Hoy es lunes, día de entrega del Diseñario. En esta labor colectiva, irreverente y abierta a vuestra participación sobre el diseño periodístico y la prensa en general el comité de expertos de encajabaja encargado de su redacción, redactan hoy una voz sobre la que tan sólo podemos decir: pasen y lean.
Redacción. El lugar que ha sustituido a nuestra familia y amigos los últimos diez, doce, veinte años. Un sitio en el que se sabe a la hora que se entra, pero nunca a la que se sale. Laborables, festivos, fines de semana... una redacción siempre está abierta. Y tú siempre estás allí. Incluso cuando no estás, incluso cuando estás lejos. Porque un periodista nunca se va del todo de la redacción. E incluso aunque esté fuera sigue con un sentido puesto allí, el periodístico. Ese que te impulsa a llamar a la redacción a las doce de la noche, a ver si se han acordado de cerrar éste o aquel tema. El que te fuerza a preguntar: "¿Cómo va todo por allí?" cuando te has ido hace veinte minutos...
Una redacción es una diáfana montonera de papeles, apilados sobre las mesas con un estricto orden que proviene de la anarquía absoluta. Por eso las redacciones las entienden los periodistas y no los ingenieros. Porque unos sólo ven la vida a través del férreo equilibrio de los números y otros somos embajadores del caos personalizados en profesionales de la información. Porque si fuéramos ordenados y organizados no seríamos periodistas... ni trabajaríamos en una redacción.
Una redacción es un fragor de teléfonos sonando todos a la vez, durante todo el día. Y como tu llamada es la importante gritas, para que el que llama te oiga. Y te oye el que llama, y lo oímos todos, que para eso estamos allí, a diez centímetros de ti, pegando también voces al auricular, para que no se crucen las llamadas. Por eso será, que dicen que los periodistas sólo oímos lo que queremos oír. Los teléfonos suenan casi continuamente. De hecho, a veces no sabes distinguir cuándo empiezan y cuándo acaban, sólo oyes un timbre continuo. Sólo al final de la jornada se consigue acallar el llanto cansino de los terminales. Silencio. Y te entra el mal rollo. ¿Por qué no llama nadie? ¿Habrá pasado algo? ¿Dónde está todo el mundo?
En una redacción no hay espacio. En las de verdad, vamos. Estás apiñado entre papeles, compañeros, ordenadores y egos. En algunas no sabrías decir dónde termina una sección y empieza la siguiente. A veces cambias de edificio y entras a trabajar en uno que parece un hotel y tienes espacio de sobra. Y el primer día estás feliz, ¡por fin tienes espacio para dejar tu tipómetro en la mesa! Al día siguiente recorres el pasillo que te separa de tus compañeros y sollozas "me siento solo, os echo de menos"...
En las redacciones existe un particular sentido del humor, ése que sólo aflora cuando ya se te han quemado unos cuantos cables. Ese humor que no tiene piedad de nada ni de nadie, que hace que a veces te estés riendo tardes enteras y que otras se te congele la sonrisa en la boca, cuando recapacitas sobre lo que acabas de escuchar... o decir. En nuestro favor diremos que en una redacción estás en primera línea... y a veces presencias los documentos más espantosos. Ese exceso de información te puede transformar de varias maneras: o te vuelves aún más cínico de lo que ya eras o te agarras a ese peculiar humor por puro instinto de supervivencia. A veces te equivocas, y no te das cuenta de dónde estás y sueltas alguna burrada pensando que sigues en la redacción. Lo más normal es que te tilden de animal para arriba.
En una redacción conviven lo analógico y lo digital. El papel y el ciberespacio. Los últimos macs con los recuerdos de tu máquina de escribir, encadenada al cajón. Los que sólo entienden el periodismo en blanco y negro con los que cayeron rendidos ante las curvas sinuosas del color, los de derechas, los de izquierdas y los de los extremos, los artistas y los maquetas, periodistas y pintamonas, los personajes más despreciables junto a otros a los que seguirías con los ojos cerrados hasta el fin del mundo...
