Hemos de reconocer humildemente que, a pesar del que creíamos enorme saber, dilatada experiencia y del talento creativo que atesoran en conjunto los miembros del comité de expertos de encajabaja, no encuentran explicación coherente para el inexplicable pase de la selección española de fútbol a una de las semifinales de la Eurocopa 2008, después de haber eliminado a ¡Italia! En fin, sumidos en el asombro, ni tan excepcional acontecimiento les impiden ofrecernos una nueva entrega del Diseñario, la que da comienzo a la letra "M", casi en el ecuador de esta obra irrevente sobre el mundo del diseño periodístico y la prensa, tarea colectiva y, ya sabéis, abierta a vuestra participación, que nos nos cansaremos de animar.
M
Mac. Ordenador, computadora. O, ¿es algo más?
Primera acepción: Estoy sentado frente a un Mac... y tengo que decir que desde entonces nada es igual. Cuando llego al trabajo el entorno informático se vuelve triste, anodido, monótono. Estoy sentado frente a un Mac y lo veo todo más claro, más nítido, más limpio. Estoy sentado frente al Mac y puedo tener varias aplicaciones abiertas sin tener sudores fríos por si alguna se cierra inesperadamente. Estoy sentado frente al Mac y veo cómo las imágenes que antes parecían tristes ahora cobran vida. Estoy sentado frente al Mac y admiro el sistema de ventanas que Windows (mal) copió. Estoy sentado frente al Mac y veo que no me tengo que preocupar de los virus ni de ataques remotos malintencionados. Estoy sentado frente al Mac y alucino con su potencia gráfica, con la nitidez de las imágenes, con lo bien que quedan las maquetas, lo distintas que parecen de un entorno a otro. Estoy sentado frente al Mac y todo, hasta lo que a priori puede parecer complejo, es mucho más fácil, hasta un macaco podría hacerlo. Estoy sentado frente al Mac y no tengo que comprar ningún programa para poder empezar a trabajar con herramientas casi-profesionales. Estoy sentado frente al Mac y no tengo que instalar ningún driver para poder utilizar mi cámara de fotos, mi impresora y mi tableta gráfica. Estoy sentado frente al Mac y apenas tardo 5 segundos en instalar una aplicación. Estoy sentado frente al Mac y me olvido de la "redundancia cíclica" y los pantallazos azules. Estoy sentado frente al Mac y el tiempo pasa volando, tanto que me tengo que ir a "disfrutar" de una anodina jornada informática enfrente de mi Windows xp...
Segunda acepción: Parece increíble que un ordenador que cuesta aproximadamente el doble que otro de similares características fabricado por cualquier empresa que no sea Apple, sea incapaz de conectarse con nada. De entenderse con nadie, de ser compatible, vamos. Y que te digan, además, quienes pagan de esta manera, que esta objeción es una falsedad, "eso sería antes", porque cuando entras en la secta macquera... entonces te conviertes en un ser sin sentido crítico para los productos que les compras a estos señores y para quienes te transmutas poco menos que en un agente de ventas, sin comisión claro, porque de lo que se trata es de que hables bien. Y de que pagues. Una secta que te obliga a ser alguien "moderno", "de diseño", "cultureta", "fashion" y despreocupado por la informática, porque en estos aparatitos todo está mascado, te guían por todo lo poco que se puede hacer fuera de los estándares de sus preciosos programas. Son tacaños con la memoria ram y con la capacidad de sus discos duros, con cualquier extra que nunca están incluidos y que incorpora el ordenador más cutre, pero tú no puedes serlo si quieres tener uno de ellos. Te venden la moto de que no sufren virus informáticos y hablas entonces de lo bien diseñado y protegido que está su maravilloso sistema operativo, pero no mencionas que en realidad siendo cuatro gatos conectados a la red, todavía no hay quien se interese mucho en infectarlos... pero tiempo al tiempo y entonces. ¡Pues habrá que pagar por desinfectarlos! Eso sí con un doctor maravillosamente diseñado que administrará una vacuna ¡tan bonita!
