Lo barruntaban las encuestas y lo han confirmado las Elecciones Generales. España ya no es la cuna del bipartidismo. España es un país de, al menos, cuatro partidos fuertes. Se acabaron las mayorías absolutas y los líderes del PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos tendrán que pactar para conseguir que uno de los cuatro sea presidente del gobierno.
Y pactar significa gestionar los puntos clave de los programas para dar, quitar, sumar, restar, ceder o presionar para llegar a un acuerdo. Programas que, según los analistas políticos, definen en una posición en el espectro político a cada partido, a pesar de que alguno se resista a ello. El PP en la derecha, el PSOE en el centro izquierda, Podemos en la izquierda y Ciudadanos en el centro derecha.
Plasmar esto gráficamente es complicado…excepto si cuentas con los excepcionales dibujos que Ricardo Martínez hizo de los cuatro candidatos y con la flexibilidad del rediseño estrenado hace poco más de un año.
Los brutales retratos de Ricardo Martínez publicados en El Mundo
Lucía Méndez, Jorge Bustos, Emilia Landaluce y Enric González son los grandes periodistas que se iban a encargar de perfilar a estos cuatro líderes políticos en otras tantas dobles que se iban a publicar en días alternos en la sección de Nacional de El Mundo.
Los brutales retratos de Ricardo permitían repetir la misma maqueta para los cuatro, haciendo la misma edición para los cuatro. Pero esa no era la intención desde el principio. Se quería contar, desde el aspecto gráfico, en qué espectro político estaba cada partido.
Se optó por colocar a cada candidato en la parte de la página que representaba su ubicación ideológica. No sólo hacer un retrato literal, que montara y sostuviera fuertemente unas dobles impresionantes desde el punto de vista gráfico y de contenido.
Rajoy situado a la derecha de la página; Sánchez, en el centro izquierda; Rivera en el centro derecha; e Iglesias en la izquierda
También contar algo desde el aspecto de la edición gráfica, del diseño periodístico. Rajoy ubicado a la derecha de la doble; Sánchez en el centro izquierda; Rivera en el centro derecha; e Iglesias en la izquierda. Hacer algo que venimos contando aquí desde hace tiempo: maquetar es informar.
A veces lo más sencillo, es lo más complicado de hacer. Desde que tenemos un nuevo formato 'sábana' de portada los domingos, mucho más grande, el doble exactamente, el esfuerzo por conseguir hacer un diseño eficaz en ella es también el doble para nosotros. El friso superior presentando los productos complementarios de la oferta del domingo: Papel, Zen, Crónica y Mercados funciona muy bien...
...pero en el resto de la página el reto de llenar mucho más espacio del que estamos acostumbrados a utilizar y en el que nos movemos con la experiencia propia de toda nuestra tradición en formato tabloide, nos llevan en ocasiones, tal vez, a incluir demasiados elementos.
Bueno, pues el último domingo, el desafío fue precisamente el contrario. Eliminar todos los elementos, incluido el friso que tanto nos ayuda, para componer una página taaaaan grande con apenas un título, subtítulo, UNA SOLA fotografía y varias llamadas a distintos artículos todos del mismo tema: los atentados de París, evidentemente.
Y empezamos probando con una fotografía, magnífica...
..que nos ocasionaba el terrible problema de que cuando la página se dobla —y el formato 'sábana' se vende doblado en el quiosco—, la primera página espectacular de nuestro periódico del domingo simplemente desaparecía para convertirse en una mancha gris, sin título, sin información, sin nada.
Y probamos con otra gran fotografía, cuidándonos de componer el título en la parte superior para evitar el indeseado defecto de su desaparición cuando se dobla
Así que seguimos buscando, y tras probar todavía otras dos más llegamos hasta la última. Con otra imagen poderosa con la que logramos más consenso, incluido el consenso del propio director que, como debe ser, es al final quien decide:
Aun así, que el subtítulo 'pisara' la cabeza de la imagen era algo que no terminaba de convencerle, al director. Por lo que el director de arte buscó una solución para el subtítulo en dos bloques que, junto al detalle final del logo de la cabecera modificado con los colores de Francia —seguro que no se le ha escapado a MAJ— resultó finalmente la fórmula final en la que se imprimió la portada 'sábana' del domingo. Posiblemente, la mejor de las que hemos hecho hasta el momento en este puñetero formato, puñetero por no ser mal hablado aquí, en realidad nos referimos a ella en otros términos...
