lunes, 10 de mayo de 2010

Diseñario 2.0 (XXIX)

Ahora que acabamos de salir de la recesión se agudiza la crisis económica. Parece un contrasentido, y lo parece también el que los medios de comunicación pidan unidad a los políticos y a las fuerzas sociales a la vez que hacen del catastrofismo su línea editorial. Como paradójico resulta que nuestros misteriosos miembros del comité de expertos de encajabaja encargados del Diseñario se unan para pedir a gritos unidad... en medio de su propia dispersión. ¿Dónde están? ¿Quiénes son estos diseñaristas anónimos, irreverentes, que nos ofrecen una nueva entrega de esta obra colectiva y abierta a vuestra participación sobre el diseño periodístico y la prensa en general?






Gritar. Forma de comunicación humana. Muy periodística. Se emplea generalmente de manera jerárquica, como los titulares de las páginas, de jefe a subordinado; entre cónyuges y en cualquier relación sentimental; de padres a hijos, a pesar de que en los últimos tiempos esta estructura familiar ha sufrido un proceso de inversión en lo que a gritos se refiere; de policía a detenido; de contertulio de telebasura hacia otros contertulios o hacia su audiencia; de entrenador a jugador; de conductor prepotente a conductor más o menos educado; como público o manifestante en un acontecimiento de masas hacia quien sea... aunque tampoco hay que descartarla entre iguales, si es que la igualdad en las relaciones humanas existe o no es más que una entelequia, un ideal. Incluso puede superar las barreras de nuestra especie y manifestarse de dueño a mascota.
No tiene por qué preceder a una agresión física, ni siquiera es en más ocasiones de las imaginadas una agresión verbal, hasta hay quien abusa de ella al hablar por teléfono suponiendo así que sus palabras llegarán con mayor facilidad a las enormes distancias que la telefonía nos permite superar... sin necesidad de gritar, ¡¡¡coño!!! ¡¡¡NO GRITES TANTO!!! Y es que esta forma de comunicación se utiliza además para pedir a otros que no la utilicen. Porque es molesta.
Asimismo, gritan los tipos de letra, los titulares, las páginas, los colores, las fotografías, las pantallas de los ordenadores y las mayúsculas en internet. Y si gritan mucho, si grita mucho el diseño, aunque haya quien defienda que eso "mola", en realidad también molesta.


H


Hemeroteca. La puerta cedió con un doloroso quejido. Notaba cómo su corazón cabalgaba fuera de sí dentro de su pecho: no podía creer lo que veían sus ojos. Allí, ante él, estaba aquel lugar del que tanto había oído hablar su abuelo. Tantos años de búsqueda habían merecido la pena. Al final, no era un cuento para dormir que un anciano contaba a un niño en las frías tardes de otoño. Ese lugar realmente existía. O existió. Ante él, montañas de papeles macilentos, sepultadas bajo polvo de cien años y telarañas... Entre tinieblas creyó distinguir estanterías enteras preñadas de cajas y archivadores, primorosamente ordenados, por nombres, años, meses...
Era demasiado emocionante como para contener las lágrimas. El pasado, la memoria, las explicaciones que le harían comprender su presente, estaban allí, ordenados alfabéticamente, contenidos en frágiles trozos de papel. Siguió explorando el lúgubre sótano. Lo que parecían viejos monitores alineados presidían un ala de la planta. En una habitación, filmaciones y microfichas, obsoletos sistemas de almacenamiento de los que había leído algo en Internet.
Se detuvo delante de una pared repleta de archivadores. Temblando, abrió una de aquellas carpetas de pasta dura. Sopló con fuerza para limpiar el polvo y los restos acumulados con los años en su interior. Un escalofrío recorrió su espalda al sentir el tosco tacto del arrugado papel en sus dedos. Nunca antes se sintió tan próximo a aquel viejo loco. De pronto, entendió el brillo en los ojos de aquel anciano que le contaba historias sobre ese lugar, donde según él, aprendió a entender su mundo... Asombrado, comprobó que no sólo tenía a su disposición imágenes, cifras y todo tipo de datos. Esbozó algo parecido a una sonrisa cuando entendió que además tenía las opiniones, las ideas. Que en esos papeles estaban encerrados no sólo los hechos, sino también las motivaciones, los análisis, la verdad y las mentiras, la interpretación de un mundo que él desconocía. Todo un legado de misteriosos antepasados que, generosamente, le confiaban sus conocimientos. Un puente tendido entre generaciones que no sabían nada, la una de la otra... Un fantasmal tesoro analógico para una sociedad que digitalizó hasta su alma.
Eso será dentro de algunos años. Cuando ya no se sepa lo que fue el papel. Para nosotros, que aún convivimos con él, una hemeroteca no es más que un lugar donde se almacenan los periódicos y revistas. Lo que los griegos llamaban "el depósito de cada día" Así de simple. Y así de falso.


