erratas que aunque se parecen no son lo mismo. La fe de erratas hace referencia a errores tipográficos, mientras que la fe de errores se refiere a meteduras de pata con sujeto, verbo y predicado. A errores completos, a nombres que no son, a citas que no se citan, a personas que nunca estuvieron allí... cosas así.

Ferro. Es una prueba de imprenta, de bajo coste, también llamada cianotipo, que se lleva a cabo mediante el contacto de una película con un papel muy basto y azulado (al parecer se utiliza un papel fotosensible que responde a la luz ultravioleta, y de ahí el nombre de cianotipo, que en griego clásico es más o menos "impresión en azul"), maloliente (como corresponde al vapor de amoníaco con que se revela) y de tacto horroroso, que casi da dentera. Es una prueba que se utiliza mucho más en revistas o libros porque se obtiene directamente de las planchas tal y como van a ser impresas, con las páginas ya impuestas, por lo que la prueba además de errores permite controlar la numeración de las páginas, que todas vayan en su orden correcto. El color no lo reproduce, es todo en gris sucio y azul. En los periódicos, hace mucho que no se ve un ferro auténtico, y decimos auténtico, porque todos los días nos suben de taller (taller siempre está abajo, como las calderas de las salas de máquinas) pruebas de impresora de cómo va a salir finalmente impreso el ejemplar que acabamos de terminar, pero en papel decente, a todo color y sin olores ni tacto repelentes... a las que tal vez por nostalgia siguen llamando "ferros".


Fino. Espacio blanco horizontal en la línea de texto de tamaño fijo, no variable en la justificación. Corresponde a la cuarta parte de un "cuadratín" (recordemos que un cuadratín mide el mismo número de puntos que el cuerpo en el que estemos componiendo el texto), y a la mitad del espacio denominado "media línea". Hay cuatro finos en un cuadratín, y por consiguiente, en un cuerpo 12, el ancho de esta medida horizontal sería de 3 puntos. Se utiliza en las artes gráficas para conseguir un espacio horizontal de una medida deseada y corresponde aproximadamente al espacio entre dos palabras, pero con una longitud determinada que no se ve aumentada o disminuida por necesidades de justificación. Se representa con un cuadrado partido por una línea horizontal y otra vertical (el cuadratín con un cuadrado, y la media línea con un cuadrado partido por una línea vertical). Desconocido prácticamente en los periódicos, y más aún desde la entrada de los programas de autoedición que si los tienen los esconden al igual que los cuadratines, es uno de esos pequeños detalles que hacen que las industrias gráficas se llamen precisamente artes gráficas.


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.
Diseñario 2.0 (XXII): enviado especial-exclusiva.
Diseñario 2.0 (XXIII): exposición-faldón.

lunes, 8 de marzo de 2010

Diseñario 2.0 (XXIII)

Un escalofrío de alegría y pasión recorre las columnas vertebrales de los miembros del comité de expertos de encajabaja encargados de este suyo y vuestro Diseñario. De casi todos, vamos. Porque ni el "Villarato" parece capaz de frenar ahora a un equipo dispuesto a terminar con una farça bastante molesta y pesadita, y aburrida. Envueltos en bufandas blancas, con las cuerdas vocales destrozadas, abrazados... contemplando a las mozitas madrileñas, alegres y risueñas, este grupo de sabios incomprendidos y no subvencionados nos regalan hoy una nueva entrega de esta obra colectiva, irreverente y abierta a vuestra participación sobre el diseño periodístico y la prensa en general. ¡Hala Madrid!





Exposición. En fotografía clásica, es la acción de someter una superficie sensible a radiación electromagnética (ya sea luz, rayos X, infrarrojos, calor, etc.) para formar una imagen visible o latente (que después será revelada con procedimientos químicos que multiplicarán este efecto). Es decir, y de manera general, que se trata de dejar que la luz impresione una película o un papel con una emulsión fotosensible, que son los soportes generalmente más utilizados, o bien dejar que la luz incida en el sensor fotosensible (CCD o CMOS) de las actuales cámaras digitales, porque en ambos casos el material fotosensible se expone a la luz. Para ello, las cámaras disponen de dos parámetros que regulan la cantidad de luz que incide: el diafragma, que abre más o menos el objetivo dejando pasar más o menos luz; y el obturador, que permanece más o menos tiempo abierto dejando así que la luz incida también más o menos. Con la combinación adecuada de estos dos parámetros, tiempo y apertura, se consigue el nivel de exposición correcto, o exposición correcta, dependiendo evidentemente de la cantidad de luz de la escena que se quiera fotografiar (y que mide un fotómetro) y de la sensibilidad del sensor o de la película medida en números ISO (escala de medir heredada de la película tradicional cuando se estandarizó y que comenzando generalmente en 100 y duplicándose cada nuevo valor, a mayor número ISO/ASA le corresponde mayor sensibilidad, menos tiempo y abertura de diafragma necesarios pues para una correcta exposición... pero a cambio de menor nitidez, o mayor "grano" en las películas, o "ruido" en las fotografías digitales).
Este nivel de exposición óptimo es algo más subjetivo de lo que pudiera parecer a primera vista y se basa, a grandes rasgos, en considerar que estadísticamente la mayor parte de las escenas que fotografiamos se corresponden a lo que se denomina "gris medio" (una cartulina gris que refleja el 18% de la luz que recibe da este tono), que es como están calibrados los fotómetros. Todas las cámaras en modo automático dejarán pasar más o menos luz si la escena refleja más o menos luz que el gris medio, aunque te cuenten lo del algoritmo, el logaritmo y la trócola. Porque ni las cámaras ni los fotómetros en realidad saben lo que ven, dando lugar a curiosos fenómenos como la nieve gris (si la escena refleja más del 18% de luz, intentarán cerrar el diafragma para compensarlo sin darse cuenta de que en realidad esa escena escapa al 90% de las escenas normales y tiene todo ese blanco), o a comprometidos valores de exposición "racistas" (algún ignorante llegó a denunciarlo públicamente incluso) porque resulta que la piel de una persona blanca también refleja aproximadamente el 18% de la luz y por tanto los fotómetros están calibrados para exponer correctamente a los blancos. Cuando se intenta fotografía a una persona de raza negra las cámaras en automático intentarán el efecto contrario al de la nieve, supondrán que esa toma es demasiado oscura y abrirán más de la cuenta el diafragma para aclarar una cara que en realidad tiene que ser así, negra. En este último caso la cámara llevará a cabo lo que se denomina sobreexposición, que es sobrepasar los niveles más o menos aceptados de cantidad de luz, porque hay un margen que podemos llamar "interpretativo" para fotografiar cualquier escena en clave más o menos luminosa. El caso contrario, de falta de luz en una toma, se denomina subexposición.
Completamente expuestos estamos también a veces, o nos sentimos al menos, los maquetadores. Expuestos a la primera tontería que se le ocurra a un jefe, a la impertinencia del rigodón de turno, o a las aportaciones de cualquiera que pase por el lugar dispuesto siempre a mejorar lo que hacemos, que de lo nuestro, como de fotografía, todo el mundo sabe... aunque no les hables mucho, ni les preguntes, del nivel de exposición.