Es lo que somos. Ya la contábamos hace unos años en nuestro Diseñario. Y lo que somos, ¿debe ser algo fijo e inmutable? ¿Intocable? ¿Es legítimo, o conveniente, que por llamar la atención buscando un efecto ingenioso —y conste que el periodismo debe llamar la atención— podamos modificar la forma gráfica, el color, la tipografía, el tamaño, la disposición de todos los elementos de ese "núcleo sagrado" del que habla Arcadi Espada cuando habla de la cabecera?
En el debate sobre la intocabilidad de la cabecera, nuestro actual director de Arte, Rodrigo Sánchez,se sitúa en una posición que podríamos llamar radical en la que todo es modificable y en la que, no es muy estético decirlo aunque sea verdad, ha llegado a alcanzar cotas de la más alta excelencia.
Como podéis ver en los ejemplos mostrados, el mejor periodismo visual que se hace en España desde hace ya bastantes años está, entre otros buenos casos también, en las portadas de Metrópoli —insisto en lo incómodo del asunto, no debe hablarse bien del jefe en casi ninguna ocasión, pero esto lo veníamos diciendo mucho antes de que fuese nuestro mandamás directo—. En estas portadas, Rodrigo ha conseguido, paradójicamente, que la seña de identidad —ésa que nos da la cabecera más que ningún otro elemento— sea el carácter siempre mutante de su cabecera.
Claro que Metrópoli es una revista semanal, un suplemento del diario exactamente, y ahora queríamos hablar de periódicos. Y es que podría parecer ir demasiado lejos —por no mencionar el derroche de creatividad necesario, ¿se puede ser siempre genial?, ¿un día tras otro?— hacer una cabecera distinta cada día y pretender que ese diario sea siempre el mismo. O que lo sea precisamente por eso, como mencionábamos que había conseguido la dirección de arte de Metrópoli.
O si no hay que cambiarla nunca. Porque el debate clásico en lo relativo a los periódicos surge más bien por el hecho de si puede o debe cambiarse la cabecera con alguno de sus rediseños, cuando se actualiza su imagen gráfica general; o bien si algún día, por algún hecho excepcional, cambiamos la cabecera también de manera excepcional sólo en esa jornada.
En el primero de los casos, es conocido el enfado de Pedro J, primer director y fundador del periódico, cuando el último rediseño de Rodrigo Sánchez a las órdenes del director que le sucedió, Casimiro García Abadillo, incluía el cambio del color de la bola del verde original al actual azul. También la alineación al centro se sustituyó por la alineación a la izquierda pero esto no causó alarma.
Enfado en el que parecía olvidar nuestro pasional y carismático primer director —a pesar de su asombrosa memoria, créanme, asombrosa— que la cabecera ya se había modificado, bajo su mandato, en un rediseño del anterior y primer director de arte, Carmelo G. Caderot, en 1999, con un cambio de tipografía de la originaria Rockwell a la actual Valencia que, para mí, es quizá un cambio más radical que el del color. Claro que entiendo que para los no iniciados, la tipografía es un mero acompañamiento.
Pero no. La rotundidad, la fuerza, el grito en definitiva de nuestro primer tipo de letra en lo más alto de su primera página cada día eran señas de identidad del periódico muy marcadas. Por eso era una cabecera tan buena, dibujo y letras indisolublemente unidos. ¿Dejaba entonces de serlo? ¿Dejábamos de alzar la voz? No creo que fuera la intención de nuestro entonces director.
