lunes, 2 de febrero de 2009

Diseñario (XLVI)

A pesar de su reclusión y apartamiento del mundanal ruido, esa senda que ya sabéis que siguieron los pocos sabios que en el mundo han sido, los miembros del comité de expertos de encajabaja encargados del Diseñario han vivido esta semana con la preocupación propia de las noticias que sobre el mundo de la prensa, y el mundo en general, se vienen sucediendo. Nos encargan que transmitamos un saludo cariñoso a todos aquellos que viven las peores consecuencias de la cisis económica que padecemos en esta nueva entrega de su obra colectiva sobre el diseño periodístico y la prensa en general, irreverente, en absoluto académica y abierta a vuestra participación.




Sumario. De manera general, sumario es "breve, resumido, reducido a poca extensión". En el ámbito jurídico son el conjunto de actuaciones que lleva a cabo un juez para investigar un presunto delito y que se plasman en un escrito. Escritos que aparecen después con muchísima frecuencia impresos en los periódicos, en todo o en parte, breves, resumidos pues, reducidos a la extensión propia de una noticia en este caso generalmente filtrada por alguna de las partes del proceso judicial.
De manera particular, en lo referido al diseño periodístico, sumario es también algo breve, resumido, reducido a poca extensión. Y si en la voz anterior ya mencionamos los problemas que tienen algunos con conceptos tan autodefinidos como "subtítulo", imagínense los malentendidos que ocasiona algo tan etéreo y ambiguo como "algo breve". Porque el sumario se diría que está concebido para confundir a quienes se enfrentan con la ingrata labor de hacer páginas de un periódico. Con quien más se le confunde es precisamente con el subtítulo, pero tenemos constancia de que se ha llamado sumario a cualquier cosa que pueda aparecer en una página, folio y fotos incluidos. Tampoco existe consenso entre un periódico y otro en lo que se refiere a qué es un sumario, constituyendo este curioso fenómeno una guía para saber en cuál trabaja cada cual.
La variante más extendida y aceptada, aquella que nosotros definimos aquí, es la del elemento destacado en medio de las columnas de texto o bajo una fotografía, compuesto en un tipo de letra mayor que el texto base y que destaca una frase o una idea de manera "breve", claro, a la vez que aligera visualmente el "peso" de toda la masa de texto. Existen dos tipos fundamentalmente: el que podríamos denominar tipo "perro rabioso", porque "muerde" las columnas, y el que no las muerde. ¿Qué quiere decir esto?, porque dientes no se le concoen a ninguno de los elementos que conforman las páginas. Pues que estos pequeños bloques pueden situarse entre dos columnas, restándoles espacio a cada una de ellas ("mordiéndolas"), o bien pueden situarse sólo en una, interrumpiendo momentáneamente el flujo del texto (causando "saltos" en el texto). Estos dos tipos de sumarios se asocian cada uno de ellos a dos teorías sobre cómo deben fluir las columnas de texto en una página. La primera, racionalista, muy informativa, con aspiraciones a seriedad y rigor incluso formales y orientada casi hasta el fundamentalismo en no dificultar la lectura de ninguna manera, no colocaría nunca un sumario que obligara a esos "saltos" en el texto, posiblemente no colocaría nunca un sumario aun con el consiguiente riesgo de "ladrillo" que esto supone. La segunda, aparentemente libre de prejuicios, preocupada por valores estéticos añadidos que atraigan a los lectores con un supuesto dinamismo, totalmente imaginario pero no por eso efectivo en ocasiones, busca a toda costa lugares donde romper las columnas de texto y, si los anteriores decíamos que llegarían al extremo de no colocar un sumario, éstos puede que se atrevieran a no poner texto.
Un último aspecto en relación con los sumarios es su función "comodín" dentro de cada artículo. Porque el sumario, o la falta de él, suponen más o menos texto; y como sobre su colocación e incluso su existencia ha quedado ya claro que no existe consenso y quedan al amparo de lo aleatorio y subjetivo, nunca falta aquel sin ganas o tiempo de escribir que quiere mucho sumarios "donde sea"; y el contario, a quien de natural le falta siempre espacio que no dudará en pedir, suplicar o exigir que le quitemos esos sumarios "porque no hacen ninguna falta".

