lunes, 5 de mayo de 2008

Diseñario (XVI)

Desde la misma plaza de la Cibeles de Madrid, celebrando como locos un nuevo título de Liga de nuestro querido Real Madrid (hay un miembro díscolo que se resiste pero ya volverá al redil del que salió hace años...) el comité de expertos de encajabaja ha sido capaz de elaborar una nueva entrega del Diseñario, porque no hay evento que les haga desistir de esta obra suya de carácter colectivo, irreverente, antiacadémica, elocuente, campeooooones, campeoooones, oé oé oé, y sobre todo abierta a vuestra participación.




Gutenberg. Johannes Gutenberg es, en gran parte, el culpable de que nos dediquemos a esto ahora, porque gracias a él, y a la evolución, claro, podemos imprimir periódicos, revistas, libros, folletos, etc. Por cierto, no lo habíamos dicho, es el inventor de la imprenta de tipos móviles en Europa a mediados del siglo XV, una combinación de distintos inventos anteriores como las prensas de vino, el papel o las técnicas de impresión. La suma de todo: la imprenta. Nacido hacia 1398, su verdadero apellido nombre era Gensfleisch. En su pueblo natal, Maguncia, desempeñó el papel de orfebre, lo que le ayudó en su legendaria y posterior creación. En 1434 residió en Estrasburgo, donde instaló una empresa de grabados en madera y se vio envuelto en asuntos turbios por una sociedad creada con Hanz Riffe.
A su vuelta a Maguncia, alrededor del año 1449, creó una sociedad con el banquero judío Juan Fust, que le otorgó un préstamo para que ese mismo año publicara Misal de Costanza, considerado el primer libro tipográfico del mundo. En 1454 edita la Biblia de 42 líneas, o Biblia de Gutenberg, una versión de la Vulgata con 42 líneas impresas por página y considerado como el libro que da comienzo a la "Edad de la imprenta".
Sin embargo esto no le aseguró la riqueza, al contrario, incapaz de devolver el préstamo a Fust, Gutenberg vivió en la penuria y se vio obligado a revelar el secreto de la imprenta al sobrino de Fust, que, a la sazón, era el aprendiz de Gutenberg a la vez que perro guardián de su tío banquero. Murió en 1468 totalmente arruinado, aunque con el honor de ser considerado el inventor de la imprenta moderna, con todo lo que ello conlleva. Aunque los chinos (qué raro) ya habían inventado una imprenta en la que se trabajaba con el texto y los dibujos en hueco sobre una tablilla de madera que se impregnaba de tinta y se le aplicaba un papel. Estas tablillas eran los precursores de los tipos móviles de metal, pero realizados con madera, lo que hacía que se rompieran con bastante asiduidad. Y a esto hay que añadirle otro hándicap para que este invento no triunfara como lo hizo en Europa: el alfabeto chino, que exige tener entre 2.000 y 40.000 caracteres diferentes, uno para cada palabra (ideogramas) en vez de nuestros signos fonéticos. Imaginaros la caja que tenían que tener para componer un texto, miles de tipos. Un follón, vamos. Y también tenían un invento parecido los babilonios, que ya imprimían con sellos de arcilla.
Aunque sí hay unanimidad en que Gutenberg fue el primero en usar los tipos móviles metálicos para imprimir.



