En ocasiones es necesario perder algunas batallas para ganar la guerra. Porque no nos engañemos, lo nuestro es una guerra, aunque dentro del buen rollo y en sentido figurado, pero una guerra al fin y al cabo. En ocasiones nosotros somos los buenos, pero en otras somos los malos, malísimos de la película.
En esta lucha sin cuartel, el pasado jueves perdimos una batalla. Nuestras tropas avanzaban sin resistencia, hasta tomar las posiciones enemigas. Les habíamos derrotado y parecía que de ahí no nos movía ni Perry. Nuestra arma era insuperable, lo tenía todo. Un titular a una línea muy limpio y una foto en color con mucha fuerza (aunque luego la publicaran en blanco y negro), que salvaba la página de la mina (o como quieran llamar a ese 9x2) que nos habían colocado nuestros "enemigos" de publicidad, una de los miembros del nuestro eje del mal particular. Aquí está nuestra baza.
Mientra celebrábamos la victoria se acercó sigilosamente Alfonso Mateos, redactor de Opinión, y contraatacó rápida y hábilmente. Joven (aunque sobradamente preparado) comentó amablemente que teníamos que cambiar la página porque ahí no entraba el texto del corresponsal. "No será para tanto" dije. Pero efectivamente, sobraba casi la mitad del texto. Antes de admitir nuestra derrota luchamos hasta la extenuación. Cortamos la foto al máximo, intentamos darle una vuelta, pero no había manera, estábamos rodeados. La foto había que darla a dos columnas sí o sí, lo contrario sería desaprovecharla.
Rendidos a la evidencia, cambiamos la maqueta. Y optamos por una foto a tres con bastante menos fuerza pero que nos venía perfecta para poder encajar casi todo el texto del corresponsal. Este es el resultado final y artífice de nuestra derrota.
"Habéis vencido, pero no convencido", como dijo Unamuno. Volveremos.
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