Sobre el segundo aspecto, el de modificar la cabecera un día para un acontecimiento especial, nuestro periódico no ha tenido complejo ninguno en hacerlo, es una buena idea cuando la idea es buena. Lo ha llevado a cabo en distintas ocasiones, y con directores distintos: para señalar el crecimiento de la web del diario con Pedro J, por ejemplo, o el último de ellos con motivo del Día de la Infancia a las órdenes de Casimiro.
Todo esto es un desproporcionado preámbulo —en extensión, confío que no en interés— para contar que el otro día se planteó de nuevo el debate sobre la cabecera. Publicábamos un editorial que arrancaba de manera excepcional en portada, ante un hecho excepcional que estamos sufriendo en nuestro país. En España. Esta España nuestra, que dijo el juglar, tan acostumbrada a sufrir el maltrato de los propios españoles. Nacidos en Cataluña, en Madrid, en Bilbao o en donde sea.
Como veis en el primer caso, se planteó mover la cabecera por debajo del editorial de manera excepcional, aunque finalmente se decidió publicar la segunda opción, con la cabecera en su lugar habitual de la parte superior, menos 'atrevido', pero con una solución gráfica no obstante muy buena que también destaca el artículo editorial de una forma elegante. Y volví a escuchar los argumentos recurrentes sobre si la cabecera debe o no debe tocarse, moverse, modificarse...
Supe que estaba ante una de esas páginas inútiles en cuanto Luisfer, redactor jefe de Deportes, me pidió que hiciésemos un adelanto "por si el Madrid elimina a la Juve y pasa a la final".
—No me jodas, Luisfer, si la hago entonces el Madrid pierde.
Tal vez por eso lo hacía, pensé, porque Luis Fernando López, uno de los periodistas de la redacción con más talento para las palabras y para quien habría que inventar una que fuese más allá de la tenacidad, es, además, del Barça.
Pero pensé mal y no acerté:
—Vamos a hacer las dos. Tenemos que tener páginas preparadas para cada una de las posibilidades.
Tenía razón, algunas veces la tiene, independientemente de la tenacidad que ponga en ello, que siempre es máxima y algo más. Ya digo, no existe el término.
Dos versiones. Es una de las labores que tenemos que hacer en situaciones así, en las que la noticia puede ser una u otra: elecciones, competiciones deportivas...
Así que de antemano sabemos que una de ellas no se publicará, será una página inútil, trabajo oculto, trabajo perdido. Pero tal vez porque no sabemos cuál de las dos se publicará lo intentamos hacer igual de bien en ambas. Y no hablo sólo de la maquetación, del diseño, sino también de la redacción de los textos, de infografías. En este caso, al diseño hay que añadir la labor de documentación con los datos necesarios para el apoyo que sube entrando en la imagen y el magnífico texto de Francisco Cabezas, escrito desde Barcelona, para una posible final Madrid-Barça.
Sonó el teléfono, cada muy poco lo hace. En la pantalla vi que me llamaba Luisfer, descolgué y no me dejó siquiera hablar:
—Eres un cabrón. Ahora quiero que gane el Madrid...
Le había gustado la página 4, versión A, por si ganaba el Madrid a la Juve y pasaba a la final. Ésta:
Que no se llegó a imprimir, ni nunca, excepto aquí y ahora y sólo por esta vez, se publicará.
No sé quién hizo la página 4, versión B, por si el Madrid no pasaba a la final y quedábamos eliminados de la Copa de Europa, Champions, intentan decir algunos, cada vez más. Pero sí sé que la debió hacer con Luisfer, claro, y que quedó tan bien, o mejor, que la mía. Y además se publicó.
Inauguramos otro año más el repaso que desde este blog se viene haciendo a cada edición de las
Jornadas de Diseño, Edición y Fotografía que organiza el departamento de Comunicación
Audiovisual y Publicidad de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU
San Pablo de Madrid. Este año la charla inaugural corría a cargo de Ricardo Martínez, compañero
de varios de los miembros de este blog en El Mundo. Además de publicar su viñeta humorística
diaria en las páginas de opinión del diario, Ricardo es autor de retratos e ilustraciones usando la
técnica del scratchboard y padre, junto al guionista Nacho, del cómic “Goomer".
