viernes, 19 de octubre de 2007

De noche en el periódico

Se vive al contrario, de noche. Vienes cuando otros van. Nada coincide contigo, como si tu horario vital estuviera formado por piezas sobre un tablero y alguien, la noche, lo hubiera sacudido, travieso. Comes solo pero también tu coche circula solo por las calles iluminadas de la ciudad. Y no duermes, te imaginas dormir durante días de luz, gritos, teléfonos y obras. Te pagan más.

Estás solo.

También el trabajo en la redacción es distinto, suele consistir en destrozar las páginas que han hecho tus compañeros durante el día. Juego a los puzzles cada noche procurando cuadrar aquí lo que descompongo allá y algunas veces, pocas, el resultado mejora lo que han organizado antes con menos urgencias porque, de noche, solemos intentar que nada se quede fuera de las páginas, incluir lo más hasta lo más tarde posible. Sin importar la forma, porque es de noche. Estamos de guardia sin hacer nada para que de día puedan decir que los del turno de noche no trabajan, pero en realidad lo que hacemos es esperar a que suceda lo que suele suceder cuando menos lo esperamos. Cuando más te jode. Y no pronunciamos nunca las palabras mágicas "parece que hoy está todo muy tranquilo".

Y luego están los ruidos, porque en la noche transfigurada, cuando te quedas solo en esta esquina apartada de la redacción, se oyen cosas, que alguien teclea en uno de los ordenadores y cuando te acercas no hay nadie pero el salvapantallas ha dejado su lado oscuro como si hubieran tocado las zonas sensibles del ordenador. Estuvieron sonando los teléfonos de nuestra sección durante meses, en cuanto me quedaba solo cada noche, y dejaban de sonar un instante antes de que los cogiera como si pudieran verme, los teléfonos, porque en esta parte de la redacción estoy absolutamente solo y a través de las ventanas no hay nada. Nada puede verme y sin embargo sabe que estoy allí.

De noche las pantallas de los ordenadores te miran en vez de ser tú quien las mira a ellas como sucede durante el día.

Y de noche aparecen desconocidos que te piden un cambio en una página que tú haces sin preguntarte quién te lo pide porque en un periódico como el nuestro el trasiego es grande y resulta normal encontrar gente nueva cada poco. No te preguntas quién es el desconocido hasta que una llamada desde la mesa de cierre te exige explicaciones, que por qué has hecho ese cambio que ellos no necesitan en una página de Nacional, o de Cultura, y lo que les cuentas parece absurdo porque, además, te dicen que en Nacional o en Cultura ya no hay nadie. Nadie ha podido ir a verte a pedirte nada. En la redacción estamos solos, los de la mesa en un ala de la planta, y yo en la otra. No hay nadie más en el periódico a excepción de los guardias de seguridad en la entrada. Nadie me ha pedido nada con una extraña sonrisa pero yo le busco entre las mesas vacías, por los pasillos desiertos o los servicios solitarios mientras me pregunto, hablando solo en voz alta, por qué nadie querrá trabajar de noche en el periódico.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo que también he trabajado en el cierre de un periódico durante casi un año, estoy de acuerdo en lo que cuentas. Es curiosa esa extraña sensación de vivir al contrario del resto de la gente, y también esa tomo fantasmagórico que toma una redacción vacia.

Anónimo dijo...

Yo de momento cierre no. Pero sí experimento una sensación similar yendo por las calles cuando me ha tocado, alguna vez, dar el relevo a los que hacen la guardia nocturna en la web. Hasta Madrid duerme a las 6 de la mañana.

Cuando estábamos en Callao resultaba curioso ver la vida crapulenta que aún se arrastraba a esas horas por el centro de la ciudad. Ahora, más apartados, no se arrastra nada de nada...

Un saludo!

Anónimo dijo...

Vaya qué historia. Por dos años y medio trabajé en el turno de ciere de un diario chileno. Por supuesto, se multiplicaban las historias de fantasmas. Muertos-vivos no ví, excepto en el espejo. Y los duendes, claro, sino cómo explicar los errores que salían al día siguiente.
Saludos
CV

Anónimo dijo...

¿Y lo bien que te lo pasas con tus compañeros de cierre? Las conversaciones más surrealistas, los chistes más ingeniosos, el glamour desenfrenado, esos comentarios ácidos que no nos permitiríamos en horario diurno... aaaah, la nottte...