lunes, 23 de junio de 2008

Diseñario (XXII)

Hemos de reconocer humildemente que, a pesar del que creíamos enorme saber, dilatada experiencia y del talento creativo que atesoran en conjunto los miembros del comité de expertos de encajabaja, no encuentran explicación coherente para el inexplicable pase de la selección española de fútbol a una de las semifinales de la Eurocopa 2008, después de haber eliminado a ¡Italia! En fin, sumidos en el asombro, ni tan excepcional acontecimiento les impiden ofrecernos una nueva entrega del Diseñario, la que da comienzo a la letra "M", casi en el ecuador de esta obra irrevente sobre el mundo del diseño periodístico y la prensa, tarea colectiva y, ya sabéis, abierta a vuestra participación, que nos nos cansaremos de animar.





M


Mac. Ordenador, computadora. O, ¿es algo más?
Primera acepción: Estoy sentado frente a un Mac... y tengo que decir que desde entonces nada es igual. Cuando llego al trabajo el entorno informático se vuelve triste, anodido, monótono. Estoy sentado frente a un Mac y lo veo todo más claro, más nítido, más limpio. Estoy sentado frente al Mac y puedo tener varias aplicaciones abiertas sin tener sudores fríos por si alguna se cierra inesperadamente. Estoy sentado frente al Mac y veo cómo las imágenes que antes parecían tristes ahora cobran vida. Estoy sentado frente al Mac y admiro el sistema de ventanas que Windows (mal) copió. Estoy sentado frente al Mac y veo que no me tengo que preocupar de los virus ni de ataques remotos malintencionados. Estoy sentado frente al Mac y alucino con su potencia gráfica, con la nitidez de las imágenes, con lo bien que quedan las maquetas, lo distintas que parecen de un entorno a otro. Estoy sentado frente al Mac y todo, hasta lo que a priori puede parecer complejo, es mucho más fácil, hasta un macaco podría hacerlo. Estoy sentado frente al Mac y no tengo que comprar ningún programa para poder empezar a trabajar con herramientas casi-profesionales. Estoy sentado frente al Mac y no tengo que instalar ningún driver para poder utilizar mi cámara de fotos, mi impresora y mi tableta gráfica. Estoy sentado frente al Mac y apenas tardo 5 segundos en instalar una aplicación. Estoy sentado frente al Mac y me olvido de la "redundancia cíclica" y los pantallazos azules. Estoy sentado frente al Mac y el tiempo pasa volando, tanto que me tengo que ir a "disfrutar" de una anodina jornada informática enfrente de mi Windows xp...
Segunda acepción: Parece increíble que un ordenador que cuesta aproximadamente el doble que otro de similares características fabricado por cualquier empresa que no sea Apple, sea incapaz de conectarse con nada. De entenderse con nadie, de ser compatible, vamos. Y que te digan, además, quienes pagan de esta manera, que esta objeción es una falsedad, "eso sería antes", porque cuando entras en la secta macquera... entonces te conviertes en un ser sin sentido crítico para los productos que les compras a estos señores y para quienes te transmutas poco menos que en un agente de ventas, sin comisión claro, porque de lo que se trata es de que hables bien. Y de que pagues. Una secta que te obliga a ser alguien "moderno", "de diseño", "cultureta", "fashion" y despreocupado por la informática, porque en estos aparatitos todo está mascado, te guían por todo lo poco que se puede hacer fuera de los estándares de sus preciosos programas. Son tacaños con la memoria ram y con la capacidad de sus discos duros, con cualquier extra que nunca están incluidos y que incorpora el ordenador más cutre, pero tú no puedes serlo si quieres tener uno de ellos. Te venden la moto de que no sufren virus informáticos y hablas entonces de lo bien diseñado y protegido que está su maravilloso sistema operativo, pero no mencionas que en realidad siendo cuatro gatos conectados a la red, todavía no hay quien se interese mucho en infectarlos... pero tiempo al tiempo y entonces. ¡Pues habrá que pagar por desinfectarlos! Eso sí con un doctor maravillosamente diseñado que administrará una vacuna ¡tan bonita!

Una vez expuestas las dos antagónicas acepciones, escrita cada una por un miembro distinto del excelso comité de expertos, y como habréis comprobado absolutamente objetivas, ya podéis elegir. Pero teniendo en cuenta lo que os decíamos al principio, que un Mac es tan sólo un ordenador. ¿O es algo más?

Madrid. Nuestra ciudad. Metrópoli abierta, ciudad de encuentro de la que todo el que quiere puede ser, incluso los desconsiderados que viven entre sus brazos despreciándola a la menor ocasión. Urbe hospitalaria pero no siempre amable con sus gentes, muy por encima de sus mediocres gobernantes desde hace siglos, donde la música de sus noches y la cultura se ha tenido que abrir paso a pesar de ellos, con el empuje de los vecinos más traviesos. Acostumbrada a ser utilizada y a que desde fuera se la considere culpable de los males de quienes nos rodean, tal vez por ser capital. No hay lugar donde el cielo sea más bello, ni donde pueda beberse agua así, ciudad de frío y calor que ha prestado su nombre a tipos de letra y a periódicos, tan viva que da vida a quien de ella es.

Mancha. En maquetación, se denomina mancha el espacio impreso de una página, desde el folio hasta el pie de la misma, sin contar los márgenes. Es decir, la mancha es toda aquella zona en la que la tinta queda depositada (de ahí la sutilieza del término). Pero no es ésta la única acepción que el término mancha contempla. Existe la mancha objetiva, esa que no hace falta ser un experto para descubrir. Es evidente que una Helvética es más negra y grande que una Times. Es más, si profundizamos más en el diseño, es incluso posible que descubramos que se está utilizando por eso, porque su capacidad de emborronar aporta información. Al bueno de Reinhard Gäde le sugirieron utilizar la tipografía de palo típica de la prensa del movimiento, negra a más no poder, en su prototipo de EL PAIS. Menos mal que no es tan fácil convencer a un alemán. Gäde era consciente de que la mancha tipográfica informa (grita en este caso). Por eso intentó, con la discreta Times, que EL PAÍS susurrara las cosas al principio, algo mucho más elgante y sensato, dado el momento histórico, y menos peligroso porque no convenía gritar a las autoridades franquistas: "a nosotros nos hubieran cerrado en dos o tres semanas, y se acaba el asunto", en palabras del propio diseñador.
Sin adentrarnos en farragosas tesis tipográficas, se conoce también como mancha o color tipográfico a la impresión absolutamente subjetiva que produce un bloque de texto, con sus particularidades tipográficas, cuando está puesto en papel, negro sobre blanco. Y lo de negro sobre blanco no es una licencia poética gratuita. Precisamente, la mancha tipográfica será esa textura que forma el texto en el papel y que será en mayor o menor medida denso o gris dependiendo de lo modificada que esté la tipografía. Si la sensación es de mucho negro, se modifica para que el texto respire y adquiera un tono más gris, mucho más agradecido para la lectura.
Pero las manchas más socorridas, a las que se recurre más a menudo son aquellas a las que nos aferramos para sobrevivir. En un periódico es habitual escuchar cómo el personal (maquetadores, redactores, grafiqueros y foteros, de esto no se libra nadie) destaca la importancia de la mancha sin mucho criterio ni conocimiento (y no precisamente por afinidad con la hermosa tierra del sin par Alonso Qujiano). Es cierto que hay muchos tipos de manchas, algunas más obvias que otras. Y por eso, se convierten en la excusa perfecta para salir del paso en una discusión que se atasca. Si no sabes a que fenómeno apocalíptico recurrir para que tu argumento gane inusitado peso, recurre a la mancha... Porque es como la ley del fuera de juego: algo de lo que todos han oído hablar en alguna ocasión, pero casi nadie sabe definir con propiedad. Además es un tema delicado, porque esa percepción de mancha es algo absolutamente subjetivo y como tal sujeto al criterio individual. Y generalmente, cuando se recurre a la mancha como argumento, reconozcámoslo, se está desesperado. Y en esos casos, ya sabemos que los criterios son arbitrarios, cambiantes y caprichosos... que todo vale en el amor, en la guerra y cuando hay que cerrar una edición. Por eso, de delimitar una zona de impresión, la mancha muta en presencia tipográfica, en la ley del más fuerte, en caballo grande, en la autoridad de la voz en grito, de lo negro, negrísimo. Y por eso los redactores suplican que subas el cuerpo de un título, el suyo, "que mancha poco". Y te miran con ojos de perrillo abandonado en el arcén cuando les explicas que los cuerpos están medidos, y que las manchas están al servicio de la jerarquía informativa, y que por mucho que llore y patalee es totalmente inapropiado subirle diez o doce cuerpos al titular del breve en cuestión.
Al poder intimidatorio de la mancha recurren tanto los profesionales visuales (interminables batallas dialécticas se han emprendido por la descompensación de manchas en un gráfico a doble página o por el desasosiego producido por el simbolismo de la masa negra de una foto de retrato) como, todo hay que decirlo, los maquetas. Porque, a ver, que levante la mano el que no haya recurrido alguna vez a la mancha como factor de intimidación. Porque en boca de un maqueta, guardián de proporciones, espacios e intenciones, la mancha de los elementos suena a algo terrible y calamitoso. Por eso, luego ellos, una vez deslumbrados y conscientes de la treta, intentan usarlo en su propio beneficio, sin darse cuenta de que lo de la mancha, como lo del aire, el acero que repele y las lonchas es algo que surgió de una sección de maquetas... ¡Criaturitas!


