Cuando se maqueta una página de periódico, por lo general bien definida y estructurada, el orden de lectura resulta evidente. La norma general es que las páginas de un periódico se leen de izquierda a derecha y de arriba a abajo, trazando una diagonal que releva a un segundo plano de importancia informativa a los elementos que quedan tanto en el margen superior derecho como en el inferior izquierdo. Podemos decir que está muy claro el punto de entrada en la página: en la parte superior de la misma y haciendo la primera parada en el titular o en la imagen, si es lo suficientemente poderosa. Esta norma, nos puede servir para casi siempre, salvo que alteremos este orden con la maquetación de la página.
Claro que por lo general, un periódico es un formato más o menos rígido y que no acepta muchas vueltas de tuerca. Podemos jugar con la disposición de las imágenes y en algunos casos alterar este punto de entrada moviéndolas al centro o al pie de la página, pero no tenemos tampoco mucho margen para cambiar la dinámica de esa diagonal de lectura.
La flecha marca el orden teórico de lectura de la página.En este caso se cumple. Las zonas redondeadas serían las de menor impacto visual.
Sin embargo, cuando te enfrentas a un formato más libre, (una doble página con principio y fin en sí misma, un gráfico grande o la maquetación de algún suplemento que permita cierta libertad, por ejemplo) definir el punto de entrada en la página es muy útil, tanto para el lector como para el propio maquetador. A mí, por ejemplo, me ocurre. Cuando me enfrento a una doble con mucha imagen, aunque tenga muy claro lo que quiero contar, necesito saber por dónde empezar. Y a un lector le pasa lo mismo. Una doble página, preñada de imágenes, puede suponer demasiada información. Y probablemente, el títular no manche lo suficiente como para gritar: «¡Eh, aquí está el principio!». Y por eso, a veces, hay que ofrecer al lector una puerta de entrada a la página. Dicho de otro modo, hay que proponerle un orden de lectura y facilitarle el acceso.
En esta doble página, se me presentó ese dilema. Las informaciones de motor tienen un problema (al menos a mi como lector me pasa) y es que aunque sean coches muy distintos... siguen siendo coches. Y ves coches por todos lados. Y si encima tienes el problema añadido de que dos de ellos eran de color rojo... la página se me apelmazaba por todos lados. Si colocaba el Alfa arriba, cabeceaba con el Ferrari. Si lo ponía abajo, seguía la diagonal natural de la doble y había demasiado rojo seguido. A todo esto, el pobre Aston Martin, el mítico coche de James Bond, quedaba algo relegado en cualquiera de esas opciones, un poco apagado al salir perdedor en la lucha de colores. El caso era, que no terminaba de funcionar. Y la solución fue abrir una de esas puertas.
Resultado final, con el orden de lectura invertido. La imágen de abajo a la derecha sirve de puerta de entrada.
Con un corte extremo de una foto, en este caso la del morro rojo del Ferrari, se logra fijar la atención del lector. De este modo, una vez definida la puerta de entrada, sólo había que reforzar esa diagonal invertida usando un corte parecido en el extremo superior opuesto, con la zaga del Aston Martin. Es un recurso sencillo, pero que funciona bien. Y no es algo que sea fruto de un planteamiento elaboradísimo, es puro sentido común. El truco consiste en pensar como lector, y ver que de esta forma, sólo con esas fotos con cortes que se salen de lo normal en la página, se capta la atención, y cuando lees la información, el orden en las imágenes es el contrario al que marca la norma. Vas de abajo hacia arriba en diagonal y terminas en el Alfa Romeo, habiendo pasado antes por el Aston Martin Gris.
4 comentarios:
Nunca me había parado a pensar en lo que comentas en este post. Me ha parecido interesantísimo. Enhorabuena!! Me encanta vuestro blog y vuestro trabajo.
Seguid asi!!!!
En este tipo de publicaciones, ¿debemos abrir otro tipo de puertas? ¿Podemos hablar de lenguaje publicitario?
hmm
Y a un lector le pasa lo mismo. Una doble página, preñada de imágenes, puede suponer demasiada información. Y probablemente, el títular no manche lo suficiente como para gritar: «¡Eh, aquí está el principio!». Y por eso, a veces, hay que ofrecer al lector una puerta de entrada a la página. Dicho de otro modo, hay que proponerle un orden de lectura y facilitarle el acceso.
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