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.
Diseñario 2.0 (XXII): enviado especial-exclusiva.
Diseñario 2.0 (XXIII): exposición-faldón.
Diseñario 2.0 (XXIV): fe de errores-fino.
Diseñario 2.0 (XXV): flash-fondo.
Diseñario 2.0 (XXVI): fotero-fotón.
Diseñario 2.0 (XXVII): free-lance-freehand.
Diseñario 2.0 (XXVIII): galerada-grapa.

miércoles, 5 de mayo de 2010

George Lois, Esquire y el MoMa



En 1962, el neoyorquino George Lois se hacía cargo de la dirección de arte de Esquire. Tenía tan sólo 31 años y los arrestos suficientes para ponerse al frente de un magazine referente antes, durante y ahora. Diez años duró la aventura de Lois que ahora recoge la editorial Assouline en el libro George Lois, The Esquire Covers at MoMa.

Harold Hays, editor de la revista en los 60, en la búsqueda de una edición y una navegabilidad casi perfecta, quería un cambio en las portadas de Esquire. Necesitaban un empuje y salir de la espiral de locura que era hacer hasta 10 portadas distintas para cada número. "Sobre todo cuando la que salía elegida de un comité era casi siempre la peor", como reconocía el propio Hays.



Para el primer encargo, Lois ni siquiera se acercó a la redacción de Esquire, a 12 manzanas de distancia de su estudio. Mandó a un mensajero con un sobre que contenía la portada. Era la foto de un boxeador noqueado en un solitario ring. Ni un alma entre el público. "Tenía el logo de Esquire, el título que había escrito George y la fecha. Era grandiosa", exclamó Harold en su momento. Y, sobre todo, "era mucho mejor que lo habíamos hecho hasta entonces cualquiera de nosotros." Reto superado.



Desde esa portada y durante 10 años, Lois concibió y ejecutó un total de 92 covers que formaron parte de una exposición temporal en el MoMa y que ahora forman parte de la colección permanente del museo de la Gran Manzana. Entre esas portadas, muchas que han quedado en la retina de la cultura americana, como Alí en el papel de San Sebastián o Warhol tragado por su propia sopa de tomate. Todo con un objetivo: provocar, suscitar el debate, que no pasaran desapercibidas en el kiosco, como le pasaba a miles de covers de la época.



Y lo consiguió. El trabajo de Lois reportó sacó a la revista de los números rojos y aumentó su difusión de manera espectacular. Pero sobre todo la colocó en un sitio dentro de la cultura popular de la época y en un hueco en los debates de los turbulentos años 60. "George era un provocador cultural", reconocía Hays. Tanto, que para el número especial de Navidad, propuso una portada con el boxeador Sonny Liston ataviado con un gorro de Papá Noel. Fue a Hays, que no participaba en el proceso creativo de la portada porque "confiaba en el talento de Lois", al que le tocó pelear, despacho a despacho, con los responsables de la revista para sacarla adelante. Lo consiguió. Pero el primer Santa Claus negro le costó a Esquire 750.000 dólares en cancelaciones de publicidad. "El precio de poder contar algo en portada", bromeaba Lois.


Siguiendo esta línea de provocación , Lois continuó su trabajo hasta llevar a Esquire a una época de oro en la que, como él mismo decía, "el envoltorio del paquete tiene que ser igual de bueno que el contenido del mismo". Siguió este principio con una regla básica: como la letra y la música de una canción, "la imagen y el texto [para proyectar la idea] no pueden separarse", no se entiende una sin otra.