Entregas anteriores del Diseñario:
Diseñario (I): aire-anuncio.
Diseñario (II): apoyo-artistas.
Diseñario (III): bandera-blancos.
Diseñario (IV): blog-caja.
Diseñario (V): cajista-cícero.
Diseñario (VI): cintillo-confeccionador.
Diseñario (VII): contorneo-despiece.
Diseñario (VIII): Didot-doble.
Diseñario (IX): Edicomp-encajabaja.
Diseñario (X): entradilla-estilo.
Diseñario (XI): familia-firma.
Diseñario (XII): folio-fotografía.
Diseñario (XIII): Franklin Gothic-fuente.
Diseñario (XIV): fusilar-Garamond.
Diseñario (XV): Gótica-grotesca.
Diseñario (XVI): Gutenberg-huérfana.
Diseñario (XVII): ilustración-información.
Diseñario (XVIII): interletraje-justificado.
Diseñario (XIX): kerning-lector.
Diseñario (XX): legibilidad-línea de base.
Diseñario (XXI): linotipia-luto.

¡Pasamos!

Por fin, lo podemos decir, con la cabeza alta: Pasamos. Y con nota. Rompimos el maleficio de cuartos y ganamos a Italia 88 años después (se dice pronto). Ya estamos en las semifinales de la Eurocopa. Al comenzar el campeonato me imaginaba disfrutando de este momento con mis colegas y unas cuantas latas de cerveza, saltando, abrazándonos de la emoción y gritándole de todo a los "azzurris". Pero me tocó trabajar y, la verdad, no me arrepiento, al contrario.

He visto [casi] llorar a tíos que apenas esbozan una sonrisa, gritar a tíos mansos como bebés y emocionarse a tíos fríos como témpanos de hielo. Todo por un partido de fútbol. Nunca había visto nada igual. Cierto es que llevo poco tiempo viviendo acontecimientos decisivos (comparado con algunos de mis compañeros), pero lo vivido esta noche es inenarrable. Cada penalti transformado por España era un grito desgarrador y al unísono de toda la redacción, pero cada parada de Casillas era una catarsis absoluta, el júbilo desatado, la euforia sin contención. Una barbaridad.

Pero llega el momento de currar (y mucho) y hay que seleccionar las fotos, las maquetas y el mejor punto de vista. Empezamos cambiando la portada, aunque habría que decir que hasta que acabó el partido no había una portada definida. Nada más marcar el penalti decisivo, se empezó a forjar la primera página del periódico que hoy tenéis en vuestra mano. Había que elegir entre dos, que se bautizaron como "La más informativa" y "La foto de portada", adjetivos que no siempre significan lo mismo. Aquí están las dos opciones:


La de la izquierda es la que tiene más fuerza, la más plástica y con una diagonal casi perfecta. Y la de la derecha es la más informativa, con todos los elementos: el jugador italiano que lo lanza, Casillas que se estira para pararlo, el público expectante y el foco que centra todo la atención en el césped. A mí me gusta la de la derecha, que como dice Chema, "es una imagen muy televisiva", pero, como suele ocurrir en estos casos, ha salido la de la izquierda. Para gustos, los colores.

viernes, 20 de junio de 2008

El diseño como lenguaje (II)

En esta segunda entrega de las tres en las que hemos dividido el "Diseño como lenguaje o las relaciones lenguaje-diseño", extenso y profundísimo artículo de nuestro siempre admirado Bernardino M. Hernando, además de adentrarse en una "excursión semántica" por los principales diccionarios castellanos, incluido el primero de Covarrubias, el autor expone con su habitual riqueza verbal y su inteligente ironía la siempre polémica relación dialéctica entre el arte y el diseño para extraer como conclusión citando a Milton Glaser o a Bruno Munari que "diseñar es comunicar algo que debe ser entendido por todos, no por unos pocos; al contrario que el artista que construye su mundo 'y si los demás no lo comprenden, peor para ellos'".




Bernardino M. Hernando es periodista, escritor, lector, ex profesor de Redacción Periodística de la Universidad Complutense de Madrid y en la actualidad Archivero y Bibliotecario de la Asociación de la Prensa de Madrid.


El Diseño como lenguaje
o las relaciones lenguaje-diseño (II)



Excursión semántica

El Diccionario de Uso del Español, de María Moliner (Gredos, 1967) hurga en una primera acepción, señala una segunda y vincula al diseño con la raíz "seña", del latín "segna" plural de "signum". Y en la palabra "seña" remite a una serie de términos que pueden resultar muy ricos en honduras semánticas: "signatario, signatura, signo, sino, asignar, asignatura, consignar, contraseña, designar, designio, diseñar, enseña, enseñar, entreseñar, insigne, insignia, persignar(se), reseñar, resignar, significar". He ahí una ilustrísima familia de palabras apetitosas. Nos interesa recoger las dos acepciones que la Moliner escoge para "diseño": primera, "apunte, boceto, bosquejo, croquis, esbozo, esquema. Dibujo hecho sólo con líneas para representar algo con poco detalle"; y segunda, "descripción de una cosa hecha con palabras a la ligera". Como se ve, la aristocracia familiar semántica no libera al "diseño" de una cierta vaguedad y ligereza que corre peligro de limitar con la frivolidad. Secretos del lenguaje.