Ricardo Martínez: Rayando la realidad: la técnica del Scratchboard
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Merece la pena detenerse un poco en su trayectoria, desde sus inicios a finales de los 80 en
Miami, trabajando primero para el Miami News y luego para el Miami Herald, hasta que volvió a
España, reclutado por Carmelo Caderot y Pedro J. Ramírez para hacerse cargo del departamento
de infografía del recién fundado El Mundo. Sección que fue abandonando paulatinamente para
centrarse en sus especialidades.
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Ricardo pormenorizó en qué consiste la técnica del scratchboard: raspar una lámina negra para lograr un dibujo mediante distintas líneas. Un proceso que comienza con los conceptos, una vez
que ya se conoce el tema del artículo al que acompaña la ilustración: se buscan ideas, personajes
y referencias que permitan realizar un dibujo que resuma el espíritu del texto, así como fotos que
permitan reproducir fielmente los rasgos de los protagonistas. De ahí se pasa a bocetar los bordes
de la ilustración y después los detalles, que una vez plasmados sobre el papel son la guía que se
usará para raspar y lograr el resultado final.
Vine en el que se muestra cómo de una masa negra se consigue una portada de Metrópoli
Dentro de este proceso de raspado hay numerosas técnicas, desde la dirección que se emplea
con las líneas (rectas, paralelas, cruzadas...), el color que se emplea (normalmente el blanco
resultante de raspar sobre la tinta negra, pero sin descartar el uso de colores con acuarelas) o los
detalles (relieves, sombras) que se terminan de aplicar una vez que el dibujo está hecho.
Una consideración especial del trabajo de Ricardo, que nunca podremos tener en cuenta lo
suficiente, es trabajar con el diseño de la página en la cabeza. No se trata solo de realizar la
ilustración, sino también de tener en mente el diseño de la página completa, incluyendo el texto
(un reparto del 50% para cada contenido, aproximadamente) y la distribución siguiendo las 5
columnas del periódico. Que el ilustrador ya tenga esta proporción en cuenta es sin duda un gran
avance a la hora de aprovechar el espacio de las páginas (aunque sea para dejar deliberadamente blancos). La forma de trabajar también tiene en cuenta los tamaños: es valioso
realizar la ilustración al 100% de tamaño, para lograr que los detalles de los dibujos no se pierdan
al reducir o aumentar la imagen al elaborar el concepto de la página.
Andrés Vázquez: Papel-Digital, una frontera más difusa de lo que parece
La segunda ponencia de la primera jornada corrió a cargo de Andrés Vázquez, director de arte de
proyectos digitales de Prisa Revistas. Y que, por paradójico que suene, comenzó reivindicando el
papel y recordando su trayectoria en soportes impresos, a la par que destacando el crecimiento de
las tabletas en apenas cinco años y la proyección de uso de smartphones para el próximo lustro.
Reconocía Vázquez que el proceso de adaptación del papel al digital es arduo al principio, pero
muy satisfactorio, aunque inicialmente se pueda tender a la sobreexplotación de los nuevos
recursos que permite la plataforma digital. Expuso el caso de “El País Semanal” (EPS), la revista
dominical que acompaña al diario El País, y explicó cómo partir de un producto ya hecho y con
unas señas de identidad determinadas se pueden aplicar esos nuevos recursos interactivos que
solo se pueden utilizar en tabletas (desde el simple enlace al deslizador, que descubre una
fotogalería, por ejemplo). Pero con dos variables: el tiempo disponible, que por definición en
publicaciones periódicas es escaso, y la idiosincrasia del producto que tienes entre manos y que
estás adaptando, que desaconseja hacer un producto totalmente diferenciado y recomienda
mantener estructura, paletas de colores, tipografías y otros elementos característicos.
