Ha pasado más de una semana y todavía me acuerdo. Del partido, claro. Y de las páginas que hicimos después también. Del partido porque a pesar de que nuestro eterno delantero Raúl no tuvo una actuación destacada, sí confirmó sin embargo el triunfo del juego colectivo, ¡y qué juego!, que tan denostado está en estos tiempos de figuritas de mazapán. De las páginas, porque el cierre de aquel inolvidable domingo no creo que lo vayamos a olvidar.
Cada vez que se disputa un partido del siglo, en los periódicos es necesario tener previstas las páginas de antemano, al menos para la primera edición. Estos acontecimientos, sobre todo los que más importan para las audiencias televisuales, empiezan, y por lo tanto acaban, muy tarde. Por eso, en cuanto el colegiado sopla los tres pitidos de rigor y da por finalizado el encuentro las páginas tienen que enviarse a la rotativa prácticamente ya. Deben estar hechas de antemano, tienen que estar ya casi escritas, porque se redactan según sucede el partido, y a la vez hay que buscar las mejores fotos de las primeras que envíen las agencias o nuestros fotógrafos para huecos pintados antes. Después, en segunda edición, tenemos tiempo para cambiar lo que sea necesario en función del material gráfico que vaya llegando, declaraciones que se produzcan después, etc. Hay que trabajar, pues, con ideas preconcebidas.
Pero, a veces, las ideas preconcebidas nos impiden ver lo que tenemos delante. Para la crónica del partido del siglo entre el Barcelona y Real Madrid, ja, ja, ja, perdonen que me ría pero es que cada vez que me acuerdo me entra una alegría... decía que para la crónica de ese partido, je, pues decidimos maquetar una página que no fuera la de siempre (la típica con su gran foto por arriba) y dispusimos una imagen vertical a tres columnas de arriba a abajo. Las ideas preconcebidas del responsable de deportes pasaban por una foto de juego en esa página y para la página enfrentada tres imágenes con gestos de distintos protagonistas de aquella noche. En cuanto terminó el partido, hicimos esto con el material que llegó:
Cada vez que se disputa un partido del siglo, en los periódicos es necesario tener previstas las páginas de antemano, al menos para la primera edición. Estos acontecimientos, sobre todo los que más importan para las audiencias televisuales, empiezan, y por lo tanto acaban, muy tarde. Por eso, en cuanto el colegiado sopla los tres pitidos de rigor y da por finalizado el encuentro las páginas tienen que enviarse a la rotativa prácticamente ya. Deben estar hechas de antemano, tienen que estar ya casi escritas, porque se redactan según sucede el partido, y a la vez hay que buscar las mejores fotos de las primeras que envíen las agencias o nuestros fotógrafos para huecos pintados antes. Después, en segunda edición, tenemos tiempo para cambiar lo que sea necesario en función del material gráfico que vaya llegando, declaraciones que se produzcan después, etc. Hay que trabajar, pues, con ideas preconcebidas.
Pero, a veces, las ideas preconcebidas nos impiden ver lo que tenemos delante. Para la crónica del partido del siglo entre el Barcelona y Real Madrid, ja, ja, ja, perdonen que me ría pero es que cada vez que me acuerdo me entra una alegría... decía que para la crónica de ese partido, je, pues decidimos maquetar una página que no fuera la de siempre (la típica con su gran foto por arriba) y dispusimos una imagen vertical a tres columnas de arriba a abajo. Las ideas preconcebidas del responsable de deportes pasaban por una foto de juego en esa página y para la página enfrentada tres imágenes con gestos de distintos protagonistas de aquella noche. En cuanto terminó el partido, hicimos esto con el material que llegó:
No está mal. Pero... no sé. No llegaba a funcionar. Le falta fuerza. En la página impar nos resultó imposible encontrar tres gestos de manera que los jugadores no estuvieran tan desproporcionados. Y en cuanto a la primera página no tengo espacio suficiente para relatar lo que sufrimos buscando "una foto de juego" que tuviera ese corte tan extremo. El esquema de las páginas estaba bien pero las ideas preconcebidas sobre su contenido nos impedían ver, por ejemplo, que estábamos desaprovechando la foto, el fotón más bien. Como nos condicionaban a buscar una foto de juego que no existía con ese formato, mientras que había muchísimas con un formato horizontal. Me costó algo convencer al subdirector del periódico, porque las ideas preconcebidas se suelen agarrar y nos clavan las uñas. "Yo tenía otra idea", repetía cuando le propuse las páginas que finalmente salieron. "Pero bueno...".
Porque el Madrid titánico, como titulábamos, era más bien esto, ¿no? Se tratraba de dar grande la foto de Pepe, enorme como estuvo el central, y de dar una foto de juego a cinco columnas en la segunda página. Nada más. Y nada menos. En segunda edición, finalmente, lo volvimos a estropear. Pero esa es otra historia.