F


Faldón. Pieza inserta en una página que ocupa la totalidad de la parte inferior de la misma en una proporción horizontal, es decir, más ancha que alta. Los faldones pueden ser cualquier elemento de la página, noticias, imágenes, gráficos o apoyos, aunque generalmente, nos referimos a faldones como nombre propio a las publicidades que tienen esa forma apaisada. Si recordáis la partición en módulos de las páginas, los faldones serían aquellos que ocupan la totalidad de las columnas (cinco) y suben en modulación. Consideraríamos faldón al 1x5 (un módulo de altura, cinco columnas de ancho), 2x5 y 3x5. Muchos consideran faldón al 4x5 aunque sobre esto hay disparidad de criterios. Empieza a ser demasiado alto, de hecho roza la media página, pero como faldón lo tratan muchos y qué más da mientras lo paguen... De ahí en adelante, las publicidades no se consideran faldones, sino serios problemas a la hora de poner en página algo con un mínimo de espacio en el que entre un texto que se pueda titular... Obsérvese cómo sólo se considera faldón a la pieza que ocupa las cinco columnas de una página, o las diez de una doble. Todas las piezas que ocupan menos columnaje no tienen el honor de ser consideradas como tales. Esto se debe a que todo faldón provoca automáticamente la horizontalización de la página. Y sólo la labor de un buen maqueta sabrá contrarrestar este hándicap inicial con la necesaria verticalización en el planteamiento de las informaciones de la misma... Porque si obviamos este condicionamiento publicitario y tiramos en horizontal, caeremos sin remisión en el inevitable "efecto loncha" giro técnico localísimo que sólo encontraréis en esta vasta obra y que denomina el efecto que se produce en las páginas en las que predomina notablemente la composición horizontal. Y que por tanto son más estáticas y más difíciles de jerarquizar, ergo, más arduas de consumir para el lector. Ese efecto loncha puede funcionar en algún momento como recurso propio en espacios amplios y blancos, como una doble página limpia, pero suele ser fatal si lo provocas sobre un faldón de publicidad. Nunca es lo mismo que lo que esté en la base de la página sea un apoyo a cinco columnas que un anuncio de un notario... Porque los faldones, con su peso gráfico, tienen la extraña virtud de robar espacio visual a las informaciones que descansan sobre ellos. Y de hecho, la sensación que se produce en las páginas es como si el faldón creciera y creciera y todo el texto de arriba se comprimiera... en varias lonchas lamentables, sorprendentemente comprimidas por una masa gráfica que está a sus pies... y que sube, la muy... faldona, como si fuera levadura... De ahí el efecto loncha y el peligro que encierran los faldones de publicidad...
Otro peligro de los faldones de publicidad es que cualquier día desaparezcan, en medio de esta crisis que nos aprieta... Y entonces nos acordaremos de ellos, y del efecto loncha, y de la verticalización y la horizontalización... y habrá que ver cómo demonios hacemos para que nos paguen las nóminas, porque los faldones son trabajosos a veces, pero a final de mes suelen ser tremendamente generosos....



Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.
Diseñario 2.0 (XXII): enviado especial-exclusiva.

lunes, 1 de marzo de 2010

Diseñario 2.0 (XXII)

Esta es una entrega abnegada, sufrida, reescrita y trabajada. Es un reto superado, en la corta distancia... y en la larga. Sin más motivo que querer hacerlo, y con los suficientes cojones como para hacerlo las veces que sean con tal de hacerlo bien. O mejor aún. Porque sí. Porque aquí están, una semana más, los esforzados, anónimos y geniales miembros del comité de expertos de encajabaja con su y vuestro diseño periodístico y prensa destilados en forma de Diseñario.





Enviado especial. Periodista que se traslada desde la redacción al lugar donde se produce la noticia. Una vez realizada la cobertura informativa, regresará a la redacción, lo que le diferencia del corresponsal, que vive en la zona en la que trabaja. La importancia del suceso o su relevancia informativa es la que determina si se envía a alguien de manera excepcional o no. Con el desplazamiento, los lectores ganan una crónica de calidad, con el periodista como testigo presencial de los hechos y el redactor desplazado gana experiencia, aparte de unas dietas muy interesantes...

Escala. Equivalencia. Proporción. Regla de tres. Cada uno de los puntos de la diagonal de un rectángulo o cuadrado, porque en ellos se encuentran los lados conservando la misma relación original entre las dimensiones horizontal y vertical... es mucho más fácil hacerlo, posiblemente, que explicarlo, pero si se traza una diagonal a una fotografía como hemos hecho los maquetadores durante muchos años, en esa diagonal la fotografía puede reducirse o ampliarse conservando sus proporciones, es decir, no habrá que cortar nada de ella, entrará enterita tal cual está antes de modificarse. Como cuando aumentamos o disminuimos el tamaño de una caja de imagen en programa de autoedición apretando a la vez la combinación de teclas apropiadas, distintas en cada uno no vayamos a facilitar la labor a nadie.

Escala de grises. A comienzos del siglo XIX la química, el azar y la curiosidad descubrieron un ingenioso sistema para fijar la luz... pero no sus colores. Que se convirtieron en toda una gama de grises.

Escala de horizontal. Distorsión de la anchura de los caracteres de texto en los programas de autoedición. El valor por defecto es 100%, que significa ninguna distorsión; porcentajes superiores ensanchan los tipos y porcentajes inferiores los estrechan.

Escala de vertical. Igual que la horizontal pero en vertical. Es decir, distorsión de los caracteres en alto a partir de su cuerpo. Impropio de quienes realmente saben de esto porque el efecto que se consigue es igual al de aumentar el cuerpo y estrecharlo después utilizando la escala horizontal, que es como tiene que hacerse. Podríamos pensar que sobra, pues, esta opción de los programas de autoedición, pero en realidad sirve para calibrar a quienes la utilizan.

Exclusiva. Algo que posees tú y los demás no. Tratándose de información, la exclusiva es el gran logro de nuestro trabajo, la fiebre por ser el único, el Santo Grial, el vellocino de oro que todos buscamos cual argonautas del siglo XXI. El sueño dorado de todo periodista consiste en encontrar esas historias, historias que escapan del enlatado de un teletipo o de una rueda de prensa, historias importantes o menudas, pero que sólo se podrán consumir en tu propio medio de comunicación... porque te las has currado tú. Y el gran periodismo de los últimos años está preñado de grandes exclusivas, con gran despliegue tipográfico en las primeras planas de los mejores periódicos del mundo, o con impactantes imágenes en las cadenas de televisión, o con sonoros documentos en las radios de todo el planeta...
Cuando una exclusiva llega a una redacción se palpa la excitación. Y la llegada al cierre de la edición se convierte en una tensa espera. Como cuando sabes un secreto y no puedes contarlo, todavía. La emoción de tener una auténtica bomba en tus manos, la confección de una portada falsa, con otras noticias para despistar a los demás medios, mientras, a escasos metros, uno de los jefes te susurra en un rincón los auténticos titulares que mañana reventarán los quioscos. El periodista convertido en jugador de poker. Ese subidón de adrenalina cuando sabes que, con seguridad, vas a copar la atención mediática por tu trabajo, mientras imaginas las caras de tus competidores al cotejar las informaciones del día siguiente. Ese ambiente de velatorio en las redacciones vecinas cuando empiecen a buscar culpables, por qué tú sí y ellos no...
En los tiempos que vivimos, de concentración de medios e inmediatez de información vía internet, tener algo que los demás no tengan es complicado. Y mucho más complicado conseguir retener la información hasta tenerla completamente cocinada. Porque las exclusivas necesitan tiempo y elaboración. Y de eso no queda mucho hoy. Con internet percutiendo información prácticamente al minuto, la exclusiva se reduce muchas veces a llegar primero, contarlo antes.... quedándose en humilde primicia, que tampoco está mál pero no es igual. Y muchas veces no hay tiempo para investigar, confirmar debidamente, desarrollar las cosas. El rumor como noticia, la posibilidad como certeza. En esa loca carrera en la que todos nos hemos metido voluntariamente, perder el concepto de cierre nos ha perjudicado. La misma naturaleza del medio contra la naturaleza de la profesión. Ir soltando cifras, corrigiendo cada minuto, queriendo ser el primero en alzar la voz, en lugar de investigar, confirmar, tomar una ligera distancia para ver más allá del humo de la primera línea de combate. ¿Cómo profundizar cuando ya llegas tarde? ¿Cómo confirmar cuando estás forzado a actualizar? El nuevo periodismo. Algunos, seguimos prefiriendo el viejo, el de Capote o Wolfe, el de Woodward y Bernstein y tantos otros que contribuyeron a crear esta bella criatura herida de ¿muerte?.




Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.

lunes, 22 de febrero de 2010

Diseñario 2.0 (XXI)

Difícil tarea tiene por delante nuestra recién inaugurada sección encajabajatv, dedicada a publicar vídeos de producción propia sobre nuestro quehacer, porque no disponemos de cámaras ocultas ni equipos de investigación lo suficientemente avanzados para materializar el proyecto soñado e imposible, quimérico, de poder entrevistar y hacer un pequeño documental sobre cómo trabajan los misteriosos miembros del comité de expertos de encajabaja encargados de la redacción de este Diseñario, suyo y vuestro, colectivo, irreverente y abierto a vuestra entusiasta participación a cerca del diseño periodístico y la prensa en general.