De esta manera no sólo sacó a la revista de los kioscos y la colocó en millones de casas, también consiguió colgarla en las paredes de un museo, donde el arte, esta vez en forma de portada, es una provocación más.

lunes, 3 de mayo de 2010

Diseñario 2.0 (XXVIII)

Recreando a aquel memorable inventor de palabras que el propio Cela interpretó en la película "La Colmena", adaptación de su genial novela, los misteriosos miembros del comité de expertos de encajabaja se atreven no sólo a definir términos existentes con su irreverencia habitual, de manera colectiva y abierta a vuestra participación, sino también a crearlos... como en esta nueva entrega de su y vuestro Diseñario.





G


Galerada. Ya no se oye hablar en los periódicos de esas pruebas de texto, las primeras en salir de las linotipias y más tarde de las máquinas de fotocomposición, de esas tiras alargadas de papel fotográfico con los caracteres ya compuestos en su ancho de columna y con los tipos y cuerpos adecuados, que después se cortaban para ser corregidas y finalmente montadas a mano. Ni volverá a oírse nunca más.

Gama. Cualquier conjunto de cosas que varían de una manera gradual. En las artes gráficas se aplica, fundamentalmente, al conjunto de tonalidades de un color. Además queda bien hablar de la "gama de los azules", o mejor aún hablar de una gama de cualquier color con denominacion inventada del estilo de la "gama de los pétreos" o de los colores "alimenticios"... muy propio todo esto de la gama de los "artistas" y demás gilipollistas.

Gilipollismo. Si buscáis esta voz en el diccionario, no hallaréis respuesta. Sólo en esta irreverente obra colectiva desvelaréis la incógnita, aunque si anglicismo es el giro o término procedente del inglés, o extranjerismo el que proviene de cualquier lengua foránea y sabéis sumar, dos-más-dos-cuatro, ya lo veréis venir...
Por gilipollismo se entiende todo término, vulgarismo, barbarismo, acepción, giro técnico o despropósito filosófico-lingüístico pronunciado con enfermiza pretensión de llamar la atención, aparentar más conocimientos de los que realmente se tienen o alardear innecesariamente de mundo ante la sorprendida audiencia, en un lo que viene siendo la gilipollez aplicada a la lingüística.
Los feedbacks, el wind izquierdo, the fuckin’ printer, las imágenes apaisajadas, los spoilers y cliffhangers, el corondel como mcguffin, brainstormins, offsides y facilities corners... ¿Tan difícil es llamar a las cosas por su verdadero nombre?

Grapa. Pieza de metal doblada con afilados extremos que se clavan para unir dos piezas de tela, madera, papel... Aferradas al lomo de un periódico, las grapas se convierten en el símbolo de toda una generación, conservadora, consumidora de información, fiel a su periódico y que pierde la paz de espíritu y las maneras cuando tiene entre sus manos un tabloide con sus pliegos sin unir. Los distinguiréis porque son los que suelen asir el periódico sin grapar como quien intenta coger un gato para lanzarlo a una piscina. El lector amigo de la grapa sufre de espasmos cuando lee un periódico sin grapar. Lo normal es que lo sacudan con violencia en el aire, como tratando de expulsar algún espíritu demoníaco de sus páginas. Suelen congestionarse, tratando de apoyar la sección de deportes en sus rodillas mientras, fueras de sí, golpean el medianil con el canto de la mano, como un karateka deshaciendo bloques de hielo... Este ejercicio de lectura con violencia, suele llevar a una reafirmación en el azorado lector de los valores intrínsecos de su grapa, esa pequeña pieza de metal desinteresada que nunca le ha abandonado y que le permite leer su periódico sin sobresaltos ni aspavientos... como lo ha leído toda la vida la gente de bien.
En una familia que consume prensa, las generaciones no se diferencian por la línea editorial de sus periódicos... se diferencian por el lomo. Dos pequeñas presas metálicas centelleando en el límite izquierdo marcan la diferencia. Uno no es monárquico o republicano. No es de derechas, de izquierdas, de centro o de los extremos. Uno es de su grapa. ¡Y a mucha honra! Y ve en la lectura anárquica y desordenada de los otros periódicos una patética analogía del mundo de hoy. Y en la supuesta libertad de sus páginas, intercambiables entre sí, ve, horrorizado, el desgobierno y libertinaje de una sociedad que deambula sin rumbo ni objetivos por la vida. Las grapas no sólo sujetan papeles, sujetan voluntades, impiden deserciones de lectores, alientan el inmovilismo y el sentimiento de grupo, de pertenecer a algo que los demás no pueden darte...
Por eso las grapas no son negociables. Porque en esos escasos milímetros de metal se concentran las lealtades de legiones de lectores que claman por su periódico, el de toda la vida, el que tiene grapas. Y a los que en gran medida, les da igual si un día defendemos al gobierno y al otro le azotamos, mientras eso venga grapado al lomo. Lectores que pueden aguantar contradicciones, bandazos e inexactitudes casi a diario, pero que se borrarían para siempre si una mañana no encontraran esas dos pequeñas garrapatas metálicas prendidas en el lateral del periódico. Las grapas no son negociables, decíamos. Es éste un tema muy serio. Se comenta en el mundillo que en un rediseño de ABC, un reputadísimo diseñador extranjero propuso eliminar las molestas grapas que, además, complicaban notablemente el proceso técnico de impresión... No sólo fue despedido fulminantemente, sino que fue abofeteado con saña por parte de la dirección del rotativo, antes de ser arrojado a un grupo de lectores furiosos que se arremolinaban en la puerta de la redacción. Su cuerpo fue desmembrado y repartido por los cuatro confines del edificio. Todavía se oían voces que, burlonas, le decían: "Espera, pongámosle... ¡¡unas grapas!!" Nunca más se volvió a plantear semejante ocurrencia en rediseños posteriores...


