«¿Se me oye?, ¿se me ve?» Todos los que hemos intervenido en alguna videoconferencia en estos últimos teletiempos, es decir, todos, hemos sentido ese abandono cuando empezamos a hablar ante otros, ante supuestamente otros, desde una habitación en la que por lo general estás solo y desamparado, sin saber a ciencia cierta si alguien puede verte o escuchar lo que le dices a una pantalla dividida en múltiples ventanitas, casi todas las cámaras desconectadas y la duda que no se disipa porque nadie suele contestar a la primera. «¿Se me oye?, ¿se oye lo que digo? ¿Se me ve?» Y otro silencio digital y eterno hasta que por fin te llega una voz metálica, con eco reverberante y entrecortado, que amablemente alivia la angustia diciéndote: «sí, se te escucha bien». Gracias.
Han cambiado las clases y las relaciones con nuestros alumnos, y con nuestros profesores; las redacciones de los medios son ahora pantallas divididas en una rejilla con múltiples recuadros desde cada uno de los cuales tus compañeros preguntan y responden, proponen, rechazan o aceptan, participan o dejan la cámara y el micrófono desconectados para seguir trabajando en pijama o escaquearse, que todo hay siempre incluso en el mundo virtual, Zoom supera a WhatsApp como aplicación más usada por los menores —nos cuenta La Vanguardia—, las relaciones sociales y laborales entre pantallas y las míticas Jornadas de Diseño del CEU que durante tantos, y tantos, y tantos, y tantos, y tantos, y tantos, y tantos, y tantos, y tantos, y tantos, y tantos, y tantos años (por enlazar unos pocos) os hemos ido contando aquí que han tenido que celebrarse en esta su última edición... a través de Zoom.
Así que no hemos podido volver a encontrarnos en persona, saludarnos cara a cara y llorar juntos entre risas por lo mal que van todos los periódicos como venimos haciendo desde hace veinte años, que no es nada, ya saben. Eso sí, el hecho de que estas XXIV Jornadas de Fotoperiodismo, Edición y Diseño en Prensa haya tenido que celebrarse en remoto a través de videoconferencias en la red ha permitido, por otro lado, el positivo, que sus organizadores —beso muy fuerte a mi muy querida Laura— reunieran a un grupo de profesionales de primerísimo nivel que posiblemente no hubieran podido asistir de forma presencial. Cuando me enviaron hace tiempo el programa provisional no me podía creer que estuviera Javier Errea, uno de los mejores diseñadores de prensa de España y del mundo, y a continuación Chiqui Esteban, uno de los mejores infografistas de España y del mundo, actual director de gráficos nada más y nada menos que The Washington Post, entre ellos. Tuve que leerlo dos veces, y preguntarle después a Laura cómo lo había conseguido. "Zoom". Claro.
Laura González, organizadora de las Jornadas, presentando a Javier Errea a través de Zoom.
Y allí estaba Errea al otro lado de la pantalla la mañana del jueves pasado, 8 de abril de 2021. Con esa mirada clara y algo nostálgica —una impresión subjetiva y personal, claro—, con esa voz algo triste de siempre y con más esperanza y proyectos que nunca, un hablar lento con un leve acento navarro y tanta sabiduría y bien saber contar, y mostrar. Parecería que nos cuente siempre la misma conferencia, yo que le he visto ya unas cuantas veces, y sin embargo no es igual, no exactamente igual. La va enriqueciendo y mejorando, decantando en un alambique visual del que salen gotas esenciales de periodismo visual, de periodismo, incorporando elementos de ultimísima hora como en esta ocasión hace analizado algunos logotipos, el cuestionado de la Federación Española de Fútbol, paradigma de "blanding" o "flat design", demasiado flat seguramente, porque ahora su estudio se reinventa desde la falta de trabajo con los debilitados y desnortados medios de comunicación hacia la comunicación corporativa e institucional, donde alcanza también la excelencia. Javier Errea está tocado por los dioses de la comunicación visual. Es así.
Su conferencia es un work in progress que refleja su experiencia vital, lo que se mantiene inalterable, sus «señas de identidad periodística» en todo lo que hace y evoluciona mientras intenta «entender el mundo digital». Errea tiene claro que «diseñar, comunicar, es mucho más que ponerse guapo», que se puede aprender, y lo hace, reconociendo errores como lo fue aquello de reconvertir redacciones de periódicos en «naves espaciales» junto a la consultora Innovation de Giner —bloqueador mayor de Twitter—; consultas que suponían inversiones de millones de euros para esos periódicos y que en algunos casos terminaran cerrando dos años después. Y nos muestra imágenes del antes y después de la redacción del malogrado periódico griego Eleftheros Typos, y nos muestra también aquellas páginas que diseñó para ellos, y que para mí la máxima expresión de la belleza que haya alcanzado nunca la forma de un periódico.