En el primer diccionario español, Tesoro de la Lengua Castellana o Española, de Sebastián de Covarrubias Orozo (1611) (Castalia, 1994) no figura todavía la palabra diseño aunque, como enseguida veremos, deseño y deseñar atraía, desde hacía años, la atención de los españoles. Las que sí figuran son las palabras "dibujar-dibujo" y bajo unas calidades que nos interesa destacar por cierta concomitancia peyorativa con diseño. Covarrubias hace derivar dibujo-dibujar también del italiano, de la palabra buio que equivale a obscuro, ya que se trata de "la delineación de la figura, sin colores, y así está obscura y asombrada la cosa que se dibuja y representada como en sombra y ensayo de lo que ha de ser...". Si el diseño se entendía, según vimos antes, como algo de frágil presencia, fugaz y superficial, vemos a Covarrubias llamar obscuro al dibujo como mera "delineación" de tránsito hacia lo que de verdad ha de presentar las realidades externas, la pintura y la escultura. Secretos del lenguaje.

Porque cuando, de pronto, leemos en una novela o en un texto cualquiera de hace 20 años la siguiente frase: "...un ingeniero de la Rolls, colaborador eminente en el diseño de los primeros motores de reacción..." (16), comprendemos que la palabra "diseño" escapa al límite de todas esas acepciones de diccionario. Cuando se dice "diseño" no siempre se quiere hablar de mero dibujo o de esquema lineal. Un ingeniero que diseña motores hace algo más que dibujar. Como el arquitecto que traza unos planos va mucho más allá de líneas y contralíneas. Al informar sobre el reciente y sorprendente vuelo del Helios, el avión solar experimental no tripulado fabricado por la NASA que logró una altura récord de 29,41 kilómetros sin propulsión de cohetes, los periódicos decían: "Los diseñadores del Helios pretenden poner a punto un avión solar capaz de llevar instrumentos científicos de observación de la Tierra y de la atmósfera" (17). Es evidente que estos diseñadores son algo más que meros dibujantes ilustres.

Hacer un recorrido por el bosque semántico que proponen la Moliner o Covarrubias, o por las columnas documentales que el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico de Joan Corominas y José A. Pascual (Gredos, 1986) coloca bajo la palabra "seña", es aventurarse en un mundo que lo menos que tiene es frivolidad. Un mundo abigarrado y serio, lleno de sugestión y de sugerencias. Apasionante. No en vano la primera documentación española de la palabra diseño está en el renacentista español más serio, apasionado y polémico: Juan de Valdés en su Diálogo de la Lengua (1533). Valdés manifiesta su deseo de introducir en el español una serie de vocablos italianos: "De la lengua italiana desseo poderme aprovechar para la
lengua castellana de estos vocablos...", dice Valdés (18) y cita 22 vocablos, entre ellos, deseñar y deseño. Notemos, en honor de Juan de Valdés, que de aquellos 22 italianismos, 20 están incorporados al español desde hace mucho tiempo y que "diseñar", aunque no figure en el Covarrubias, es utilizado por Cervantes en Rinconete y Cortadillo con una carga semántica más amplia
que la del mero "dibujar". Monipodio explica a Rinconete cuál es, en la cofradía de los ladrones, la función de unos tipos "graves, canos y apersonados" llamados "avispones": se dedican a preparar los atracos, a averiguar en qué casas se puede robar más y mejor, "tanteaban la groseza del muro de la tal casa y diseñaban el lugar más conveniente para hacer los guzpàtaros -que son agujeros- para facilitar la entrada..." (Alianza, 1996, pg. 58). Y no debemos dejar pasar la ocasión, ahora que queda tan claro el origen italiano de la palabra diseño, de constatar que por algo los italianos están, en tantos aspectos, a la cabeza del diseño mundial: desde el diseño industrial hasta el suntuario u ornamental, desde el diseño de coches al de corbatas y zapatos.


Sebastián de Covarrubias, autor del primer diccionario de la lengua castellana




El arte, otro lenguaje

Algo llama mucho la atención en cuanto llevamos dicho: se ha hablado de belleza y para nada ha aparecido la palabra arte. Lo que, supongo, enfadaría sobremanera a muchos diseñadores que, por encima de todo, se consideran artistas. ¿Lo son? No pretendo meterme en muchos dibujos (diseños) ya que las consideraciones sobre lo que es arte o no es arte son tan largas como anchas y tediosas. Me valen las palabras de un entendido: Yves Zimmemann que en el prólogo al libro Diseño y comunicación visual (Gustavo Gili, 1973) del diseñador y profesor italiano Bruno Munari, dice lo siguiente.

"En España, esta profesión (la de diseñador gráfico) es relativamente nueva, data de principio de los años sesenta. El autodidactismo de los profesionales que la ejercen, apoyándose en los clásicos conceptos de Bellas Artes como legitimación profesional, han creado bastante confusión respecto al concepto de "diseñador-artista". Hay ciertamente un importante aspecto estético en la elaboración de una propuesta comunicativa aunque no por ello se puede considerar al diseñador como un artista (en el sentido convencional de la palabra) dado que basa sus elaboraciones en otros supuestos: debe actuar como intermediario entre el emisor y el receptor del mensaje, debe clarificarlo para este último; por otra parte los condicionantes técnicos, económicos, psicológicos y sociales que intervienen, lo determinan de tal forma que sería contradictorio y contrario al fin que se persigue, añadir al mensaje una sobrecarga de lenguaje subjetivista que se sobrepone al conjunto de los elementos del comunicado. El propio Munari es definitivo a este respecto: no se considera a sí mismo como un artista sino como un profesional que facilita las cosas. Es muy fácil complicar, lo dificil es simplificar".

Y es cierto que el propio Munari insiste varias veces en ello (pgs. 21, 72, 74...): diseñar es comunicar algo que debe ser entendido por todos, no por unos pocos; al contrario que el artista que construye su mundo "y si los demás no lo comprenden, peor para ellos". La confusión tan generalizada entre arte y otros lenguajes, artista y artesano o simple constructor, viene, en primer lugar, de la autoestima sublimada de cuantos aspiran a ser artistas por encima de todo. La idealización estratosférica del arte y del artista ha hecho mucho daño al sentido común de quien no necesita ser artista ni proclamarse tal para destacar por su sensibilidad y buen gusto. ¡Qué duda cabe que muchos diseñadores son artistas como muchos periodistas son escritores creativos e incluso poetas, en el grado sumo del lenguaje comunicativo! Pero ello no quiere decir que el diseño sea arte o el texto periodístico sea poemático. La carga estética, la sensibilidad y el buen gusto que rodea y empapa al buen diseño no exige, ni falta que le hace, la consideración de arte. No podemos olvidar lo dicho antes sobre la Bauhaus en la que el diseño formaba parte de una concepción general artística y era practicado por auténticos artistas, pero la Bauhaus no era una escuela de diseño sino una academia revolucionaria de la enseñanza artística que incorporaba la vida entera y general de los ciudadanos. Quizá a eso se refería Umberto Eco cuando en su búsqueda de una definición de arte aspiraba a encontrar un concepto en el que cupiera “tanto la Divina Comedia como el martillo proyectado por el último diseñador danés” (La definición del arte. Planeta-Agostini, 1985, pg. 136).