Enfrentadas. Coja un periódico (o revista). Ábralo. Mire a la izquierda. Una página, par. Mire a la derecha. Una página, impar. Mire las dos a la vez. Par e impar. Esto es enfrentadas, término que hace referencia a cuando dos páginas se muestran una frente a otra. Y los periódicos y revistas están llenos de ellas, de páginas enfrentadas, queremos decir. Un enfrentamiento cada dos páginas, para ser exactos. Incluso la portada tiene su página enfrentada, la contra-portada.
La suma de todas las páginas enfrentadas da como resultado el ritmo de lectura del periódico. No es lo mismo enfrentar dos páginas con un diseño idéntico a dos páginas con una maquetación distinta. Esta variedad en el diseño es lo que hace aumentar o disminuir el ritmo de la publicación. Por eso es muy importante saber, a la hora de diseñar una página cuál lleva enfrentada para ver cómo está hecha. En ocasiones se busca la similitud, incluso el mimetismo, pero, por lo general, se evita esa clonación, para que, al verlas enfrentadas, te indiquen, a primera vista, que estamos ante noticias distintas.
De ahí que en los departamentos de diseño no tengamos miedo a los enfrentamientos, por lo menos los de este tipo.

Engatillado. Dice el diccionario de la RAE que engatillado es el animal que tiene el pescuezo grueso y levantado por detrás... pero esta voz no trata sobre Fórmula 1 ni sobre nuestro flamante campeón asturiano piloto de Ferrari. En diseño se habla de engatillar elementos cuando van seguidos... a punto y seguido. Así de simple. Igual que en la construcción, se engatillan las piezas de metal unas con otras, enganchándolas y luego aplastando la unión para que queden prendidas, en diseño, muchas veces, los elementos se juntan en una sola línea y a eso se le conoce como engatillar. Para hablar de engatillados debemos contemplar dos elementos con jerarquías informativas distintas, claro está. Lo contrario no es engatillar, sino una línea de texto monda y lironda a punto y seguido. Pero cuando necestitamos destacar algún epígrade, incluir algún elemento que sirva para despiezar u organizar nuestro texto, aparecen los engatillados. ¿Cuándo engatillamos los elementos? El matiz es ciertamente sutil... Podemos decir sin miedo a equivocarnos, que el epígrafe engatillado posee menor jerarquía que el que va a punto y aparte. De hecho, los epígrafes dentro de epígrafes —¿ya os habéis perdido?— siempre son engatillados, mientras que el título principal luce sólo en su propia línea. Pero en el uso diario, no es menos cierto que los elementos se engatillan principalmente, por una cuestión de espacio. Ojo al matiz, que es importante... hablamos de espacio, no de estética... Engatillar supone que ganamos una línea al texto, ya que después del epígrafe no concedemos un punto y aparte. Y esto que parece trivial no lo es y mucho menos ahora, que el papel está caro y la paginación se reparte entre las secciones con cartilla de racionamiento. Si nos vemos en la necesidad de desmenuzar todo un texto y para ello vamos a utilizar un desguace seis, siete, diez veces, lo normal es que vaya engatillado. Y no precisamente, por restarle importancia. Al hacerlo así, los blancos que resultan entre párrafos no son excesivos y se consigue que el texto no se trocee en demasía. Al engatillar los pequeños títulos, ganamos legibilidad, se le concede cierta estabilidad a la página, pero lo más importante es que le hemos ganado al texto diez o doce líneas de más y eso, amigos míos, no tiene precio hoy en día.
Esto sucede siempre dentro del grueso de un texto, pero ¿y si usamos el engatillado para diferenciar dos tipos de elementos informativos distintos? En ese caso, el engatille no es sólo por razones de espacio, sino también informativas, jerárquicas... Engatillar los elementos ayuda a diferenciarlos morfológicamente unos de otros y eso siempre ha de ser motivo de diferenciación informativa. El caso más claro es el del pie de foto engatillado. Se titula la foto y a punto y seguido se desarrolla un pequeño texto, ni tan breve como un simple pie de foto ni tan amplio como un apoyo, en el que se comenta la información relacionada con la imagen. ¿Por qué engatillado y no titulado, a punto y aparte, sin más? Porque al engatillarlo relacionamos el texto del pie con las informaciones que lo acompañan. Y al titularlo, dar punto y aparte y comenzar una línea más abajo, concedemos al lector que el pie de foto tiene una independecia informativa del resto de elementos que lo preceden en la página. Por eso, los maquetadores siempre repetimos, concienzudos, ante la presencia de una imagen con texto en la página: "¿Titulado o engatillado?" Y nos asombra que todavía hoy, muchos redactores contesten "¿qué mas da?" Pues mira, da. Da bastante. Da tanto que me ofende volver a explicarlo... Aunque eso en la redacción de EL MUNDO pasa menos que en otros lados, porque, por las deformaciones profesionales que tienen estos menesteres, al pie engatillado muchos lo conocemos como "pie ciclis". Pensaréis que nos hemos vuelto tontos. La explicación la tiene uno de los primeros catálogos con páginas de uno de los primeros diseños del periódico. En él, Laurent Fignon, el gran ciclista francés (imagináos la de tiempo que hace de esto...) ascendía, coleta rubia y gafitas en ristre, con cara de sufrimiento en blanco y negro... Y la gente se quedó con lo del ciclista... Y hasta hoy...


Entrevista. Uno de los géneros clásicos del periodismo, con un futuro, además, muy prometedor. No hay nuevo medio de comunicación analógico o digital, electrónico o protónico que no las incluya también. En este caso nadie parece haberse planteado el manido argumento modernoide de que "esto es una cosa antigua, ya superada, que nosotros nos vamos a encargar de eliminar", como sucede cada vez que alguien con poder y aires de avanzado mal entendidos, ambos, el poder y lo avanzado, decide dejar su impronta y a falta de crear algo, que es lo verdaderamente difícil y lo que en realidad deja impronta, pues se limitar a "superar cosas antiguas".
Creemos que no hace falta decir que una entrevista es, esencialmente, una serie de preguntas que un periodista formula a una persona. Con interés periodístico o incluso sin él. Tampoco hay que recordar aquí los más que repetidos consejos sobre la importancia del entrevistado y no del entrevistador y demás; o que nunca debe venderse como entrevista, con sus preguntas y respuestas, aquello que no lo es, como una rueda de prensa, o un refrito de declaraciones tomadas de allá y aquí, y que nunca fueron contestadas a preguntas nuestras... Como todo esto damos por hecho que se da por hecho, y por sabido, nos limitaremos a señalar que desde el punto de vista del diseño periodístico, la entrevista suele llevar destacado en tipografía distinta y/o en color, el nombre y la identificación del personaje entrevistado. El título suele ser la declaración más interesante de ese texto, que está estructurado como un diálogo en el que cada párrafo comienza con la palabra "pregunta" (cuando se refiere a una pregunta, parece obvio, ¿no?) y "respuesta" (siguiendo el mismo principio aplicado a la respuesta), o bien por el nombre del medio y el nombre de quien responde, todo esto en iniciales después de la primera vez para no ponernos pesados.
Una caricatura, o dibujo "psicológico", o una buena fotografía que indague en la personalidad del entrevistado, siguen siendo las mejores opciones para ilustrar una entrevista... hasta que llegue el innovador de turno, sí, el del comienzo de esta voz, para "apostar por alguna idea nueva", o por alguna contraidea más bien.


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.

lunes, 15 de febrero de 2010

Diseñario 2.0 (XX)

En este mundo incierto existen todavía quienes se refugian en un extraño anonimato y, perdidos, alejados de todo posible reconocimiento, sabiendo además que intentan encuadrar, o poner límites, a una obra que además no los tiene, siguen adelante hacia el infinito, y más allá. Por otro lado, estamos casi seguros de que si la divertidísima, y originalísima, gala de los Premios Goya entregase uno de ellos al mejor diseñario, y lo ganasen quienes escriben cada semana para nosotros esta obra colectiva, irreverente y abierta a vuestra participación sobre el diseño periodístico y la prensa en general, es bastante probable que los enigmáticos miembros del comité de expertos encargados de su redacción no se dieran a conocer ni siquiera para subir, empasillados por los aplausos de todos los asistentes puestos en pie, a recoger el premio. Con todos ustedes, una nueva entrega del Diseñario.