Suplemento. Producto que se vende conjuntamente con un diario, y se presenta bien encartado o bien acompañándolo, y que como su propio nombre indica, le aporta un plus que el periódico no puede ofrecer. Los suplementos abordan temas en los que al periódico le interesa incidir, ya sea por estrategia informativa o económica, o las dos, que también viajan juntas. Son una manera de abordar informaciones de manera mucho más concreta y diferenciada de la línea habitual del periódico. Porque aunque los suplementos dependen del periódico, es importante que se diferencien formalmente de él, para que no parezcan una sección interior más.
Si un periódico se construye desde un férreo control de la jerarquía, el orden y la unidad, un suplemento constituye un pequeño campo abierto en el que las cosas que parecen imposibles en el día a día tienen cabida. Los suplementos son entidades unitarias, con estilo propio, que deben recordar a la matriz a la que pertenecen pero no deben tener miedo de diferenciarse en la forma, a atreverse con cosas nuevas, ya que en un suplemento importa casi tanto lo que se cuenta como el cómo se cuenta. La gran apuesta de los suplementos ha sido siempre la imagen, el arrevistamiento, un atractivo diseño y en gran medida el color, que el periódico hasta hace bien poco no podía ofrecer.
Los periódicos de hoy poseen infinidad de suplementos. En una especie de enloquecida carrera por colapsar los quioscos de España, las editoras se han lanzado en estos últimos años a hacer suplementos de casi cualquier disciplina existente. Raro es el periódico que no tenga suplementos de casi todo: los hay de motor, de deportes, de salud, de ciencia, de informática, de viajes, de vivienda (incluso ahora, que la última casa se vendió prácticamente hace tres años...), de religión, de naturaleza, de trabajo... tantos como posibles inquietudes tengan los lectores y allá donde algún anunciante tenga a bien rascarse el (hoy maltrecho) bolsillo. Pero el rey de los suplementos, en el que todos pensamos cuando empleamos esta palabra es el suplemento dominical. Pensado inicialmente para que el periódico del domingo fuera igualmente demandado tanto por hombres como por mujeres, ha ido evolucionando hasta convertirse en una especie de contenedor de magníficos reportajes, grandes propuestas de ocio y también, grandes propuestas de diseño. De hecho, las mejores cosas que se han visto en los últimos diez años en el panorama diseñil patrio estaban en los suplementos. El dominical de El País, el magnífico País Semanal (aun con sus últimos altibajos), el apabullante Metrópoli de El Mundo del siempre sorprendente Rodrigo Sánchez, incluso suplementos ya desaparecidos y añorados como el antiguo País de las Tentaciones o La Luna, han hecho las delicias de muchos de los que nos dedicamos a esto.
Un suplemento es lo más parecido a una revista que un periódico, de momento, puede ofrecer (salvo que seas La Razón que, directamente, te regala revistas entre semana). Quizás por eso, algunos de los personajes que los maquetan están bordeando peligrosamente la línea que separa a los periodistas de los artistas, mientras que otros pasaron la línea hace años y están enclavados, tras sus gafas de pasta, en ese terreno alucinógeno, diseñil y creativísimo en el que todo vale siempre que seas muy original y diferente. Ese terreno del que no hay vuelta atrás, y en el que te miran por encima de la montura, como si les dieras pena, mientras defienden el equilibrio de los blancos de una página con argumentos tan peregrinos como la atracción de la madera, el factor de repulsa del cristal y cosas parecidas. Un mundo en el que cuanto más rara sea la excusa de la página, más aceptación tienes. Porque si maquetas un suplemento y haces cualquier barbaridad, con dar una explicación ininteligible solucionas el problema la mayor parte de las veces. Se te quedan mirando así, somo si quisieran comprobar que les estás tomando el pelo, y cuando tu o mueves un músculo de la cara tras haber dicho que esa página va así porque hay que respetar la periodicidad de las primeras cuatro páginas pares, te dicen: "Bueno, tú eres el que sabe..." Anda, intenta hacer lo mismo en un periódico, verás dónde te manda el responsable de una sección cuando intentes alguna triquiñuela parecida. Alguna ventaja tenía que tener estar rodeado de artistas, conceptos y abstracciones.


Entregas anteriores del Diseñario:

Diseñario (I): aire-anuncio.
Diseñario (II): apoyo-artistas.
Diseñario (III): bandera-blancos.
Diseñario (IV): blog-caja.
Diseñario (V): cajista-cícero.
Diseñario (VI): cintillo-confeccionador.
Diseñario (VII): contorneo-despiece.
Diseñario (VIII): Didot-doble.
Diseñario (IX): Edicomp-encajabaja.
Diseñario (X): entradilla-estilo.
Diseñario (XI): familia-firma.
Diseñario (XII): folio-fotografía.
Diseñario (XIII): Franklin Gothic-fuente.
Diseñario (XIV): fusilar-Garamond.
Diseñario (XV): Gótica-grotesca.
Diseñario (XVI): Gutenberg-huérfana.
Diseñario (XVII): ilustración-información.
Diseñario (XVIII): interletraje-justificado.
Diseñario (XIX): kerning-lector.
Diseñario (XX): legibilidad-línea de base.
Diseñario (XXI): linotipia-luto.
Diseñario (XXII): Mac-mancha.
Diseñario (XXIII): mancheta-maquetador.
Diseñario (XXIV): margen-medianil.
Diseñario (XXV): Milenium-monstruo.
Diseñario (XXVI): negrita-noticia.
Diseñario (XXVII): Ñ-ñoño.
Diseñario (XXVIII): ojo-ordenador.
Diseñario (XXIX): P&J-paginero.
Diseñario (XXX): palo seco-párrafo.
Diseñario (XXXI): pata-PC.
Diseñario (XXXII): periódico-Photoshop.
Diseñario (XXXIII): Pi-pie.
Diseñario (XXXIV): píxel-prototipo.
Diseñario (XXXV): publicidad-punto.
Diseñario (XXXVI): Quark.
Diseñario (XXXVII): rasgo-recuadro.
Diseñario (XXXVIII): redacción.
Diseñario (XXXIX): redactor-redonda.
Diseñario (XL): rejilla-resolución.
Diseñario (XLI): revista-ritmo.
Diseñario (XLII): robapágina-rotativa.
Diseñario (XLIII): sábana-sangría.
Diseñario (XLIV): sección-serif.
Diseñario (XLV): silueta-subtítulo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo, queridos amigos, siempre he preferido llamar al sumario destacado, originando no pocas situaciones con el maestro maquetador con el que trabajo codo con codo y que aquí os paso a sumariar, o destacar:

—Aquí te meto un sumario para que no haya tanto texto-dice él.

Y respondo: Sí ponle ahí un destacado que así pongo lo de la deuda del Ayuntamiento.

—Los sumarios siempre amenizan mucho

—Sí a mí los destacados me encantan.


Al día siguiente

—¿Has visto que bien ha quedado con los destacados?
—Ya te lo dije, los sumarios son necesarios.


Un abrazo