H


Helvética. Se equivocaba Orson Welles en El Tercer Hombre cuando dijo aquello de que "quinientos años de democracia y paz en Suiza no han producido nada, excepto el reloj de cuco"; no sólo porque el reloj de cuco es una invención alemana y porque la apología de la guerra y del mal de la frase nos suenan repugnantes, sino porque los suizos son nada más y nada menos que los autores del tipo de letra por excelencia, el que para muchos es el mejor de entre todos los que se han diseñado, el más claro, el más legible, el más equilibrado y perfecto, el que además lleva su nombre, Helvética, de Suiza.
Y además es pertinente suponer que fue precisamente la neutralidad suiza en la II Guerra Mundial la que llevó hasta allí a prestigiosos diseñadores y tipógrafos exiliados (Jan Tschichold, Paul Renner, etc.) que junto a la propia escuela tipográfica suiza dieron origen al denominado Estilo Suizo de Diseño, que poco después pasó a llamarse Estilo Internacional por su difusión planetaria durante las décadas de los 60 y 70. Y en este contexto es en el que nace este tipo de letra.
En 1956 Max Miedinger, tipógrafo nacido en Zúrich en 1910, recibe el encargo del dueño de la fundición suiza Haas, Edouard Hoffmann, de rediseñar el tipo de letra grotesca que tenía la firma, denominado Haas Grotesk y que se basaba en el tipo Akzidenz Grotesk creado en 1896 por H. Berthold. Miedinger redibujó el alfabeto siguiendo indicaciones precisas de Hoffmann y así nació nuestra criatura, bautizada entonces como Neue Haas Grotesk (la nueva grotesca Haas -aquí la verdad, al ponerle el nombre, sí que hay que reconocer que dejaron salir toda la gracia y el ingenio suizos-). Hay quien hace notar el "enorme parecido" entre la Akzidenz y la Helvética, pero deberíamos recordarles que el trabajo de Miedinger fue precisamente un rediseño, y que las sutiles variantes son las que hacen que un tipo de letra sea lo que es, y si no que se lo pregunten a la vilipendiada Arial, famosa por ser una mala copia de nuestra querida Helvética, a pesar de su también "enorme parecedido".
Bien, estábamos en 1956 y hay que esperar hasta 1961 para que la fundición alemana Stempel, controlada por la también germana Linotype, compre la Fundición Haas y decida cambiar entonces el enrevesado y poco comercial nombre de la grotesta de Hoffmann y Miedinger (no debería nombrarse sólo a este último en este tema). Proponen primero Helvetia (Suiza, en latín), pero el propio Hoffmann no cree apropiado llamar a una letra como a un país, y la contrapropone bautizar Helvética (o sea, de Suiza), y para que no sostengamos que un nombre no tienen importancia y es sólo un nombre, a partir de ahí este alfabeto conquistó el mundo entero. La enorme variedad de pesos (desde ultralight hasta extrabold), con todas las condensaciones y expansiones posibles, y su magnífica capacidad para funcionar en todos los tamaños, también han sido factores determinantes en su éxito.
Todas las empresas que quisieron ser modernas en el nuevo mundo abierto y democrático de la postguerra cambiaron su imagen corporativa con la Helvética, y la publicidad pasó a ser limpia y directa con la Helvética y el Diseño Internacional, y las cabeceras de las revistas fueron en Helvética, y los carteles, las señales, los titulares de los periódicos... todo se compuso en Helvética, hasta el punto de que si hay que hablar de un tipo de letra representativo del siglo XX, ese honor le corresponde a ella, tan perfecta...
Tanto que incluso el gran tipógrafo Matthew Carter confiesa mirando los caracteres de la Helvética que "no sabría como hacerlos mejores" y que se alegra de que nadie la haya hecho un encargo así. Lo dice mirando a la cámara en el documental de Gary Hustwit protagonizado por la letra suiza; porque la Helvética es, además, el único tipo de letra del que tengamos noticia que ha protagonizado una película. Magnífica por cierto; se puede ver cómo la elogian y la vituperan grandes tipógrafos y diseñadores o escuchar los inspirados y apasionados argumentos de Mike Parker, director tipográfico de Linotype USA entre 1961 y 1981, cuando habla de fondo y forma: "es en este tipo donde realmente parece haberse diseñado más el fondo que la forma" (algo de lo que tanto se habla ahora, 50 años después); y añade: "los agujeros y el espacio entre caracteres sostienen las letras como un poderoso soporte. Muy firme".
Claro que tanto éxito también ha llevado a la sobreexplotación y, a partir de los 90, a una pose de rechazo por parte de quienes querían hacer algo nuevo y, sobre todo, que se notase su presencia, la del diseñador. Porque la Helvética tiene tanta personalidad que parece anular la mano del diseñador, es ella quien triunfa, no nuestro trabajo. Utilizas la Helvética... y todo queda bien. Y entonces comienzan los aburridos comentarios sobre lo "aburrida" que les parece la omnipresente letrita, sobre todo por parte de quienes más que buscar un gran trabajo o un buen resultado, buscan expresarse, ser ellos, no comunicar sino comunnicarse, protagonizar (y cuando está ella, la protagonista es ella), que se hable de él en vez del tipo de letra utilizado, sin querer reconocer que la Helvética les supera, que es ella quien hace el diseño. Tal vez por eso ser original, personal, profundo, utilizando Helvética esté al alcance de muy pocos, de los realmente buenos. Como si el último de los grandes tipos de letra diseñado, la Helvética, fuera la medida para los diseñadores, el reto que hay que superar.