Empasillado. En los periódicos la información no sólo se lee, sino que también se ve. Esto quiere decir que la forma, tantas veces caprichosa, no lo es tanto cuando obedece a un contenido. Una manera de destacar una información, de resaltar su singularidad, consiste en variar su forma, su morfología, haciendo que resalte en medio de un texto de características más ordinarias...
Se conocen como empasillados a los elementos que se encuentran confinados entre dos trazos generalmente horizontales, de manera que la impresión óptica es la de un texto preso en un estrecho pasillo. De ahí, ¡oh, universo inexcrutable! su desconcertante nomenclatura. Los empasillados, por su singular puesta en página, se utilizan para destacar pequeños títulos, epígrafes que aún con afán de título secundario, digamos que no consiguen alcanzar ese rango. ¿Cómo metemos un título dentro de un texto sin llegar a tener la importancia de un segundo título, pero destacándolo de manera que no pase por simple ladillo? Empasillalo. Y con tan simple maniobra, no sólo solucionas la difícil papeleta de contentar a un redactor con pretensiones pero sin recursos, sino que, lo más importante, enriqueces los niveles de lectura de la página. Ya no sólo contiene un primer nivel de lectura, aquel que defienden los titulares, subtítulos y apoyos, sino que engrosan los niveles secundarios, esos que competen a sumarios, ladillos, etc. De un simple vistazo, consigues localizar entre la información una pequeña llamada sobre un tema, tangencial o no tanto, que o bien puede llamar a otra página (en los empasillados de la portada) o bien aumentan la jerarquía de algún ladillo, dando fe de su mayor importancia. No es lo mismo un ladillo en mitad de un texto que una serie de empasillados, con mucha más información y mucho más valorada...
Esto por lo que se refiere al diseño. Porque a los maquetadores también se nos puede empasillar. Esto ocurre con más frecuencia de lo que nos gustaría y se da cuando los redactores, ansiosos por encontrar soluciones a sus problemas, te asaltan en medio del pasillo, cuando estás en la fila para sacar un café, o en el angosto repartidor que da acceso al ascensor. Generalmente te sitian contra la pared, o te cierran el paso hacia el garaje (de ahí el empasillamiento) o en casos extremos, intentan entrar contigo en el baño, en una clara violación de tu intimidad...de tránsito. Lo hacen desbordados por la presión, animados por alguna ocurrencia de última hora, en una clara muestra de imprudencia, porque no hay especie más peligrosa en el reino animal que un maquetador que se siente acorralado. Capaces de cualquier barbaridad en esas situaciones límite, no es la primera vez que se han visto en algún periódico redactores huyendo despavoridos, con las ropas hechas jirones, mientras al fondo, un maquetador con los ojos inyectados en sangre aulla: "¡¡¡¡Me estoy tomando un café, por Dios!!!! ¡¡¡¡Son mis dos minutos libres del díaaaa!!!"

Encuadrar. Delimitar el espacio de una fotografía, decidir qué va a aparecer en ella y qué se va a quedar fuera. Es "el escenario de la imagen", según la mejor definición impresa que hemos encontrado ("El ojo del fotógrafo", Michael Freeman). No es un tecnicismo cualquiera, ni uno más de entre los muchos que gasta la fotografía, porque se trata ni más ni menos del elemento que en la mayor parte de los casos diferencia la foto de un pofesional o un aficionado avanzado de la que podríamos denominar "foto del cuñado". Sí, ese que se compró en Andorra o Canarias un mamotreto de muchos millones de píxeles con su funda incorporada y se dedica ahora a cortar pies, por los tobillos, nada de planos medios americanos o de la nacionalidad que sea, mientras el cielo, o una pared acribillada con las sombras del flash, o la nada, ocupan dos terceras partes de la imagen. El lo llama "enfocar", a encuadrar, tal vez porque de que el motivo fotografiado esté en foco, nítido en el plano de la imagen, ya se encarga la cámara, a duras penas, autofocando si nos permiten la licencia.
El encuadre está muy relacionado con el corte que se le quiera dar a las imágenes para ser impresas, y de cuyos aspectos ya nos ocupamos en la voz correspondiente. Pero si bien el corte es una intervención en una imagen ya realizada, el encuadre es de lo que nos ocupamos, o deberíamos, cuando estamos tomando la fotografía, y para lo que conviene mirar no sólo la figura central que queremos inmortalizar sino todo el rectangulito de nuestro visor para ver así todo lo que allí aparece, cómo está organizado (eso sería la composición) y dónde están los límites, dónde empieza y termina la imagen. Aspectos todos ellos sobre los que el fotógrafo tiene que decidir y que no lo hace ni hará ninguna cámara por sí sola, analógica, digital o de rayos X.


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.

lunes, 8 de febrero de 2010

Diseñario 2.0 (XIX)

Si los miembros del muy secreto comité de expertos de encajabaja encargados del Diseñario fuesen capaces de salir de su retiro para echar un vistazo a la difícil situación económica que vivimos, a la que esta semana todo el mundo mundial parece haberse puesto de acuerdo para hundir un poquito más con la ayuda inestimable del Gobierno y la "constructiva" oposición, (genial, una vez más, la viñeta del genial Ricardo el pasado martes, 2 de febrero) seguramente llegarían a la sabia conclusión, sabios como son, de que este país está necesitando un gobierno de concentración en el que participen todos, o al menos un gran acuerdo de todas las fuerzas políticas, sindicatos, empresarios... de todos y cada uno de los ciudadanos juntos, sin importar la ideología de cada uno, para sacar esto adelante... pero mucho nos tememos que no vamos a lograr ni siquiera que se pongan de acuerdo para salir a echar ese vistazo y tengamos que contentarnos con las entregas semanales de esta obra suya, nuestra y vuestra, colectiva, irreverente y abierta, sobre el diseño periodístico y la prensa en general.





Elzevir. Familia de prestigiosos impresores y editores de los Países Bajos, cuya actividad transcurrió entre 1580 y 1712. En el siglo XVII, cuando fallece el fundador Luis Elzevir (originario de Lovaina, pero que estableció la imprenta en Leyden, Holanda) deja el negocio a sus nueve hijos que lo extienden con sucursales en La Haya, Utrech y Amsterdam. En 1620 obtuvieron el título de Impresores de la Universidad y entre 1622 y 1652 alcanzaron su máximo esplendor. Aunque al parecer las técnicas comerciales de estos señores combinaban ediciones en pequeño formato precursoras del ahora llamado libro de bolsillo con técnicas que pasaban por alto cualquier consideración ética con tal de vender (cambiar las portadas de los libros para hacer pasar por nuevos ediciones sobrantes, o hacer modificaciones mínimas para burlar a la SGAE de turno, por ejemplo), los libros editados por ellos entonces son apreciadísimos por su calidad y reciben el nombre de elzevirianos o elzevirios.
Además, con el nombre de elzeviriano se denomina todo un estilo de tipos de letra herederos de los que diseñó Van Dyck para los Elzevir en este siglo XVII. Tipos de ojo medio elevado, de amplios contrastes y remates robustos que se alejaban de la caligrafía manual mucho más que sus antecesores renacentistas italianos y luego franceses.
Como elzevirianos (o de estilo antiguo) se llama a los números del tamaño del texto en minúsculas, elegante y refinada manera de componerlos en libros con aire clásico, en vez de con la acostumbrada altura de las mayúsculas como hacemos en la mayor parte de los impresos, incluidos nuestros descuidados periódicos.

