El mar, el agua, el cielo, unos ojos luminosos, la tinta del bolígrafo, el zafiro, el fondo por defecto del escritorio en los ordenadores, el índigo, algunas estrellas, la llama del gas en combustión, los pantalones vaqueros, la policía, cobalto con oxígeno, todo nuestro planeta azul, un libro azul... Azul.
La historia occidental ha pasado del rojo al azul. No existe ningún trazo azul en las pinturas prehistóricas, "hay rojos, marrones, ocres de todos los matices; pero no azules ni verdes", tal vez porque los pigmentos azules para pintar se descubrieron muy tarde o porque no interesaba ese color para buscarlos con el suficiente ahínco; como no existen hasta muy tarde tintes de azul para la ropa que fue de colores rojos o marrones durante todo el mundo antiguo y durante la Alta Edad Media. "El rojo, el blanco y el negro son los tres colores básicos de todas las sociedades antiguas." Incluso hay estudios del siglo XIX, ya superados, en los que se cuestiona si nuestros ancestros "podían ver" este color a pesar de estar tan presente en nuestra naturaleza, en nuestro planeta azul, "o si lo veían tal y como lo vemos nosotros" debido al poco interés que parecen mostrar por él o a lo difícil que resulta encontrar la palabra "azul" en algunas lenguas antiguas frente a la preponderancia del rojo, que incluso da nombre a todo el color, coloreado, colorado, rojo. Pero todo esto comenzó a cambiar hasta dar la vuelta por completo...
Esta historia apasionante, la historia de un color en las distintas etapas de las sociedades occidentales y sus relaciones con los demás colores, una historia de la cultura, pues, es la que cuenta el libro Azul. Historia de un color, del historiador francés Michel Pastoureau, con una tesis central muy argumentada: "En los siglos XII y XIII, el azul se había convertido ya en un color de primer plano, un color bonito, el color de la Virgen y de los reyes y, por lo tanto, en un rival del color rojo. Luego, durante cuatro o cinco siglos, estos dos colores se repartieron la primacía sobre todos los demás y formaron en varios ámbitos una dicotomía: color festivo/color moral, color material/color espiritual, color próximo/color lejano, color masculino/color femenino. Sin embargo, a partir del siglo XVIII, las cosas cambian. El claro retroceso de las tonalidades rojas en la vestimenta y en la vida cotidiana —un retroceso que se inicia ya en el siglo XVI— deja un amplio espacio al azul, que se convierte no sólo en uno de los colores más frecuentes en las telas y en el vestido sino también, y sobre todo, en el color preferido de las poblaciones europeas. Hecho que se ha mantenido hasta hoy, muy por delante de todos los demás colores".
Un cambio que, según Pastoureau, va más allá del los gustos estéticos o las modas porque es una "expresión de cambios importantes en el orden social, en los sistemas de pensamiento y en las formas de sensibilidad". Una sociedad tal vez más adulta porque curiosamente este estudio nos ilustra que en la actualidad el color azul es con mucha diferencia (para aproximadamente el 50% de los entrevistados, seguidos por el verde en un 20% y después el blanco y el rojo con un 8% cada uno) el color favorito de las personas adultas en prácticamente todos los países occidentales (no en España, como tampoco lo es para mí, adivinen cuál es el color favorito de nuestro país), mientras que para los niños, el color favorito es el rojo. Resulta interesante cómo cambian las cosas cuando se abandona una cultura para entrar en otra y cómo ello demuestra que lo que creemos que son preferencias personales, en realidad lo son del entorno que nos rodea, puesto que en Japón el primer lugar de colores preferidos es para el blanco (el de su bandera, ¿no?) con un 30%, seguido del negro (25%) y el rojo (20%), aunque en realidad podemos leer que en estas sociedades orientales importa menos el fenómeno del "color" como nosotros lo entendemos que el grado más o menos brillante o mate que tenga.
Como también es un puro fenómeno cultural o social las cualidades de frialdad o calor que atribuimos a los colores, por ejemplo la de que el azul sea un color "frío", una pura convención que aceptamos como evidente aunque para este autor, y para otros, no sea así. "De forma absoluta, no existen, evidentemente, colores cálidos y colores fríos", escribe Pastoureau. "Esta es una cuestión de convenciones y las convenciones varían en el tiempo y el espacio". Ahora asociamos el azul con el agua y por eso tal vez consideramos manifiesta su frialdad. Pero incluso se tomó el azul como un color cálido durante la Edad Media entre otras razones porque entonces, y durante muchos siglos antes, el agua incolora "era" verde.
Ahora es azul. Como los uniformes, como parte de muchas banderas en los países occidentales o como toda la bandera de Europa, como el casco de los soldados de las Naciones Unidas, azul de Francia, azul de Italia, de los Estados Unidos de América del Norte y de Getafe, azul como el príncipe soñado, como el blues... como encajabaja.