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.
Diseñario 2.0 (XXII): enviado especial-exclusiva.
Diseñario 2.0 (XXIII): exposición-faldón.
Diseñario 2.0 (XXIV): fe de errores-fino.
Diseñario 2.0 (XXV): flash-fondo.
Diseñario 2.0 (XXVI): fotero-fotón.
Diseñario 2.0 (XXVII): free-lance-freehand.

viernes, 30 de abril de 2010

Periodiquerías (XIX)





México DF (México, 2010) / Alejandro Banuet





Salzburgo (Austria, 2010) / Luis Blasco





Buenos Aires (Argentina, 2009) / John Müller



Enviadnos fotos de vuestras "periodiquerías" antes de que todas sean iguales y se llamen iPad. Fotografiad esos lugares en los que todavía se venden periódicos, y las publicaremos en esta serie. Si queréis.



Entregas anteriores de Periodiquerías:

Periodiquerías (I):
Madrid - Nueva York - Sevilla
Periodiquerías (II): Bilbao - Resistencia (Chaco-Argentina) - Múnich
Periodiquerías (III): Estambul - Praga - Nueva York
Periodiquerías (IV): Salamanca - Edimburgo - Tres Cantos (Madrid-España)
Periodiquerías (V): Lima - Bruselas - Mérida (España)
Periodiquerías (VI): Londres - París - Roma
Periodiquerías (VII): Las Vegas - Los Cristianos (Tenerife) - Alicante
Periodiquerías (VIII): Antigua (Guatemala)
Periodiquerías (IX): Berlín - Viena - Moscú
Periodiquerías (X): San Francisco - Puerto de Santa María (Cádiz) - Málaga - Newspaperman
Periodiquerías (XI): Lisboa
Periodiquerías (XII): Venecia - San Petersburgo - Osaka
Periodiquerías (XIII): Barcelona - Los Angeles - Buenos Aires
Periodiquerías (XIV): Kabale (Uganda) - Honolulu (Hawai) - Filadelfia
Periodiquerías (XV): Zaragoza - Gerona - Pamplona
Periodiquerías (XVI): Miami - Nueva Delhi - Lima
Periodiquerías (XVII): Hollywood (Los Ángeles - USA)
Periodiquerías (XVIII): Cagliari (Cerdeña - Italia) - São Paulo - Parlamento Europeo (Bruselas)

jueves, 29 de abril de 2010

La guerra eterna

"A comienzos de la ocupación me dirigí en coche a Faluya después de que un helicóptero norteamericano hubiera caído a un campo de judías. Cuando llegué pude ver sus restos, fragmentos retorcidos de metal arrancado, esparcidos por las filas de judías. Había sido un Chinook grande, de los que llevan dos rotores. Dieciséis marines y soldados estadounidenses habían ido en su interior, se dirigían a sus permisos de mitad de período. Los insurgentes lo habían alcanzado con un misil. Me encontraba de pie al borde del campo de judías, con un grupo de colegiales iraquíes, tratando de buscar un sitio desde donde poder ver mejor. Los americanos habían acordonado el lugar de la caída, y un par de Humvees subían con estruendo por la misma carretera de tierra en la que estábamos. Al pasar junto a nosotros, uno de los estadounidenses metió la mano en una bolsa y arrojó un puñado de dulces.
-¡No lo toques, no lo toques! -chillaron los niños iraquíes-. Es veneno de los norteamericanos. Te matará."