Embargo. Embargo: Palabra de múltiples significados en el mundo de la prensa.
1. Sensación fisico/mental que te invade en el momento de hacer una página digna de mención o, como se dice en estos casos, cojonuda. Se puede reconocer a un ser embargado por la emoción de una maqueta bien hecha, cuando parece asomar una lagrimillla por uno de sus ojos o su sonrisa ilumina su cara. Al contrario que un embargo económico, que viene de sopetón, sin aviso y como un bofetón en la cara, este embargo maquetil va creciendo poco a poco a medida que la página es concebida... También se puede reconocer a un ser embargado por alzar los brazos por sorpresa y exclamar "¡Sí!" La gente de alrededor le mira extraño, pero cuando ven la maqueta también resultan embargados... por la emoción, insistimos.
2. Retraso en la difusión de la portada de un periódico. El motivo suele ser evitar romper una exclusiva. Imagínate que se te olvida embargar la portada y la competencia se entera, gracias al típico locutor radiofónico, del temazo que llevas al día siguiente. Si no se embarga esa portada, se puede producir la tercera acepción de embargo (ver punto siguiente).
También se pueden embargar noticias de agencias, que las mandan por la línea con la advertencia de que no se pueden publicar hasta una determinada fecha. Casi siempre se respeta este embargo, aunque siempre hay alguno que, tras pretender publicarla, dice... "Ah, no había visto que está embargada."
3. Retención en la nómina o incautación de bienes por parte de los acreedores del deudor al no poder hacer frente a una deuda. A esta situación se puede llegar por muchas vías, una de ellas la anteriormente citada (la de no respetar el embargo de una portada=bronca=despido=embargo).
La otra, viene derivada del cuasi embargo que provoca acabar una maqueta y que justo en el último momento se caiga el sistema. La reacción inmediata es rabia e incredulidad, que puede derivar en la destrucción del costosísimo equipo empleado. Y de ahí, al embargo, puede haber un paso.
.

Empacar. O empaquetar. Hacer paquetes, claro. De periódicos. Aproximadamente de 25 ejemplares cada paquete. Esos paquetes que habréis visto lanzar desde furgonetas a los quioscos en alguna película americana. Se hacen en la propia rotativa y para los no iniciados resultan extremadamente difíciles de abrir porque los periodicos van envueltos con dos durísimas cintas de plástico que sólo se pueden cortar con unas tijeras que nunca están a mano y porque se desconoce el secreto de cómo se abren. Tan fácil. Sin ninguna herramienta ni accesorio. Con las manos. Pero, eso sí, conocimiento secreto que sólo se puede adquirir con años de trabajo en la prensa...


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.

lunes, 1 de febrero de 2010

Diseñario 2.0 (XVIII)

Esta semana se ha ido todo un modelo de escritor a quien los enigmáticos, escurridizos y geniales miembros del comité de expertos de encajabaja entregados a la redacción de este Diseñario suyo, nuestro y vuestro, parecen querer emular. Claro que van por el camino absolutamente opuesto. Porque si el escritor norteamericano J.D. Salinger, a quien nos referimos, falleció el pasado jueves a los 91 años tras llevar más de 30 absolutamente retirado después de haber escrito una obra maestra, un clásico absoluto de la literatura del siglo XX en el que vivirá para siempre la verborrea desvergonzada del solitario e incomprendido adolescente (como todo los adolescentes, claro) Holden Caulfield, una novela de apenas 226 páginas en la versión también clásica de Alianza Editorial que le permitió vivir sin publicar apenas nada más, nuestros esforzados diseñaristas lo llevan claro para retirarse del mundanal ruido con sus derechos de autor porque ellos comenzaron, sin saberlo, una obra infinita que por eso mismo nunca terminarán. Es de suponer, eso sí, que al menos el Diseñario colectivo, irreverente y abierto a vuestra participación del que hoy os ofrecemos una nueva entrega, no terminará en manos de asesinos en serie como la novela de Salinger. ¿O sí?





E


Editorial. Precedida del artículo "el" y seguido de periodístico, se refiere a un género de opinión en el que un medio de comunicación da a conocer su punto de vista sobre un hecho noticioso. Es la voz del periódico, el artículo donde se moja y expresa sus opiniones para que sus lectores la conozcan. Es la cátedra desde donde se articula la línea editorial del medio, el vértice ideológico sobre el que gira el medio. Este artículo NUNCA se firma (si se quieren hacer bien las cosas, porque todos hemos visto editoriales firmados... precisamente cuando las cosas se hacen mal) ya que expresa la opinión de un ente abstracto, colectivo, no de una persona. Para eso ya están las columnas.
No confundir con Carta del director, donde este último expresa SU opinión, no la del medio, aunque en ocasiones puedan coincidir (las opiniones, queremos decir).
Fruta madurada a través de la experiencia, la escritura de un editorial puede resultar todo un ejercicio profesional cuando se tiene que expresar una opinión, la del medio, que no coincide con la del redactor en plantilla (normalmente de la sección de opinión, normalmente subdirector) que escribe el editorial, el editorialista, cargo de gran importancia y responsabilidad en una redacción.
Es un artículo de tanta importancia que casi nunca quieren dejarse en el tintero ni un concepto. Por eso, el espacio nunca es suficiente y siempre se queda corto. "Más espacio, necesito más espacio", claman los redactores. "Bájale el cuerpo, hazle trampas, lo que sea", piden. Todo para que entre, "porque no se puede tocar ni una coma", que es nuestro editorial. Esta dificultad se contrarresta con la facilidad de maquetar la página donde se compone este artículo, porque esta página es la misma todos los días. Es lo que llamamos un modelo fijo. Tan sólo algún acontecimiento de mucha relevancia lleva a que el director de un periódico decida modificar el editorial, llevándolo en ocasiones incluso a que arranque en la portada.
Precedido del artículo "la" se refiere a la empresa encargada de editar un producto escrito (libro, periódico, revista). En este caso, como indicaba el maestro de periodistas Bernardino Hernández en sus clases, el género sí es determinante.

EGM. Nunca unas siglas provocaron tanta expectación en una redacción. El Estudio General de Medios es una encuesta sobre el consumo de medios en el país, que realiza la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC). Con este estudio se miden las audiencias, ventas, difusiones e incluso se compone el perfil medio del consumidor de cada medio, ya sea periódico, suplementos, radio, televisión , revistas, cine o Internet. El EGM llega cada año en tres oleadas, como los japoneses a Pearl Harbour, y sus datos despiertan una inusitada expectación en las empresas informativas, algo así como cuando nos poníamos en fila para que nos dieran las notas del último trimestre.
Como con todas las encuestas, los datos del EGM nunca te son desfavorables. Sucede como en la política, que siempre ganan todos, a la vez. Lejos de lo que pueda parecer, los datos de una encuesta siempre son susceptibles de ser dados la vuelta, siempre en tu propio beneficio. No confundir esto con manipular la realidad, Dios nos libre. Nunca. Lo que sucede es que las encuestas hay que interpretarlas, porque los números así a lo bruto son muy traicioneros. Porque una cosa es que ponga en negro sobre blanco que has palmado doce mil lectores y otra muy distinta es que eso tenga que ser un dato malo. Y por eso, que tu competencia retroceda un 0,02 por ciento se convierte, por obra y gracia de la semántica en un desplome de las ventas, un desangrarse en los quioscos. ¿Lo pilláis? Lo fantástico de las encuestas es que siempre, los datos malos son los de los otros. Por eso el EGM admite tantas interpretaciones como las profecías del bueno de Nostradamus, que de seguir vivo hoy, seguramente se dedicaría a hacer encuestas para los de la AIMC con parecidos resultados..."
Por lo tanto, más que los datos en sí mismos, que no le interesan a nadie normal, lo bonito de este tema es cómo se venden en los propios medios. Al principio de año anuncias a bombo y platillo que en venta en quioscos has subido la friolera de tres puntos con respecto a la misma oleada del año anterior. Tres meses después destacas cómo en terminos porcentuales de difusión, tu grupo se consolida como la opción más leída en lengua castellana, mientras que en la última oleada del año, tu competencia se vanagloria de ser en proporción, el medio del planeta tierra que menos ha caído en ventas con una caída media de sólo (obsérvese el énfasis en el adverbio de modo) un 72 por ciento siempre con respecto a la última oleada equiparable...
Esta meticulosa y responsable interpretación de los hechos provoca a la larga que ni cuando te son favorables te los terminas de creer. Salvo que los leas en otro medio que no sea el tuyo, claro. Entonces dices: "Pues va a ser verdad que hemos subido, lo dicen éstos...". Porque si fuera por lo que cada uno publica de sí mismo, de tanta subida consecutiva, de tanto éxito de ventas, los medios españoles seríamos ahora mismo de lo más consumido del mundo junto con la trilogía de Larsson y el catálogo de Ikea. Y la sensación que cunde en la profesión es que es más bien al contrario, cada vez somos menos, aunque los que quedamos somos fuertes, fieles y solventes... hasta la próxima oleada del EGM, en la que Dios repartirá suertes.