Horizontal. Reposo. Eso, al parecer determina la denominada "sintaxis" de la imagen sobre la horizontalidad, sobre las estructuras horizontales, por oposición a la supuesta tensión de la verticalidad. Y razón no parece faltarles porque las páginas divididas horizontalmente por sus elementos sí parecen bastante más calmadas y con menos fuerza que aquellas en las que las divisiones son verticales. A no ser que en realidad ya estemos condicionados a verlo así por haber escuchado antes la teoría. Lo cierto es que la mayoría de las páginas de los periódicos siguen esquemas verticales, utilizando las columnas de la maqueta modelo (retícula) buscando esa tensión y dinamismo.
La horizontalidad supondría no sólo reposo sino también equilibrio, no todo iba a favorecer a su eterna rival vertical. Así que llama la atención que los periódicos no intenten buscar casi nunca el equilibrio... tal vez porque reflejan la sociedad desequilibrada en la que vivimos, o porque quieran desequilibrarla, si pensamos que más que reflejarla contribuyen a moldearla.

Huérfana. Es la primera línea de un párrafo que se queda aislada en la columna o página anterior. Se considera un error tipográfico grave y que debe ser evitado en cualquier caso, aunque para rasgarse las vestiduras ya están las líneas viudas, que son algo dramático e intolerable. Cierto es que ambas resultan dolorosas a la vista. Lo gracioso es que para ser un error tan visible y según los expertos, tan grave, nunca se ha visto a ningún corrector o redactor por la redacción con las manos en la cabeza, fuera de sí y gritando: ¡¡¡Una huérfana!!!, o peor, ¡¡¡una viudaaaaa!!!! No. Es más, la inmensa mayoría, ni las ve. O no les da importancia, vaya usted a saber. Las herramientas de control de líneas viudas y huérfanas de los editores de texto han hecho mucho daño y ahora parecen un problema extinto. Pero en un periódico aparecen, las muy pillinas, porque los blancos son los que son, y no se pueden estirar arbitrariamente. Entonces, siempre aparece algún listo que opina: "Eso con un poquito de tracking se arregla". "Y añadiendo texto al párrafo de arriba, también" suele contestar el simpático maquetador, guardián de la ortodoxia interletril. Y ya se ha liado. Pero, llegará un día en que el track sea desterrado de los ordenadores (del de los redactores, claro) y entonces no les quede otro remedio que añadir o cortar una o dos palabras de un párrafo para controlar estas líneas tan traviesas. Y ahí sí, tomarán conciencia de la gravedad del asunto, porque tendrán que trabajar más, y se pondrán manos a la obra para desterrar por siempre a estas líneas de texto insubordinadas, que se empeñan en figurar fuera de contexto, rebeldes e individualistas.

Entregas anteriores del Diseñario:
Diseñario (I): aire-anuncio.
Diseñario (II): apoyo-artistas.
Diseñario (III): bandera-blancos.
Diseñario (IV): blog-caja.
Diseñario (V): cajista-cícero.
Diseñario (VI): cintillo-confeccionador.
Diseñario (VII): contorneo-despiece.
Diseñario (VIII): Didot-doble.
Diseñario (IX): Edicomp-encajabaja.
Diseñario (X): entradilla-estilo.
Diseñario (XI): familia-firma.
Diseñario (XII): folio-fotografía.
Diseñario (XIII): Franklin Gothic-fuente.
Diseñario (XIV): fusilar-Garamond.
Diseñario (XV): Gótica-grotesca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por razones sentimentales, echo de menos una entrada sobre "Hermes" el sistema editorial que usan una cuantos periódicos nacionales (ABC, El País, La Vanguardia...) He sufrido tanto con él, que creo que ya tengo el "Síndrome de Estocolmo".
Impresionante trabajo.
Un abrazo