Ya que nuestro último post nos situaba en pleno Hollywood con esa fantástica entrega monográfica de "Periodiquerías" a cargo de Gonzalo del Prado, desde allí regresamos con la sorpresa todavía a cuestas de no haber visto cómo la última película del peliculero mayor James Cameron, su publicitadísima Avatar (de un presupuesto casi secreto de unos 500 millones de dólares, la partida de márketing asciende a ¡150 millones!), se quedaba sin ganar todos los óscares ganables como parecía evidente antes de la entrega de premios. La industria no se ha premiado a sí misma, ni se ha rendido al todopoderoso poder del dinero en esta insólita ocasión, como se suele repetir cada año por estas fechas. Y a mí hasta me parece bien. Porque no me gusta Avatar, ni coincido con los planteamientos a los que podemos asociarla desde el punto de vista del diseño periodístico. Sí, eso es... Avatar es puro "diseñismo".
Ya hemos comentado alguna vez, y nuestro "Diseñario" recoge también este término que modestamente hemos acuñado, que el diseño periodístico no debe ser un fin en sí mismo, una propuesta estética ajena a los contenidos informativos, que maquetar la página de un periódico es informar y no decorarla, que se trata de editar contenidos informativos mientras que lo contrario es "diseñismo"... y no lo repetimos para molestar a quienes se molestan, sino sencillamente porque lo entendemos así. Que cada vez que hablemos sobre diseñismo alguien se enfade no es suficiente motivo para que dejemos de hacerlo, ya que como bien dice el gran Lobo "es parte de nuestro trabajo ser políticamente incorrectos".
Y esta película, cuyo espectáculo visual nadie cuestiona, bueno casi nadie, porque conocemos incluso quien no llegó a ver las tres dimensiones, nos lo ha vuelto a recordar con su despreocupación por contar una buena historia, con su enorme esfuerzo en tecnología y recursos financieros destinados a generar tan sólo grandiosas imágenes... que se convierten en un fin en sí mismas.
"En lugar de intentar recuperar el talento creativo de los guionistas televisivos para el medio cinematográfico, han optado por apostar fuerte por la generación de imágenes por ordenador", escribió Enrique Fiblas sobre Avatar antes de la entrega de los premios Oscar en ese nuevo medio digital de altísima calidad periodística que es FronteraD. El artículo, titulado "Avatar, el viejo nuevo mundo", continúa pocas líneas después afirmando que "resulta sorprendente que un proyecto que ha tardado 12 años en ver la luz carezca de un guión con al menos un ápice de garantías (...) El despliegue tecnológico permite unas imágenes que abruman en un principio por su espectacularidad. Pero sin un guión decente que les dé vida, pronto se desvanece la magia de ese mundo magníficamente recreado en algunas escenas, y se cae en una monotonía que convierte el metraje en excesivamente largo". Pues eso es ni más ni menos el "diseñismo".
Y lo más curioso para nosotros no es que haya sido su ex mujer Kathryn Bigelow quien se ha llevado los principales galardones dirigiendo la magnífica The Hurt Locker, una película sobre la guerra de Irak, sino que esa película ganadora tenga precisamente un gran guión escrito por Mark Boal, periodista norteamericano que estuvo en la zona del conflicto.
La diferencia es que en el cine la cosa parece funcionar mucho mejor que en la prensa. Avatar se ha convertido a pesar de su superficialidad, o gracias también a ello, en una película que ha recaudado muchísimo dinero, no la más taquillera de la historia como se aventuran a escribir quienes repiten lo que les dice la productora sin hacer los correspondientes ajustes del precio del dinero (no tiene el mismo valor un dólar de Avatar que un dólar de Lo que el viento se llevó, que posiblemente siga siendo "la que más dinero ha ganado", como sabe cualquier estudiante de economía... y cualquier persona con sentido común). Y sin embargo, todavía no conocemos a ningún lector que haya esperado una cola para comprar un periódico con un diseño vacío de contenidos relevantes. Lo intentamos a comienzos de los 90 en el diario El Sol, pero su editor Germán Sánchez Ruipérez (el "amo de la burra" como él mismo se autodefinió) hizo perder varios miles de millones de pesetas a Anaya y al resto de los accionistas, y las exiguas ventas junto a una publicidad que tampoco pareció interesarse en el diseño por el diseño sin lectores nos cerraron un periódico que no llegó a cumplir el año y medio de vida.