El soporte digital obviamente promueve una serie de narrativas diferentes al papel, como la
eliminación -aparente- del límite físico de papel (lo de aparente porque yo también creo que las
entrevistas de JotDown son demasiado largas y no pasa nada por editarlas un poco, en serio) o la
posibilidad de poder jugar con las dos orientaciones que permite los dispositivos móviles, lo que
además permite de algún modo “reciclar” material que quizás se hubiese descartado para
concebir la edición en papel, lo que hace muy aconsejable que los diseñadores del papel sean los
mismos que los de la versión digital interactiva, o al trabajen estrechamente durante el proceso de
concepción de cada número, ya que un contenido que se descarta para una edición puede servir
para la otra.
Concluyó Andrés Vázquez haciendo una última mención al proceso de publicación: el desarrollo
de la aplicación para dispositivos móviles que se requiere antes de subir el primer ejemplar de una
publicación, que debe cumplir los requisitos de programación y publicación de los diferentes
quioscos digitales y que constituye también un reto inicial antes incluso de sentarse a hacer el
número inicial de la publicación.
Desde hace unos meses, nuestro periódico además de las dos primeras ediciones —Nacional y Madrid— cuenta con otra edición que se distribuye en México junto con el diario del grupo Milenio. Una vez que hemos cerrado nuestra primera edición Nacional que se distribuye en toda España, menos en Madrid que es donde se distribuye la segunda edición, y antes de terminar esta segunda, tenemos que reconvertir determinadas páginas para la nueva edición mexicana.
Labor necesaria porque hay que comprimir en ocasiones distintos temas en las doce páginas de esta nueva edición y, sobre todo, porque el tamaño de las páginas del diario Milenio es distinto del nuestro. Son algo más grandes, un módulo más de alto en concreto, con un tamaño de tabloide estándar que nosotros perdimos recortando en dos ocasiones para ahorrar papel debido a la crisis.
Esto, además de complicar las cosas, nos permite también hablar de una labor del diseño periodístico algo más desconocida pero muy presente en el día a día de un periódico: los cambios en las páginas. Su reconversión en otras, adaptando noticias a un espacio mucho más pequeño cuando entra publicidad —esto último, por desgracia, mucho más habitual antes que ahora, y pensar lo que nos fastidiaba entonces...—; o haciendo que crezcan temas que necesitan ampliarse en otra edición o porque la noticia va adquiriendo más importancia según avanza el día, obligándonos a dar en una doble página lo que era sólo una, o menos que una... Las posibilidades son tantas y en ocasiones tan dificultosas como ésta:
—Necesitamos que esta apertura de Sociedad se convierta en una página para México.
—¿Cómo?
—Que necesitamos que...
—Ya, ¿que cómo se hace eso?
—Ah, no sé, vosotros veréis... Nos corre un poco de prisa, eso sí.
Que SE CONVIERTA, dicen. Se. Tres páginas, una de ellas una portadilla de apertura más una página doble y todo ello en una página normal. Buscamos el botón de reconversión de páginas en nuestros ordenadores (ése que un director que tuve insinuó un día que existía cuando propuso despedir prácticamente a toda la sección de Diseño para recortar gastos), pero resulta que el botón no existe. Y vuelve a sonar el teléfono cuando el redactor que encargó el encargo llega su sitio para decirnos que "todavía no veo la página, y nos corre un poco de prisa". Y no les culpamos, la labor de reconvertir todos los textos una vez que hayamos reconvertido la página, tampoco está en ninguno de esos botones que la jefatura supone que existen, y ellos sufren los mismos recortes de personal que nosotros con el tiempo justo y la hora de cierre acercándose muy deprisa.
Intentamos, por ello, que el texto se adapte también en la medida de lo posible, suele ser más factible tener que cortar que añadir, pero cortar mucho tiene un límite. En fin, que con todos esos condicionante, y con un gran talento, nuestra compañera Laura Cruz reconvirtió ayer por la noche esa triple apertura de Sociedad tan buena en esta otra página que me parece casi todavía mejor. Una solución elegante para recuperar la mayor parte del texto de una página doble en una sola sin que parezca un 'ladrillo' gracias a disponer las imágenes, poderosos iconos del gran ilustrador Santiago Sequeiros, de manera tal que acentúan la verticalidad de una página mexicana ya de por sí más vertical que las nuestras.