"Alegoría de la pintura. El pintor y su estudio", de Johanees Vermeer

Cuando preguntaron al grafista norteamericano Milton Glaser, "el más famoso diseñador del mundo", si el diseño era o no era arte, Glaser contestó: "Es una pregunta imposible de contestar" (19). Porque todo depende de qué se entienda por arte. Desde los efluvios místicos del arte clásico y tradicional hasta las desvergüenzas de alguna parte del arte contemporáneo, todo cabe, todo es posible, todo es arte, nada es arte, vaya usted a saber. Nos perderíamos en citas escandalosas de Duchamp, Picabia, Warhol y compañía. La caracterización del arte moderno como "arte ingenioso", acuñada por José Antonio Marina y que tanto enfada a muchos, serviría, desde luego, para incluir al diseño, sin ninguna duda, en el abigarrado mundo chispeante y divertido del arte (20). En el que no se puede olvidar sus conexiones estrechísimas con el mercado. Sin el mercado no se entiende hoy el arte y en eso nada tiene que envidiar al diseño industrial (21). De hecho, en la nueva terminología que acoge a los diseñadores gráficos de las publicaciones prolifera la expresión "director/a de arte". ¿Es una pequeña bandera reivindicativa? En los periódicos pueden leerse titulares como "El arte de la alta costura convierte a los museos en grandes escaparates" (El País, Madrid, 20-VIII-01, pg. 21) refiriéndose a la obra de diseñadores-modistos expuesta con toda gala en los museos: Balenciaga en el Kursaal, Armani en el Guggenheim, el vestuario de Jackie Kennedy en el Metropolitan. Y no merece la pena emplear más tiempo en esta cuestión que quizá tiene que ver más con equivocadas vanidades personales que con el meollo del asunto. ¿Es el diseño arte? ¿Son artistas los diseñadores? ¡Y qué más da!

Bernardino M. Hernando


Notas
(16) Sampedro, José Luis: Congreso en Estocolmo. Alfaguara, 1983, pg. 104.
(17) "Un avión solar de la NASA bate el récord mundial de altura", en El País, Madrid, 15-VIII-01, pg. 20.
(18) Diálogo de la Lengua. Cátedra, 1982, pgs. 221-222.
(19) Suárez, J.C. y Durán, S.: "Glaser, el más famoso diseñador del mundo", en Diario 16, Madrid, 26-X-1989, pg. 23.
(20) Marina, José Antonio: Elogio y refutación del ingenio. Anagrama, 1992, pgs. 131-169.
(21) "¿Esto es arte?", monografía de ABC Cultural, nº65, 29-I-1993, varios autores.


Entregas anteriores:
El diseño como lenguaje (I)

miércoles, 18 de junio de 2008

Malagón, humor sin perdón, humor sin pudor

En encajabaja.com somos grandes seguidores del humor gráfico. No solo lo leemos (antes incluso que el resto del periódico), sino que algunos tenemos la nevera adornada de recortes de prensa con chistes de nuestros dibujantes favoritos. Y es que hay ocasiones en las que un buen chiste informa con más efectividad que un sesudo reportaje lleno de cifras y estadísticas. Y además te echas unas risas, que no está nada mal en estos tiempos que corren.

Por ello, no podemos dejar de dar a conocer a dibujantes que ilustran las páginas de periódicos españoles, ya sea de tirada nacional o regionales. Un ejemplo de ello es Malagón, que no es más que el segundo apellido de José Rubio, dibujante e ilustrador afincado en la madrileña localidad de Alcalá de Henares.

Portadas de los dos libros autoeditados por Malagón.

Y como suele ser habitual, hacerse un hueco en este mundillo es bastante complicado, aunque Malagón lo ha conseguido a base de dibujos limpios, sencillos y con un humor sin pudor y sin perdón. Apéndices que, precisamente, utiliza en dos de sus libros, autoeditados, en los que recopila algunos de sus chistes gráficos y textuales. Aunque también podemos encontrar sus dibujos en dos libros editados de manera tradicional: Vanitas Vanitatis y Tiro de Gracia.


Chistes a pie de calle, del día a día, pero también del pasado y del futuro. Chistes que presentan, por ejemplo, a un sufrido conductor atrapado por la víbora-manguera de la gasolina, a la Mona-Lisa o a Picasso con un biceps cubista. Todo con un trazo limpio y económico, como dicen Idígoras y Pachi en el prólogo de uno de los libros. Son extremadamente difíciles de encontrar, pero si pasas por su blog igual te puede dar una pista de dónde conseguirlos.

Actualmente Malagón trabaja como humorista gráfico para El Mundo Valencia y Alicante, El Jueves y Tiempo. Y como ilustrador para El Economista. Pero basta de hablar, dejemos que sus propios dibujos hablen por él.

martes, 17 de junio de 2008

Furor estético

Una ola de furor estético asuela las redacciones de Madrid. Y supongo que del mundo. Arrastra a tantos que en los periódicos hay ahora demasiada gente preocupada por la estética. Por la estética de sus páginas, no por la estética propia que, en general, suele andar bastante descuidada. A toda costa se desviven para que su página "quede bonita" por encima de cualquier otra consideración, contenidos e información incluidos. Aunque se suponga, no ellos, que para eso se hacen. Para informar, decimos. Para leerse, no para contemplarse. No sé, tal vez aspiren a que algún lector decida colgar sus páginas en la pared del salón, enmarcadas para el deleite del mirar, de lo bonitas que son.

Y curiosamente, por esas paradojas de las relaciones inversamente proporcionales, este afán estético de masas lo que lleva es a la fealdad del producto como conjunto. Una de las pocas características que en las imposibles definiciones sobre la estética parece suscitar consenso es la "unidad" entre elementos, cierto "orden" interno, unidad en la diversidad incluso. Eso parece reñido con el absurdo intento de querer hacer un objeto estético superponiendo el gusto, y el mal gusto que como todo lo malo abunda más, de todos los integrantes de la redacción. Y para que de verdad sea un producto estético, si es eso lo que queremos, esas decisiones deben quedar en manos de una persona... especializada en ello. Una persona que ya existe, a la que en los grandes periódicos se le suele pagar muy bien y que se llama director de arte.

Pero no. Por lo visto y padecido, ese afán, ese furor estético, esa plaga contagiosa, esa pandemia redaccional, lleva también a que hasta el menos cualificado, uno que pasa por allí vendiendo el rico bombón helado, se crea con mayor autoridad en lo bonito que quien está preparado y contratado para ello. Y se lo discute. Con la temeridad del profano, claro.

Un ejemplo poco frecuente de auéntico periodismo visual. Hecho por quienes sí están dotados de preparación y talento. Es una doble página aparecida en el diario Critica de la Argentina con una sola ilustración de nuestro querido Baruch (no hacen falta más), imagen poderosa que él diría y con razón, sobre la desaparición de la prensa escrita ilustrando un poderoso artículo sobre el tema, lleno de interés, de lectura ágil. La maquetación es sobria y soberbia utilizando los blancos y la alineación de los titulares de manera inteligente. El artículo es magnífico.


Estos informadores preocupados por el aspecto de las páginas en vez de por sus contenidos han oído campanas que repican visual, visual, visual... y repiten el tolón tolón de lo visual, de lo visual mal entendido, sin saber bien lo que dicen. Mantienen sin haber leído o escuchado, ni siquiera mirado lo suficiente, que haciendo periódicos más visuales, sin considerar temas, contenidos ni maneras de escribirlos, sólo poniendo más y más grandes fotos y dibujos y colorines y gráficos y letras deformadas y rayas y tramas de más colores y textos calados en las fotos y todo eso que ya está hecho una y mil veces, inventado ya y descubierto ahora por quienes ahora lo descubren, decíamos que así creen que se impedirá que desaparezcan los periódicos para dejar paso a medios más visuales como internet. Como si un periódico pudiese competir visualmente con una pantalla. Como si un periódico no fuese algo hecho para leer sus contenidos y que por consiguiente desaparecerá, sólo cuando consigamos que los lectores dejen de leer.