Seguro que hay a quien pueda parecerle interesante el diseño y la imagen en sí mismos, independientemente de los contenidos periodísticos o de un guión inteligente, y que se entretengan así mirando colores y texturas y fondos y transparencias y blancos y rayitas, y tipos de letras, gentes como nosotros en todo caso, deformadas por nuestra profesión o con un interés especial en ello, pero no lectores comunes para quienes hacemos los periódicos, porque el "diseñismo" no es ni cine ni periodismo. El cine y el periodismo a lo que se dedican en realidad es a contar historias.
Ya hemos comentado alguna vez, y nuestro "Diseñario" recoge también este término que modestamente hemos acuñado, que el diseño periodístico no debe ser un fin en sí mismo, una propuesta estética ajena a los contenidos informativos, que maquetar la página de un periódico es informar y no decorarla, que se trata de editar contenidos informativos mientras que lo contrario es "diseñismo"... y no lo repetimos para molestar a quienes se molestan, sino sencillamente porque lo entendemos así. Que cada vez que hablemos sobre diseñismo alguien se enfade no es suficiente motivo para que dejemos de hacerlo, ya que como bien dice el gran Lobo "es parte de nuestro trabajo ser políticamente incorrectos".
Y esta película, cuyo espectáculo visual nadie cuestiona, bueno casi nadie, porque conocemos incluso quien no llegó a ver las tres dimensiones, nos lo ha vuelto a recordar con su despreocupación por contar una buena historia, con su enorme esfuerzo en tecnología y recursos financieros destinados a generar tan sólo grandiosas imágenes... que se convierten en un fin en sí mismas.
"En lugar de intentar recuperar el talento creativo de los guionistas televisivos para el medio cinematográfico, han optado por apostar fuerte por la generación de imágenes por ordenador", escribió Enrique Fiblas sobre Avatar antes de la entrega de los premios Oscar en ese nuevo medio digital de altísima calidad periodística que es FronteraD. El artículo, titulado "Avatar, el viejo nuevo mundo", continúa pocas líneas después afirmando que "resulta sorprendente que un proyecto que ha tardado 12 años en ver la luz carezca de un guión con al menos un ápice de garantías (...) El despliegue tecnológico permite unas imágenes que abruman en un principio por su espectacularidad. Pero sin un guión decente que les dé vida, pronto se desvanece la magia de ese mundo magníficamente recreado en algunas escenas, y se cae en una monotonía que convierte el metraje en excesivamente largo". Pues eso es ni más ni menos el "diseñismo".
Y lo más curioso para nosotros no es que haya sido su ex mujer Kathryn Bigelow quien se ha llevado los principales galardones dirigiendo la magnífica The Hurt Locker, una película sobre la guerra de Irak, sino que esa película ganadora tenga precisamente un gran guión escrito por Mark Boal, periodista norteamericano que estuvo en la zona del conflicto.
La diferencia es que en el cine la cosa parece funcionar mucho mejor que en la prensa. Avatar se ha convertido a pesar de su superficialidad, o gracias también a ello, en una película que ha recaudado muchísimo dinero, no la más taquillera de la historia como se aventuran a escribir quienes repiten lo que les dice la productora sin hacer los correspondientes ajustes del precio del dinero (no tiene el mismo valor un dólar de Avatar que un dólar de Lo que el viento se llevó, que posiblemente siga siendo "la que más dinero ha ganado", como sabe cualquier estudiante de economía... y cualquier persona con sentido común). Y sin embargo, todavía no conocemos a ningún lector que haya esperado una cola para comprar un periódico con un diseño vacío de contenidos relevantes. Lo intentamos a comienzos de los 90 en el diario El Sol, pero su editor Germán Sánchez Ruipérez (el "amo de la burra" como él mismo se autodefinió) hizo perder varios miles de millones de pesetas a Anaya y al resto de los accionistas, y las exiguas ventas junto a una publicidad que tampoco pareció interesarse en el diseño por el diseño sin lectores nos cerraron un periódico que no llegó a cumplir el año y medio de vida.
Seguro que hay a quien pueda parecerle interesante el diseño y la imagen en sí mismos, independientemente de los contenidos periodísticos o de un guión inteligente, y que se entretengan así mirando colores y texturas y fondos y transparencias y blancos y rayitas, y tipos de letras, gentes como nosotros en todo caso, deformadas por nuestra profesión o con un interés especial en ello, pero no lectores comunes para quienes hacemos los periódicos, porque el "diseñismo" no es ni cine ni periodismo. El cine y el periodismo a lo que se dedican en realidad es a contar historias.