viernes, 21 de noviembre de 2014

Un periódico de niños... y por los niños


El que tiene niños sabe que son maravillosos porque son espontáneos, impredecibles y auténticos. No les importa ni lo que piensen de ellos, ni equivocarse, ni tienen miedo cuando se lanzan de cabeza, los insensatos, contra algún muro de piedra que llevaba ahí, inmóvil como una costumbre, durante años.






Ayer, el periódico EL MUNDO, que celebra sus 25 primeros años, conmemoraba el 25 aniversario de la Convención de los Derechos del niño. Y lo hacía maravillosamente ilustrado, bellísimamente enriquecido por los dibujos (no os perdáis los vídeos de los pequeños), las ilusiones y los sueños de muchos niños de Educación Infantil y Primaria, de colegios públicos, privados, niños malitos del Hospital Niño Jesús, de un poblado de chabolas de Madrid, angelitos discapacitados de un centro de educación temprana... Niños que ayer jugaron a ser mayores, a ser periodistas, a menearse con el gesto de Ricardo por un día, o de Gallego o de Rey. A competir con Ulises por un puesto en la redacción o a ser Casimiro por un día. Niños que, a lo mejor, ayer escaparon durante unas horas de su habitación del hospital, o que conocieron una redacción por primera vez. A lo mejor ayer alguno se infectó ayer de ese veneno malo que corre por las venas de los periodistas...




Fotogramas de los vídeos que muestran a los niños dibujando con los ilustradores del periódico.


Esta idea alocada, propia de un niño o de un bombero, surge del gran fotógrafo Alberto Di Lolli.  La propuesta estaba ahí, básicamente. Di Lolli trasladó la idea a Rodrigo Sánchez, nuestro director de Arte, que fue el que le dio forma y la definió. Entenderéis que el mínimo pudor me impide adjetivar en exceso a quien dirige la sección en la que tengo la suerte de trabajar. Sólo os diré que si hay un niño que haya entrado tirando las cosas por los aires, que no le tenga el más mínimo respeto ni a las costumbres ni a los códigos, que esté siempre tramando alguna nueva trastada con una energía inagotable que échate tú a temblar cada vez que le veas entornar esos ojillos de niño cabroncete, ése es Rodrigo Sánchez. 






Entre los dos arranca esta maravillosa chiquillada. Y una vez más, y no es nada fácil, la redacción de EL MUNDO con sus jefes a la cabeza la respaldó. Lo que vino luego fue una maravillosa experiencia en la que los dibujos de mil ceras de colores y los textos negros sobre blancos fueron intimando hasta parecer inseparables. Las tribunas estaban brillantemente ilustradas. Las tiras de Ricardo y de Gallego y Rey lucían llenas de color. Incluso nuestros columnistas mutaron en cariñoso garabato infantil, fruto del talento infinito de Dario Jáuregui, de 11 años, hijo de nuestro compañero Pablo Jáuregui y de Martín Linde, un fenómeno también de 11 años que consiguió deslumbrar al mismísimo Ulises, veterano ya de cientos de guerras pasadas.

Retratos de los columnistas del periódico elaborados por Martín Linde y Dario Jaúregui . De izquierda a derecha y de arriba abajo, Manuel Jabois, Arcadi Espada, Victoria Prego y Raúl del Pozo.


Ni qué decir tiene que estas iniciativas suponen una bomba atómica en la sección de diseño. El periódico es (era) una bestia bien plantada, con sus automatismos, sus repeticiones y sus estilos y líneas rojas. De repente, todo salta por los aires. Pero esta sección de diseño está llena de niños respondones que se crecen en las adversidades. Como bien dice MAJ en su brillante texto de hoy en EL MUNDO, "la locura no se improvisa". En medio de la tormenta es cuando les bajan las pulsaciones a un grupo de trabajo del que nunca podremos contar suficientes virtudes. La paliza que se dio el miércoles nuestro Juan Carlos Caja luchando contra los folios de un periódico y siete delegaciones fue memorable. A su lado unos defendían el periódico del día y Esmeralda adelantaba el brillante despliegue del fallecimiento de la Duquesa de Alba. Todo el que pasaba por la sección salía con una sonrisa de allí. Pese a las carreras. Porque lo que ya se intuía pintaba maravillosamente. Espontáneo, impredecible, auténtico. Como los niños que lo habían hecho posible. Y como el periódico que planteó este reto en su páginas. Un periódico al que no le importa ni lo que piensen de él, que no tiene miedo a equivocarse, ni a lanzarse de cabeza, como insensatos, contra esos muros de piedra que siempre están ahi.  Y bastante cabroncete, como cualquier niño que se precie.



P.D. Tan maravilloso fue el trabajo de los niños que no sólo nos dieron una cabecera... nos dieron muchas. Y tuvimos que elegir entre varias de ellas. Salió la primera que veis aquí debajo, pero teníamos otras, igual de geniales.






Texto: Javier Vidal






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