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.

lunes, 25 de enero de 2010

Diseñario 2.0 (XVII)

Quien pudiera pensar que el comité de expertos de encajabaja encargados de la redacción del Diseñario son un grupo anárquico y caótico, fuera de todo control y al margen de norma alguna, no puede estar más equivocado. Porque quienes nos traen cada semana sus anárquicas, caóticas, descontroladas y alegales definiciones son un grupo de señores serios, casados, sometidos voluntariamente a unos estatutos normativos, con el Estado de Derecho como norma de vida, y la contradicción y el absurdo como filosofía. Con todos ustedes una nueva entrega del Diseñario, obra colectiva, irreverente y abierta a vuestra participación sobre el diseño periodístico y la prensa en general.





Director. ...las mayores que puede haber en un periódico. Palabras, decimos. Bueno, palabras, cargo y cuanto imaginarse pueda porque su sola mención... no es que mueva montañas, es que las cambia de sitio varias veces hasta que se queden en el lugar exacto que determine el titular de tan alto rango. El máximo en una redacción. Ríanse del abracadabra cabalístico, el abraxas o el modesto potagia entre otras, ante el poder, el enorme e insondable poder que tiene pronunciar en la redacción de un periódico la palabra director. Si es que la escribimos y nos tiemblan las teclas. Calma. Si es que se suele decir en voz baja, o ni siquiera, se mira hacia el depacho supremo un instante nada más mientras se levantan las cejas, o se alude a él nunca de forma explícita con alguna expresión que evite desatar las fuerzas -como nunca sabemos si va a ser para bien o para mal, prevalece el prudente porsiacaso- del estilo de "lo quiere así el del fondo", si su despacho está al fondo en una clara y sencilla asociación de ideas, o "el del piso de arriba", si su despacho está una planta por encima, posibilidad esta última real pero desaconsejable para el funcionamiento de un periódico porque el director, y no quisiera seguir abusando de que hasta el momento no ha pasado nada al mencionarlo, debe estar siempre en la redacción. Al frente de ella. Es parte de la redacción, la más alta, pero no de la empresa editora (aunque a veces esto último coincida).
Bueno, pues aunque pueda sobrecogernos todo lo que manda un director que mande, mucho más debe asustarnos uno que no lo haga. En ese lamentable caso, que ha existido, existe y existirá, y que muchos hemos padecido, nos encontraremos con un producto periodístico, informativo, que estará en manos de ejecutivos o de accionistas mayoritarios, o de dueño a secas, que sin tener en ocasiones ni la más remota idea de lo que es el periodismo, y en el resto de ocasiones teniendo una ligera idea, decidirán lo que se publica cada día, y cómo se publica; al más puro estilo de esos equipos de fútbol donde en vez de decidir el entrenador profesional -en un periódico sólo puede ser director un periodista- hace las alineaciones el patrón de turno con los resultados que todos pueden imaginar y que en proyectos periodísticos terminó, por ejemplo, con alguno de los miembros del comité de expertos encargados de la redacción de esta obra en las sórdidas filas del desempleo.
En definitiva, el... ese señor, porque señora lamentablemente no hemos conocido todavía a ninguna en estas tareas, es el máximo responsable de un periódico, quien decide todo lo que se publica en él cada día. Quien manda.

Diseñismo. Término creado en el blog encajabaja para referirse a un exceso de diseño. Al adorno por encima de los contenidos. Propio de "artistas" y de decoradores en vez de periodistas. Desequilibrio entre forma y contenido a favor de la forma. Tendencia que al contrario de lo que puedan suponer quienes la practican perjudica al diseño periodístico más que lo favorece; lo vacía de contenido y de argumentos en el delicado mecanismo de poderes de una redacción convirtiendo a los maquetadores en los que ponen las rayitas o en los que tienen que hacer "páginas bonitas"... sin saber de qué tratan.

Documentación. El cincuenta por ciento de la labor de un periodista. Estaremos todos más o menos de acuerdo en que es prácticamente imposible saber de todo. Para suplir tan dolorosa realidad, existe la labor de documentación. Es decir, leer, buscar, estudiar, todo lo que nos ayude a comprender mejor el tema sobre el que estamos trabajando. Y así de paso, nos distinguimos de esos tertulianos de la tele, que abarcan tal cantidad de temas en su sabiduría que más que modernillos diríamos que son hombres del renacimiento.
También se conoce como documentación al departamento de las redacciones que se encarga de conservar y clasificar todo lo que se va produciendo en la casa. Un servicio de información almacenada. El lugar al que acudimos los periodistas para buscar imágenes ya publicadas, documentos o las cosas que recordamos escribir o maquetar pero que ya no recordamos ni cuándo ni cómo. No sólo lo tuyo sino también, en la medida de lo posible, lo de los demás. Este departamento es vital para el trabajo del día a día. Porque en nuestro trabajo echar la vista atrás cada poco tiempo es fundamental. Y para un lado también, que a veces se aprende más viendo que ha hecho la competencia que repasando años y años de intentos propios frustrados. Los encargados de los servicios de documentación, hormiguitas compulsivas, consiguen algo sorprendente: mantener en un cierto orden algo fruto del caos más absoluto. Ahora los departamentos están absolutamente informatizados, aún así, de vez en cuando alguien aparece desde documentación con un sobre manoseado y con fotos en blanco y negro en su interior. Suele ser un momento emocionante, comprobar que todavía hay cosas que se resisten a verse reducidas a unos y ceros.
Internet, como con tantas otras cosas, ha venido a cambiar este modelo de trabajo. Cualquier mortal puede conseguir un ejemplar de cualquier periódico y cualquier fecha en la red en menos de dos minutos. Eso hace ¡diez años! era algo impensable. Y da cierta pena ver cómo, en los departamentos de documentación, se van sustituyendo a aquellos especímenes tan curiosos, especies de ratoncitos de biblioteca, organizados y metódicos por astutos rastreadores de la web, y hábiles manejadores de buscadores.


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.

lunes, 18 de enero de 2010

Diseñario 2.0 (XVI)

Es cierto que nos acordamos de lugares como Haití ahora que ha sufrido esa enorme tragedia que ha destrozado por completo un país que ya lo estaba. Y es cierto que ahora todos ponemos el gesto compungido (bueno, todos no, que aquí en nuestro país ha habido incluso quien ha aprovechado la ocasión para hacer gala de inteligencia y amor hacia los demás con una de las declaraciones más dementes de cuantas se hayan podido oír sobre este tema, o sobre otros), cuando tal vez deberíamos ponerlo todos los días ante las durísimas condiciones de vida que sufren países que no lo merecen, porque no lo merece nadie. Pero aun así, el comité de expertos de encajabaja encargados del Diseñario, esta obra colectiva, irreverente y abierta, no puede dejar de mandar un abrazo muy fuerte a la gente de Haití, su deseo de que les llegue toda la ayuda lo antes posible, y de que quienes están allí en labores humanitarias puedan rescatar y socorrer al mayor número de afectados.