Aunque por definición la intrahistoria de la que habló Unamuno es lo que ocurre al margen de la historia oficial, de la Historia que se escribirá en libros, aquello que no publican los medios de comunicación, es precisamente esta intrahistoria de la vida privada de la gente, más real tal vez que la que lleva mayúsculas y formada por miles de microhistorias que unidas son lo que en realidad sucedió, lo que está sucediendo ahora, todo eso de lo que no se escribe, es de lo que escribe Dexter Filkins, corresponsal de guerra de The New York Times, en un libro brutal publicado por la editorial Crítica con el título de "La guerra eterna. Partes desde la guerra contra el terrorismo".



Un libro que no es la consabida recopilación de artículos publicados antes, sino la esencia de 561 libretas de apuntes tomados por este periodista, "el más grande de los reporteros de guerra de esta generación", durante nueve años de su vida en Afganistán y en Irak, en el que me dejan sin aliento tanto las atrocidades de los talibanes como las cometidas por los soldados norteamericanos con los que entró en Bagdad. Porque Filkins escribe con un sorprendente distanciamiento, no está en los vehículos acorazados americanos, codo con los codos de los muchachos que luchan por la libertad y la democracia, ni entre los pueblos invadidos por el imperialismo, a pesar de ser un enviado del NYT.

No hay buenos ni malos, o los hay, pero no están juntos en un bando sino mezclados en ambos: asesinos dogmáticos de Al-Qaeda para quienes los fines son lo único y los medios no es que se ignoren, es que no existen; frente a implacables militares norteamericanos que ordenan quemar con bombas un barrio entero para acabar con alguien desconocido que tal vez viva allí y que mató a uno de sus hombres... para después repartir cientos de miles de dólares en proyectos de reconstrucción y pretender ganarse así las simpatías locales.

"¿Por qué votar siquiera?, le pregunté a Saadi. ¿Por que no quedarse en casa sin más?
Ella me fulminó con la mirada.
-He votado para impedir que mi país sea destruido por sus enemigos -dijo Ella. Hablaba inglés sin acento.
¿Qué enemigos?, le pregunté a Saadi. ¿A qué enemigos se refiere?
Ella empezó a temblar.
-Vosotros, vosotros destruisteis nuestro país -dijo Saadi-. Los norteamericanos, los británicos. Lamento ser descortés. Pero vosotros destruisteis nuestro país, y lo llamasteis democracia.
-Democracia -añadió-. Sólo es hablar."



Además de escalofriantes relatos sobre los horrores de la guerra, como la del soldado Jake Knospler, pinchadiscos no oficial del pelotón y admirador de Johnny Cash, a quien "se parecía un poco, con su mandíbula grande y cuadrada, que aquella granada le voló", nos cuenta también las condiciones de su trabajo periodístico. "Me obsesionaba la electricidad, o mejor dicho, la falta de ella, por el miedo a que se agotaran las baterías", confiesa este reportero finalista del premio Pulitzer por sus crónicas desde Afganistán. "Tenía que pensar en mi teléfono vía satélite y en mi ordenar portátil, y Ash (el fotoperiodista australiano Ashley Gilbertson) en sus cámaras digitales. Llevaba todo tipo de artilugios para aprovechar cualquier fuente que pudiera encontrar, y una de ellas eran las baterías de los coches. Después de que los marines tomaran la mezquita de Mohammadiya, salí corriendo a la calle con mis pinzas de batería y mi transformador; era, hasta donde yo alcanzaba a ver, el único ser humano que había allí, y levanté el capó de un coche acribillado a balazos. Me preocupaban los francotiradores. La batería del coche estaba descargada. Regresé corriendo al interior."