Pero por encima de todo, una redacción es el sitio donde un periodista se mide para ver si realmente da la talla. Donde la vocación impide que te vuelvas loco y que te lies a tiros a última hora del día. Donde la presión es tan grande que luego no puedes desconectar, y o lo sufren en tu casa o te lo comes, como hacemos todos. Donde te puedes mandar a Parla con tus compañeros y a los cinco minutos te estás abrazando, pidiéndote perdón de verdad, mirándote a los ojos, como los hombres, porque eres consciente de que sólo les tienes a ellos como apoyo. Donde las palabras compañero, profesional y trabajo adquieren un significado que apenas atisbabas a comprender en la facultad, pero que aquí se convierten en piedras angulares de cualquier proyecto editorial. Un sitio que más vale que te guste porque ahora vives en él y, afróntalo, nunca vas a conseguir dejarlo de lado.
Entregas anteriores del Diseñario:
Diseñario (I): aire-anuncio.
Diseñario (II): apoyo-artistas.
Diseñario (III): bandera-blancos.
Diseñario (IV): blog-caja.
Diseñario (V): cajista-cícero.
Diseñario (VI): cintillo-confeccionador.
Diseñario (VII): contorneo-despiece.
Diseñario (VIII): Didot-doble.
Diseñario (IX): Edicomp-encajabaja.
Diseñario (X): entradilla-estilo.
Diseñario (XI): familia-firma.
Diseñario (XII): folio-fotografía.
Diseñario (XIII): Franklin Gothic-fuente.
Diseñario (XIV): fusilar-Garamond.
Diseñario (XV): Gótica-grotesca.
Diseñario (XVI): Gutenberg-huérfana.
Diseñario (XVII): ilustración-información.
Diseñario (XVIII): interletraje-justificado.
Diseñario (XIX): kerning-lector.
Diseñario (XX): legibilidad-línea de base.
Diseñario (XXI): linotipia-luto.
Diseñario (XXII): Mac-mancha.
Diseñario (XXIII): mancheta-maquetador.
Diseñario (XXIV): margen-medianil.
Diseñario (XXV): Milenium-monstruo.
Diseñario (XXVI): negrita-noticia.
Diseñario (XXVII): Ñ-ñoño.
Diseñario (XXVIII): ojo-ordenador.
Diseñario (XXIX): P&J-paginero.
Diseñario (XXX): palo seco-párrafo.
Diseñario (XXXI): pata-PC.
Diseñario (XXXII): periódico-Photoshop.
Diseñario (XXXIII): Pi-pie.
Diseñario (XXXIV): píxel-prototipo.
Diseñario (XXXV): publicidad-punto.
Diseñario (XXXVI): Quark.
Diseñario (XXXVII): rasgo-recuadro.
Redacción. El lugar que ha sustituido a nuestra familia y amigos los últimos diez, doce, veinte años. Un sitio en el que se sabe a la hora que se entra, pero nunca a la que se sale. Laborables, festivos, fines de semana... una redacción siempre está abierta. Y tú siempre estás allí. Incluso cuando no estás, incluso cuando estás lejos. Porque un periodista nunca se va del todo de la redacción. E incluso aunque esté fuera sigue con un sentido puesto allí, el periodístico. Ese que te impulsa a llamar a la redacción a las doce de la noche, a ver si se han acordado de cerrar éste o aquel tema. El que te fuerza a preguntar: "¿Cómo va todo por allí?" cuando te has ido hace veinte minutos...
Una redacción es una diáfana montonera de papeles, apilados sobre las mesas con un estricto orden que proviene de la anarquía absoluta. Por eso las redacciones las entienden los periodistas y no los ingenieros. Porque unos sólo ven la vida a través del férreo equilibrio de los números y otros somos embajadores del caos personalizados en profesionales de la información. Porque si fuéramos ordenados y organizados no seríamos periodistas... ni trabajaríamos en una redacción.
Una redacción es un fragor de teléfonos sonando todos a la vez, durante todo el día. Y como tu llamada es la importante gritas, para que el que llama te oiga. Y te oye el que llama, y lo oímos todos, que para eso estamos allí, a diez centímetros de ti, pegando también voces al auricular, para que no se crucen las llamadas. Por eso será, que dicen que los periodistas sólo oímos lo que queremos oír. Los teléfonos suenan casi continuamente. De hecho, a veces no sabes distinguir cuándo empiezan y cuándo acaban, sólo oyes un timbre continuo. Sólo al final de la jornada se consigue acallar el llanto cansino de los terminales. Silencio. Y te entra el mal rollo. ¿Por qué no llama nadie? ¿Habrá pasado algo? ¿Dónde está todo el mundo?