Si reparasen un momento en que un papel sólo supera a una pantalla como soporte para leer texto, tal vez pensarían de una manera menos estética. Una actitud, claro, que les obligaría entonces a tener que escribir textos mucho mejores que esas piezas banales y superficiales que hacen ahora, y para las que te piden que queden bonitas en una página "muy visual"... no vaya a ser que alguien lo lea.

lunes, 16 de junio de 2008

Diseñario (XXI)

Podremos vivir una de las primaveras más extrañas de nuestras vidas, en cuanto a fenómenos atmosféricos se refiere. Pero aun siendo el cambio climático preocupación y seria para el comité de expertos de encajabaja, continúan no obstante con sus entregas semanales del Diseñario, obra irreverente sobre el diseño, la prensa y todo lo que esté en los alrededores, colectiva y abierta a la participación de cuantos quieran así pasar a la posteridad... antes de que desaparezcamos como especie.





Linotipia. Artilugio de apariencia infernal y cuyo fuego interno fundía líneas de plomo formadas por caracteres hasta que llegaron los primeros ordenadores y los jubilaron, a las máquinas y a los linotipistas que las manipulaban con gran pericia y cierto riesgo. Es un invento de 1884 del mecánico alemán Otto Mergenthaler. De manera esquemática se puede definir como una máquina de componer, provista de matrices mecánicas, que conseguía fundir una línea de texto en plomo. Este sistema se llamó por eso "composición en caliente", frente a la composición "en frío" que la precedió, cuando los cajistas componían a mano matriz a matriz hasta formar líneas, y también a la que vino después a sustituirla y que no fue otra que la fotocomposición, también composición en frío con ordenadores y técnicas fotográficas.

Llorar. Momento lamentable y muy embarazoso en el que un redactor recurre, desesperado, a una última y degradante artimaña para conseguir que le hagas la página que necesita. No exige escrupulosamente el derramamiento de lágrimas, hay formas de llorar mucho más arteras. De hecho, los que perfeccionan la técnica de llorar sin rebose de fluidos son los más peligrosos, porque llega un momento en que es difícil distinguir si llora o respira. Los lamentos más comunes a la hora de llorar son "si no se va a dar cuenta nadie" o "pero si alguna vez se ha publicado así" o uno que particularmente nos flipa: "Pero si así está bien... ¿no?"
Tanto lloriqueo es contagioso, por otro lado. A fuerza de oír llorar, uno quiere romper a llorar. En concreto, esto le ocurre al pobre maquetador cuando ya no puede reprimir durante más tiempo sus impulsos homicidas. Y por no matar, llora. Cuántas veces se habrá oído en una sección de maquetas: "Pero por qué tengo que trabajar yo con el tío éste..." o "No me pagan suficiente para esto..." o ese superhit: "No, si al final voy a tener la culpa yo...".

Loncha (efecto). El "efecto loncha" es una curiosa manera de llamar a la impresión personal y subjetiva que percibe quien así lo bautizó al criticar una página de periódico dividida de manera horizontal por varios de sus elementos. Es un supuesto efecto, que como todos los de este tipo, muy abundantes por otro lado en el "alto diseño", resultan evidentes para quienes los enuncian, suponiendo que todos los demás nos escandalizamos o alucinamos con ellos. "Pero, ¿es que no lo veis", o "pero esto, ¿qué es?... No, hombre no, esto es absurdo".
Detrás del "efecto loncha" está toda una actitud respecto al diseño puramente estética junto a una facilidad muy imaginativa y absolutamente descarada para ver aquello que nadie ve, hacerlo tuyo, encontrar supuestos problemas y, por supuesto, aportar soluciones que sólo están al alcance del talento de quienes las detectan. Porque solo puede solucionar el "efecto loncha" quien afirma que en una página sucede tal desastre y no el resto de los mortales maquetadores que nunca llegarán al estatus de "diseñador" porque, entre otras cosas (ocupados en informar), no ven estos efectos ni aun cuando se los señalen con el dedo. "¿Pero de verdad que no lo veis?" Sí, claro, cómo no lo vamos a ver, si incluso nuestro querido Diseñario se entrega también en lonchas semanales. "No, hombre, no, ¿es que no veis que en la pantalla de un ordenador no sucede nunca? ¿Que lo contrarresta el efecto lumínico polarizado que ya enunció Gila?". Ah, claro, no.

Luto. En ocasiones llega un redactor a la sección de maquetación pidiendo que le pongamos un luto. Esto no significa que nosotros seamos diseñadores (bueno, diseñadores sí somos, bueno, en realidad no, sólo maquetadores) de moda que tengamos que vestir a un redactor para un funeral -aunque muchas veces los despidos se sienten como tal- sino que el redactor desea separar en una página una noticia de otra porque sus contenidos no tienen que ver. Así, el luto es esa línea de 3 puntos que separa tales hechos, como el luto separa en nuestras vidas la terrenal de la eterna. El luto puede tener más o menos puntos de grosor, pero lo importante es que manche suficientemente sobre la página como para que cumpla la función de separar noticias. Las películas de prensa han calado en nuestra jerga y algún maquetador se refiere a este elemento gráfico fundamental en los periódicos como Lex Luthor, sempiterno enemigo de Supermán, no en vano desapercibido redactor en un periódico.


Entregas anteriores del Diseñario:
Diseñario (I): aire-anuncio.
Diseñario (II): apoyo-artistas.
Diseñario (III): bandera-blancos.
Diseñario (IV): blog-caja.
Diseñario (V): cajista-cícero.
Diseñario (VI): cintillo-confeccionador.
Diseñario (VII): contorneo-despiece.
Diseñario (VIII): Didot-doble.
Diseñario (IX): Edicomp-encajabaja.
Diseñario (X): entradilla-estilo.
Diseñario (XI): familia-firma.
Diseñario (XII): folio-fotografía.
Diseñario (XIII): Franklin Gothic-fuente.
Diseñario (XIV): fusilar-Garamond.
Diseñario (XV): Gótica-grotesca.
Diseñario (XVI): Gutenberg-huérfana.
Diseñario (XVII): ilustración-información.
Diseñario (XVIII): interletraje-justificado.
Diseñario (XIX): kerning-lector.
Diseñario (XX): legibilidad-línea de base.

jueves, 12 de junio de 2008

El diseño como lenguaje (I)

El diseño es una práctica, pero también el diseño es motivo de reflexión. O debiera serlo, para que esa práctica no se limite a una serie de pruebas y errores hasta encontrar "lo que queda bien", sin saber bien lo que se busca. Tenemos que saber por qué hacemos lo que hacemos cuando convertimos información en páginas de periódico. El artículo que traemos hoy aquí es precisamente, y sin exagerar ni un punto de cícero, una de las más lúcidas reflexiones que sobre el diseño periodístico se hayan leído en nuestro país. Y decimos leído porque fue concebido para inaugurar las jornadas que su autor organizó hace ya siete años (¡cómo pasan... cielos!) en los Cursos de Verano de la Universidad Complutense sobre el diseño en la prensa. Viene a decir lo que algunos, pocos, vienen y venimos repitiendo sobre nuestra labor: que diseñar es informar, por eso el diseño como lenguaje, periodístico en este caso. Pero lo explica con tal riqueza verbal, de matices, con una apertura a tantos y tan distintos puntos de vista que cualquier resumen es imposible, por empobrecedor. Publicamos hoy, y es para nosotros un auténtico lujo y motivo de enorme alegría que su autor haya accedido generosamente a ello, la primera parte de las tres en las que hemos dividido "El diseño como lenguaje o las relaciones lenguaje-diseño".