Una vez expuestas las dos antagónicas acepciones, escrita cada una por un miembro distinto del excelso comité de expertos, y como habréis comprobado absolutamente objetivas, ya podéis elegir. Pero teniendo en cuenta lo que os decíamos al principio, que un Mac es tan sólo un ordenador. ¿O es algo más?
Madrid. Nuestra ciudad. Metrópoli abierta, ciudad de encuentro de la que todo el que quiere puede ser, incluso los desconsiderados que viven entre sus brazos despreciándola a la menor ocasión. Urbe hospitalaria pero no siempre amable con sus gentes, muy por encima de sus mediocres gobernantes desde hace siglos, donde la música de sus noches y la cultura se ha tenido que abrir paso a pesar de ellos, con el empuje de los vecinos más traviesos. Acostumbrada a ser utilizada y a que desde fuera se la considere culpable de los males de quienes nos rodean, tal vez por ser capital. No hay lugar donde el cielo sea más bello, ni donde pueda beberse agua así, ciudad de frío y calor que ha prestado su nombre a tipos de letra y a periódicos, tan viva que da vida a quien de ella es.
Mancha. En maquetación, se denomina mancha el espacio impreso de una página, desde el folio hasta el pie de la misma, sin contar los márgenes. Es decir, la mancha es toda aquella zona en la que la tinta queda depositada (de ahí la sutilieza del término). Pero no es ésta la única acepción que el término mancha contempla. Existe la mancha objetiva, esa que no hace falta ser un experto para descubrir. Es evidente que una Helvética es más negra y grande que una Times. Es más, si profundizamos más en el diseño, es incluso posible que descubramos que se está utilizando por eso, porque su capacidad de emborronar aporta información. Al bueno de Reinhard Gäde le sugirieron utilizar la tipografía de palo típica de la prensa del movimiento, negra a más no poder, en su prototipo de EL PAIS. Menos mal que no es tan fácil convencer a un alemán. Gäde era consciente de que la mancha tipográfica informa (grita en este caso). Por eso intentó, con la discreta Times, que EL PAÍS susurrara las cosas al principio, algo mucho más elgante y sensato, dado el momento histórico, y menos peligroso porque no convenía gritar a las autoridades franquistas: "a nosotros nos hubieran cerrado en dos o tres semanas, y se acaba el asunto", en palabras del propio diseñador.
Sin adentrarnos en farragosas tesis tipográficas, se conoce también como mancha o color tipográfico a la impresión absolutamente subjetiva que produce un bloque de texto, con sus particularidades tipográficas, cuando está puesto en papel, negro sobre blanco. Y lo de negro sobre blanco no es una licencia poética gratuita. Precisamente, la mancha tipográfica será esa textura que forma el texto en el papel y que será en mayor o menor medida denso o gris dependiendo de lo modificada que esté la tipografía. Si la sensación es de mucho negro, se modifica para que el texto respire y adquiera un tono más gris, mucho más agradecido para la lectura.
Pero las manchas más socorridas, a las que se recurre más a menudo son aquellas a las que nos aferramos para sobrevivir. En un periódico es habitual escuchar cómo el personal (maquetadores, redactores, grafiqueros y foteros, de esto no se libra nadie) destaca la importancia de la mancha sin mucho criterio ni conocimiento (y no precisamente por afinidad con la hermosa tierra del sin par Alonso Qujiano). Es cierto que hay muchos tipos de manchas, algunas más obvias que otras. Y por eso, se convierten en la excusa perfecta para salir del paso en una discusión que se atasca. Si no sabes a que fenómeno apocalíptico recurrir para que tu argumento gane inusitado peso, recurre a la mancha... Porque es como la ley del fuera de juego: algo de lo que todos han oído hablar en alguna ocasión, pero casi nadie sabe definir con propiedad. Además es un tema delicado, porque esa percepción de mancha es algo absolutamente subjetivo y como tal sujeto al criterio individual. Y generalmente, cuando se recurre a la mancha como argumento, reconozcámoslo, se está desesperado. Y en esos casos, ya sabemos que los criterios son arbitrarios, cambiantes y caprichosos... que todo vale en el amor, en la guerra y cuando hay que cerrar una edición. Por eso, de delimitar una zona de impresión, la mancha muta en presencia tipográfica, en la ley del más fuerte, en caballo grande, en la autoridad de la voz en grito, de lo negro, negrísimo. Y por eso los redactores suplican que subas el cuerpo de un título, el suyo, "que mancha poco". Y te miran con ojos de perrillo abandonado en el arcén cuando les explicas que los cuerpos están medidos, y que las manchas están al servicio de la jerarquía informativa, y que por mucho que llore y patalee es totalmente inapropiado subirle diez o doce cuerpos al titular del breve en cuestión.