Desguace. Lugar donde se desmantela un objeto mayor en piezas mucho mas pequeñas. En un periódico se conoce como desguace al elemento tipográfico que se utiliza para despiezar un texto grande, convirtiéndolo así en pequeñas partes encabezadas por epígrafes, mucho más fáciles de entender para el lector. Suelen encabezar los párrafos, y se distinguen tipográficamente del texto general, a veces incluso incluyendo alguna socorrida fuente de símbolos, como triangulitos, circulitos u otras chorraditas, para convertirse en pequeñas llamadas visuales a las que acudir en la lectura. Los desguaces facilitan la lectura, mejoran la edición y usados con buen gusto, aligeran visualmente las masas grises de texto. Aunque también pueden conseguir el efecto contrario, es decir, dificultar la lectura, enrevesar la edición y provocar una sopa de letras detestable, siempre que se usen sin sentido común. Requieren por lo tanto un texto que los quiera. Un desguace no sirve para cualquier tema. Necesitan espacio y complejidad en la información. Un breve no es un sitio para un desguace, así, entre nosotros...
Visto como avanzan los tiempos y el ritmo de trabajo que llevamos soportando todos estos años, no se descarta tampoco que sea en un desguace donde terminen por dar nuestros huesos, testigos mudos de una discreta élite que se extinguió junto con el papel, al final de tan sacrificada vida al servicio de la información....

Diario. Periódico. Gaceta. Rotativo. Boletín. Noticiario. Prensa. Papeles. Matutino (o vespertino). Pasquín. Tabloide... seguro que hay más, ¿alguien se anima?

Dibujante. Dícese del encargado de realizar los dibujos/ilustraciones de un medio impreso. Normalmente forma parte del departamento de Ilustración del medio, que suele ser más o o menos grande. Pero dibujante son también los freelance que colaboran habitualmente en la elaboración de dichas ilustraciones. Esta colaboración se hace bajo pedido y, en una gran mayoría de los casos, con nocturnidad, alevosía y mucha prisa. Vamos, que es "para ya".
Entre los ilustradores en plantilla, la variedad es casi similar a la que podemos encontrar en un zoo: hay un poco de todo. Los hay perezosos, extremadamente efectivos, trabajadores, traga-marrones, ácidos, críticos, divertidos. Alguno, incluso, tiene categoría de enfermedad, porque provoca sudores fríos y estrés en los responsables de recibir, supuestamente a tiempo, una ilustración fundamental para llevar un cierre ordenado y correcto.
Todos ellos se encargan de poner una nota distinta y, por así decir, icónica-irónica de la realidad. En muchas ocasiones tienen que intentar sacar punta de un tema que no hay por donde pillarlo o tienen que dar un punto de vista, desde el lápiz y los trazos, de algo que está más trillado que el TBO.
Además, son muy importantes para un medio, llegando al nivel de servir de identificación para el mismo. Y tan importantes son (y serán), que hay gente que empieza a leer el periódico por los chistes gráficos. Palabra. Y tan importantes fueron que hasta hace unos cuantos años (bastantes, cierto) algún periódico de tirada nacional sólo tenía dibujos en sus páginas.
En España, afortunadamente, tenemos unos cuantos creadores de dibujos/caricaturas/chistes tan grandes que además de provocarnos cada mañana una carcajada, o una sonrisa, incluso nos llevan a pensar un poco más allá de la primera neurona.
En una segunda acepción, dibujante también es aquel redactor que trae en un papelito dibujado y, según él, "muy clarito", una maqueta que se le ha ocurrido a él. Gracias a Dios, estos no son los dibujantes de los chistes de los periódicos...

Directo. Procedimiento utilizado en fotomecánica que permite convertir imágenes de tono continuo (una fotografía analógica, por ejemplo) en imágenes compuestas por puntos de trama de tamaño variable (todas las planchas de las rotativas están formadas por una trama de puntitos imprescindibles para que funcione esto del offset, y por eso, si os fijáis, todas las imágenes impresas están formadas por puntitos, que en el caso del papel prensa son además bastante grandes, dando como resultado menor calidad de impresión). Si a la palabra que tratamos le añadimos una "r" final, entonces pasamos de palabras menores a palabras mayores...


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.

lunes, 11 de enero de 2010

Diseñario (XV)

El equipo de expertos de encajabaja encargados de la redacción del Diseñario vuelve escoltado por una enorme máquina quitanieves que Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre han puesto a su disposición tras una de sus peleas (acaloradísima discusión porque ambos querían cedernos la máquina y al final el acuerdo es que nos la dejan entre los dos), después del paréntesis navideño en servicios mínimos. La impresionante nevada que ha caído en Madrid no les ha impedido pues estar aquí de nuevo en este 2010, que estamos seguros que será mejor para todos que el año anterior (año de nieves, año de bienes, ¿no?), con esta entrega de su obra irreverente, colectiva y abierta a vuestra participación sobre el diseño periodístico y la prensa en general.





Cuadratín. Cuando le dijeron, muy serios, que bajara a buscar una caja de cuadratines y otra de cíceros, no sabía que tanto unos como otros son unidades de medida. En el caso que nos ocupa, el de los cuadratines, se trata de espacios fijos (es decir, que no sufren modificaciones en virtud de la justificación de las líneas como sucede con los espacios entre palabras) con un valor en puntos igual al del cuerpo en el que estemos componiendo el texto. Es decir, doce puntos en el cuerpo doce será el tamaño de un cuadratín, diez en el cuerpo diez y así sucesivamente; fácil, ¿no? Pues aun siendo así de fácil existe la creencia equivocada y más extendida de lo que debiera, de que un cuadratín siempre vale 12 puntos, independientemente del cuerpo en el que se esté trabajando. Y no, lo que tiene siempre 12 puntos es un cícero.
Esta medida, el cuadratín, se utiliza fundamentalmente para las sangrías en las primeras líneas de cada párrafo, que son medidas que nunca varían con la justificación. En líneas de hasta 11 cíceros de ancho se utilizará como norma estándar un cuadratín de sangría; un cuadratín y medio ("media línea" se llama al medio cuadratín, y "espacio fino" a la cuarta parte del cuadratín) en líneas de entre 11 y 21 cíceros; y dos cuadratines para líneas con un ancho superior a 21 cíceros. Es una norma que no tiene un consenso exacto entre distintos autores, que varían estos valores unos cíceros arriba o abajo, pero la idea sustancial es que a mayor ancho de línea, mayor debe ser la sangría, expresada en cuadratines.
Pero esto, todo esto, fue.
Ahora, y en el futuro que ya ha llegado, casi nadie sabe qué es un cuadratín, tal vez porque los programas de autoedición (especialmente nuestro querido Quark) no tienen cuadratines, digamos de una manera más evidente a como los tienen (existe un "espacio m" equivalente a un cuadratín y un "espacio n", que es la mitad, tal y como se denomina en inglés al cuadratín y a la media línea, aunque no correspondan exactamente al valor de estas letras que además es distinto según el tipo empleado). Por eso, porque los ordenadores los esconden, no sabremos exactamente dónde ir a buscar aquello que posiblemente nadie nos vuelva a pedir que busquemos. De todas formas, nosotros, y vosotros, sí sabemos lo que son.



D


Data. En el mundo del periodismo, hace referencia al lugar (pueblo, ciudad, provincia, país, estado, continente) en el que se firma una noticia, con el fin de situar al periodista en las incomidades del lugar de los hechos o al calor de la redacción. Si es en el lugar de los hechos, suele ir acompañado de una mención a la categoría del redactor: enviado especial o corresponsal. A pesar de algún redactor que se obstina en preguntar ¿esto hay que datarlo?, todas las informaciones deben incluir una data. Sí, también los breves, que no por se pequeños merecen tal desprecio.
Para los hijos de los años 80, Data también es el nombre del niño chino de los Goonies, pero eso, creemos, tiene poco que ver con el diseño de periódicos.