Bernardino M. Hernando es un amante de los libros, de la prensa y de la gente. "De la buena gente, que no es tanta", nos precisa. Pero tenemos la impresión de que para él hay mucha mejor buena gente que para la mayoría. Ha sido durante muchos años profesor de Redacción Periodística de la Universidad Complutense de Madrid, uno de los más grandes maestros de periodistas, apostillamos, estando seguros de que le parecerá excesivo. Como excesivo es el número de libros que ha leído y también escrito, el último de ellos de muy reciente aparición con el título de la "Corona de laurel", editado por la Asociación de la Prensa de Madrid de la que es miembro de su directiva, además de Archivero Bibliotecario. Ha dirigido publicaciones religiosas, colaborado en incontables medios, responsable de Cultura de la revista Tribuna, autor de ensayos (imprescindible "Lenguaje de la Prensa") y poesía (premio "Antonio Oliver Belmás" en 2001 a su poemario "Persecuciones"), director de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense organizados por la Asociación de la Prensa... y paramos aquí porque podríamos llenar libros, no tantos eso sí como los que donó nuestro muy querido Bernardino a su Mansilla de las Mulas, muy cerquita de León, para que el pueblo donde nació hace ya seguro que unos cuantos años tenga su biblioteca, "Biblioteca Bernardino M. Hernando". Eso sí que es un honor. Como el nuestro de tenerle hoy aquí.


El Diseño como lenguaje
o las relaciones lenguaje-diseño (I)





Naranjas de oro en diseños de plata
las palabras pronunciadas a su tiempo.
(Proverbios, 25, 11. Traducción
de L.Alonso Schökel y Juan Mateos.
Nueva Biblia Española. Ediciones Cristiandad ,1975)



Bucamos el diseño del mundo... nosotros
mismos lo somos. Novalis.
(Citado por T. Bernhard al principio de Die Billigesser -1980-
El comebarato. Cátedra, 1989. Traducción de Carlos Fortea)




Esta primera lección del curso, del cursillo más bien, debería estar dedicada a una puesta en escena del diseño general. Para saber de dónde partimos, por lo menos. Quizá hubiera sido mejor buscar un título menos metido en harina, algo así como "Sobre el diseño".

El lenguaje es concepto tan amplio y variopinto como el de cultura: todo es lenguaje como todo es cultura. En cuyo caso, nada sería lenguaje ni cultura. El que en todos los fenómenos humanos haya aspectos lingüísticos no nos autoriza a considerar lengua a todos esos fenómenos. En cualquier manual del ramo podemos descubrir que lenguaje es la facultad humana que permite manifestar el mundo interior y ponerlo en contacto con los demás. El lenguaje es comunicación. Parece evidente que lo que entendemos por diseño es una forma de lenguaje, de comunicación. No queda, pues, tan a trasmano el título de esta primera lección: "El diseño como lenguaje o las relaciones lenguaje-diseño". Es una manera de empezar y enseguida vendrán lecciones de auténticos expertos en diseño. Además no debemos marear la perdiz repitiendo y repitiendo conceptos que hay que dar por supuestos y que, sin duda, todos los aquí presentes habéis oído mil veces. No seré yo quien os obligue a oírlas mil y una.

Empecemos.


El coloquio de Cipión y Berganza

Antes del diseño fue el dibujo. Como antes de Velázquez fueron las pinturas de Altamira. Si es verdad que las cosas no existen hasta que no reciben nombre, el diseño es nombre viejo y de ajetreada historia. Y si fuera verdad que las cosas no existen hasta que no se las nombra constantemente y con variada intención no siempre fácil de aclarar, el diseño nació ayer.

Y aquí empiezan los problemas.

En el coloquio de los perros (Coloquio que pasó entre Cipión y Berganza, perros del Hospital de la Resurrección, de Valladolid) pone Cervantes en boca de Berganza este ruego a Cipión: "Primero te quiero rogar me digas, si es que lo sabes, qué quiere decir filosofía; que aunque yo la nombro, no sé lo que es; sólo me doy a entender que es cosa buena ".

Eso mismo pasa a muchos con el diseño, la palabra diseño, el uso constante y casi indiscriminado de la palabra diseño. Palabra que hoy ya parece nombrar a arte y ciencia de muy alto coturno. Y aunque, como el perro Berganza, muchos dicen la palabra "diseño" con respeto, admiración y un cierto deleite con sabor a euros, no sabrían explicar bien su significado. Sólo "se dan a entender que es cosa buena ". Y no digamos si el sustantivo "diseño" se trasmuta en el adjetivo sustantivado y omnipotente "diseñador" que arrastra un aroma indescriptible entre la honrada artesanía y la más exquisita, superferolítica, esotérica y dulce arte. Es decir, un aroma de diseño.

Hace unos 50 años el humorista catalán Noel Clarasó escribió en sus Observaciones y máximas de Blas: "El que trabaja con las manos es un obrero; el que trabaja con las manos y la cabeza es un artesano; el que trabaja también con el corazón es un poeta; y si además trabaja con los pies es un deportista. Más lejos no se puede ir" (1) . Noel Clarasó hubiera ido hoy más lejos. Desde luego, hasta el diseñador. Y quién sabe, nadie lo puede saber porque Clarasó murió el 18 de enero de 1985, a los 85 años, quién sabe, digo, si Clarasó no hubiera escrito hoy, en el imperio de los diseñadores: "... y si además gana dinero y es ubicuo, es un diseñador". Clarasó hubiera sabido de qué hablaba ya que fue tenista en su juventud y expertísimo en jardinería en su larga madurez, diseñador de jardines entre otras sabidurías de horticultura. En fin, únicamente el olimpo de los dioses parece estar por encima del olimpo de los diseñadores. Con perdón de los diseñadores.

Antonio Gala escribió una vez, con la elegante mala uva que le caracteriza, lo siguiente: "El diseño ha sido refugio de muchos ociosos, de bastantes imbéciles, de abundantes señoras ricas y aburridas, de trepas e improvisadores, de quienes no tenían para invertir sino su confuso talento, y de fracasados en otras artes más evolucionadas y exigentes. Una muchedumbre que quería llegar con la rapidez de un torero, pero sin riesgos, o sea, sin matarse trabajando. Hablo, por supuesto, de una generalidad ya alicaída. Líbreme Dios de afirmar que todos los diseñadores sean tontos o aprovechados. Lo afirmo sólo de la mayoría ... " (2).

En España, el uso de la palabra diseño, aplicada a los Medios, es de uso reciente. En 1963, se tradujo al español el libro ya clásico del profesor norteamericano Albert A. Sutton cuyo título en inglés era Desing and makeup of the newspaper y que hoy, sin duda, se hubiera traducido por "Diseño y maquetación de un periódico". Pues bien, entonces se tradujo por Concepción y confección de un periódico (Ediciones Rialp, 1963). No estará demás indicar que en una investigación de 1982, entre 127.440 palabras estudiadas en textos informativos de los periódicos de Madrid sólo se detectó el uso de "diseño " en tres ocasiones (ABC, en un pie de foto; El País, en un editorial y YA en una gacetilla). ¿Cuántos "diseños" aparecerían en otra investigación actual? Sin duda, muchos más. Desde los años ochentas para acá no ha hecho más que crecer su uso y abuso. La picardía popular parodió, en su momento, tales excesos en aquella pregunta de concurso barato: " ¿Diseñas o trabajas?" Y jóvenes profesionales madrileños de la comunicación han llamado a su empresa "DiSueño Comunicación", jugando al ingenio aparentemente ingenuo.