Al poder intimidatorio de la mancha recurren tanto los profesionales visuales (interminables batallas dialécticas se han emprendido por la descompensación de manchas en un gráfico a doble página o por el desasosiego producido por el simbolismo de la masa negra de una foto de retrato) como, todo hay que decirlo, los maquetas. Porque, a ver, que levante la mano el que no haya recurrido alguna vez a la mancha como factor de intimidación. Porque en boca de un maqueta, guardián de proporciones, espacios e intenciones, la mancha de los elementos suena a algo terrible y calamitoso. Por eso, luego ellos, una vez deslumbrados y conscientes de la treta, intentan usarlo en su propio beneficio, sin darse cuenta de que lo de la mancha, como lo del aire, el acero que repele y las lonchas es algo que surgió de una sección de maquetas... ¡Criaturitas!
Entregas anteriores del Diseñario:
Diseñario (I): aire-anuncio.
Diseñario (II): apoyo-artistas.
Diseñario (III): bandera-blancos.
Diseñario (IV): blog-caja.
Diseñario (V): cajista-cícero.
Diseñario (VI): cintillo-confeccionador.
Diseñario (VII): contorneo-despiece.
Diseñario (VIII): Didot-doble.
Diseñario (IX): Edicomp-encajabaja.
Diseñario (X): entradilla-estilo.
Diseñario (XI): familia-firma.
Diseñario (XII): folio-fotografía.
Diseñario (XIII): Franklin Gothic-fuente.
Diseñario (XIV): fusilar-Garamond.
Diseñario (XV): Gótica-grotesca.
Diseñario (XVI): Gutenberg-huérfana.
Diseñario (XVII): ilustración-información.
Diseñario (XVIII): interletraje-justificado.
Diseñario (XIX): kerning-lector.
Diseñario (XX): legibilidad-línea de base.
Diseñario (XXI): linotipia-luto.
Primera acepción: Estoy sentado frente a un Mac... y tengo que decir que desde entonces nada es igual. Cuando llego al trabajo el entorno informático se vuelve triste, anodido, monótono. Estoy sentado frente a un Mac y lo veo todo más claro, más nítido, más limpio. Estoy sentado frente al Mac y puedo tener varias aplicaciones abiertas sin tener sudores fríos por si alguna se cierra inesperadamente. Estoy sentado frente al Mac y veo cómo las imágenes que antes parecían tristes ahora cobran vida. Estoy sentado frente al Mac y admiro el sistema de ventanas que Windows (mal) copió. Estoy sentado frente al Mac y veo que no me tengo que preocupar de los virus ni de ataques remotos malintencionados. Estoy sentado frente al Mac y alucino con su potencia gráfica, con la nitidez de las imágenes, con lo bien que quedan las maquetas, lo distintas que parecen de un entorno a otro. Estoy sentado frente al Mac y todo, hasta lo que a priori puede parecer complejo, es mucho más fácil, hasta un macaco podría hacerlo. Estoy sentado frente al Mac y no tengo que comprar ningún programa para poder empezar a trabajar con herramientas casi-profesionales. Estoy sentado frente al Mac y no tengo que instalar ningún driver para poder utilizar mi cámara de fotos, mi impresora y mi tableta gráfica. Estoy sentado frente al Mac y apenas tardo 5 segundos en instalar una aplicación. Estoy sentado frente al Mac y me olvido de la "redundancia cíclica" y los pantallazos azules. Estoy sentado frente al Mac y el tiempo pasa volando, tanto que me tengo que ir a "disfrutar" de una anodina jornada informática enfrente de mi Windows xp...
