
Una atrevida portada de uno de los periódicos más importantes del país, con gran influencia política: 420.000 copias diarias, una extensión media superior a las 113 páginas y un equipo de 790 periodistas. Casi nada.
"La cabecera de EL PAÍS se diseñó sin tilde por una razón más sencilla, pero de más peso, que la empleada el jueves pasado para anunciar que el rediseño del periódico incorpora el preceptivo acento en la i. "Que la cabecera tiene un significado icónico no literal y que nadie se para a pensar en el contenido de lo que define" es una explicación o justificación a posteriori, no por eso exenta de fundamento. Y de ejemplos; entre ellos, el logo de Telefónica.
Pero se olvida que no fue la estética sino un impedimento técnico el que nos llevó a proponer la supresión del acento: las modernas fotocomponedoras, de fabricación norteamericana, carecían de mayúsculas acentuadas, y no tenía sentido poner acento en la cabecera cuando los textos que en el resto del periódico se escribieran todo de mayúsculas tendrían que ir sin él. No éramos los únicos. El resto de los periódicos, con tecnología más atrasada, estaban en las mismas. Era una situación que se arrastraba desde la implantación de la linotipia, máquina inventada por el alemán Mergenthaler a finales del siglo XIX. Hasta tal extremo que más de una generación de aquella época fue educada en la idea de que las mayúsculas no se acentuaban.
Hay que decir también que EL PAÍS fue el primer periódico -al menos entre los de difusión nacional- en devolver el acento a las mayúsculas. Fue el 9 de noviembre de 1983, la primera vez que el apellido del director (Cebrián) y el día de la semana (miércoles) se escribían con tilde."
P.D. No os perdáis los vídeos que ha subido El País sobre su nuevo diseño. Los podéis ver aquí, aquí y aquí.
Se vive al contrario, de noche. Vienes cuando otros van. Nada coincide contigo, como si tu horario vital estuviera formado por piezas sobre un tablero y alguien, la noche, lo hubiera sacudido, travieso. Comes solo pero también tu coche circula solo por las calles iluminadas de la ciudad. Y no duermes, te imaginas dormir durante días de luz, gritos, teléfonos y obras. Te pagan más.
Estás solo.
También el trabajo en la redacción es distinto, suele consistir en destrozar las páginas que han hecho tus compañeros durante el día. Juego a los puzzles cada noche procurando cuadrar aquí lo que descompongo allá y algunas veces, pocas, el resultado mejora lo que han organizado antes con menos urgencias porque, de noche, solemos intentar que nada se quede fuera de las páginas, incluir lo más hasta lo más tarde posible. Sin importar la forma, porque es de noche. Estamos de guardia sin hacer nada para que de día puedan decir que los del turno de noche no trabajan, pero en realidad lo que hacemos es esperar a que suceda lo que suele suceder cuando menos lo esperamos. Cuando más te jode. Y no pronunciamos nunca las palabras mágicas "parece que hoy está todo muy tranquilo".
Y luego están los ruidos, porque en la noche transfigurada, cuando te quedas solo en esta esquina apartada de la redacción, se oyen cosas, que alguien teclea en uno de los ordenadores y cuando te acercas no hay nadie pero el salvapantallas ha dejado su lado oscuro como si hubieran tocado las zonas sensibles del ordenador. Estuvieron sonando los teléfonos de nuestra sección durante meses, en cuanto me quedaba solo cada noche, y dejaban de sonar un instante antes de que los cogiera como si pudieran verme, los teléfonos, porque en esta parte de la redacción estoy absolutamente solo y a través de las ventanas no hay nada. Nada puede verme y sin embargo sabe que estoy allí.
De noche las pantallas de los ordenadores te miran en vez de ser tú quien las mira a ellas como sucede durante el día.
Y de noche aparecen desconocidos que te piden un cambio en una página que tú haces sin preguntarte quién te lo pide porque en un periódico como el nuestro el trasiego es grande y resulta normal encontrar gente nueva cada poco. No te preguntas quién es el desconocido hasta que una llamada desde la mesa de cierre te exige explicaciones, que por qué has hecho ese cambio que ellos no necesitan en una página de Nacional, o de Cultura, y lo que les cuentas parece absurdo porque, además, te dicen que en Nacional o en Cultura ya no hay nadie. Nadie ha podido ir a verte a pedirte nada. En la redacción estamos solos, los de la mesa en un ala de la planta, y yo en la otra. No hay nadie más en el periódico a excepción de los guardias de seguridad en la entrada. Nadie me ha pedido nada con una extraña sonrisa pero yo le busco entre las mesas vacías, por los pasillos desiertos o los servicios solitarios mientras me pregunto, hablando solo en voz alta, por qué nadie querrá trabajar de noche en el periódico.
Pregunta.- ¿Cómo funcional un jurado por dentro?
Respuesta.- Al ser personas que nos conocemos poco funciona de forma poco distendida al principio. En un primer momento, tanteas los niveles de valoración de cada uno. Por lo menos en mi caso.
P.- ¿Qué criterios se utilizan para decir que tal página es buena y merece un premio y cuál no?
R.- En el diseño de páginas. La consonancia entre la información y la presentación gráfica, y las reglas básicas de la tipografía y las artes gráficas.
P.- ¿Ha habido "peleas" por alguna página?
R.- Sí
P.- ¿Puedes valorar trabajos tuyos o te quedas al margen?
R.- Te quedas al margen
P.- En una profesión en la que casi todos nos conocemos, con sus filias y fobias, no se deja uno llevar por ellas...
R.- No. La valoración es muy profesional.
P.- ¿Influye la ideología del medio a la hora de valorar los trabajos, aunque sea de manera inconsciente?
R.- De ninguna de las maneras
P.- Habéis echado algo en falta?
R.- Mejores infografías.
P.- Alguna anécdota...
R.- Cualquiera de las que nos ocurrieron estarían fuera de contexto.