Circulaba el mismo sábado por la noche un tuit en el que se decía que "Un minuto en aquel planeta de Interstellar son tres galas de los Goya en la Tierra" y, suponemos, que quien lo escribió no estaba en la redacción de un periódico como nosotros. Porque, con dos páginas dobles que cerrar, más una página sencilla, más la portadilla de la sección EM2 que abría con este tema, más la fotografía principal de la primera página del periódico... la gala de los premios Goya se puede hacer muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuy larga. Mucho. Mucho más que a la mayoría de quienes viéndola desde sus casas les parece muy larga, pese a la gracia y el empeño del esforzado Dani Rovira. Y es que no hay derecho a que habiendo empezado a las 10 de la noche, la ceremonia de entrega de los premios al cine español —que este año ha estado sobresaliente, una cosa no quita la otra— la cosa terminara, no a la 1 como nos habían afirmado —"que sí, joder, que termina a la una", nos había tranquilizado Manu, como si no hubiéramos vivido esto unas cuantas veces ya—, ni a la 1:30, como nos temíamos que iba a suceder, sino... ¡a las 1:45 o así!, ya ni mirábamos el reloj. Lo peor que nos puede pasar cuando se quieren imprimir muchos miles de ejemplares en un muy poco tiempo, el imprescindible para poder después distribuirlos.
Evidentemente, fuimos haciendo las páginas según nos iban llegando fotografías, pero en estas galas, los premios más importantes se entregan al final. Y el más importante de todos, al final del todo, claro. Logramos tener un cierto control, con las fotografías de los mejores actores ya en página, antes de que terminara la 'fiesta' interminable pero no teníamos una fotografía para hacer con el premio a la mejor película, la portadilla de EM2. Y en este caso, mucho más que nunca, ya sabéis aquello de que "si hay foto, hay página". Su director ha realizado la que para alguno de nosotros no es que sea la mejor película española del año, sino la mejor película del año. Una poderosa historia, unos personajes complejos fotografiado todo ello con una maestría y una creatividad... de la que carece su propia imagen personal. No es fotogénico, no sale bien en las fotos. No transmite apenas emociones, pese a todo lo que transmite su brutal película.
A la espera de una imagen que habíamos acordado con nuestro fotógrafo, en la que apareciera el equipo completo de la película ganadora, teníamos dos posibilidades en el caso de que ganara 'La isla mínima' como se preveía —"vais a tener las fotos que queráis", es otro de esos tópicos que escuchamos con la sonrisa de medio lado quienes tenemos experiencia en las redacciones—, sí, dos. Las que os mostramos:
Y estuvimos dudando, porque lo que tiene una imagen no lo tiene la otra, y al revés. El director de la película transmite en ambas lo que transmite, con todo el cariño y respeto, más o menos lo que podría transmitir una lechuga. En una de ellas tenemos el premio, en la que finalmente publicamos porque la foto que esperábamos no llegó: el tiempo pasa distinto en la gala de los Goya a como pasa en nuestra redacción. En la otra, algo confusa, la alegría de un gran triunfo. ¿Cuál hubierais publicado vosotros?
El que tiene niños sabe que son maravillosos porque son espontáneos, impredecibles y auténticos. No les importa ni lo que piensen de ellos, ni equivocarse, ni tienen miedo cuando se lanzan de cabeza, los insensatos, contra algún muro de piedra que llevaba ahí, inmóvil como una costumbre, durante años.