Segunda acepción: Parece increíble que un ordenador que cuesta aproximadamente el doble que otro de similares características fabricado por cualquier empresa que no sea Apple, sea incapaz de conectarse con nada. De entenderse con nadie, de ser compatible, vamos. Y que te digan, además, quienes pagan de esta manera, que esta objeción es una falsedad, "eso sería antes", porque cuando entras en la secta macquera... entonces te conviertes en un ser sin sentido crítico para los productos que les compras a estos señores y para quienes te transmutas poco menos que en un agente de ventas, sin comisión claro, porque de lo que se trata es de que hables bien. Y de que pagues. Una secta que te obliga a ser alguien "moderno", "de diseño", "cultureta", "fashion" y despreocupado por la informática, porque en estos aparatitos todo está mascado, te guían por todo lo poco que se puede hacer fuera de los estándares de sus preciosos programas. Son tacaños con la memoria ram y con la capacidad de sus discos duros, con cualquier extra que nunca están incluidos y que incorpora el ordenador más cutre, pero tú no puedes serlo si quieres tener uno de ellos. Te venden la moto de que no sufren virus informáticos y hablas entonces de lo bien diseñado y protegido que está su maravilloso sistema operativo, pero no mencionas que en realidad siendo cuatro gatos conectados a la red, todavía no hay quien se interese mucho en infectarlos... pero tiempo al tiempo y entonces. ¡Pues habrá que pagar por desinfectarlos! Eso sí con un doctor maravillosamente diseñado que administrará una vacuna ¡tan bonita!
Una vez expuestas las dos antagónicas acepciones, escrita cada una por un miembro distinto del excelso comité de expertos, y como habréis comprobado absolutamente objetivas, ya podéis elegir. Pero teniendo en cuenta lo que os decíamos al principio, que un Mac es tan sólo un ordenador. ¿O es algo más?
Madrid. Nuestra ciudad. Metrópoli abierta, ciudad de encuentro de la que todo el que quiere puede ser, incluso los desconsiderados que viven entre sus brazos despreciándola a la menor ocasión. Urbe hospitalaria pero no siempre amable con sus gentes, muy por encima de sus mediocres gobernantes desde hace siglos, donde la música de sus noches y la cultura se ha tenido que abrir paso a pesar de ellos, con el empuje de los vecinos más traviesos. Acostumbrada a ser utilizada y a que desde fuera se la considere culpable de los males de quienes nos rodean, tal vez por ser capital. No hay lugar donde el cielo sea más bello, ni donde pueda beberse agua así, ciudad de frío y calor que ha prestado su nombre a tipos de letra y a periódicos, tan viva que da vida a quien de ella es.
Mancha. En maquetación, se denomina mancha el espacio impreso de una página, desde el folio hasta el pie de la misma, sin contar los márgenes. Es decir, la mancha es toda aquella zona en la que la tinta queda depositada (de ahí la sutilieza del término). Pero no es ésta la única acepción que el término mancha contempla. Existe la mancha objetiva, esa que no hace falta ser un experto para descubrir. Es evidente que una Helvética es más negra y grande que una Times. Es más, si profundizamos más en el diseño, es incluso posible que descubramos que se está utilizando por eso, porque su capacidad de emborronar aporta información. Al bueno de Reinhard Gäde le sugirieron utilizar la tipografía de palo típica de la prensa del movimiento, negra a más no poder, en su prototipo de EL PAIS. Menos mal que no es tan fácil convencer a un alemán. Gäde era consciente de que la mancha tipográfica informa (grita en este caso). Por eso intentó, con la discreta Times, que EL PAÍS susurrara las cosas al principio, algo mucho más elgante y sensato, dado el momento histórico, y menos peligroso porque no convenía gritar a las autoridades franquistas: "a nosotros nos hubieran cerrado en dos o tres semanas, y se acaba el asunto", en palabras del propio diseñador.