¿Se imaginan que en España un periódico publicase una primera página contra los propietarios de ese medio? Sobre esa brutal independencia del mítico diario parisino Libération también habló Errea.
Por todo eso, y a pesar de los problemas, a pesar de su lucha en un caballo de papel contra molinos gigantes digitales, sigue en realidad instalado Errea en la excelencia. En la comunicación.
No hubo tiempo para que pudiera concluir de forma completa su conferencia mutante, enriquecida de experiencias y transformaciones, porque esperaba Chiqui Esteban al otro lado de una pantalla en Estados Unidos. ¡Zoom!
Borja Ventura presentando a un Chiqui Esteban conectado desde los Estados Unidos.
Borja Ventura, apreciado e infatigable rival en esta lucha inventada entre el papel (yo) y lo digital (Borja) que no creo que pueda terminar sino ganándola él, aunque el resultado de la batalla termine con medios tanto impresos como digitales distintos a los que existían cuando empezaron las hostilidades, presentó al periodista visual español de mayor proyección internacional, fabuloso comunicador tanto con formas, colores y código informático, como cuando nos cuenta en qué consiste su trabajo, cómo hace lo que hace.
El título de su conferencia fue "¿Por qué los grandes medios apuestan por la infografía?", y, como buen periodista, utilizó la técnica de la "pirámide invertida" —lo más importante al principio y así en orden de mayor a menor importancia hasta el final— para contestar inmediatamente antes de mostrar nada: porque funciona.
Después de compartir desde su pantalla gráficos que han funcionado, en The New York Times, en su The Washintong Post actual, en La Información... volvió a dejarnos asombrados con el nivel de creatividad puesta al servicio de la comunicación, al periodismo, lamentado con razón que todavía en muchos medios no se llegue a considerar la infografíía periodismo (sucede igual con el diseño periodístico o diseño de la información). Pero más asombrado aún me dejó cuando nos contó que él dirige un departamento de ¡30 personas!, y que su periódico ha contratado recientemente ("we're hiring", dice ahora mismo la cuenta de Twitter del departamento de Gráficos y Visualización del Post) a ¡14 personas! para las secciones de Diseño e Infografía. Animó, pues, a los estudiantes de Periodismo y de Diseño, y con mucha razón, a ser optimistas porque en esto sí hay trabajo. Y en lo que seguro que coincidimos mi honorable rival Borja y yo es en que los medios que sobrevivan a esta crisis eterna, digitales, impresos o por señales de humo, necesitarán para ello buscar la excelencia tanto en los contenidos como en el diseño —es inseparable—, o no serán.
Nos contó también Chiqui Esteban con leve acento gaditano desde su pantalla a seis mil kilómetros de distancia y seis horas de desfase, que la infografía consiste en «hacer que la información complicada resulte fácil de entender», algo nada fácil. Y que, además de «la inmediatez», el departamento que dirige establece como criterios para que un gráfico salga adelante que sea «interesante, importante e innovador». Sólo si cumple «al menos dos de estas condiciones» lo veremos impreso en las páginas de The Washintong Post o publicado en sus soportes digitales, posiblemente con algún tipo de interacción.
Pude ver parte de la interesante conferencia posterior de Artur Galocha, uno de los 14 contratados por The Washington Post recientemente, en la que nos contó cómo trabaja para este diario norteamericano desde su casa de Madrid, pero me fue del todo imposible llegar a la última en la que la joven diseñadora Irene de Pablo presentó su trabajo de diseño digital en El Confidencial. Y es que justo a esa hora empezaba la clase con mis alumnos de la URJC... a través de una pantalla por videoconferencia con la aplicación Teams. «¿Se me ve?, ¿se me oye?», comencé la sesión, asustado ante la posibilidad de que nadie al otro lado pudiera oírme y ver lo que quería mostrarles, tipografía en este caso después de comentarles brevemente lo que acaba de ver en esta Jornada del CEU. Claro que para eso, para mostrarles lo que llevaba preparado sobre la forma de las letras, hay que pasar también por el infierno del "compartir pantalla". «¿Lo veis?»