lunes, 10 de mayo de 2010

Diseñario 2.0 (XXIX)

Ahora que acabamos de salir de la recesión se agudiza la crisis económica. Parece un contrasentido, y lo parece también el que los medios de comunicación pidan unidad a los políticos y a las fuerzas sociales a la vez que hacen del catastrofismo su línea editorial. Como paradójico resulta que nuestros misteriosos miembros del comité de expertos de encajabaja encargados del Diseñario se unan para pedir a gritos unidad... en medio de su propia dispersión. ¿Dónde están? ¿Quiénes son estos diseñaristas anónimos, irreverentes, que nos ofrecen una nueva entrega de esta obra colectiva y abierta a vuestra participación sobre el diseño periodístico y la prensa en general?






Gritar. Forma de comunicación humana. Muy periodística. Se emplea generalmente de manera jerárquica, como los titulares de las páginas, de jefe a subordinado; entre cónyuges y en cualquier relación sentimental; de padres a hijos, a pesar de que en los últimos tiempos esta estructura familiar ha sufrido un proceso de inversión en lo que a gritos se refiere; de policía a detenido; de contertulio de telebasura hacia otros contertulios o hacia su audiencia; de entrenador a jugador; de conductor prepotente a conductor más o menos educado; como público o manifestante en un acontecimiento de masas hacia quien sea... aunque tampoco hay que descartarla entre iguales, si es que la igualdad en las relaciones humanas existe o no es más que una entelequia, un ideal. Incluso puede superar las barreras de nuestra especie y manifestarse de dueño a mascota.
No tiene por qué preceder a una agresión física, ni siquiera es en más ocasiones de las imaginadas una agresión verbal, hasta hay quien abusa de ella al hablar por teléfono suponiendo así que sus palabras llegarán con mayor facilidad a las enormes distancias que la telefonía nos permite superar... sin necesidad de gritar, ¡¡¡coño!!! ¡¡¡NO GRITES TANTO!!! Y es que esta forma de comunicación se utiliza además para pedir a otros que no la utilicen. Porque es molesta.
Asimismo, gritan los tipos de letra, los titulares, las páginas, los colores, las fotografías, las pantallas de los ordenadores y las mayúsculas en internet. Y si gritan mucho, si grita mucho el diseño, aunque haya quien defienda que eso "mola", en realidad también molesta.


H


Hemeroteca. La puerta cedió con un doloroso quejido. Notaba cómo su corazón cabalgaba fuera de sí dentro de su pecho: no podía creer lo que veían sus ojos. Allí, ante él, estaba aquel lugar del que tanto había oído hablar su abuelo. Tantos años de búsqueda habían merecido la pena. Al final, no era un cuento para dormir que un anciano contaba a un niño en las frías tardes de otoño. Ese lugar realmente existía. O existió. Ante él, montañas de papeles macilentos, sepultadas bajo polvo de cien años y telarañas... Entre tinieblas creyó distinguir estanterías enteras preñadas de cajas y archivadores, primorosamente ordenados, por nombres, años, meses...
Era demasiado emocionante como para contener las lágrimas. El pasado, la memoria, las explicaciones que le harían comprender su presente, estaban allí, ordenados alfabéticamente, contenidos en frágiles trozos de papel. Siguió explorando el lúgubre sótano. Lo que parecían viejos monitores alineados presidían un ala de la planta. En una habitación, filmaciones y microfichas, obsoletos sistemas de almacenamiento de los que había leído algo en Internet.
Se detuvo delante de una pared repleta de archivadores. Temblando, abrió una de aquellas carpetas de pasta dura. Sopló con fuerza para limpiar el polvo y los restos acumulados con los años en su interior. Un escalofrío recorrió su espalda al sentir el tosco tacto del arrugado papel en sus dedos. Nunca antes se sintió tan próximo a aquel viejo loco. De pronto, entendió el brillo en los ojos de aquel anciano que le contaba historias sobre ese lugar, donde según él, aprendió a entender su mundo... Asombrado, comprobó que no sólo tenía a su disposición imágenes, cifras y todo tipo de datos. Esbozó algo parecido a una sonrisa cuando entendió que además tenía las opiniones, las ideas. Que en esos papeles estaban encerrados no sólo los hechos, sino también las motivaciones, los análisis, la verdad y las mentiras, la interpretación de un mundo que él desconocía. Todo un legado de misteriosos antepasados que, generosamente, le confiaban sus conocimientos. Un puente tendido entre generaciones que no sabían nada, la una de la otra... Un fantasmal tesoro analógico para una sociedad que digitalizó hasta su alma.
Eso será dentro de algunos años. Cuando ya no se sepa lo que fue el papel. Para nosotros, que aún convivimos con él, una hemeroteca no es más que un lugar donde se almacenan los periódicos y revistas. Lo que los griegos llamaban "el depósito de cada día" Así de simple. Y así de falso.


Entregas anteriores del Diseñario 2.0:

Diseñario 2.0 (I): adelanto-alcance.
Diseñario 2.0 (II): apaisado-arte final.
Diseñario 2.0 (III): aspirina-autoedición.
Diseñario 2.0 (IV): background-billete.
Diseñario 2.0 (V): bobina-breves.
Diseñario 2.0 (VI): cabecear-camisa.
Diseñario 2.0 (VII): carácter-carpintero.
Diseñario 2.0 (VIII): catálogo-chillón.
Diseñario 2.0 (IX): chiste-cierre.
Diseñario 2.0 (X): clavo-colchón.
Diseñario 2.0 (XI): columpiarse-comerse.
Diseñario 2.0 (XII): compacto-corresponsal.
Diseñario 2.0 (XIII): corte-crítica.
Diseñario 2.0 (XIV): crisis-crónica.
Diseñario 2.0 (XV): cuadratín-deformar.
Diseñario 2.0 (XVI): desguace-directo.
Diseñario 2.0 (XVII): director-documentación.
Diseñario 2.0 (XVIII): editorial-EGM.
Diseñario 2.0 (XIX): Elzevir-empacar.
Diseñario 2.0 (XX): empasillado-encuadrar.
Diseñario 2.0 (XXI): enfrentadas-entrevista.
Diseñario 2.0 (XXII): enviado especial-exclusiva.
Diseñario 2.0 (XXIII): exposición-faldón.
Diseñario 2.0 (XXIV): fe de errores-fino.
Diseñario 2.0 (XXV): flash-fondo.
Diseñario 2.0 (XXVI): fotero-fotón.
Diseñario 2.0 (XXVII): free-lance-freehand.
Diseñario 2.0 (XXVIII): galerada-grapa.

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