Sabemos que en estos tiempos de inmediatez internáutica eso de sacar la pata una vez bien metida es cuestión de darle a la tecla de borrar, pero hubo una vez, hace no tantos años, en la que la relación de los medios impresos con sus lectores aún conservaba ciertas normas de urbanismo, de hacer notar que te importaba su opinión, de que el precio del ejemplar te daba derecho a cambiar las cosas... Eso sin contar con el contrato que se adquiere al imprimir, cuatricromía sobre negro, las informaciones. Esas informaciones que serán relevadas mañana, quedan en las casas, aunque sea para envolver pescado, no se las llevará el viento como a las caprichosas palabras de pretenciosos contertulios, ni pueden ser borradas a cañonazos furtivos como bandadas de píxeles, controlzetas mediante...
De ahí la razón de la fe de errores, pieza que afortunadamente no sale todos los días, sólo cuando te pillan a calzón quitado. Pieza que, voluntariamente, señala el error, lo reconoce y lo resarce en la medida de lo posible. Generalmente, nos referimos a cosas sin importancia, como el precio de algún suplemento o la edad del neurocirujano protagonista de la última página del periódico, cosas menores de fácil reparación... No queremos que penséis que la fe de errores sirve para hacer recapacitar a los periódicos sobre las barbaridades que se publican día sí, día no... que una cosa es equivocarse en una cifra y otra muy distinta hacer que un periódico recapacite sobre su línea editorial...
Tampoco hay que confundir la fe de errores con la fe de erratas que aunque se parecen no son lo mismo. La fe de erratas hace referencia a errores tipográficos, mientras que la fe de errores se refiere a meteduras de pata con sujeto, verbo y predicado. A errores completos, a nombres que no son, a citas que no se citan, a personas que nunca estuvieron allí... cosas así.
Ferro. Es una prueba de imprenta, de bajo coste, también llamada cianotipo, que se lleva a cabo mediante el contacto de una película con un papel muy basto y azulado (al parecer se utiliza un papel fotosensible que responde a la luz ultravioleta, y de ahí el nombre de cianotipo, que en griego clásico es más o menos "impresión en azul"), maloliente (como corresponde al vapor de amoníaco con que se revela) y de tacto horroroso, que casi da dentera. Es una prueba que se utiliza mucho más en revistas o libros porque se obtiene directamente de las planchas tal y como van a ser impresas, con las páginas ya impuestas, por lo que la prueba además de errores permite controlar la numeración de las páginas, que todas vayan en su orden correcto. El color no lo reproduce, es todo en gris sucio y azul. En los periódicos, hace mucho que no se ve un ferro auténtico, y decimos auténtico, porque todos los días nos suben de taller (taller siempre está abajo, como las calderas de las salas de máquinas) pruebas de impresora de cómo va a salir finalmente impreso el ejemplar que acabamos de terminar, pero en papel decente, a todo color y sin olores ni tacto repelentes... a las que tal vez por nostalgia siguen llamando "ferros".
Fino. Espacio blanco horizontal en la línea de texto de tamaño fijo, no variable en la justificación. Corresponde a la cuarta parte de un "cuadratín" (recordemos que un cuadratín mide el mismo número de puntos que el cuerpo en el que estemos componiendo el texto), y a la mitad del espacio denominado "media línea". Hay cuatro finos en un cuadratín, y por consiguiente, en un cuerpo 12, el ancho de esta medida horizontal sería de 3 puntos. Se utiliza en las artes gráficas para conseguir un espacio horizontal de una medida deseada y corresponde aproximadamente al espacio entre dos palabras, pero con una longitud determinada que no se ve aumentada o disminuida por necesidades de justificación. Se representa con un cuadrado partido por una línea horizontal y otra vertical (el cuadratín con un cuadrado, y la media línea con un cuadrado partido por una línea vertical). Desconocido prácticamente en los periódicos, y más aún desde la entrada de los programas de autoedición que si los tienen los esconden al igual que los cuadratines, es uno de esos pequeños detalles que hacen que las industrias gráficas se llamen precisamente artes gráficas.
Entregas anteriores del Diseñario 2.0:
Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.
Diseñario 2.0 (XXII): enviado especial-exclusiva.
Diseñario 2.0 (XXIII): exposición-faldón.