Ayer, el periódico EL MUNDO, que celebra sus 25 primeros años, conmemoraba el 25 aniversario de la Convención de los Derechos del niño. Y lo hacía maravillosamente ilustrado, bellísimamente enriquecido por los dibujos (no os perdáis los vídeos de los pequeños), las ilusiones y los sueños de muchos niños de Educación Infantil y Primaria, de colegios públicos, privados, niños malitos del Hospital Niño Jesús, de un poblado de chabolas de Madrid, angelitos discapacitados de un centro de educación temprana... Niños que ayer jugaron a ser mayores, a ser periodistas, a menearse con el gesto de Ricardo por un día, o de Gallego o de Rey. A competir con Ulises por un puesto en la redacción o a ser Casimiro por un día. Niños que, a lo mejor, ayer escaparon durante unas horas de su habitación del hospital, o que conocieron una redacción por primera vez. A lo mejor ayer alguno se infectó ayer de ese veneno malo que corre por las venas de los periodistas...
Fotogramas de los vídeos que muestran a los niños dibujando con los ilustradores del periódico.
Esta idea alocada, propia de un niño o de un bombero, surge del gran fotógrafo Alberto Di Lolli. La propuesta estaba ahí, básicamente. Di Lolli trasladó la idea a Rodrigo Sánchez, nuestro director de Arte, que fue el que le dio forma y la definió. Entenderéis que el mínimo pudor me impide adjetivar en exceso a quien dirige la sección en la que tengo la suerte de trabajar. Sólo os diré que si hay un niño que haya entrado tirando las cosas por los aires, que no le tenga el más mínimo respeto ni a las costumbres ni a los códigos, que esté siempre tramando alguna nueva trastada con una energía inagotable que échate tú a temblar cada vez que le veas entornar esos ojillos de niño cabroncete, ése es Rodrigo Sánchez.
Entre los dos arranca esta maravillosa chiquillada. Y una vez más, y no es nada fácil, la redacción de EL MUNDO con sus jefes a la cabeza la respaldó. Lo que vino luego fue una maravillosa experiencia en la que los dibujos de mil ceras de colores y los textos negros sobre blancos fueron intimando hasta parecer inseparables. Las tribunas estaban brillantemente ilustradas. Las tiras de Ricardo y de Gallego y Rey lucían llenas de color. Incluso nuestros columnistas mutaron en cariñoso garabato infantil, fruto del talento infinito de Dario Jáuregui, de 11 años, hijo de nuestro compañero Pablo Jáuregui y de Martín Linde, un fenómeno también de 11 años que consiguió deslumbrar al mismísimo Ulises, veterano ya de cientos de guerras pasadas.
Retratos de los columnistas del periódico elaborados por Martín Linde y Dario Jaúregui . De izquierda a derecha y de arriba abajo, Manuel Jabois, Arcadi Espada, Victoria Prego y Raúl del Pozo.
Ni qué decir tiene que estas iniciativas suponen una bomba atómica en la sección de diseño. El periódico es (era) una bestia bien plantada, con sus automatismos, sus repeticiones y sus estilos y líneas rojas. De repente, todo salta por los aires. Pero esta sección de diseño está llena de niños respondones que se crecen en las adversidades. Como bien dice MAJ en su brillante texto de hoy en EL MUNDO, "la locura no se improvisa". En medio de la tormenta es cuando les bajan las pulsaciones a un grupo de trabajo del que nunca podremos contar suficientes virtudes. La paliza que se dio el miércoles nuestro Juan Carlos Caja luchando contra los folios de un periódico y siete delegaciones fue memorable. A su lado unos defendían el periódico del día y Esmeralda adelantaba el brillante despliegue del fallecimiento de la Duquesa de Alba. Todo el que pasaba por la sección salía con una sonrisa de allí. Pese a las carreras. Porque lo que ya se intuía pintaba maravillosamente. Espontáneo, impredecible, auténtico. Como los niños que lo habían hecho posible. Y como el periódico que planteó este reto en su páginas. Un periódico al que no le importa ni lo que piensen de él, que no tiene miedo a equivocarse, ni a lanzarse de cabeza, como insensatos, contra esos muros de piedra que siempre están ahi. Y bastante cabroncete, como cualquier niño que se precie.
P.D. Tan maravilloso fue el trabajo de los niños que no sólo nos dieron una cabecera... nos dieron muchas. Y tuvimos que elegir entre varias de ellas. Salió la primera que veis aquí debajo, pero teníamos otras, igual de geniales.