O nos confiesa de manera abrumadoramente sincera la naturaleza de sus fuentes de información cuando habla de Ahmed, de quien dice que "a veces tenía la perturbadora sensación de que me estaba mintiendo. No era que la gente que me traía fuera poco fiable: sus historias siempre cuadraban (...) pero es un axioma del periodismo que las mejores fuentes son a menudo gente de reputación marginal. ¡Señor! -solía decir Ahmed-, tengo una historia para usted: una historia fantástica! Casi siempre la tenía". Dudas que surgen para Filkins porque todo funciona alrededor del dinero, y por dinero se dice la verdad, pero mucho más se miente. "Nunca se le levantaban más las cejas", dice de su fuente, "que cuando yo contaba billetes de 100 dólares y se los entregaba en mano".

Agnafistán, Irak... y Nueva York. Dexter Filkins está en la gran urbe norteamericana cuando suceden los atentados terroristas de Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001. En estos "Partes desde la guerra contra el terrorismo" escribe que "lo primero que pensé fue que había vuelto al Tercer Mundo. Mis compatriotas iban a pensar que esto era lo peor que había sucedido en toda la historia, el final de la civilización. En el Tercer Mundo este tipo de cosas pasaban todos los días".

No voy a caer en el tópico de decir que este libro es de lectura obligada para periodistas, porque quienes debieran de hacerlo a la fuerza son aquellos gobernantes que en este nuevo siglo que no nos ha traído ni mucho menos un mundo nuevo y mejor, deciden enviar hombres a matar y a morir en Afganistán, en Irak, o en cualquier otro lugar de esta Tierra nuestra en la que debe resultar imposible encontrar ya donde no haya caído en algún momento una bomba.

Eso sí, esta Guerra eterna apenas tiene hueco para leerse ya en los periódicos, porque este es un claro ejemplo de lo que nos decía hace muy poco ese otro gran periodista español que es Enric González en una entrevista de caspaTV que reprodujimos también íntegra aquí, en encajabaja: "La prensa escrita ha renunciado a la profundidad y el periodismo de calidad se está publicando en libros. Los periódicos se están quedando en un terreno de nadie, entre lo inmediato, donde los nuevos medios le dan sopas con ondas, y lo duradero, que está en los libros". También habla de la necesidad de ir hasta los lugares donde suceden los acontecimientos, para una vez allí, empaparse del lugar, de lo que sucede, y poder después contarlo.

Como Dexter Filkins en este libro de puro periodismo de calidad, tanta y tanto que le exigieron un altísimo precio. "Yo salí mejor parado que muchas de las personas sobre las que escribí en este libro; aun así, durante el transcurso de los acontecimientos que se describen aquí, perdí a la persona a la que más quería. La guerra no se la llevó a ella; se me llevó a mí."

lunes, 26 de abril de 2010

Diseñario 2.0 (XXVII)

Hasta la atalaya donde se refugia el escurridizo Comité de Expertos del Diseñario llegan rumores de peligrosos percances en cosos de grana y oro. Percances que ponen en la picota la vida de un ser humano. Sin embargo, y como el Comité sólo se encarga de redactar la obra ireverrente, colectiva y abierta a vuestra participación que es el Diseñario, sus miembros no entrarán en polémicas sobre si sí o si no. Simplemente desean que aquellos que sufren heridas se recuperen con prontitud y puntualidad para sus próximas citas.