Deformar. Modificar, alterar o distorsionar la proporción natural de algo, sea imagen o texto lo que nos toca. Es decir, hacer más altas que anchas o más anchas que altas las cosas. Esto, que parece una tontada más, no lo es tanto. Porque en el deformar se puede encontrar tanto a un magnífico profesional como al chapuza mayor del reino. Esto se debe a que dependiendo de lo que deformes y en dónde, más se sabrá si entiendes esta profesión o no. Por ejemplo, en prensa, las fotos nunca, nunca deben deformarse. Respetar el formato original de la imagen es una especie de pacto sagrado entre los buenos maquetas de periódico. Si deformas una imagen eres un cutre incapaz de dar con una solución que no masacre las imágenes originales. Pero claro, eso pasa en los periódicos. En cuanto traspasamos la dudosa frontera que separa la información del mundo del espectáculo (a veces sólo un angosto pasillo) todo esto se vuelve relativo. Porque en un periódico manejas información y como tal debe ser entendida también la imagen. Y si nos ponemos talibanes, si el color o la composición son información, la proporción también habrá de serla. Pero en el mundo del colorín, del fuego artificial y la modernez, donde todo vale o no dependiendo del día, del tiempo que haga en la calle o de con qué pie te hayas levantado esa mañana, deformar las imágenes tiene su puntito, su glamour incluso. Porque cuando lo que importa de una página es que quede bonita, chula, espectacular, diferente, acojonante... no vamos a discutir entre nosotros por un poquito de distorsión en las imágenes ¿no? En un periódico se cambian páginas enteras porque una imágen no da el corte. En una revista, suplemento o dominical, las fotos entran en ese hueco como que yo me llamo artista...
Sin embargo, cuando hablamos de tipografía, deformarla puede llegar a ser un arma muy útil. No nos referimos, por supuesto a ese deformar por deformar, a lo tonto, sin talento... Eso es una ordinariez como otra cualquiera. Nos referímos a ese sutil dos por ciento de deformación en la escala horizontal (o sea a lo ancho, estrechándola) que lo mismo estiliza un tipo tosco, que lo mismo te hace ganar un quince por ciento más de texto por página. ¡Ay, benditos! ¡Que pensábais que sólo se deforman las cosas con fines estéticos! Deformando un poquito un tipo de letras te aseguras una buena cantidad de texto extra que hará las delicias de tantos compañeros de redacción empeñados en contarte en doscientas líneas lo que podrían contarte en quince. Eso sin contar las ventajas que la deformación horizontal de los textos proporciona a nuestros queridos compañeros portadistas, capaces de hacer entrar en dos columnas toda una sentencia del Tribunal Supremo, con letra de palo y estrechíta, estrechíta... Eso sí, si para conseguir el mismo efecto estilizado, lo que modificas es la escala vertical, subiéndola, entonces pasas a convertirte en el chapuza de los chapuzas, porque la letra queda igual, sí, pero ya no sirve para nada más que para que quede bonita, porque cuanto más la deformes, más la achatas o la estiras (en vertical) y allí no se gana nada de texto. Que las cosas se hacen por un motivo siempre, y que queden bonitas, creednos, no es el motivo que mueve el engranaje de un periódico...
En lo que todos, absolutamente todos los profesionales coincidirán es en negar los hechos. Pese a lo anteriormente narrado, nunca encontraréis alguien que reconozca deformar los elementos, ni aun cuando lo haga bien. "¡Eso no lo hacemos los profesionales, hombre..!", te dirán. No se entienden los escrúpulos en reconocer la fechoría, cuando en los periódicos se lleva años haciéndolo a diario con la información y nadie se ha quejado todavía...


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Diseñario 2.0 (XIV)

El comité de expertos de encajabaja encargado de la redacción del Diseñario podrá ser todo lo misterioso que quiera... pero no ha podido escapar a la "tradicional" cena navideña de empresa. Lo que indica que no sólo no son misteriosos, sino que tampoco parecen demasiado sabios. Perjudicados y con el estómago revuelto, revolvieron las voces de esta insigne obra y aunque el contenido de las voces no ha sufrido ni la más mínima merma de su ya mítica calidad, sí se traspapelaron y la última voz de la entrega anterior, "crítica", debería ir detrás y no delante de la primera voz de esta nueva entrega de hoy. Por puro orden alfabético, vamos. En fin, que ya se colocarán correctamente en la versión definitiva e impresa (esperemos), y que Felices Fiestas y mejor 2010 que el 2009 para todos de parte del ebrio y empachado comité encargado de esta obra colectiva, irreverente y abierta a vuestra participación sobre el diseño periodístico y la prensa en general.





Crisis. De vez en cuando un conjunto de circunstancias nefastas se reúnen y se ponen de acuerdo para, juntitas, joder al personal. Se retroalimentan entre sí y jugando al corro de la patata nos rodean, dando vueltas de la mano para crear un circulo vicioso. Y se ríen. Y ponemos cara de pobres idiotas. Y se ríen más.
Este conjunto de elementos tan simpático ha sido motivo tradicional para llevar a cabo rediseños en el sector de la prensa escrita, con la peregrina e ilusa intención, en un elevado porcentaje de casos, de que con un poco de decoración unida a algún que otro despido y su consiguiente pérdida de calidad en los contenidos, se va a conseguir así vender más periódicos y la vez reducir costes. Estas ideas son otra de esas circunstancias que decíamos que se ponen de acuerdo con otras para retroalimentar una crisis. Circunstancia que puede denominarse también estupidez humana, o más bien la estupidez de quienes consideran estúpidos al resto de sus semejantes.
Aunque en un principio pudiera parecer que este término no es propio de una obra sobre el diseño periodístico y la prensa en general, colectiva, irreverente y abierta a vuestra participación, sucede que sí. No sólo el párrafo anterior ya lo desmiente, sino que hay que incidir en que prensa y crisis son términos casi complementarios, inseparables el uno del otro hasta el punto de que no recordamos apenas un momento de la historia de los periódicos en que no se viviera una crisis de cualquier tipo. Esta última dicen que es la definitiva... pero no estamos seguros del todo de que no se dijera también de alguna otra anterior.

Cromalín. Prueba de color. Cromalín es una marca comercial de un sistema para obtener una prueba de un arte final en color a partir de cada uno de los cuatro fotolitos. Es un sistema químico de gran calidad, pero también muy caro y algo lento, motivo por el cual dejó de utilizarse en los periódicos cuando las impresoras en color fueron lo suficientemente prácticas para hacer pruebas con una calidad aceptable para lo que puede imprimirse en el papel prensa. No obstante, hay quien sigue llamando en alguna redacción "cromalines" a las pruebas en color de las impresoras. En fin, que somos también de donde venimos, ¿no?

Crónica. Si existe una línea que marca la frontera entre el periodismo y la literatura, entre la sucesión de datos pura y dura y la interpretación y valoración del periodista, allí, en ese preciso lugar, se escribió la primera crónica periodística.
La crónica es el género periodístico en el que se relata una historia, generalmente de forma cronológica y ciñéndose escrupulosamente a la sucesión de hechos. Toma su nombre del griego cronos, que significa tiempo. O sea que es contar lo que ha pasado y en el orden que ha pasado. Pero en la crónica, la figura del autor cobra enorme importancia. El periodista eleva su función desde la pura información a la interpretación de los hechos, de manera que no es un simple relato de acontecimientos, sino más bien una historia personal, que el cronista te cuenta en primera persona, tras, previamente, haberla vivido. Porque un cronista es un espectador en primera fila de los acontecimientos, y eso le diferencia completamente del autor de, por ejemplo, un reportaje. Un cronista ha vivido los hechos que narra. Estaba allí. Y por eso, el periodismo se ha ido haciendo grande a medida que grandes periodistas han escrito las más grandes crónicas. Porque una guerra no es igual por televisión que parapetado contra una esquina derruida, con las balas silbnado por todas partes y siendo partícipe del horror del que es capaz el ser humano. Para escribir un buen reportaje lo único que necesitas es una buena fuente y documentación, pero para hacer una crónica en condiciones estás obligado a dejar tu silla en la redacción y estar allí (aunque haya cronistas que se hayan hecho grandes escribiendo desde el hall del hotel o desde su chalet de veraneo mientras en el país donde firmaban, se derrumbaba el mundo…)
Y por lo tanto, tantas crónicas hay como vivencias en las que un periodista pueda verse implicado. Crónicas parlamentarias, de sucesos, taurinas, deportivas, corresponsalías, ya sean en el extranjero o en un pueblo perdido en lo más remoto de una montaña… Pero si algo es común a todas ellas es el alto componente creativo y personal que contienen. Porque nos hacen vivir algo como si hubiésemos estado allí. Para eso nos hicimos periodistas muchos de nosotros, para contar historias de forma que llegaran a muchas personas distintas… Y qué mejor manera de hacerlo que hacerles partícipes de la experiencia, haciéndoles vivir (como en la mejor literatura) lo que tú has vivido antes...


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.