Como si el azul del agua fuese el blanco de una página, aunque el agua sea transparente y el blanco del papel prensa tenga una tonalidad tirando a gris cálido, amarillento a los muy pocos días. Como si fuera posible no descubrir cada día algo nuevo, un efecto en este caso, una pequeña afección que sufre el título principal de la primera página y que detecta el ojo siempre implacable de nuestro director: las palabras no parecen quietas, flotan, hay un “efecto río” en ese título travieso, lo bautiza el redactor jefe de cierre, Juan Fornieles.
Y yo que creía haberlo oído todo ya en lo que se refiere a páginas que respiran, efectos loncha o cálidas texturas de madera que atraen y metálicas que repelen, de frío, me río del efecto río con la mitad de la boca y le miro, a Fornieles, con aire burlón mientras me dice “a ver qué puedes hacer”. Es un periodista inteligente, no crean, que sabe qué es noticia y cómo es un periódico, lo que no es poco ni tampoco frecuente, pero es que además tiene la humildad suficiente para seguir aprendiendo. Suele escuchar a quienes se supone que sabemos de diseño, no impone algo que le gusta o no le gusta (¿recuerdan?) y por eso tengo la obligación de escucharle yo también a él, no sólo hacer lo que te ordenan, también escucharle digo, incluso aunque aparezca luciendo su cráneo rapado y brillante con argumentos tan... pintorescos. Detesto tener que escribir bien de alguien, es como de pelota asqueroso, ¿no?, pero en este caso hablar de otra manera sería mentir. Además, esto matiza algún comentario de nuestros lectores sobre el “enfrentamiento” entre redacción y maquetación. Unas veces sí, otras no.
El “efecto río” tiene que ver con el término kerning, que es más que el espacio entre letras, la supresión de ese espacio para que no se separen demasiado determinados caracteres y que la tipografía digital ha resuelto con tablas de pares de caracteres específicos para cada fuente o tipo (entre una “l” y una “i”, por ejemplo, pues se aprieta el espacio para que no queden tan separadas como solía suceder en las máquinas de escribir). Y tiene también que ver este supuesto “efecto río” con el término tracking, que es un poco lo contrario, espacio de más para que los caracteres no se junten unos con otros, en este caso aplicado de manera uniforme, no por pares (se separa, o no, todo el texto o la parte que se seleccione). Ya profundizaremos en siguientes artículos sobre el tracking y, sobre todo, su abuso. Ayuda mucho a este efecto fluvial de recentísima creación que las palabras del título en cuestion sean tan cortas, esas comillas altas que dejan un espacio blanco debajo y, por supuesto, el componente psicológico de que alguien te lo haga notar.
En fin, tecnicismos aparte, amplié el tracking que había sido reducido antes sólo en las líneas más cortas y además modifiqué cada uno de los espacios entre palabras bajándolos de cuerpo para que fuesen más pequeños. En definitiva, hice que las líneas fuesen más largas pero que los blancos se acortaran. Un trabajo laborioso en el que la peor parte vino después, cuando tuve que darle la razón. “¿Queda algo mejor no?”