Sin adentrarnos en farragosas tesis tipográficas, se conoce también como mancha o color tipográfico a la impresión absolutamente subjetiva que produce un bloque de texto, con sus particularidades tipográficas, cuando está puesto en papel, negro sobre blanco. Y lo de negro sobre blanco no es una licencia poética gratuita. Precisamente, la mancha tipográfica será esa textura que forma el texto en el papel y que será en mayor o menor medida denso o gris dependiendo de lo modificada que esté la tipografía. Si la sensación es de mucho negro, se modifica para que el texto respire y adquiera un tono más gris, mucho más agradecido para la lectura.
Pero las manchas más socorridas, a las que se recurre más a menudo son aquellas a las que nos aferramos para sobrevivir. En un periódico es habitual escuchar cómo el personal (maquetadores, redactores, grafiqueros y foteros, de esto no se libra nadie) destaca la importancia de la mancha sin mucho criterio ni conocimiento (y no precisamente por afinidad con la hermosa tierra del sin par Alonso Qujiano). Es cierto que hay muchos tipos de manchas, algunas más obvias que otras. Y por eso, se convierten en la excusa perfecta para salir del paso en una discusión que se atasca. Si no sabes a que fenómeno apocalíptico recurrir para que tu argumento gane inusitado peso, recurre a la mancha... Porque es como la ley del fuera de juego: algo de lo que todos han oído hablar en alguna ocasión, pero casi nadie sabe definir con propiedad. Además es un tema delicado, porque esa percepción de mancha es algo absolutamente subjetivo y como tal sujeto al criterio individual. Y generalmente, cuando se recurre a la mancha como argumento, reconozcámoslo, se está desesperado. Y en esos casos, ya sabemos que los criterios son arbitrarios, cambiantes y caprichosos... que todo vale en el amor, en la guerra y cuando hay que cerrar una edición. Por eso, de delimitar una zona de impresión, la mancha muta en presencia tipográfica, en la ley del más fuerte, en caballo grande, en la autoridad de la voz en grito, de lo negro, negrísimo. Y por eso los redactores suplican que subas el cuerpo de un título, el suyo, "que mancha poco". Y te miran con ojos de perrillo abandonado en el arcén cuando les explicas que los cuerpos están medidos, y que las manchas están al servicio de la jerarquía informativa, y que por mucho que llore y patalee es totalmente inapropiado subirle diez o doce cuerpos al titular del breve en cuestión.
Al poder intimidatorio de la mancha recurren tanto los profesionales visuales (interminables batallas dialécticas se han emprendido por la descompensación de manchas en un gráfico a doble página o por el desasosiego producido por el simbolismo de la masa negra de una foto de retrato) como, todo hay que decirlo, los maquetas. Porque, a ver, que levante la mano el que no haya recurrido alguna vez a la mancha como factor de intimidación. Porque en boca de un maqueta, guardián de proporciones, espacios e intenciones, la mancha de los elementos suena a algo terrible y calamitoso. Por eso, luego ellos, una vez deslumbrados y conscientes de la treta, intentan usarlo en su propio beneficio, sin darse cuenta de que lo de la mancha, como lo del aire, el acero que repele y las lonchas es algo que surgió de una sección de maquetas... ¡Criaturitas!
Entregas anteriores del Diseñario:
Diseñario (I): aire-anuncio.
Diseñario (II): apoyo-artistas.
Diseñario (III): bandera-blancos.
Diseñario (IV): blog-caja.
Diseñario (V): cajista-cícero.
Diseñario (VI): cintillo-confeccionador.
Diseñario (VII): contorneo-despiece.
Diseñario (VIII): Didot-doble.
Diseñario (IX): Edicomp-encajabaja.
Diseñario (X): entradilla-estilo.
Diseñario (XI): familia-firma.
Diseñario (XII): folio-fotografía.
Diseñario (XIII): Franklin Gothic-fuente.
Diseñario (XIV): fusilar-Garamond.
Diseñario (XV): Gótica-grotesca.
Diseñario (XVI): Gutenberg-huérfana.
Diseñario (XVII): ilustración-información.
Diseñario (XVIII): interletraje-justificado.
Diseñario (XIX): kerning-lector.
Diseñario (XX): legibilidad-línea de base.
Diseñario (XXI): linotipia-luto.