A Walker Evans lo que en realidad le gustaba era escribir. Y le gustaba mucho. En 1922 (19 años después de nacer en San Luis) viajó hasta París para intentar ser uno de esos poetas que adornaban la ribera del Sena en los años 20. Afortunadamente para nosotros, no lo consiguió y decidió enfocar su vena artística en la fotografía, el arte que consideraba más parecido a la poesía. Así, conseguía plasmar con imágenes lo que no podía hacer con las palabras.
Las primeras instantáneas de Evans datan de 1928 en Nueva York, ciudad que retrató, insistentemente y en varias facetas, durante toda su vida. Armado con una Leica disparó sus primeras imágenes a edificios y habitantes por igual, consiguiendo retratos y paisajes de una nitidez asombrosa y que podemos contemplar en la breve pero intensa exposición de la Fundación Mapfre.
Las primeras instantáneas de Evans datan de 1928 en Nueva York, ciudad que retrató, insistentemente y en varias facetas, durante toda su vida. Armado con una Leica disparó sus primeras imágenes a edificios y habitantes por igual, consiguiendo retratos y paisajes de una nitidez asombrosa y que podemos contemplar en la breve pero intensa exposición de la Fundación Mapfre.
Nueva York, según Walker Evans
Sin embargo, su fuerte fue la fotografía documental, quizá como arma para reflejar, como un espejo, la realidad que le rodeaba y que le obsesionó durante todo su vida.
Sin embargo, su fuerte fue la fotografía documental, quizá como arma para reflejar, como un espejo, la realidad que le rodeaba y que le obsesionó durante todo su vida.
Uno de sus primeros encargos fue una serie de fotografías sobre La Habana que se encargarían de ilustrar el libro de Carleton Beals The Crime of Cuba. Imágenes de la ciudad, de sus habitantes, de sus miserias...
Preocupado por la puesta en página de sus fotografías (como hemos visto en otros fotógrafos) insistía en que le respetaran al máximo los cortes de sus fotos y el planteamiento que hacía de las mismas. Y así se lo hacía saber al autor del libro en la correspondencia que ambos intercambiaron y que está brevemente recogida en los muros de la exposición.
Pero su mejor trabajo documental llegaría en 1936. Bajo la mano de la revista Fortune y junto con el escritor James Agee, retrataron, uno con la pluma y otro con la cámara, las desastrosas consecuencias de la Gran Depresión en tres familias de aparceros de Alabama. Con la máxima de mínima intervención, máximo respeto, fue retratando situaciones y personajes de la manera más fiel posible. El trabajo nunca llegó a ver la luz en la revista porque lo consideraba "demasiado radical". Cinco años después, Agee y Evans publicaron en formato libro y bajo el título "Elogiemos ahora a hombres famosos" lo que Fortune no se atrevió a publicar. Una pequeña parte de esas instantáneas está presente en la exposición.
Tras este trabajo, vuelve a Nueva York para captar lo que él consideraba como parte del alma de la ciudad: el metro. Con una Contax escondida bajo el abrigo, recoge, en crudo, sin ningún tipo de encuadre ni vista previa, a los usuarios del suburbano de la Gran Manzana. Trabajadores, familias o grupos de mujeres fueron algunas de las "víctimas" que podemos ver colgando junto a otras imágenes de la ciudad.
Preocupado por la puesta en página de sus fotografías (como hemos visto en otros fotógrafos) insistía en que le respetaran al máximo los cortes de sus fotos y el planteamiento que hacía de las mismas. Y así se lo hacía saber al autor del libro en la correspondencia que ambos intercambiaron y que está brevemente recogida en los muros de la exposición.
Pero su mejor trabajo documental llegaría en 1936. Bajo la mano de la revista Fortune y junto con el escritor James Agee, retrataron, uno con la pluma y otro con la cámara, las desastrosas consecuencias de la Gran Depresión en tres familias de aparceros de Alabama. Con la máxima de mínima intervención, máximo respeto, fue retratando situaciones y personajes de la manera más fiel posible. El trabajo nunca llegó a ver la luz en la revista porque lo consideraba "demasiado radical". Cinco años después, Agee y Evans publicaron en formato libro y bajo el título "Elogiemos ahora a hombres famosos" lo que Fortune no se atrevió a publicar. Una pequeña parte de esas instantáneas está presente en la exposición.
Tras este trabajo, vuelve a Nueva York para captar lo que él consideraba como parte del alma de la ciudad: el metro. Con una Contax escondida bajo el abrigo, recoge, en crudo, sin ningún tipo de encuadre ni vista previa, a los usuarios del suburbano de la Gran Manzana. Trabajadores, familias o grupos de mujeres fueron algunas de las "víctimas" que podemos ver colgando junto a otras imágenes de la ciudad.
Enemigo acérrimo del color en la fotografía, al que calificó de "vulgar", lo abraza con insistencia en su última etapa a través de su Polaroid SX-70. Obsesionado hasta el extremo con la cartelería que adorna los barrios neoyorquinos, podemos ver varias de estas polaroids en la exposición, en las que juega con encuadres, tipografía y la particularidad propia de estas cámaras. Con este tipo de fotografía, irá dejando poco a poco la práctica de la fotografía para centrarse en la enseñanza de la misma hasta el día de su muerte, el 10 de abril de 1975.