Lo primero que vamos a intentar es desentrañar la palabra "diseño". Tendremos muy en cuenta, para propiciar un sano escepticismo filológico, aquello que dice el personaje de un cuento de Leonardo Sciascia , "Filología",: "... en materia de palabras no hay ciencia segura: de dónde provienen, qué caminos han recorrido, los significados que han ido adquiriendo, una confusión infernal... y luego, ésta es una palabra sobre la que se pueden decir las más diversas tonterías, tonterías doctas, tonterías que tienen lógica propia... El hecho es que cada uno, antes de ver el origen de la palabra, trata de saber el significado que tiene: y allí comienzan los dilemas...". Claro que Sciascia no habla de diseño sino de mafia. Que todavía no es lo mismo.


Las seis acepciones del DRAE

La vigésimoprimera edición, 1992, del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) concede seis acepciones al sustantivo "diseño", tras descubrirnos las fascinantes obviedades de que "diseñador es la persona que diseña" y " diseñar es hacer un diseño". Merece la pena, no obstante, recordar esas seis acepciones porque en ellas está la historia de la palabra y buena parte de la historia del diseño.

lª.-(del it. disegno) m. Traza , delineación de un edificio o de una figura. Vamos a renunciar al florido deporte de buscar referencias en el mismo diccionario ya que, como casi siempre, unas palabras nos remiten a otras y menos mal que ya las conocemos antes de consultarlo. Nos quedamos, de momento, con que "diseño" viene a ser "dibujo" lineal, ágil, superficial, a primera vista.
Pero eso de que la delineación sea, primero, "de un edificio" (lo que se llama "traza") nos hace sospechar que algo tiene que ver el diseño, en su origen, con algún aspecto de la arquitectura. Por citar solo un ejemplo que muy pronto veremos confIrmado.



2ª. -Descripción o bosquejo de alguna cosa, hecho por palabras. Ingresamos aquí en la primera derivación de la acción de la mano que dibuja hacía la boca que habla. Y habla con la misma ligereza y provisionalidad con que la mano traza. La contradicción aparente entre " descripción", que se supone detallada, y "bosquejo" que, por definición, es elemental y vago (esta segunda acepción los hace equivalentes) produce la rara sensación de que las palabras pueden llegar un poco más allá que las líneas dibujadas. Quién sabe. La absoluta vaguedad de la expresión "alguna cosa" deja el campo libre para la inmensa habilitación del diseño a cualquier circunstancia. Como enseguida veremos, todo es susceptible de diseño.

3ª.-Disposición de manchas, colores o dibujos que caracterizan exteriormente a diversos animales y plantas. He aquí un salto cualitativo y desconcertante. De la acción humana se pasa a la naturaleza animal y botánica. Del hacer se pasa al ser. ¿Tiene la Academia la sabia intención metafísica y casi teológica de traer al ánimo humano el recuerdo de su dependencia, de que su industria, dijera lo que dijera aquel graciosísimo e inteligente constructor de frases llamado Oscar Wilde, imita y sirve a la naturaleza? Quizá sea excesiva sospecha, pero ahí queda el desconcierto...

4ª.-Proyecto, plan, "diseño urbanístico ". Que el primer ejemplo práctico que aporta el diccionario para poner un adjetivo al sustantivo "diseño" se refiera al "urbanismo", que tanto tiene que ver con la arquitectura, nos reafirma en la sensación manifestada ya en la primera acepción. Por algo los decoradores, tan relacionados con el diseño, prefieren ser llamados "arquitectos de interior" en eufemismo no, por un tanto relamido y pretencioso, vacío de sentido. Ya se sabe que las palabras terminan dando la razón a los sentimientos. Sin olvidar que el "interiorismo", la acomodación de los espacios interiores, es preocupación principal de los arquitectos. Y el "interiorismo" viene de muy lejos, nada menos que del rococó de finales del XVII (4). Además conviene recordar aquí la importancia que para el diseño industrial han tenido los arquitectos que, durante todo el siglo XX, no se limitaron a diseñar edificios sino que diseñaron objetos ulilizables dentro de esos edificios. Baste citar al español Gaudí y al finlandés Alvar Aalto. Y hoy se integra en el urbanismo lo que se ha dado en llamar "amueblamiento urbano" que es función clara de diseño tal como se entiende vulgarmente. En su novela "El arquitecto" (5), Mario Soldati se pregunta "¿Qué es un arquitecto?", y se contesta de forma que nos hace descubrir las conexiones entre dos actividades muy lejanas y, sin embargo, unidas por el diseño: "El arquitecto es un sastre que viste a la humanidad". "Corte y construcción", se titulaba un reciente reportaje español en el que se hablaba de las estrechas relaciones entre la moda vestimentaria y la arquitectura: "La alianza entre la arquitectura y la moda no es reciente, pero los nuevos hábitos de la contemporánea cultura del consumo ha hecho esa relación más estrecha y compleja, convirtiendo a las grandes firmas del vestido en decididos promotores de tendencias arquitectónicas" (6).

La relación del diseño con la arquitectura tiene su principal referencia en la Bauhaus ("casa de construcción") la escuela racionalista alemana de arquitectura fundada por Gropius en 1919 y que revolucionó tantas cosas en el mundo de la construcción. Gropius y su gente no se ocupan de hacer casas, sin más, sino del "trazado de la ciudad, las formas de los edificios, de los vehículos, de los muebles, de los objetos, de la ropa, de la publicidad, las marcas de fábrica, el envoltorio de las mercancías, todas las manifestaciones gráficas, los espectáculos teatrales y cinematográficos, deportivos: todo ello es comunicación. Y todo lo que entra en el inmenso ámbito de la comunicación es, en la Bauhaus, objeto de análisis y de proyección. Muchos tipos de objetos para la producción industrial en serie que más tarde se difundieron y aún hoy siguen haciéndolo nacieron de las investigaciones analíticas de la Bauhaus; por ejemplo, los muebles de tubo metálico, los difusores de luz, la nueva estructura del grafismo publicitario y de la maquetación...". El arquitecto Breuer (1902-1962) fue el mayor diseñador surgido de la Bauhaus e inventor del mueble de tubo metálico en 1925 y el mueble de tubo metálico fue... "la primera gran victoria del diseño industrial" (7). Si tenemos en cuenta que "el credo de la escuela (la Bauhaus) se basaba en que no hay diferencias sustanciales entre los artistas y los artesanos" (8) nos explicaremos fácilmente muchas cosas: entre otras, las propias contradicciones de aquella maravilla imperfecta que fue la Bauhaus.