Free-lance. En una traducción literal al castellano, significa autónomo. Es decir, la pesadilla de cualquier trabajador español. Yendo un poco más allá, y traslandándolo al ámbito periodístico, quiere decir independiente. Pero independiente de nómina, tú te lo guisas tú te lo comes. No independiente de Estado Federal Asociado, no nos vayan a entender mal.
Quienes optan por esta opción, dicen que es duro, pero que en el fondo merece la pena por la libertad que te permite, aunque siempre tienes la incertidumbre de saber si llegarás a final de mes.
El free-lance es un periodista que no depende directamente de ningún medio y que vende sus temas al "mejor postor". Esto es, hoy se lo vende a fulanito y mañana a mengano, con la libertad de seleccionar el tema que más le motive con el enfoque que más le interese. Sin tener que rendir cuentas a nadie y con la teórica libertad de poder decir cosas que bajo nómina no serían recomendables.
Ser independiente tiene sus ventajas: te buscas tus propios temas, no tienes las ataduras de los horarios, no tienes que ir a la oficina ni vestir con traje y corbata. Además, viajas donde quieres, como quieres y con quien quieres (también se puede sustituir querer por poder). Pero también tiene sus inconvenientes: no tienes la seguridad de que al final de mes tu cuenta subirá unas cuantos euros; si se cansan de ti, se olvidan de llamarte; si te pones enfermo, no puedes salir a la calle, no puedes buscar tus temas, no los puedes vender y tu cuenta no sube unos cuantos euros. Además, ser freelance suele ser sinónimo de no estar bien pagado, aunque hay excepciones, como en todo.
En el mundo periodístico, se puede ser free-lance tanto con la pluma, con la cámara, el ratón o el pincel. Esto es, escribiendo, fotografiando, diseñando o dibujando. Y muchas veces todo junto con tal de sumar unos euros a final de mes.

Freehand. Programa iniciático en esto del dibujo vectorial a ordenador. Perteneció a la casa Macromedia hasta la compra y absorción de la compañía por parte de Adobe. Hasta ese momento, era el standard para crear ilustraciones, dibujo vectorial o gráficos. Tras la compra por Adobe, el programa quedó descatalogado y el nuevo programa standard es Illustrator, que viene a ser, básicamente lo mismo, aunque mucho más desarrollado y con integración en los otros programa de Adobe, lógicamente, que para algo lo venden todo junto.


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.
Diseñario 2.0 (XXII): enviado especial-exclusiva.
Diseñario 2.0 (XXIII): exposición-faldón.
Diseñario 2.0 (XXIV): fe de errores-fino.
Diseñario 2.0 (XXV): flash-fondo.
Diseñario 2.0 (XXVI): fotero-fotón.

viernes, 23 de abril de 2010

La crisis del periódico del ¿futuro?

Es cierto que merecían más, mucho más, de lo poco que han tenido, teniendo en cuenta además que el futuro era suyo. Que abrían nuevos caminos que el conjunto de los diarios impresos mundiales deberían seguir si querían sobrevivir, porque ellos eran los periódicos del futuro. O es que tal vez no lo fueran. O sí, pero sólo del futuro. No del presente.



El periódico griego Eleftheros Typos y el portugués I fueron elegidos como los diarios europeos mejor diseñados en 2007 y en 2009, respectivamente. En ambos casos se destacó de manera prácticamente unánime que la propuesta de estos diarios era casi "visionaria", el futuro de la prensa en papel. Pero, lamentablemente, Elefteros Typos (Prensa Libre) tuvo que cerrar en junio de 2009 porque se trataba de un "medio de información que no está pensado para funcionar con grandes pérdidas" según su editor; mientras que nos enteramos la semana pasada de que el novísimo diario lisboeta I atraviesa graves problemas debidos a su "bajísima capacidad para generar ingresos", según confiesa su director en una durísima carta de dimisión en la que afirma sentirse "defraudado" por haber vinculado su nombre y prestigio a este proyecto. Carta que os reproducimos por cortesía de nuestros amigos de Paper Papers, uno de los blog de referencia en lo que a la prensa se refiere en lengua castellana, como ya os hemos dicho en alguna ocasión anterior y seguramente volveremos a hacer en otras próximas:

CartaMartimAvillezFigueiredo

Ninguno de ellos es rentable, pues. Pero aun así, estamos seguros de que habrá "consultores" y gurús con la suficiente cintura y habilidad para el regate en corto como para justificar que los periódicos del futuro no lleguen a ver el futuro asegurándonos, aleccionándonos, guiándonos, diciéndonos, por ejemplo, pues que se han adelantado a su tiempo... socorrido argumento donde los haya y que ninguno de nosotros, y de vosotros, ha escuchado todavía, ¿verdad? Y no les faltará razón, porque si eran periódicos del futuro... ¡el futuro todavía no ha llegado! En realidad, no lo hace nunca porque lo que siempre llega es el presente.