Elogiemos ahora a hombres famosos
La editorial Backlist acaba de publicar en castellano el libro de Walker Evans y James Agee que ya os hemos mencionado, una auténtica obra maestra del periodismo. "Elogiemos ahora a hombres famosos" (Let Us Now Praise Famous Men) Se editó por primera vez en nuestro país en 1993 por Seix Barral pero estaba agotado desde hacía años. La historia del libro es conocida, la revista neoyorquina Fortune decidió enviar en plena depresión económica, en 1936, a uno de sus mejores escritores al sur de los Estados Unidos para escribir un reportaje sobre las condiciones de vida y trabajo de los arrendatarios del algodón. Eligieron como fotógrafo a Walker Evans que entonces trabajaba para el Departamento de Agricultura del gobierno (Farm Security Administration), documentando precisamente las consecuencias de la Gran Depresión en el entorno rural. Partieron hacia Alabama y convivieron durante los meses de julio y agosto de 1936 con tres familias blancas de trabajadores del algodón.
James Agee (Knoxville, Texas, 1909-Nueva York, 1955) se licenció en Harvard y comenzó su carrera profesional en esta revista a la vez que publicaba sus primeros libros de poemas. Y es que, precisamente, se trata de la visión de un poeta lo que encontramos en este escalofriante reportaje periodístico. Unas minuciosas descripciones de las habitaciones, de la luz de una lámpara de queroseno en un porche, de noche, mientras todos duermen en una mísera casa, todos menos él. "La luz de esta habitación es la de una lámpara. Su llama en el vídrio tiene la delicadeza seca, silenciosa y hambrienta de la última hora nocturna (...) y siento que si puedo conseguir, mediante una quietud total, no perturbar este silencio, podré contarles todo lo que hay en el reino de Dios, sea lo que sea, cualquier cosa que desee contarles, y que, sea lo que sea, ustedes no podrán por menos de comprenderlo."
Tanto el texto, como las durísimas fotografías de Evans, fueron rechazados por la revista de la que el fotógrafo llegó a ser jefe de redacción, porque aquello resultaba demasiado real. La crudeza de ver gente blanca viviendo en la auténtica miseria, esos ojos mirando directamente a la cámara, mirándonos a nosotros, el relato sin ninguna concesión de Agee, fueron demasiado y el reportaje no se publicó. Pero James Agee perseveró y logró que cinco años después, en 1940, sus notas y las fotografías se publicasen en forma de libro con el título de "Elogiemos ahora a hombres famosos".
El libro comienza con 64 de las ya míticas fotografías de Walker Evans, auténticos iconos del fotoperiodismo documental, imágenes directas que forman una serie al ser vistas una a una en vez de lo habitual en estos casos de entremezclarse con el texto, o aparecer junto a pasajes donde se habla de determinados personajes o situaciones. Aquí el discurso fotográfico discurre por un camino propio y el texto por otro, un camino distinto del habitual porque este libro, muy influyente en los Estados Unidos desde su publicación hasta ahora a pesar de su estructura fragmentada y de que su lectura es muy difícil en algunos pasajes, combina periodismo de investigación, autobiografía, filosofía o poesía... para de una manera despiadada y comprometida hablar sobre todo de la dignidad de las personas.
James Agee (Knoxville, Texas, 1909-Nueva York, 1955) se licenció en Harvard y comenzó su carrera profesional en esta revista a la vez que publicaba sus primeros libros de poemas. Y es que, precisamente, se trata de la visión de un poeta lo que encontramos en este escalofriante reportaje periodístico. Unas minuciosas descripciones de las habitaciones, de la luz de una lámpara de queroseno en un porche, de noche, mientras todos duermen en una mísera casa, todos menos él. "La luz de esta habitación es la de una lámpara. Su llama en el vídrio tiene la delicadeza seca, silenciosa y hambrienta de la última hora nocturna (...) y siento que si puedo conseguir, mediante una quietud total, no perturbar este silencio, podré contarles todo lo que hay en el reino de Dios, sea lo que sea, cualquier cosa que desee contarles, y que, sea lo que sea, ustedes no podrán por menos de comprenderlo."
Tanto el texto, como las durísimas fotografías de Evans, fueron rechazados por la revista de la que el fotógrafo llegó a ser jefe de redacción, porque aquello resultaba demasiado real. La crudeza de ver gente blanca viviendo en la auténtica miseria, esos ojos mirando directamente a la cámara, mirándonos a nosotros, el relato sin ninguna concesión de Agee, fueron demasiado y el reportaje no se publicó. Pero James Agee perseveró y logró que cinco años después, en 1940, sus notas y las fotografías se publicasen en forma de libro con el título de "Elogiemos ahora a hombres famosos".
El libro comienza con 64 de las ya míticas fotografías de Walker Evans, auténticos iconos del fotoperiodismo documental, imágenes directas que forman una serie al ser vistas una a una en vez de lo habitual en estos casos de entremezclarse con el texto, o aparecer junto a pasajes donde se habla de determinados personajes o situaciones. Aquí el discurso fotográfico discurre por un camino propio y el texto por otro, un camino distinto del habitual porque este libro, muy influyente en los Estados Unidos desde su publicación hasta ahora a pesar de su estructura fragmentada y de que su lectura es muy difícil en algunos pasajes, combina periodismo de investigación, autobiografía, filosofía o poesía... para de una manera despiadada y comprometida hablar sobre todo de la dignidad de las personas.
Varias de las imágenes con las que se abre "Elogiemos ahora a hombres famosos", auténticos iconos del siglo XX alguna de ellas. Fotografía en estado puro.
James Agee obtuvo el reconocimiento y la fama sobre todo por su labor de guionista para Hollywood, porque entre otros firmó los guiones de La Reina de Africa(John Huston) o La noche del cazador (Charles Laughton). En 1957 recibió el premio Pullitzer por su novela autobiográfica "Una muerte en la familia" (A Death in the Family), pero Agee había fallecido dos años antes, con tan sólo 45 años, de un ataque al corazón mientras iba en un taxi por la ciudad de Nueva York.
Luis Blasco y Mario Benito
Luis Blasco y Mario Benito