5ª.-Concepción original de un objeto u obra destinados a la producción en serie. "Diseño gráfico, de modas, industrial". Estamos ya en terreno cultivado y familiar. El sustantivo "concepción" (en inglés, "desing" puede traducirse también por "concepción", de concebir, imaginar, inventar...) no obliga a mancharse las manos: quien diseña un vestido se limita a concebirlo, a imaginarlo dibujando sus líneas y colores y aunque haya de escoger telas y calibrar calidades no tiene que cortar y coser, no es un sastre, es un modisto. La identificación frecuentísima del oficio de diseñador al de modista o modisto se refleja en el estudio Repertorio Léxico obtenido de las encuestas Léxicas del habla culta de Madrid (9) en el que, entre unas 17.000 respuestas, la palabra diseñador aparece 3.324 veces referida siempre a "modista". (Por cierto que las palabras "sastre", "modisto" y sus equivalentes femeninos "sastra" y "modista" arrastran una curiosa y polémica carga de sexismo lingüístico que no ha sido bien estudiado, ni siquiera en libros especializados) (10). El adjetivo "original" nada entre dos aguas procelosas: la del origen y la de la novedad. Según se marque con exceso una u otra se puede llegar a la extravagancia con boba pretensión de distinción exquisita. Y se llega muchas veces. Es lo que el periodista Ignacio Torrijos, hablando de diseño, ha llamado "el prurito de los creativos con tic de originalidad" (11). No todo lo novedoso merece ser tenido en cuenta: hay novedades que sólo lo son porque, antes, muchos otros no han querido caer en el ridículo. Así en las más nobles acciones como en la vida vulgar. La novedad no es valor absoluto. No obstante, cuando se define el diseño como "concepción original de un objeto" se está tomando distancia del mero dibujo simplemente necesario para pasar a la fabricación del objeto. El diseño es algo más: es la voluntad expresa de imaginar un objeto bello que pueda ser fabricado más o menos en serie. Y no digamos si se trata de lo que llaman "diseño único", ese vestido especial hecho una sola vez para un solo cliente excelso. Puesto que "diseño" es palabra de origen italiano viene muy a cuento recordar la frase hecha italiana "far una cosa a disegno" que significa, precisamente, "hacer algo a propósito, con intención". No olvidemos que la palabra italiana "disegno" significa también "designio, proyecto, intención, propósito". Cuando se dice de algo, y se dice demasiadas veces, que es "de diseño" eso es lo que se quiere decir: hecho adrede, a propósito, con voluntad o designio e intención de belleza. Que la voluntad se convierta en realidad es otro cantar. El mundo de los objetos domésticos está lleno de una belleza no intencionada y, con frecuencia, el diseñador trata de imitar esas formas y colores que, de sus manos, salen, por lo menos, carísimas. Si un botijo puede comprarse por 500 pesetas en cualquier feria de artesanía popular, un botijo de diseño, que los hay, cuesta un cero más. Bromas aparte, no olvidemos que el diseño, o sea, el dibujo aplicado a la industria con criterios estéticos y funcionales nace como intento de mantener la calidad artesanal: el artesano fabrica cada objeto con el esfuerzo estético de lo único; el diseñador fabrica su invento sobre el papel que ha de ser repetido hasta la saciedad. Hacía falta este nuevo oficio que sea capaz de llenar el vacío entre la belleza y la utilidad. Y, por ejemplo, en una función que nada tiene de artesanal porque es posterior a la artesanía, la fabricación de automóviles, el diseño tiene cada vez más importancia. Los diseñadores de automóviles "son los buscadores de oro modernos, una tribu multirracial que trabaja en centros de diseño repartidos por todo el mundo. Se inspiran en el entorno y las culturas para acertar lo que pedirán los compradores del futuro. Los diseñadores de automóviles se han convertido en figuras clave en los éxitos y fracasos de las marcas" (12).

6ª.-Forma de cada uno de estos objetos. "El diseño de esta silla es de inspiración modernista". Hemos llegado al final. La acción y la pasión, es decir, el hacer y el resultado, el hacer y el hecho, condensados en el objeto. Porque la forma del objeto es el objeto mismo. En la estética general ya no vale, sino en niveles escolares, distinguir entre fondo y forma. No porque ambos conceptos no existan sino porque los objetos tangibles no son materia por un lado (fondo) y diseño (forma) por otro. Son objetos bellos o feos sin más. Objetos funcionales, fabricados en función de su destino natural que es hacer la vida mejor a los humanos respetando la naturaleza de las cosas , la naturaleza de los materiales. El fondo-forma tradicional ha sido sustituido, en el mundo del diseño, por forma-función. Una tajante manera de saldar polémicas introduciendo lo obvio: la forma depende de la función y sólo una estrechísima simbiosis entre ambas da fruto inteligente, inteligible y bello.

Y ya que el diccionario habla de sillas, muchas de las cuales nacieron de diseños de arquitectos, digamos que una silla no es bella aunque sea original y novedosa si no sirve para sentarse con comodidad. ¿Podríamos decir que una letra no es bella si no se puede leer fácilmente? Demos tiempo al tiempo... Recordemos, por ahora, aquella precisión del gran Henry James: "...la idea y la forma son la aguja y el hilo, y nunca he oído hablar de sastres que recomendasen usar la aguja sin el hilo o el hilo sin la aguja" (13). Hace, por lo tanto, muchos años que fue superado un pretendido dualismo estético que permitiría objetos funcionales bellos e inservibles. Para eso ya está la irónica belleza de los llamados "objetos imposibles" de Carelman o los sueños de Magritte, tan copiado por diseñadores de publicidad. En el considerado primer tratado de la arquitectura moderna, Ensayo sobre la arquitectura, de Marc-Antoine Laugier (1753) se dice: "Los edificios están hechos para ser habitados, y sólo en tanto que son cómodos pueden ser habitables" (14). El notable sentido común que Laugier aplica a sus sabias erudiciones y consideraciones técnicas sobre el diseño y construcción de edificios no es más que la aplicación de la funcionalidad radical del diseño. La belleza al servicio del hombre y no al revés. Cuál sea la reacción del consumidor ante los objetos de diseño queda patente en un ejemplo ya clásico: la botella de cocacola. El primer tipo de botella empleado, ancha y convencional, fue sustituido en 1955 por el modelo diseñado por un famoso dibujante de moda femenina, Raymon Loewy. La venta de la bebida se disparó y algo debió de tener que ver la nueva forma de la botella que enseguida se convertiría en una especie de tótem de la modernidad. Los sociólogos estudian con delectación la importancia del envase en la venta de productos como revela este curioso título de un capítulo de sociología: "La sociología del envase como epítome de la sociedad de consumo" (15). No se puede vender champán en tetrabrik. Y si se vendiera, significaría que no es champán. Y el consumidor lo sabe. El envase, muy diseñado, no es independiente del contenido.

Bernardino M. Hernando


Notas
(1) Seis autores en busca de un personaje/Observaciones y máximas de Blas. Aguilar , Madrid, 1963, colec-Crisol, pg. 512.
(2) A quien conmigo va, Planeta, 1996, pgs. 179-180.
(3) Martínez Hernando, B.: Lenguaje periodístico-Vocabulario comparado de los periódicos de Madrid. Tomo II. Universidad Complutense, 1988.
(4) Argullol, Rafael: Tres miradas sobre el arte. Destino, 1989, pgs. 192-193.
(5) Ediciones Paradigma, 1990, pg. 21.
(6) García-Herrera, Adela: "Corte y construcción", en El País, 11-VIII-0l, suplemento Babelia pg. 23.
(7) Argan, G.C.: El arte moderno. Akal, 1991, pgs. 253 a 263.
(8) Pereda, Felipe: "El nacimiento de la Bauhaus", en El Mundo, Madrid, 24-IV-1994, suplemento "7 Días", pg. 16.
(9) Marrero, V. y Quilis, Mª.J.: Repertorio Léxico. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1986.
(10) García Meseguer, A: Lenguaje y discriminación sexual. Montesinos, 1977.
(11) "En la playa y sin camiseta", en ABC, Madrid, ll-VIll-01, pg. 46.
(12) Gómez Blanco, M./Galán, F.: "El triunfo del diseño". El País, Madrid, 11-VIll-01, suplemento "El Viajero", pg. 12, Motor.
(13) Citado por Luis Gregorich en el prólogo a Daisy Miller y otros relatos, Editorial Hobbs-sudamericana, Buenos Aires, 1971, pg. 17.
(14) Akal, 1999, pg. 97.
(15) Miguel, Amando de: La sociedad española 1993-94. Alianza, 1944, pg. 455.