Elefhteros Typos, independientemente de sus contenidos que nunca pudimos valorar por evidentes razones lingüísticas (y resulta tanto una absurda paradoja como una temeridad valorar un diario sin conocer sus contenidos, además de una labor imposible el saber de esta manera si un diseño periodístico es acertado o no) siempre nos pareció un diario magnífico, un gran proyecto. De una apabullante elegancia formal que según nos comentó en persona su máximo responsable de diseño, Spiros Polikandriotis, debía estar puesta al servicio de unos contenidos, que también debían ser nuevos, "hay que cambiar el alma a los periódicos", proponía este periodista visual. Y peleaba cada día para que sus diseñadores hiciesen periodismo. La idea era impecable y las cifras de ventas aumentaron en los meses posteriores al cambio. Pero el proyecto fracaso, según Spiros porque los editores abandonaron esta propuesta inicial para volver a hacer el diario de siempre, y suponemos nosotros también que por no estar dirigido al mercado adecuado. Como bien dice Herminio J. Fernández en Cuatro Tipos "cuando sopla el viento los primeros árboles en tambalearse son los más jóvenes; bellos, sanos, llenos de futuro, pero con las raíces menos profundas". Llenos de futuro, pero vacíos de presente.







Aunque a primera vista se pudiera pensar que el caso del diario I (diseñado, al igual que Eleftheros Typos, por el genial Javier Errea) es el mismo que el del diario griego, yo sin embargo no lo veo así.
En primer lugar, el diseño de I puede resultar, y de hecho resulta, espectacular en la pantalla de un ordenador. Pero impreso en papel... ya es otra cosa, bastante menos espectacular, algunos peldaños por debajo.

En un quiosco lisboeta del barrio de Belém, justo enfrente de la mundialmente famosa pastelería Casa de los Pastéis de Belém, pregunté al que resultó ser un amable quiosquero por los periódicos de la ciudad. Me habló primero, y con entusiasmo, de Público (el portugués, anterior al de aquí, diseñado por super Mark Potter, de quien por cierto supimos hace poco que dejaba The Guardian donde tantos éxitos y renombre cosechó gracias a su trabajo en el que posiblemente sí que es el periódico mejor diseñado del mundo, si tal cosa puede afirmarse), y me habló también del Diario de Noticias, diciendo entre sonrisas que "vende más, pero dice muchas mentiras". Me interesé por más periódicos y terminó enseñándome todos (la cola de la pastelería es siempre muuuuy larga), todos... menos I. Cuando le pregunté por él, comenzó a rebuscar entre pilas de diversos impresos hasta que dio con un ejemplar del día. "Es que esto no es un periódico", dijo entonces. ¿Y se vende?, volví a preguntar. "No."



Lo compre junto con un ejemplar de Público y corrí hacia los pasteles de Belém, recién hechos, con la misma sensación que me había confesado el quiosquero. Aquellas paginitas que llevaba bajo el brazo, pequeñas, apenas algo más grandes que una revista pero impresas en papel prensa de baja calidad, embadurnadas de tinta por los enormes fondos de color... no eran un periódico. Más aún cuando en la otra mano sujetaba un soberbio ejemplar de Público que por ahora parece aguantar merced a que sus contenidos, que es de lo que hablaba el quiosquero, sí están a la altura de lo que demanda su "público".





Portadas del diario "Publico", de Lisboa, de esta semana. Un periódico del presente... al que también vemos en el presente del futuro.

Sobre I, los escasos comentarios que hemos podido leer en lo referido a sus contendios es que le "le falta calle y perder vários tiques pseudo cosmopolitas", así como de estar más pendiente de Nueva York que de Portugal, país al que no hace mucho caso extramuros de Lisboa.

Parece que ni nuestro admirado Eleftheros Typos, ni el jovencísimo I vayan a ser quienes salven a los periódicos de papel, eso queda ahora, según las últimas adivinaciones, en manos del iPad. O directamente no tienen salvación, como profetizan otros con quienes no estamos en absoluto de acuerdo, motivo por el cual trabajamos y leemos y analizamos cada día periódicos del presente con el afán de llevarlos al presente del futuro, como ha sucedido con algunos de los periódicos desde que existen, los mejores claro está. Y no es la primera vez que nos fallan los salvadores, ¿eh?, antes que en estas propuestas de futuro sin lugar en el presente, la salvación de la prensa impresa estaba en manos de los diarios gratuitos... esos a quienes se llevó por delante los primeros coletazos de la crisis. Antes que a ninguno.