En una redacción no hay espacio. En las de verdad, vamos. Estás apiñado entre papeles, compañeros, ordenadores y egos. En algunas no sabrías decir dónde termina una sección y empieza la siguiente. A veces cambias de edificio y entras a trabajar en uno que parece un hotel y tienes espacio de sobra. Y el primer día estás feliz, ¡por fin tienes espacio para dejar tu tipómetro en la mesa! Al día siguiente recorres el pasillo que te separa de tus compañeros y sollozas "me siento solo, os echo de menos"...
En las redacciones existe un particular sentido del humor, ése que sólo aflora cuando ya se te han quemado unos cuantos cables. Ese humor que no tiene piedad de nada ni de nadie, que hace que a veces te estés riendo tardes enteras y que otras se te congele la sonrisa en la boca, cuando recapacitas sobre lo que acabas de escuchar... o decir. En nuestro favor diremos que en una redacción estás en primera línea... y a veces presencias los documentos más espantosos. Ese exceso de información te puede transformar de varias maneras: o te vuelves aún más cínico de lo que ya eras o te agarras a ese peculiar humor por puro instinto de supervivencia. A veces te equivocas, y no te das cuenta de dónde estás y sueltas alguna burrada pensando que sigues en la redacción. Lo más normal es que te tilden de animal para arriba.
En una redacción conviven lo analógico y lo digital. El papel y el ciberespacio. Los últimos macs con los recuerdos de tu máquina de escribir, encadenada al cajón. Los que sólo entienden el periodismo en blanco y negro con los que cayeron rendidos ante las curvas sinuosas del color, los de derechas, los de izquierdas y los de los extremos, los artistas y los maquetas, periodistas y pintamonas, los personajes más despreciables junto a otros a los que seguirías con los ojos cerrados hasta el fin del mundo...
Pero por encima de todo, una redacción es el sitio donde un periodista se mide para ver si realmente da la talla. Donde la vocación impide que te vuelvas loco y que te lies a tiros a última hora del día. Donde la presión es tan grande que luego no puedes desconectar, y o lo sufren en tu casa o te lo comes, como hacemos todos. Donde te puedes mandar a Parla con tus compañeros y a los cinco minutos te estás abrazando, pidiéndote perdón de verdad, mirándote a los ojos, como los hombres, porque eres consciente de que sólo les tienes a ellos como apoyo. Donde las palabras compañero, profesional y trabajo adquieren un significado que apenas atisbabas a comprender en la facultad, pero que aquí se convierten en piedras angulares de cualquier proyecto editorial. Un sitio que más vale que te guste porque ahora vives en él y, afróntalo, nunca vas a conseguir dejarlo de lado.
Entregas anteriores del Diseñario:
Diseñario (I): aire-anuncio.
Diseñario (II): apoyo-artistas.
Diseñario (III): bandera-blancos.
Diseñario (IV): blog-caja.
Diseñario (V): cajista-cícero.
Diseñario (VI): cintillo-confeccionador.
Diseñario (VII): contorneo-despiece.
Diseñario (VIII): Didot-doble.
Diseñario (IX): Edicomp-encajabaja.
Diseñario (X): entradilla-estilo.
Diseñario (XI): familia-firma.
Diseñario (XII): folio-fotografía.
Diseñario (XIII): Franklin Gothic-fuente.
Diseñario (XIV): fusilar-Garamond.
Diseñario (XV): Gótica-grotesca.
Diseñario (XVI): Gutenberg-huérfana.
Diseñario (XVII): ilustración-información.
Diseñario (XVIII): interletraje-justificado.
Diseñario (XIX): kerning-lector.
Diseñario (XX): legibilidad-línea de base.
Diseñario (XXI): linotipia-luto.
Diseñario (XXII): Mac-mancha.
Diseñario (XXIII): mancheta-maquetador.
Diseñario (XXIV): margen-medianil.
Diseñario (XXV): Milenium-monstruo.
Diseñario (XXVI): negrita-noticia.
Diseñario (XXVII): Ñ-ñoño.
Diseñario (XXVIII): ojo-ordenador.
Diseñario (XXIX): P&J-paginero.
Diseñario (XXX): palo seco-párrafo.
Diseñario (XXXI): pata-PC.
Diseñario (XXXII): periódico-Photoshop.
Diseñario (XXXIII): Pi-pie.
Diseñario (XXXIV): píxel-prototipo.
Diseñario (XXXV): publicidad-punto.
Diseñario (XXXVI): Quark.
Diseñario (XXXVII): rasgo-recuadro.