La historia occidental ha pasado del rojo al azul. No existe ningún trazo azul en las pinturas prehistóricas, "hay rojos, marrones, ocres de todos los matices; pero no azules ni verdes", tal vez porque los pigmentos azules para pintar se descubrieron muy tarde o porque no interesaba ese color para buscarlos con el suficiente ahínco; como no existen hasta muy tarde tintes de azul para la ropa que fue de colores rojos o marrones durante todo el mundo antiguo y durante la Alta Edad Media. "El rojo, el blanco y el negro son los tres colores básicos de todas las sociedades antiguas." Incluso hay estudios del siglo XIX, ya superados, en los que se cuestiona si nuestros ancestros "podían ver" este color a pesar de estar tan presente en nuestra naturaleza, en nuestro planeta azul, "o si lo veían tal y como lo vemos nosotros" debido al poco interés que parecen mostrar por él o a lo difícil que resulta encontrar la palabra "azul" en algunas lenguas antiguas frente a la preponderancia del rojo, que incluso da nombre a todo el color, coloreado, colorado, rojo. Pero todo esto comenzó a cambiar hasta dar la vuelta por completo...
Esta historia apasionante, la historia de un color en las distintas etapas de las sociedades occidentales y sus relaciones con los demás colores, una historia de la cultura, pues, es la que cuenta el libro Azul. Historia de un color, del historiador francés Michel Pastoureau, con una tesis central muy argumentada: "En los siglos XII y XIII, el azul se había convertido ya en un color de primer plano, un color bonito, el color de la Virgen y de los reyes y, por lo tanto, en un rival del color rojo. Luego, durante cuatro o cinco siglos, estos dos colores se repartieron la primacía sobre todos los demás y formaron en varios ámbitos una dicotomía: color festivo/color moral, color material/color espiritual, color próximo/color lejano, color masculino/color femenino. Sin embargo, a partir del siglo XVIII, las cosas cambian. El claro retroceso de las tonalidades rojas en la vestimenta y en la vida cotidiana —un retroceso que se inicia ya en el siglo XVI— deja un amplio espacio al azul, que se convierte no sólo en uno de los colores más frecuentes en las telas y en el vestido sino también, y sobre todo, en el color preferido de las poblaciones europeas. Hecho que se ha mantenido hasta hoy, muy por delante de todos los demás colores".
Un cambio que, según Pastoureau, va más allá del los gustos estéticos o las modas porque es una "expresión de cambios importantes en el orden social, en los sistemas de pensamiento y en las formas de sensibilidad". Una sociedad tal vez más adulta porque curiosamente este estudio nos ilustra que en la actualidad el color azul es con mucha diferencia (para aproximadamente el 50% de los entrevistados, seguidos por el verde en un 20% y después el blanco y el rojo con un 8% cada uno) el color favorito de las personas adultas en prácticamente todos los países occidentales (no en España, como tampoco lo es para mí, adivinen cuál es el color favorito de nuestro país), mientras que para los niños, el color favorito es el rojo. Resulta interesante cómo cambian las cosas cuando se abandona una cultura para entrar en otra y cómo ello demuestra que lo que creemos que son preferencias personales, en realidad lo son del entorno que nos rodea, puesto que en Japón el primer lugar de colores preferidos es para el blanco (el de su bandera, ¿no?) con un 30%, seguido del negro (25%) y el rojo (20%), aunque en realidad podemos leer que en estas sociedades orientales importa menos el fenómeno del "color" como nosotros lo entendemos que el grado más o menos brillante o mate que tenga.
Como también es un puro fenómeno cultural o social las cualidades de frialdad o calor que atribuimos a los colores, por ejemplo la de que el azul sea un color "frío", una pura convención que aceptamos como evidente aunque para este autor, y para otros, no sea así. "De forma absoluta, no existen, evidentemente, colores cálidos y colores fríos", escribe Pastoureau. "Esta es una cuestión de convenciones y las convenciones varían en el tiempo y el espacio". Ahora asociamos el azul con el agua y por eso tal vez consideramos manifiesta su frialdad. Pero incluso se tomó el azul como un color cálido durante la Edad Media entre otras razones porque entonces, y durante muchos siglos antes, el agua incolora "era" verde.
Ahora es azul. Como los uniformes, como parte de muchas banderas en los países occidentales o como toda la bandera de Europa, como el casco de los soldados de las Naciones Unidas, azul de Francia, azul de Italia, de los Estados Unidos de América del Norte y de Getafe, azul como el príncipe soñado, como el blues... como encajabaja.
1 comentario:
Así, de entrada, me acuerdo de la azul puerta de Ishtar de Babilonia, de las pinturas azules minoicas, del manto azul de la Virgen María, de la estrella de David, de la mezquita azul...
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