¡Qué antipáticos somos los maquetadores! Unos bordes, en especial yo. Cualquiera de los que me conoce puede dar fe de ello. Resulta que viene un amable redactor cargado de buenas intenciones y mejores ideas, y cuando nos propone ilusionado aquello de que su página seguro que queda mejor (¡más bonita!, ¿no?, y sonríe) con dos, tres, "o mejor muchas fotos" en vez de como está ahora, "tan aburrida" con una sola foto como la hemos maquetado... le decimos que no. No. Así, con toda la sequedad y falta de tacto posibles para asegurarnos de que entiende que hablamos en serio. La primera, no, las primeras veces les explicamos aquello de que "menos es más", de la fuerza de una sola imagen sin competir con otra y demás pero, amablemente, no se dignaron a escucharnos, no nos hicieron ni puto caso con esa sonrisa suya tan simpática que a nosotros, los maquetas, ya no nos da la gana poner. Es que no nos sale. Porque somos bordes, ¡joder! ¡Que NO! Y se marcha ofendido recriminándonos que las cosas se pueden decir de otra manera sin recordar que de otra manera ya se lo dijimos. La presión por el exceso de páginas y la falta de medios también ayudan, como que no te escuchen o que no te tengan en cuenta, pero en realidad es que somos así. No hay que buscar excusas.
¿Y no me podrías poner tres líneas de título a tres columnas porque no me cabe todo lo que quiero poner? No. ¿No? Y le miras a la cara con toda la mala hostia propia de cualquier maquetador que se precie de serlo pensando en cómo no se puede haber enterado todavía, después de dieciocho años, de que no tiene que contar toda la noticia en el título y menos aún en un reportaje, donde dispone de un hermoso y largo subtítulo precisamente para que explique esa frase ingeniosa, corta y directa, con la que se supone que debe titular. ¿Entonces no me vas a poner las tres líneas? ¿Qué le digo yo, que soy un borde, a este chico tan majo? ¿Qué le hago? ¿Le mato? No.
Puede que me esté afectando este terrible calor de finales de julio.
En el desaparecido La Información de Madrid nos llamaban la dictadura del maquetariado y a veces tenían hasta razón. También la tienen ahora en ocasiones, claro, pero no seré yo quien se la dé. Nunca. Porque soy odioso, ¿lo ven? Además son muy pocas esas ocasiones. Que sí, que a veces el diseño impone planteamientos cerrados en los que no se tiene en cuenta la información. O directamente nos equivocamos, es difícil pero puede suceder, lo admito. Como también es cierto que si queremos que las páginas estén ordenadas, que tengan una seña de identidad, que parezcan páginas de nuestro periódico y que además resulten atractivas y fáciles de leer, entonces, hay que decir que no, que no, y que no a planteamientos contrarios a estos criterios. La mayoría lo entiende y nos aguanta, aunque siempre hay quien no se entera por principiante, por padecer importantes dosis de pobreza espiritual, falta de inteligencia, porque a pesar de sus años de experiencia, debieron ser años que no enseñan, o por una combinación fatal de alguno o de todos estos elementos. Podríamos optar por un camino divergente y, sonriendo, repartir abrazos e incluso besos entre nuestros semejantes diciéndoles que sí a todo para que no se enfaden y digan entonces que somos nosotros los enfadados pero, al parecer, las empresas no están dispuestas a pagarnos por eso. Muy al contrario, las empresas buscan intencionadamente a encargados de decir NO, a personas bordes y antipáticas, personajes despreciables alérgicos al cariño humano, dictadores del maquetariado. A nosotros. A mí. Está claro, ¿no?
Puede que me esté afectando este terrible calor de finales de julio.
En el desaparecido La Información de Madrid nos llamaban la dictadura del maquetariado y a veces tenían hasta razón. También la tienen ahora en ocasiones, claro, pero no seré yo quien se la dé. Nunca. Porque soy odioso, ¿lo ven? Además son muy pocas esas ocasiones. Que sí, que a veces el diseño impone planteamientos cerrados en los que no se tiene en cuenta la información. O directamente nos equivocamos, es difícil pero puede suceder, lo admito. Como también es cierto que si queremos que las páginas estén ordenadas, que tengan una seña de identidad, que parezcan páginas de nuestro periódico y que además resulten atractivas y fáciles de leer, entonces, hay que decir que no, que no, y que no a planteamientos contrarios a estos criterios. La mayoría lo entiende y nos aguanta, aunque siempre hay quien no se entera por principiante, por padecer importantes dosis de pobreza espiritual, falta de inteligencia, porque a pesar de sus años de experiencia, debieron ser años que no enseñan, o por una combinación fatal de alguno o de todos estos elementos. Podríamos optar por un camino divergente y, sonriendo, repartir abrazos e incluso besos entre nuestros semejantes diciéndoles que sí a todo para que no se enfaden y digan entonces que somos nosotros los enfadados pero, al parecer, las empresas no están dispuestas a pagarnos por eso. Muy al contrario, las empresas buscan intencionadamente a encargados de decir NO, a personas bordes y antipáticas, personajes despreciables alérgicos al cariño humano, dictadores del maquetariado. A nosotros. A mí. Está claro, ¿no?
4 comentarios:
"Talmente" de acuerdo. Puede que tengamos con cromosoma que nos haga cada vez más bordes y que simplemente con el caminar que trae el redactor y con sólo escuchar sus cinco primeras palabras: - “Oye, que he pensado que..." seamos capaces de decir "NO".
Tb hay otra frase que hace que la temperatura corporal te aumente cinco grados en un segundo y que para no utilizar la violencia te agarres al ratón con toda tu fuerza:
"Pues yo lo he visto en..."
Pero toda la culpa es suya?, creo que no. Antes de que nadie integrase una imagen, escribiese una línea o maquetase una página, en todas las mesas debía de haber un "libro de estilo".
Si, si que por lo que he leído deben de existir. Personalmente creo que son como las Meigas que “haberlas hailas” pero yo nunca he visto ninguno.
Un saludo
Sí,si nosotros tenemos libro de estilo, y todo. Y ahora que lo dices seguro que nos sirve... para lanzárselo a alguno a la cabeza
Buenas tardes, grande, nuevamente, el artículo que aportas Benito. Pero digo yo que si el que viene a pedirte que ese artículo maquetado en vez de a dos quiere que sea a tres columnas y además quiere dos fotos en vez de una, bien si quien te pide eso es un jefazo qué le dices.
Gracias, y a seguir maquetando.
Peliaguda cuestión. Sonríes como un hipócrita, como un amable redactor, y procedes a hacer el cambio solicitado indicando incluso lo acertado del procedimiento. Eso sí, sigues siendo un borde interiormente al menos e, interiormente, el jefazo también lo sabe. Todos disimulamos mientras nos paguen. Gracias por el comentario elogioso al artículo
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