Muchos de vosotros sabréis quién es
Alberto Cuéllar. Ahora es
mediático y sale en la tele y
le siguen legiones en twitter, la gran mayoría para faltarle y mentarle a la familia. Pero ese Alberto Cuéllar no es Alberto Cuéllar. Nosotros conocemos a Cuéllar de mucho antes de que empezara a opinar de ¿fútbol? o de que saliese en la tele. Le conocemos por lo que realmente sabe hacer. Porque queridos amigos, Alberto Cuéllar no tiene ni puta idea de fútbol, pero es un fotógrafo ex-tra-or-di-na-rio.
Lo que ocurre es que uno sale en la tele, o
le graban haciendo el tonto y se hace famoso... Pero no por eso se deja de ser lo que uno es. Me cuenta un testigo que lo presenció, que estaba la otra noche Alberto Cuéllar haciéndole una foto a
Carlos Moyá en la puerta de un restaurante de Madrid. Les interrumpió un transeunte que les preguntó si se podía hacer una foto... con Cuéllar. Lo que ya es el colmo de la ridiculez y del sindios.
Porque Cuéllar es un fotero, uno de los buenos. Uno de esos que mandas a una entrevista, o a una movida gorda o a una parida de acto y te suele traer LA foto. Esa que, o la haces o se la compras a otro. Además tiene ese puntito de zumbao propio de todo buen fotero, esa especie de furtivo de la imagen, que se sabe colocar en el sitio por donde va a pasar la noticia al trote para poder luego cobrar la pieza.
Sólo así, se le puede ocurrir a este personaje abrir la puerta de un coche rodeado por cientos de foteros para conseguir la foto buena. Abrir la otra puerta, claro, la de enfrente. Pero, para eso, hay que estar zumbao. O tener mucha cara. O intuición.
Fotón. Y todos los foteros, por el otro lado...
O puede que le hayas mandado a un concierto de U2 en Madrid, de esos que puedes hacer fotos la primera canción y luego te echan del estadio. Y que se te acerque Bono reptando, porque ya sabemos que Bono hace eso de serpentear por el suelo en sus conciertos. Y que de todos los foteros se acerque, cómo no, a Cuéllar... Primer fotón.
Pero luego, lo inesperado. Bono le quita la cámara a Cuéllar, o Cuéllar le da la cámara a Bono, vaya usted a saber con semanjantes dos piezas en una misma jugada. Y tras ajustar las posiciones de la cámara como un profesional, Bono se autoretrata en una foto tan especial como difícil.
Autorretrato de Bono en el Calderón con la cámara de Alberto Cuéllar.
Para terminar con este momento inolvidable, antes de devolverle la cámara a Cuéllar, Bono hace una última foto desde el escenario. En ella fotografía al público de las primeras filas y a los reporteros gráficos que disparan enloquecidos. Excepto uno. Bueno, dos. Que sonríen de oreja a oreja y hacen la señal de la victoria con los dedos. Son Alberto Cuéllar y otro compañero que saben que ya tienen LA foto del concierto.
Alberto Cuéllar, en el centro de la imágen haciendo la señal de victoria, fotografiado por Bono.
Os venimos contando en esta sección que cuando hay foto hay página. Y todas estas fotos tuvieron las suyas. Y portadas.
Cuéllar lleva una feria de San Isidro impresionante. El otro día ya publicó un fotón de la cogida de Fandiño. Y el pasado viernes, Talavante abrió la Puerta Grande de las Ventas. Es un momento solemne, de triunfo, de reconocimiento, la afición entregada al torero, el final de una tarde de gloria. O por lo menos, solía ser así. El pasado viernes, la Puerta Grande de Talavante tuvo de todo menos respeto y solemnidad. Fue un tumulto, una riada, un altercado. El que no esté familiarizado con los toros podría pensar, al ver la foto, que se trata de un linchamiento, o que el matador acabaría siendo arrojado al río... Y no hubiera pasado nada.
Porque al pobre Talavante le zarandearon, le desmenbraron, le arrancaron los bordados y los alamares... Obsérvese al energúmeno (no tiene otra definición posible) que le está pegando semejante estirón a la chaquetilla del torero. Eso en mi pueblo es un puñao en toda regla. Peinadito y trajeado, el salvaje. La cara del maestro no es de mucha solemnidad, ni de triunfo. Ni siquiera de reconocimiento. Es la cara de uno que intuye que le van a matar en cualquier momento. Y pese a todo, se presta, porque los toreros se relacionan con la muerte de una manera diferente y especial.
Talavante, devorado por la masa
Alberto Cuéllar estaba en medio de aquella marea que forzaba a Talavante. Y sacó la foto. "Es una foto de guerra" nos contaba el otro día, con enorme acierto. "Me llevaba la corriente, fue increíble. Nos pegaban golpes, empujones... Levanté el brazo y tiré cuatro, cinco, seis fotos. En ese mogollón peligras tú, la cámara... Una locura". Así que nada, cuatro, cinco disparos al aire en medio del caos. Pura intuición. Oficio. Una foto de premio.
Y ésta es la página que se publicó. Cuando hay foto, hay página. Siempre.
Este pasado fin de semana me ha tocado trabajar con él. Y ayer domingo por la tarde, discutimos, por un problema con unas fotos. A voces, como se discute en las redacciones. El insiste en que no es un problema suyo y yo mantengo que mío tampoco. No sé, no le hago mucho caso cuando se pone a discutir, le he visto muchas veces en la tele. A los tres minutos estábamos haciéndonos bromas, a voces también, porque nos hacía gracia que gente que estaba alrededor pensara que seguíamos de pelea. Y lo seguiremos haciendo, porque las redacciones son así. Te peleas a voces y luego les haces un post. Y seguiremos discutiendo de fútbol. Porque de fútbol, amigos, no tiene ni puta idea. Pero es un magnífico fotógrafo.
FOTOS: ALBERTO CUELLAR Y BONO