Escala. Equivalencia. Proporción. Regla de tres. Cada uno de los puntos de la diagonal de un rectángulo o cuadrado, porque en ellos se encuentran los lados conservando la misma relación original entre las dimensiones horizontal y vertical... es mucho más fácil hacerlo, posiblemente, que explicarlo, pero si se traza una diagonal a una fotografía como hemos hecho los maquetadores durante muchos años, en esa diagonal la fotografía puede reducirse o ampliarse conservando sus proporciones, es decir, no habrá que cortar nada de ella, entrará enterita tal cual está antes de modificarse. Como cuando aumentamos o disminuimos el tamaño de una caja de imagen en programa de autoedición apretando a la vez la combinación de teclas apropiadas, distintas en cada uno no vayamos a facilitar la labor a nadie.
Escala de grises. A comienzos del siglo XIX la química, el azar y la curiosidad descubrieron un ingenioso sistema para fijar la luz... pero no sus colores. Que se convirtieron en toda una gama de grises.
Escala de horizontal. Distorsión de la anchura de los caracteres de texto en los programas de autoedición. El valor por defecto es 100%, que significa ninguna distorsión; porcentajes superiores ensanchan los tipos y porcentajes inferiores los estrechan.
Escala de vertical. Igual que la horizontal pero en vertical. Es decir, distorsión de los caracteres en alto a partir de su cuerpo. Impropio de quienes realmente saben de esto porque el efecto que se consigue es igual al de aumentar el cuerpo y estrecharlo después utilizando la escala horizontal, que es como tiene que hacerse. Podríamos pensar que sobra, pues, esta opción de los programas de autoedición, pero en realidad sirve para calibrar a quienes la utilizan.
Exclusiva. Algo que posees tú y los demás no. Tratándose de información, la exclusiva es el gran logro de nuestro trabajo, la fiebre por ser el único, el Santo Grial, el vellocino de oro que todos buscamos cual argonautas del siglo XXI. El sueño dorado de todo periodista consiste en encontrar esas historias, historias que escapan del enlatado de un teletipo o de una rueda de prensa, historias importantes o menudas, pero que sólo se podrán consumir en tu propio medio de comunicación... porque te las has currado tú. Y el gran periodismo de los últimos años está preñado de grandes exclusivas, con gran despliegue tipográfico en las primeras planas de los mejores periódicos del mundo, o con impactantes imágenes en las cadenas de televisión, o con sonoros documentos en las radios de todo el planeta...
Cuando una exclusiva llega a una redacción se palpa la excitación. Y la llegada al cierre de la edición se convierte en una tensa espera. Como cuando sabes un secreto y no puedes contarlo, todavía. La emoción de tener una auténtica bomba en tus manos, la confección de una portada falsa, con otras noticias para despistar a los demás medios, mientras, a escasos metros, uno de los jefes te susurra en un rincón los auténticos titulares que mañana reventarán los quioscos. El periodista convertido en jugador de poker. Ese subidón de adrenalina cuando sabes que, con seguridad, vas a copar la atención mediática por tu trabajo, mientras imaginas las caras de tus competidores al cotejar las informaciones del día siguiente. Ese ambiente de velatorio en las redacciones vecinas cuando empiecen a buscar culpables, por qué tú sí y ellos no...
En los tiempos que vivimos, de concentración de medios e inmediatez de información vía internet, tener algo que los demás no tengan es complicado. Y mucho más complicado conseguir retener la información hasta tenerla completamente cocinada. Porque las exclusivas necesitan tiempo y elaboración. Y de eso no queda mucho hoy. Con internet percutiendo información prácticamente al minuto, la exclusiva se reduce muchas veces a llegar primero, contarlo antes.... quedándose en humilde primicia, que tampoco está mál pero no es igual. Y muchas veces no hay tiempo para investigar, confirmar debidamente, desarrollar las cosas. El rumor como noticia, la posibilidad como certeza. En esa loca carrera en la que todos nos hemos metido voluntariamente, perder el concepto de cierre nos ha perjudicado. La misma naturaleza del medio contra la naturaleza de la profesión. Ir soltando cifras, corrigiendo cada minuto, queriendo ser el primero en alzar la voz, en lugar de investigar, confirmar, tomar una ligera distancia para ver más allá del humo de la primera línea de combate. ¿Cómo profundizar cuando ya llegas tarde? ¿Cómo confirmar cuando estás forzado a actualizar? El nuevo periodismo. Algunos, seguimos prefiriendo el viejo, el de Capote o Wolfe, el de Woodward y Bernstein y tantos otros que contribuyeron a crear esta bella criatura herida de ¿muerte?.
Entregas anteriores del Diseñario 2.0:
Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.